el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 14 de abril de 2024

RESEÑAS CON TORMENTA

No es un combo tan choto como parece, sobre todo si tenés a mano algo rico para comer... Arranco con el Vol.3 de Black Science, otra serie de Image que tenía colgada hace mil años (vimos el Vol.2 el 23/01/18). Aquella vez yo decía que el Vol.2 se entendía poco si no tenías muy fresco el Vol.1, y esta vez me pasó lo mismo, pero al cubo. Empecé a leer y no entendía un choto, no me acordaba quiénes eran los personajes, por dónde pasaban los conflictos, cómo habían llegado al punto en el que están, etc.. Y el guacho de Rick Remender no hace el menor esfuerzo por explicártelo. Si no leíste lo anterior, curtite. Por suerte, cuando ya iban unas 25-30 páginas, se me acomodaron los melones en el carro y logré sintonizar la onda de Black Science, y recordar lo básico de esta trama demencial narrada a un ritmo que te pasa por encima. Este es un comic furibundo, trepidante, que no da respiro. Pero no tiene a la machaca ni a las escenas de acción ni a las peripecias imposibles como principal sustento. En esa vorágine narrativa, Remender se las ingenia para meter MUCHAS escenas en las que los personajes interactúan, en las por un lado que desarrolla vínculos muy interesantes, muy retorcidos, y por el otro se luce con unos diálogos muy fuertes, a veces muy afilados, otras veces muy groseros, pero con una gran sensación de realismo, que contrasta a la perfección con el nivel de fantasía casi delirante que propone el argumento. Esto es mucho más jugado que cualquier cosa que haya hecho Remender para Marvel, una especie de versión extrema (y para adultos) de los Fantastic Four, con conceptos de ciencia ficción más atrevidos, menos superpoderes y más mala leche a la hora de construir a los personajes y relacionarlos entre sí. En este tercer TPB parece llegar a su fin una saga, pero seguramente habrá más adelante algún tipo de exploración de las consecuencias de todo lo que pasa en este tramo final del arco inicial. En total son 9 TPBs, que (creo) narran tres sagas largas. Así que tengo para rato. El dibujo de Matteo Scalera es un motivo más que tentador para bancar esta serie hasta el final. El italiano pone toda la carne al asador en estas páginas, esta vez apuntalado por el colorista Moreno Dinisio. El trazo de Scalera transmite una vitalidad increíble, como si de pronto se fusionaran Sean Murphy y Carlos Meglia y apareciera lo mejor de cada uno en cada viñeta. Dinisio sabe cuándo apostar a la espectacularidad del color y cuando relegar la propuesta cromática para que el dibujo de Scalera gane protagonismo, y encuentra lindas variantes para aplicar el color en los flashbacks. Visualmente, esto es un kilombo hermoso, y acá también, Black Science te pasa por encima sin piedad. Esto es aventura para adultos a un nivel muy notable, sin concesiones y con un equipo creativo donde se nota una simbiosis absoluta, como si fuera todo obra de una única persona que está muy mal de la cabeza y es muy genial. Ojalá consiga pronto los tomos siguientes, para que no se me haga otro bache de más de cinco años en la lectura.
Hace poquito conseguí en papel una obra que había leído a principios de año en digital y que me había parecido excelente: Retrato de un Trompetista, de Matías De Vincenzo, uno de los grandes comics de autores argentinos publicados en 2023. Ya vimos en el blog varios trabajos de este autor (de cuando firmaba "Matías Chenzo", o simplemente "Chenzo"), tanto con guionistas como en solitario. Esta vez tenemos una historieta sin acción, que salta para adelante y para atrás en la vida Rubén, un pibe (y un adulto cincuentón) que ama al jazz y se convierte no sin esfuerzo en un trompetista más que aceptable. Pero además le copa el tema de los OVNIs y además arrastra desde chico "problemitas" con su cuerpo y una amistad medio rara con Valeria. Matías presenta las secuencias en desorden, le mete un elemento fantástico a la escena que sería demasiado heavy dibujar de manera realista... y cuando armás el rompecabezas, y te das cuenta lo que realmente pasó y en qué orden sucedieron las cosas que el libro muestra desordenadas... Retrato de un Trompetista se convierte en una obra perturbadora, tremendamente impactante y al límite de la genialidad. No quiero spoilear nada del argumento: la historieta dura apenas 62 páginas, con poco texto, así que cualquier dato que tire puede ser demasiado revelador y cagarle las sorpresas a quienes se animen a leer la obra. Pero tiene que ver con el jazz, los alienígenas y una historia de amor prohibidísima. Acá vemos a De Vincenzo cambiar su estilo gráfico respecto de sus obras anteriores, e incluso de Efecto Malena, el comic digital que realizó para Deriva hasta hace muy poco (y que pronto va a tener su edición en papel). Esta vez la línea negra pierde protagonismo frente a la mancha. Entra en juego un pincel muy suelto, muy libre, tanto para darle vida a las masas negras como para aplicar distintas tonalidades de gris logradas con aguadas. El resultado no está mal, y supongo que le permitió a Matías completar la obra en menos tiempo que las anteriores, pero a mí me gustaba más el otro estilo, menos etéreo y con más atención por los detalles. Lo bueno que tiene este estilo es que sirve para acentuar el clima de misterio y de mezcla rara entre realidad y delirio, que son elementos importantes en la trama. Si te bancás una historia poco convencional, con un giro final jodido como enema de chimichurri, incómodo como tampón de virulana, te recomiendo mucho Retrato de un Trompetista. Y espero con ansias nuevos trabajos de Matías De Vincenzo en esta faceta de autor integral que se canta "quiero retruco" a sí mismo y en vez de quedarse en el molde arriesga cada vez más. Gracias y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog. Quienes quieran leer más, se pueden descargar cualquier número de la Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y ser infinitamente felices por poquísimo dinero.

jueves, 11 de abril de 2024

JUEVES DE FINALES

Hoy, reseñas cortas para dos libros que funcionan como último tomo de sendas series. Primero, me toca hablar del Vol.3 de El Minúsculo Mosquetero, de Joann Sfar, probablemente el mejor de los tres álbumes que integran la serie. No es un verdadero final, porque termina con la promesa de retomar la saga en un Vol.4 que -como tantos proyectos de Sfar- jamás se materializó. Pero es una historieta muy entretenida, con un gran mix entre aventura, comedia y momentos de introspección. Este es el tomo de el Mosquetero menos delirante, más ajustado a una narración aventurera más o menos lógica, y si bien tiene varios garches, es donde se sienten menos forzados y mejor incorporados al desarrollo dramático de la trama. Me llamó mucho la atención que el coprotagonista esta vez es un intrépido espadachín italiano, apodado "el Escorpión"... al que Sfar dibuja con la misma cara y la misma ropa que Armando Catalano, el personaje de Stephen Desberg y Enrico Marini. Un crossover bizarrísimo. Y para las últimas páginas, Sfar se pone meta, cuando el mosquetero conoce a Louis Le Trondabbe (que es una obvia referencia a Lewis Trondheim) y se ponen a hablar del festival de Angoulême, en la previa a esa cuarta historia que nunca veremos. Andá a saber qué tenía para decir acerca de esa movida y decidió guardarse. Donde no se guardó nada Sfar es en el dibujo de este álbum, absolutamente maravilloso. Como en el anterior, hay cambios en el trazo, en la paleta de colores... hasta adopta el estilo de Paul Gauguin cuando las peripecias del mosquetero lo llevan a esas islas que parecen del Pacífico Sur. Un trabajo deslumbrante de un Sfar que no se casa con ninguna grilla para la puesta en página ni con ninguna estética para plasmar gráficamente las locuras que se le ocurren para que viva su personaje. Por ahí si nunca leés El Minúsculo Mosquetero tu vida no cambie demasiado, pero si le das una oportunidad, no creo que te defraude, sobre todo si ya sos fan del genio de Niza.
Me leí muy rápido el Vol.2 de Quiero ser Asesinado por mi Alumna, el manga de Usamaru Furuya cuya primera parte reseñé el 31/07/23. El dibujo me gustó un poco más que en el Vol.1, de hecho para la segunda mitad de este tomo (la más salvaje), el autor echa mano a unos cuantos recursos gráficos muy grossos, que no habíamos visto en el resto de la obra, con excelente resultado. El guion, en cambio, me desilusionó bastante. Esto está groseramente estirado, a límites exasperantes. Son 240 páginas para contar algo que se podía contar en 30, 36 a lo sumo. Toda la segunda mitad de la obra podría ser un gran capítulo final como para terminar bien arriba un primer (y único) tomo. Cuando leía el Vol.1, me pareció que pasaban pocas cosas, porque Furuya se tomaba su tiempo para presentar a los personajes y al conflicto central. Con todo eso ya presentado, en el Vol.2 no pasa mucho más. Crece la tensión, crece el suspenso y poco antes de la mitad del tomo ya estamos en ese climax, que se alarga tanto que en vez de dramático se vuelve tragicómico. Hay un par de revelaciones impactantes (también, en secuencias infinitamente estiradas) y un final que no está a la altura de la expectativa que generó el autor a lo largo de los dos tomos. Sin ser una basura, Quiero ser Asesinado por mi Alumna quedó muy lejos de otras obras de Furuya en las que el enrosque, los problemas mentales, las depravaciones sexuales y demás horrores cotidianos tienen bastante protagonismo. Ah, de nuevo me hizo mucho ruido la traducción al castellano neutro, ese engendro mutante que no se habla en ningún país. No sé si Merci compró los derechos para que esta edición circule por fuera de Argentina, pero la verdad que -acostumbrado como estoy a leer el manga en argento vía Ivrea o en gallego vía las editoriales españolas- el neutro me resultó casi infumable. Y destaco mucho lo bien que se ve la obra en ese tamaño un poco más grande, similar al que usa Ivrea para las ediciones de Monster, 20th Century Boys y algunas obras de Inio Asano y Junji Ito. Nada más, por hoy. Me gustaría leer más, pero no encuentro el tiempo... y a medida que se acerque la fecha de salida de la Comiqueando Digital nº9, más difícil se me va a hacer.

martes, 9 de abril de 2024

RESEÑAS DE REGRESO

Ayer volví de mi viaje por dos ciudades de Chile y hoy tengo un rato para reseñar los comics que leí en los últimos días. Una de las cosas más copadas que descubrí en el viaje a Europa del año pasado es que los editores franceses, fundamentalistas de la tapa blanda y los libros tamaño lápida, también eligen algunas obras que tuvieron mucho éxito y las republican en un tamaño más chico, tipo libro de bolsillo, en tapa blanda. Son más livianos, son más baratos... en una palabra, son irresistibles. Compré varios, y al primero que le entré fue a La Page Blanche, con guion de Boulet (uno de los dibujantes de La Mazmorra) y dibujos de Pénélope Bagieu, una de las autoras de más repercusión en los últimos años. Esto es de 2013, cuando Pénélope todavía trabajaba con guionistas. Después se volcó a ser autora integral. La Page Blanche (la página en blanco) es de esas obras que te atrapan en la primera secuencia y no te sueltan hasta el final. No, el final no está al nivel del desarrollo de la trama, ni de la complejidad del personaje principal. No es una cagada, no te dan ganas de tirar el libro a la basura, pero sentí que le faltaba algo más, 10 ó 12 páginas más, en una de esas, para que todo cierre de manera más prolija. No importa. Nada cambia lo feliz que fui leyendo estas 190 páginas, ni lo mucho que me entusiasmaron todas esas sorpresas que Boulet revela siempre en los momentos justos. El planteo se parece al de XIII: empieza con una chica completamente amnésica, sentada en el banco de una plaza en París. No tiene idea de quién es, ni cómo llegó ahí, ni dónde vive, ni a quién recurrir. Y tiene que empezar a rastrear para atrás esa vida que evidentemente vivió, pero de la que solo tiene vestigios, no recuerdos. De alguna manera, Eloïse se las va a rebuscar para recuperar su identidad, su casa, su trabajo, alguna que otra amiga... pero en algún punto va a descubrir que hay cosas que no va a poder recuperar y con eso tiene que ver el impacto emocional que se llevó sus memorias. Boulet pilotea esta consigna ganchera y emotiva como pocas con una habilidad que le permite pendular entre la comedia costumbrista y el drama, y además lucirse con unos diálogos magníficos. Y Bagieu la rompe toda con ese dibujo que me remitió todo el tiempo a las buenas tiras de prensa de Estados Unidos, ese trazo sintético, expresivo, amistoso, donde se nota a kilómetros el devastador poder de observación de una autora especialista en la gestualidad de los personajes, y en detalles que tienen que ver con la ropa, los peinados, la decoración, etc.. Hoy Pénélope Bagieu dibuja bastante mejor que en La Page Blanche, pero esto está buenísimo, tanto a nivel del dibujo, como del color y de la puesta en página. Como curiosidad, comparto el dato de que esta historieta fue adaptada al cine en un largometraje (también francés) y que está traducida al inglés y al alemán, pero no al castellano. Un disparate.
Después de muchísimo tiempo (el Vol.3 fue reseñado el 28/12/17) retomo la lectura de Lazarus, la serie escrita por Greg Rucka y dibujada por Michael Lark, con un Vol.4 que, a diferencia del anterior, me aburrió bastante. El arco denominado "Poison" levanta un poquito al final, pero me pareció muy lento, muy estirado, poco sustancioso. Rucka asume un riesgo importante, que consiste en narrar en paralelo dos situaciones distintas, en registros muy distintos, como si fueran dos obras de distintos géneros metidas en un mismo comic. Por un lado, toda la trama de poder, ambición, roscas, traiciones y ajedrez entre gente muy hija de puta, al estilo Dallas o Dynasty. Esto está bastante bien, es lo más entretenido de este tramo de la serie pese a que es imposible identificarse (y mucho menos solidarizarse) con personajes de tan baja calaña y tan exacerbada amoralidad. Por otro lado, este tomo narra en detalle una batalla militar que tiene lugar en la ciudad de Duluth, en la que la protagonista de Lazarus, Forever Carlyle, confronta con todo un ejército enemigo, acompañada de apenas cuatro soldados que le son leales. Hay un buen desarrollo de estos cuatro personajes, en un punto resultan queribles, pero la batalla se alarga tanto, y tiene giros tan inverosímiles, que en un punto esta incursión de Rucka por la historieta bélica perdió mi interés. El tomo incluye también un episodio unitario que -supongo yo- conectará más adelante con la trama central, y -como ya dije- guarda los mejores momentos para las últimas páginas, como para que uno no le pierda la fe a la serie. Creo que lo que menos me cerró de este tomo (el primero de Lazarus que no me deja hiper-manija, deseoso de tener YA en mis manos la continuación) es el tono, demasiado solemne, para mi gusto. No esperaba el show de los chistes, porque sé que es un comic realista, duro, adulto. Pero tanta seriedad cansa un toque. Lo más parecido al humor que hay en 140 páginas es algún que otro retruque sarcástico de los personajes más soretes y más cínicos, que Rucka mete para recordarte (por enésima vez) que estos personajes son los más soretes y los más cínicos. En algún momento (no tengo dudas) Forever se va a dar vuelta y va a hacer mierrrrda a sus propios familiares, a los que Rucka nos muestra como garcas cada vez más inescrupulosos. En la faz gráfica lo tenemos a Michael Lark, muy comprometido en la narrativa (no tanto en el dibujo en sí, que se apoya demasiado en las fotos retocadas) y muy bien complementado por los colores de Santiago Arcas. Lo mejor que tiene Lazarus es ver a Lark dejar la vida para que no te aburras cuando vienen esas secuencias de reuniones en las que un montón de gente se sienta alrededor de una mesa para conversar o negociar, con menos acción que en un geriátrico a las dos de la mañana. Con varios indicios de que Lazarus no se está yendo a la B, con la fe intacta en el próximo tomo (que andá a saber cuándo consigo y cuándo leo), prometo no bajar los brazos y -eventualmente- retomar una serie que hasta ahora venía muy arriba, más allá de que un amplio porcentaje del Vol.4 me resultó medio soporífero.
Y cierro con una breve mención para un libro que se obsequió a los asistentes a la edición 2021 de Montevideo Comics (ni me acordaba que se había hecho el evento, en ese año marcado por la segunda parte de la pandemia del COVID-19) y que, como es costumbre en esta mítica reunión de aficionados al comic, rescata trabajos de un autor clásico uruguayo poco conocido por el lector actual. Esta vez, el libro titulado La Leyenda de Pedro Malasartes reimprime trabajos de Pedro Cano realizados entre 1978 y 2008 para distintos medios de la vecina república. La verdad que no me gustó. No me gustó el estilo gráfico de Cano (que varía bastante de una historieta a la otra), encontré problemas en la calidad de la reproducción de varias páginas, los guiones me parecieron bastante ingenuos... Creo que lo más rescatable es la primera historieta, Puro Biógrafo, no por el dibujo, ni por el personaje (el gaucho Ventarrón) sino por la libertad con la que Cano se va al carajo y mete personajes y situaciones totalmente descolgadas, en algo que -en sus mejores momentos- parece una sátira a las películas de Hollywood al estilo de lo que hacían Enrique Ventura y Miguel Ángel Nieto a principios de los ´70, por supuesto con una calidad gráfica bastante inferior. De ahí en adelante el libro entra en una curva descendente, con momentos realmente chotos. Obviamente, no sumo a Pedro Cano al Olimpo de los grandes autores de la historieta uruguaya del Siglo XX. Nada más, por hoy. Espero volver pronto con nuevas reseñas. Gracias a l@s amig@s chilen@s por el afecto y el aguante de tantos años y será hasta la próxima.

lunes, 1 de abril de 2024

LUNES FERIADÍSIMO

Por fin encontré un ratito para redactar las reseñas de los dos últimos libros que leí... Había prometido volver pronto al extraño mundo de El Minúsculo Mosquetero, y acá estoy con el Vol.2 de esta serie creada por Joann Sfar en los albores de este milenio. Este tomo se podría sintetizar en dos palabras: sexo y delirio. Acá se coge mucho más que en el Vol.1, hay larguísimas secuencias en las que Sfar exhibe los genitales de sus personajes y los enreda en todo tipo de posiciones amatorias. Son secuencias entretenidas, sostenidas en diálogos muy ingeniosos, a veces muy agudos, en un libro muy hablado, con mucho texto en casi todas las páginas. Y por el otro lado, el delirio. Acá el autor ni se gasta en pensar una excusa para que sucedan las cosas que tiene ganas de dibujar. Le pinta crear un mundo subacuático, y ya fue, el mosquetero se mete en la bañadera, y se hunde hasta llegar a este mundo, en el que puede respirar bajo el agua, hablar y hasta fumar. Cuando se aburre de las criaturas submarinas, se copa con la figura de la esfinge egipcia, que también tiene una escena muy copada, y después se le ocurre dibujar personajes de la mitología griega: minotauros, gorgonas, ejércitos onda Esparta... Unas páginas después, volvemos a una especie Europa medieval, y mientras el mosquetero se revuelca con una señora muy atractiva, la acción nos lleva de nuevo a una Grecia mitológica, con un fauno, para desembocar en una batalla espectacular entre cosacos rusos, soldados griegos y un dragón impresionante. En esta batalla el mosquetero conoce a Taras Bulba, una hermosa mujer, y se enamora de ella... pero sus intentos por intimar con ella van a fracasar rotundamente. Y así volvemos a "la realidad/ el presente", donde todavía nos quedan varias escenas de sexo y diálogos por delante. Como hilo conductor de todo este incordio (en el que, por ejemplo, no se menciona más el hecho de que el mosquetero ahora es chiquitito y habita en un mundo en miniatura) tenemos al dibujo de Sfar en un nivel sencillamente glorioso. En la secuencia con Taras Bulba, además, el autor cambia la forma de colorear, para introducir unas aguadas que hacen más oscuro y más etéreo a su trazo preciso, nervioso, lleno de matices. La lucha contra el dragón ofrece viñetas más grandes, más estridentes, y en la página en la que el mosquetero debe huir de las Euménides, la puesta es una maravilla, una belleza experimental, ornamentada a todo culo, como lo haría Quique Alcatena. El único problema que tiene la faz visual de este álbum es que esas páginas repletas de globos de diálogo lo obligan a Sfar a acomodar como puede un montón de viñetas muy chiquitas, en las que el dibujo no se luce tanto. Pero ni bien afloja con la cantidad de texto, la magia de su plumín cobra protagonismo y brilla en todo su esplendor. Hasta acá, El Minúsculo Mosquetero es una serie tan rara que puede terminar en cualquier cosa. Me voy a enterar pronto, cuando le entre al Vol.3. Por ahora, es una bizarreada entretenida, con un voltaje erótico más alto que las obras promedio de Sfar, y con un despliegue fascinante en materia de dibujo. Argumentalmente es poco lo que tiene la obra para atraparnos, pero como rareza está muy bien.
Los amigos franceses de Glénat armaron un libro muy cheto de unas 300 páginas, en el que se recopilan los primeros trabajos de Gou Tanabe, antes de que fuera el monstruo sagrado que es hoy. Son todas historietas realizadas entre 2002 y 2005, en las que cuesta un poco ver el estilo que más tarde va a caracterizar al ídolo y lo va a poner en el Olimpo del manga contemporáneo. El tomo se llama "The Outsider" y arranca con la adaptación del cuento homónimo de H.P. Lovecraft ("El extraño", en las traducciones al castellano), muy lograda, sin estirar al pedo y sin casarse innecesariamente con el texto original. Las caras de los seres humanos todavía no están muy logradas, pero el resto está muy bien. Después aparecen las dos obras más antiguas de Tanabe: una adaptación de un relato de Anton Chejov y una de Máximo Gorki. Acá vemos a un autor muy primerizo, que maneja bien el claroscuro pero pifia en la figura humana. En los rostros muestra unas dudas bárbaras, como si no se decidiera entre un estilo más elegante, tipo Hirohiko Araki, o uno más potente y más crudo, más del palo alternativo, tipo un Taiyo Matsumoto de la primera época. El resultado es visualmente pobre, si bien la narrativa fluye de manera natural. Las historias en sí se hacen bastante embolantes, en parte porque Tanabe elige relatos que carecen totalmente de acción y se sostienen sobre todo en los diálogos. Y el tomo ciera con Ju-Ga, una serie breve, de apenas cinco episodios, en la que Tanabe crea la historia desde cero y nos lleva a la Era Kyoho, donde vamos a conocer a Gibon Gensho, un monje que además es maestro en la disciplina que da nombre a la serie. Acá tenemos relatos muy basados en la acción, con monstruos, villanos y un sano despliegue de poderes sobrenaturales. Los dos últimos episodios son los más atractivos, los que logran una mayor tensión dramática, y los otros tres... también son un poco aburridos, pero sirven para conocer al protagonista, sus poderes y algo del contexto histórico. A lo largo de los cinco episodios de Ju-Ga (realizados entre 2004 y 2005) el dibujo de Tanabe mejora ostensiblemente y si bien para el final no está ni cerca de su mejor nivel, tenemos páginas realmente impactantes, donde no hay que ser Nostradamus para vaticinar que ese pibe iba a llegar a ser una estrella. Acá vemos más yeites tomados de autores como Hiroshi Hirata y Ryochi Ikegami, que también aportan su influencia a un Tanabe que todavía buscaba un estilo... en las fuentes correctas. La verdad que no la pasé tan bien como suponía con The Outsider. Me sirvió para descubrir en plan arqueológico el "secret origin" de Gou Tanabe, y no mucho más. Menos mal que lo pagué muy barato. Y menos mal que tengo otros libros del ídolo en el pilón de los pendientes, como para tener la merecida revancha en un futuro no muy lejano. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 28 de marzo de 2024

HIPER-FINDE EN BUENOS AIRES

No, no me voy a ningún lado este finde extra-large. Me voy el miércoles, después de los chotocientos feriados, a un evento en Chile, en la ciudad de Concepción. Y estos días estoy acá, con bastante laburo y con algo de tiempo para leer comics (y textos sobre comics). Allá por el 16/12/19 me tocó leer el Vol.1 de JoJo´s Bizarre Adventure, y ahí mismo, en la primera parada, me bajé del bondi, ahuyentado por la nula calidad de los guiones de Hirohiko Araki. Años más tarde, le di otra posibilidad, un poco cautivado por la excelente idea de que exista una colección de comics ambientados en el Museo del Louvre y otro poco alucinado por la bestial dimensión que alcanzó Araki como dibujante. Así caí en Rohan en el Louvre, una novela gráfica de unas 125 páginas a todo color, protagonizada por Rohan Kishibe, un personaje al que Araki presentó en la cuarta saga de JoJo´s Bizarre Adventure para utilizarlo luego en distintas historias con poca o ninguna vinculación con su magnum opus. Rohan en el Louvre se lee muy rápido, en parte porque pasan pocas cosas para la cantidad de páginas que tiene. Esto mismo se podía contar tranquilamente en 80 páginas, como mucho. Las primeras 42 páginas parecen ser una historia de desencuentros sentimentales, de enrosque entre jóvenes que se gustan pero no garchan. Hay también un halo de misterio, algo que pasa y que no tiene mucha explicación (al principio) y que le agrega complejidad y suspenso a la trama. Después hay 18 páginas de transición, donde Araki parece olvidarse casi totalmente de lo narrado hasta ese punto, para establecer otro conflicto mucho más urgente, que ahora sí, nos lleva al majestuoso museo de la ciudad de París. El cambio de locación implica también un cambio de elenco y acá el autor introduce a varios personajes nuevos, ninguno tan atractivo como Nanase, la enigmática protagonista del primer tramo. Y en las 60 páginas finales, la obra llega a su climax, un climax estiradísimo, pero climax al fin. Acá hay un despliegue alucinante de acción descontrolada, a partir de que estalla un elemento fantástico zarpado e impredecible, que sirve además para dilucidar el misterio de la primera parte, de aquella extensa secuencia de Rohan y Nanase en Japón. Finalmente todo tiene sentido y uno siente que leyó algo así como un unitario de misterio/ terror que podría estar en una antología de Vertigo... si no fuera porque en esas antologías te remataban las historias en 10-12 páginas y esto es infinitamente más largo. El dibujo de Araki es realmente extraordinario, y la verdad es que no perdería demasiado si le quitáramos el color. Que no está mal, pero no alcanza ni a palos los niveles de virtuosismo que exhibe el dibujo. Salvo por una cierta mezquindad a la hora de dibujar fondos, el trabajo del autor en la faz gráfica es sobresaliente. La puesta en página apuesta fuerte al ritmo, a la agilidad y la potencia del relato, como en los buenos comics de machaca superheroica. Los primeros planos (que son muchos) dan cátedra de expresividad, los decorados y la ropa están diseñados con atención y talento y todo lo que tiene que ver con la figura humana es sencillamente monumental. Ya sea quieto o en acción, Araki dibuja al cuerpo humano como nadie, con una elegancia y una polenta incomparables. Obviamente, si te hiciste fan de JoJo´s Bizarre Adventure, Rohan en el Louvre no puede faltar en tu biblioteca (aunque Ivrea no se ponga las pilas para publicarlo en Argentina). Si venís juntando los álbumes de distintos autores que transcurren en el Louvre, este no te va a defraudar para nada. Y si simplemente querés leer algo de Hirohiko Araki que no implique entrar en el laberinto del terror que significa una mega-serie abierta desde 1987, con varios arcos argumentales, más de una continuidad y varios cientos de personajes, sin dudas esto es lo que estabas buscando.
Me voy a Estados Unidos, mediados del 2020, cuando en plena pandemia los maestros Ed Brubaker y Sean Phillips lanzan Pulp, una novela gráfica breve (68 páginas) pero de una potencia arrolladora. Pulp parte de la misma consigna que Roco Vargas. En la historieta de Daniel Torres, tenemos a un escritor de novelas de aventuras, Armando Mistral, que en realidad es una mascarada tras la cual se oculta un grossísimo aventurero espacial ya retirado, el mítico e intrépido Roco Vargas, que ahora escribe ficción, basada hasta cierto punto en las peripecias que protagonizó en sus años mozos. Acá pasa LO MISMO, excepto que Max Winter es un escritor octogenario, muy lejos del éxito y del prestigio, y la historia transcurre en 1939, mientras que sus proezas como forajido del Lejano Oeste se ubican casi 50 años antes. Por supuesto, alguien que conoció a Max cuando él y su banda de asaltantes eran el terror de los grandes terratenientes de Wyoming se va a dar cuenta de que esos relatos pulp no son exactamente "inventos" de este tal Winter y lo va a ir a encarar. Y ahí, la vida de Max (que ya estaba complicada por la salud, la tranquilidad económica y la autoestima perdidas) se va a complicar mucho más. No quiero dar detalles sobre el argumento, porque buena parte del impacto de Pulp se basa en sorpresas y volantazos que es mejor no conocer antes de entrarle al comic. Simplemente quiero agregar que Brubaker aprovecha perfectamente el contexto de esta New York de 1939 en la que los pulps vendían fortunas pero pagaban miseria, y en la que las tropelías imperiales de Adolf Hitler en Europa generaban no sólo interés, sino incluso adhesión en un sector para nada minoritario de la sociedad. Esto le permite al guionista trabajar con los clásicos "villanos nazis", pero en este caso son tan yankis como el ex-cowboy de Wyoming. Por el lado del dibujo tenemos otro trabajo de contundente solidez por parte de Sean Phillips, muy bien complementado por la paleta de colores de su hijo Jacob. Phillips está en su salsa, porque le dan una historia crepuscular, urbana, sin estridencias, sin elementos fantásticos, salpicada con unas pocas (y muy significativas) escenas de acción, pero sostenida sobre todo en los diálogos. La recreación de las dos épocas (la de fines del Siglo XIX y la de 1939) es brillante, la forma en la que el dibujo subraya la personalidad y el pathos de Max es impresionante y el formato de narración clásica, con la página dividida en tres tiras y no más de seis o siete viñetas por plancha, le queda perfecto a lo que la dupla quiere contar. Recomiendo muchísimo Pulp a los fans de Brubaker, de Phillips y de la buena historieta para adultos. Esto es material de una calidad realmente infrecuente. Y hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos ni bien tenga un par de libritos más para reseñar acá en el blog.

martes, 26 de marzo de 2024

MARTES A LA NOCHE

Y por fin tengo un ratito para escribir reseñas... Empiezo en Francia, año 2001, donde nos reencontramos con el prolífico y asombroso Joann Sfar, quien lanzaba la serie El Minúsculo Mosquetero, luego publicada en castellano por Norma, con una muy buena traducción de Lucía Bermúdez. Se trata de una serie corta (tres álbumes) que parte de una premisa muy fumada: un mosquetero del Siglo XVII toma un brebaje para adelgazar porque tiene un par de rollitos, y en vez de volverse delgado se vuelve minúsculo, como Atom o el Chapulín Colorado. Ahí uno supone que la gracia de la serie va a ser la interacción de este personaje del tamaño de un insecto con el mundo de tamaño real... pero no. En la segunda página del álbum, el mosquetero ya se encuentra con otro humano miniaturizado y en la tercera se interna en un mundo en miniatura en el que su tamaño no es ínfimo, sino absolutamente normal. O sea que, en la práctica, deja de ser minúsculo en la tercera página, cuando empieza a desenvolverse con total normalidad en un mundo muy parecido al real que (en un giro totalmente inverosímil) existe dentro del nuestro. Entonces, si las aventuras del mosquetero no pasan por el contraste entre su tamaño y el del resto del mundo, ¿por dónde pasan? Por el lado del amor. Primero entabla un vínculo sexafectivo con una doctora, para luego llegar a la Academia de Bellas Artes (de una ciudad que parece París, pero no es París), donde va a trabajar de modelo vivo, posando desnudo para los estudiantes de dibujo. Y luego entablará amistad (y largos diálogos) con un desconocido, a quien acompañará a una tierra lejana, donde vive la mujer de quien este hombre está enamorado. Y recién en la página 34, Sfar nos presentará un conflicto, un momento crucial, sin retorno: el mosquetero y su amigo invaden los aposentos de esta mujer, donde se encuentra su marido, quien los confronta con su espada. No todos saldrán vivos de la experiencia y finalmente el mosquetero regresará a la Academia y a los brazos de la doctora. Como es frecuente en las obras de Sfar, lo importante no es tanto la trama ni la acción, sino los vínculos entre los personajes, las charlas en las que hablan de lo que sienten, de sus problemas sentimentales o de otras cosas que hacen a la vida cotidiana. El Minúsculo Mosquetero es de esas obras del genio de Niza que avanzan a un ritmo distendido, sin estridencias, con tiempo para la reflexión y la contemplación. Hay toques de comedia, hay sexo y hay una única escena en la que la violencia se apodera del relato, y el resto es eso, una vida bastante tranquila para un protagonista del que, por ahora, sabemos muy poco. El dibujo te hace daño de lo bueno que es, la narrativa está perfectamente aceitada (predomina la grilla tipo Jack Kirby de seis viñetas iguales), el color complementa al dibujo de una manera impecable y la verdad que el álbum se disfruta un montón, más allá del WTF? original que se produce cuando el mosquetero se interna en el mundo en donde ya no es minúsculo. Prometo entrarle pronto al Vol.2, que ya está ahí, pidiendo pista.
Ya estoy en Japón, para disfrutar el Vol.9 de 20th Century Boys, que tenía en el aguante desde fines de Enero. De nuevo, lo más impactante de este tomo es cómo Naoki Urasawa nos cuenta una pandemia desoladora, con cadáveres apilados en las calles y gente que roba y mata para conseguir vacunas, en clave de ficción, pero con una cantidad impresionante de puntos en común con lo que vivimos en la realidad allá por el 2020. De nuevo, hay personajes muy menores (tipo el Cabo Chono) que protagonizan demasiadas escenas, y eso ralentiza un poco el ritmo del relato, que podría ser más simple, más ágil. No necesitamos saber tanto acerca de personajes que tienen roles tan chiquitos en la trama, o que van a morir tan pocas páginas después de haber aparecido. Este tomo también es raro por dos motivos. Primero, prácticamente no hay flashbacks a principios de los ´70, cuando los protagonistas eran pendejitos. Y segundo... ¡reaparece Kenji! Después de miles de páginas en las que apenas se lo nombraba de vez en cuando, Urasawa vuelve a convertir al aspirante a estrella de rock en un motor importante para la trama. El tema de la canción está en los límites del absurdo, es algo que choca de frente con el supuesto realismo de la serie... pero también es muy inverosímil que Otcho, con los años y las heridas que tiene encima haga las cosas que hace. Así que, cada vez más, el disfrute de 20th Century Boys requiere de la "suspensión del descreimiento" de la que hablaba Jorge Luis Borges. Este tramo (ya muy cerca del final) le reserva un rol importantísimo también a Kanna, y sobre el final empieza a tejerse una runfla espesa en el seno del poder, controlado por Amigo, pero en el que su adláter más visible (o por lo menos al que Urasawa más bola le dio a lo largo de estos nueve tomos) parece despegarse para pegar un golpe de timón que puede cambiarlo todo. Veremos para dónde va el plot de Manjoume, que sí tiene un flashback importante a los ´70, algo así como su "secret origin". Por supuesto es menester dedicarle un par de frases (básicamente, un rosario de elogios) al dibujo de Urasawa, que supera todos los límites. Se lo nota muy cómodo cuando narra "de cerca", con los primeros planos como enfoque principal, porque esto le permite ponerle expresividad y onda a los personajes, incluso cuando los dibuja con pocos trazos, sin demasiada intención de acercarse a un realismo fotográfico. Pero después, cuando "aleja la cámara" y narra con planos más amplios, demuestra también una maestría increíble a la hora de dibujar fondos, distintas locaciones, paisajes, todo en un estilo mucho más realista. No descarto que estas viñetas hayan pasado por las manos de los asistentes del ídolo, quien se concentra principalmente en los personajes, pero la verdad que el contraste entre los rostros caricaturescos, sin tanta elaboración, y los fondos a todo culo, le queda muy bien a la obra. Tengo comprados dos tomos más de 20th Century Boys, pero me parece que los voy a dejar juntar polvo hasta la segunda mitad del año, porque antes quiero leer otras cosas. Nada más, por hoy. Nos encontramos mañana, a las 22:30 hs, en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando, en otra emisión de Agenda Abierta. Y si no, espero poder volver a postear antes de fin de mes, acá en el blog. No prometo nada, pero lo vamos a intentar.

viernes, 22 de marzo de 2024

TRES DE VIERNES

Por fin tengo un rato para escribir reseñas... Empezamos en España, año 2009, cuando se publica Cristóbal Nazareto: ¡Un pringao celestial del Siglo XXI!, un libro del maestro Álex Fito cuya portada, guardas y primeras páginas son una especie de homenaje a los álbumes clásicos de Astérix. Adentro nos encontramos con algo bastante más picante que las aventuras del guerrero galo: un comic de denuncia social, que se mete con las pésimas condiciones en las que viven los pobres, la grosera desigualdad social, el racismo, la corrupción, la violencia policial y los síntomas más estridentes de la marginalidad en las grandes urbes: drogadicción, prostitución, trabajo infantil, delito... En este mundo de políticos mentirosos, empresarios garcas y curas pedófilos, se mueve Cristóbal Nazareto, una especie de Jesucristo de las categorías de Ascenso, que rechaza la hegemonía del capitalismo hasta que se da cuenta de que con la guita se puede comprar bebidas alcohólicas. La sordidez de lo que cuenta Fito va in crescendo y gana en complejidad. Las primeras historias son de dos páginas, con pocos personajes en cada uno, y en las últimas ya se anima a entrelazar a todos los personajes de la serie, en argumentos más complejos, con un nivel de crueldad realmente desolador. El estilo de Fito es prolijito, lindo, amistoso, ideal para una historieta de humor infantil, lavadito, inofensivo... y el hijo de puta con ese estilo dibuja situaciones truculentas, escalofriantes, que te dejan un sabor espantoso en la garganta. En ese contraste reside el principal atractivo de Cristóbal Nazareto. También es importante señalar que Fito intenta llevar adelante todos estos relatos sin recurrir a las palabras, y casi siempre lo logra. Por momentos trastabilla y se ve en la necesidad de incluir algún texto, o alguna palabra, pero en general, son historietas mudas. Esto requiere una mayor cantidad de viñetas para resolver la acción (y que se entienda) y el autor opta por una grilla de 12 cuadros chiquitos, todos de igual tamaño, que banca a lo largo de casi todo el álbum. O sea que Cristóbal Nazareto no sólo juega al límite de lo publicable en lo temático, sino que también muestra una búsqueda desde lo formal. Nada, más allá del shock value de las escenas más escabrosas, el humor está ahí (para quien se anime a reirse de estas animaladas) y el dibujo y el color de Fito siempre son un placer. Tuve el ojete de rescatar este libro (magníficamente editado por Glénat España, a la que extraño horrores) de una mesa de saldos, y la verdad que fue un hallazgo muy copado.
Me voy a EEUU, año 2016, para completar la lectura de la segunda mitad de Starve, una serie cuyo Vol.1 vimos en este espacio allá por el 02/06/20. Y sí, lo que había empezado como una cátedra de los maestros Brian Wood y Danijel Zezelj termina muy, muy arriba. Creo que lo más notable es cómo Wood logra mantener la tensión en una historia que casi no tiene acción. Hay apenas una escena de violencia, totalmente desenfatizada, y el resto de los conflictos van claramente para otro lado, un lado más adulto, más real, más profundo. Por supuesto todo sostenido en el carisma arrollador de Gavin Cruikshank, un personaje frontal, complejo y cautivante, sin nada que envidiarle a un Spider Jerusalem. El tema de la comida es importante, pero menos de lo que la gente encargada de promocionar la serie nos quiso hacer creer. Wood no se priva de bajar línea acerca de lo mal que se alimenta la gente de bajos recursos, cómo nos acostumbran a comer mierda y nos la cobran más cara de lo que sale comer mejor y más sano. El subplot del restaurante croto de Brooklyn es probablemente lo más atractivo a nivel argumental que tiene este segundo tomo, pero -de nuevo- el foco no está tan puesto en el morfi en sí, ni en el hecho de que tanto Gavin como su hija son unos cocineros de un talento descomunal, sino más bien en la lucha por la integridad, contra un sistema que te compra, te exprime y te descarta. El dibujo de Zezelj es glorioso, de punta a punta, y se complementa con el maravilloso color del excelso Dave Stewart para brindarnos unos climas atrapantes, de gran belleza plástica. Zezelj lleva al claroscuro a terrenos mágicos, inexplicables, en los que la composición de la viñeta es importantísima, y en la que no importa en lo más mínimo que los fondos provengan de un vasto catálogo de fotos retocadas. Visualmente, estamos frente a uno de los mejores trabajos del ídolo, repleto de páginas y secuencias memorables. Como tantas otras, Starve es una serie que pasó completamente desapercibida en su momento, pero que me animo a recomendar enfáticamente a los fans del buen comic para adultos.
Terminamos esta recorrida en Chile, año 2019, cuando se publica una versión en historieta de London After Midnight, un largometraje de 1927, del cual se perdió la última copia en un incendio a fines de los ´60, y que marcó la última colaboración entre los míticos Tod Browning y Lon Chaney. Yo no sé casi nada de cine de los años ´20, pero por suerte el libro incluye un artículo de mi amigo Roberto Barreiro que explica muy bien todo el contexto. A cargo de reconstruir el guion de la película perdida estuvo Gonzalo Oyanedel, guionista, escritor e investigador chileno. Y para dibujar esta versión de la historia, el elegido fue el mismísimo Quique Alcatena, en su primer trabajo para el mercado trasandino. El trazo de Quique se luce mucho en un álbum de un tamaño bastante mayor al que utilizan las editoriales argentinas que suelen publicar sus trabajos para Italia, y la cantidad de texto que utiliza Oyanedel es bastante más escueta que la habitual en las obras que escribe el propio Alcatena, o las que dibuja sobre guiones de Eduardo Mazzitelli. O sea que el trazo mágico de Quique acá explota con una polenta infrecuente y se adueña de unas páginas muy bien pensadas, con diseños tan inquietantes como el clima que intenta transmitir el guion. Y acá es donde está el problema. Sin ser una pelotudez ni una falta de respeto, el guion es fallido. Como en las dos historietas anteriores, el villano es un empresario garca, pero acá se suma toda una fantochada absurda de un supuesto muerto que resucita como vampiro, que desvirtúa a toda la trama detectivesca en la que el Inspector Burke intenta resolver el misterio de la muerte de Roger Balfour. Claramente esto se podría haber resuelto sin sumar estos elementos "pseudo-fantásticos", que están ahí para generar impacto y cheap thrills en los espectadores, pero que no son para nada relevantes a los efectos de la historia. Por supuesto está buenísimo ver a Alcatena dibujar a este monstruo, pero no hacía falta. De hecho, por cómo está planteada la trama, no hacía falta ni siquiera que hubiese escenas de acción... pero claro, había que llevar gente a los cines y para eso, la espectacularidad de los no muertos y el clima tétrico típico de película de terror siempre suman más que una escena atrás de otra de gente que habla. Obviamente, si sos fan de Alcatena, o de las películas de terror de la época del cine mudo, London After Midnight no puede faltar en tu biblioteca. Pero si entrás buscando un guion que te parta la cabeza, lamentablemente no creo que lo encuentres en estas páginas. Y nada más, por hoy. Ni bien tenga más libros leídos, nos reencontramos y los comentamos por acá. Ah, el miércoles a las 22:30 ha hay Agenda Abierta en el canal de YouTube de Comiqueando, con un invitado de lujo y la participación de tod@s l@s que se quieran prender. Nos vemos por ahí.

lunes, 18 de marzo de 2024

A VER SI LOGRO RETOMAR

Acá estamos, después de una semana rara, en la que me absorbió muchísimas horas el evento de los Premios Cinder que hicimos sábado y domingo. Algo logré leer (siempre menos de lo que me hubiese gustado) y ahora tengo un rato para escribir las reseñas.
De casualidad, boludeando en una comiquería de París, me enteré que existía Ikki Mandara, un manga de Osamu Tezuka del que jamás había oído hablar. Son alrededor de 550 páginas, que el Dios del Manga serializó a lo largo de unos siete meses, entre 1974 y 1975, en la revista Weekly Shonen Sunday, hasta que la cerró de manera medio arbitraria, en un punto donde quedan colgadas algunas de las tramas que venía desarrollando. La historia arranca en China en el año 1900, y se mete a fondo con la famosa (pero poco difundida en Occidente) revolución de los Boxers. En ese contexto, turbulento y complejo, emerge Sanniang, una joven campesina, ingenua e iletrada, que de alguna manera se convertirá en una hábil guerrera, por momentos una verdadera máquina de matar, que cobrará notoriedad entre las tropas rebeldes. Tezuka no le cobra para nada barato el protagonismo que le va a dar a Sanniang: la pobre piba va a vivir cientos de páginas al límite, y va a recibir (además de la discriminación típica de una sociedad que le tenía asignados roles muy menores a las mujeres) golpes, heridas, traiciones, torturas y violaciones. En algún momento, parece cobrar relieve una trama de amor no correspondido, pero al lado de lo que sufrió Sanniang por involucrarse con los Boxers, un revés romántico es casi una pelotudez. Sobre el final de la primera mitad, Sanniang logra huir de China a Japón junto a Wang Taihai y en el segundo tramo de la obra, este otro revolucionario chino va a compartir protagonismo con la joven. Y se va a sumar un tercer protagonista, en este caso alguien que existió en la vida real: Ikki Kita, un destacado pensador, una figura de la filosofía política japonesa de principios del Siglo XX. Este tramo ambientado en Japón será un toque menos violento que el primero, pero seguirá a full la rosca política, la intriga palaciega, los conflictos entre tradiciones ancestrales y una modernidad que (con mucha guita en juego) viene a llevarse todo por delante. Acá hay más tiempo de debatir ideología, porque los personajes no están todo el tiempo tratando de que no los asesinen... aunque Wang Taihai la pasa bastante mal, pobre, por meterse en el medio entre la hija de una familia aristocrática y un poderoso empresario que tenía planeado casarse con ella. En Ikki Mandara vemos a Tezuka ensayar lo que años más tarde va a hacer un poco mejor en Adolf: tomar un conflicto bélico del mundo real, un personaje fuerte que existió y que (por lo menos en Japón) todo el mundo conoce, y "decorarlo" con personajes ficticios, enroscados en una trama compleja, por momentos demasiado retorcida, y con un nivel de violencia absolutamente shockeante. ¿Por qué digo que en Adolf lo hace mejor? Primero, porque llega a un final mucho más contundente. Acá el manga se termina en cualquier lado, con uno de los protagonistas preso y los otros dos viendo qué carajo hacen con sus vidas. El propio Tezuka reconoce en el epílogo que le hubiese gustado continuar Ikki Mandara más adelante, tal vez en otra revista. Y lo más importante: el dibujo. Estas no son ni remotamente las páginas más inspiradas de Tezuka a nivel visual. Hay un trabajo excelente en los fondos, y en las batallas, y en todo lo que está pensado para apuntalar el realismo de la historia, pero los personajes están dibujados así nomás, de modo a menudo inconsistente. Así, mientras Sanniang parece un personaje de un manga infantil, que cada tres viñetas ve sus rasgos deformados de manera grotesca por el dolor, la sorpresa, la furia, o incluso por la alegría, Kita está dibujado como si fuera Golgo 13, o algún otro personaje de un gekiga de Takao Saito. Hasta los caballos están dibujados así nomás, sin mucho cuidado por la anatomía. Por suerte la puesta en página es gloriosa, y destaco sobre todo esa página de 32 viñetas, algo que nunca había visto funcionar tan bien como acá. Imposible poner a Ikki Mandara entre las obras fundamentales del Manga no Kamisama, pero está buena para leer algo distinto, una aventura trepidante y zarpada en un contexto histórico fascinante. Como Adolf, pero varios años antes.
Hace mil años, el 20/07/16, hubo reseña del Vol.1 de Sex Criminals y recién ahora leí el Vol.2. Cualquiera. Lo importante es que me cagué de risa. En este segundo tomo pasan menos cosas que en el Vol.1, o por lo menos hay bastante menos acción. Entonces hay más desarrollo de personajes, más diálogos, más profundidad, y más sexo. Es maravilloso lo ido al carajo que está Matt Fraction en materia de chistes de pija, concha, guasca y garche. No recuerdo otros comics de mainstream yanki donde haya tanto de eso... Por ahí The Pro, aquella obra maestra de Garth Ennis y Amanda Conner... pero me acuerdo que en The Pro se hablaba de coger más de lo que efectivamente se cogía. En Sex Criminals, además de la sanata y los chistes, hay garche a pleno, y muchas veces es relevante para la trama. Me pareció brillante el episodio en el que Fraction cuenta la vida de una piba que pasa en poco tiempo de bailar en bolas en cabarulos, a posar para revistas eróticas, a protagonizar películas porno, y todo el tiempo te hace la comparación entre lo que factura esta piba y lo que gana la gente común en laburos "normales" de oficina o mostrador. Pero en general, todo el tomo está bueno y te genera una empatía enorme con Jon y Suzie, los protagonistas de la serie. Los dibujos son de Chip Zdarsky (sí, el guionista de Batman), que hace gala de un trazo preciosista, muy detallado, con gran atención por los detalles en los fondos y en el lenguaje corporal y gestual de los personajes. Además el propio Zdarsky está a cargo del color, que es magnífico y acompaña a la perfección los climas de la historia. No sé cuándo voy a retomar la lectura de Sex Criminals, porque no tengo el Vol.3. Ojalá no pasen casi ocho más, porque este Vol.2 me dejó muy al palo. Hasta los extras que vienen al final del tomo están buenísimos, de verdad. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 11 de marzo de 2024

LUNES CON TORMENTA

Mientras afuera un temporal amenaza con destruir el mundo tal como lo conocemos, tengo otros tres libros leídos y listos para reseñar. Empezamos en España, año 2001, cuando se publica Cohibas Connection, una historieta protagonizada por el detective Simón Feijoo, originalmente publicada en el diario El Observador. El guion le pertenece al destacado especialista (y a veces guionista) Carles Santamaría y los dibujos son obra del maestro Bartolomé Seguí, muy identificado sobre todo con las revistas El Víbora y Madriz. La trama de Cohibas Connection narra las desventuras de Feijoo en La Habana, a donde viaja por placer, y con la idea de concretar un lucrativo negocio de contrabando de cigarros. Pero la transacción se complica, los habanos son algo más que lo que él supone que son, y el fisgón español se ve envuelto en un flor de bolonki donde abundan los intereses mezquinos, las traiciones. los policías corruptos y los gangsters armados y con ganas de disparar. Santamaría no inventa nada que no hayamos leído ya muchas veces en este tipo de historias, pero le pone por un lado mucha onda al desarrollo de los personajes, por otro lado bastante verosimilitud a su retrato de esta Cuba bizarra y en un punto hostil para con el "turista" español, y -lo más importante- mucho ritmo. La aventura es trepidante, todo el tiempo pasan cosas una más heavy que la otra, y la historia te transmite la sensación de no querer ser ese Simón Feijoo, que llegó a La Habana a comerse al mundo en dos pancitos y ahora está atrapado en una vorágine de violencia que no se sabe donde puede terminar. El guion ofrece también pinceladas de comedia y algo de sexo, pero se apoya sobre todo en esa violencia, turbia, descarnada y sin ningún tipo de control. Bartolomé Seguí aborda la faz gráfica con un magnífico manejo del claroscuro y un trazo ágil, donde demuestra su gran versatilidad con el pincel. Seguí es un crack dibujando comedia, pero su estilo no desentona para nada con la trama de Cohibas Connection, en la que el grotesco tiene un peso insoslayable. Probablemente hoy nadie se acuerde de esta historieta pero -sin ser una maravilla insuperable- está muy bien. Es divertida, es incómoda, por momentos salvaje, políticamente incorrecta, está dibujada a un excelente nivel, y lo que el guion no tiene de original lo tiene de sólido. También la encontré de pedo (y en oferta) en una comiquería argentina.
Salto a Estados Unidos, año 2010, para el cuarto tomito de Secret Warriors de Jonathan Hickman... que no es el último. Yo creía que terminaba todo acá, pero no: faltan dos TPBs más para completar la serie. Y obviamente no los tengo. Este es un libro finto, que recopila apenas cuatro comic books. El primero es un one-shot que conecta con el evento llamado Siege, en el que se termina la etapa de Norman Osborn al frente de las fuerzas de seguridad de EEUU (el llamado "Dark Reign"). Hickman centra el episodio en el reencuentro entre Nick Fury y Captain America, pero al que más chapa le da es a Alexander, el hijito de Ares. Es un episodio raro, porque no conecta mucho con lo que venía pasando en la serie regular de Secret Warriors, pero no está mal. Y los otros tres números son todavía más raros. Hickman arma una trilogía en la que nos cuenta (a modo de flashbacks) una última operación de los Howling Commandos en la que terminan todos muertos, salvo Dum-Dum Dugan, que apenas se rompe un brazo. Esto tiene una conexión mínima con lo que venía planteando el guionista en la serie (el conflicto entre Fury, HYDRA y Leviathan) y sirve básicamente para traer un poco de lógica al mundo: ya era muy inverosímil que esos tipos, que tenían entre 19 y 25 años en 1942, hubiesen llegado vivos y en un estado físico envidiable a 2010. Así que Hickman los limpia a todos en un combate contra Gorgon que está desenfatizado en favor del kilombo diplomático que se arma con China, país done tiene lugar el enfrentamiento. De nuevo, lo que hace llevadero todo esto son los diálogos y la complejidad del personaje de Nick Fury. El resto de las tramas (Leviathan, los pibes con superpoderes, los traidores infiltrados en las distintas organizacioines, etc.) no se mencionan en lo más mínimo, con lo que intuyo que el Vol.5 va a ser mucho más continuación directa del Vol.3 que de este. El dibujo de Alessandro Vitti cambia mucho entre el one-shot de Siege (más estilizado, con un trazo más finito, más tipo Carlos Pacheco) y los tres episodios centrados en los Howling Commandos, donde entinta con brocha gruesa y apuesta más al grotesco, y a la exageración del impacto. Tampoco lo ayuda el color, muy opaco, con predominio de tonos marrones. No hay mucho para rescatar en estas páginas del autor italiano, que por algo era suplente de Stefano Caselli. Hasta acá llego con Secret Warriors. Veremos con qué me encuentro el día que consiga y lea los tomitos que me faltan.
Y termino en Chile, año 2022, para reseñar Lautaro: El Ascenso, una novela gráfica de temática histórica, escrita por mi amigo Francisco Inostroza y dibujada por Claudio Muñoz. Me resultó sumamente interesante la temática, que tiene que ver con la resistencia de los pueblos originarios chilenos frente al avance de los conquistadores españoles. Hay una recreación de aquellos mediados del Siglo XVI muy inteligente por parte de Inostroza, que sin recurrir a la cátedra de historia nos mete en ese clima y en ese período para contarnos una historia que es al mismo tiempo muy personal y muy épica. Tiene el problema de que está contada de manera muy descomprimida. El libro tiene más de 80 páginas, la historieta alrededor de 65 y eso que nos cuentan los autores se podrían haber contado en 32, o 36, a lo sumo. El relato va lento, se cuelga en silencios y se regodea en las escenas de batalla, que ocupan muchísimas páginas. Lo importante, el motor emocional de Lautaro: El Ascenso, que es el contrapunto entre el joven aborigen y el español que lo crió (el conquistador Pedro de Valdivia) tiene mucho desarrollo y está muy bien llevado, pero podría haberse resuelto en muchas menos páginas. El dibujo de Muñoz es desparejo: tiene viñetas (sobre todo primeros planos) en los que se prodiga en detalles, como esos entintadores del mainstream yanki que quieren sobresalir por encima del trabajo de quien tiene a su cargo los lápices; y otras viñetas donde sintetiza muchísimo el trazo y lo circunscribe a los rasgos más básicos de cada personaje, animal o fondo. En esas escenas multitudinarias con decenas de indios y soldados españoles a caballo, hay algunos pifies notorios en la anatomía de humanos y animales, pero se aprecia el esfuerzo del dibujante por transmitir la fuerza y el vértigo de las batallas. Y el principal problema (para mi gusto) es que buena parte de los aborígenes tienen el físico de un superhéroe, o un luchador de la WWF. En una de esas estoy diciendo pelotudeces y Muñoz investigó documentos de la época que afirman que los mapuches hacían fierros y tenían esos cuerpos imponentes, anchos y musculados, o por ahí es una licencia de la que el dibujante abusa un toque. La verdad que no lo sé con certeza, pero me hizo ruido. Este mismo material, con menos páginas, menos prólogos, menos epílogos, menos pretensiones de relevancia y rigor histórico, sería mucho mejor. Así no está mal: hay un conflicto atractivo, que escala y se resuelve de modo impactante, y el dibujo no es un horror ni mucho menos. Pero como en Chile ganó varios premios y lo leí muy sugestionado por la manija previa, esperaba un poco más. Y a veces menos es más. Nada más, por hoy. Nos vemos el sábado y domingo en el Teatro Mandril para compartir el evento de los Premios Cinder y se viene otro programa en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando, del cual prometo contar un poquito más la próxima vez que salga posteo acá en el blog. Gracias y hasta pronto.

jueves, 7 de marzo de 2024

DOS LIBRITOS MÁS

Vamos con dos lecturas más... Como ya conté muchas veces, soy muy fan de la dupla integrada por Enrique Ventura y su primo, el ya fallecido Miguel Ángel Nieto. Y también de la obra de Ventura solista, posterior a la muerte de Nieto, sucedida en 1995. Ya tuvimos reseñas de dos tomitos de la serie más famosa de la dupla, Grouñidos en el Desierto (surgida en el semanario humorístico El Jueves en 1979), allá por el 02/12/10 y más tarde el 26/07/17. Ahora me toca leer un libro de 2004, llamado "Lo Más Mejor de Ventura-Nieto: Grouñidos y otras historias" que, como su nombre lo indica, combina una selección de planchas de Grouñidos... con otras historietas, que es en lo que me quiero concentrar, para no reiterar los conceptos ya vertidos en las dos reseñas anteriores. Además de las disparatadas aventuras de Groucho, tanto la dupla como Ventura en solitario aportaron a las páginas de El Jueves otro tipo de material. Muchas son historietas de dos o tres páginas, sin personajes recurrentes, breves narraciones a menudo descarnadas, acerca de la estupidez humana en sus distintas formas, y ambientadas en lugares y épocas muy disímiles, como para que Ventura no se pudiese aburrir nunca. Generalmente son ideas delirantes, absurdas, pero casi siempre hay también una pincelada de crítica social, sutil y eficaz. Y el otro tipo de historietas que publicaban los primos en El Jueves tiene que ver con la que ellos mismos reconocen como su principal influencia: las sátiras a las películas que leían en la revista MAD. Enrique Ventura (además de músico y escritor) es un dibujante formidable, pero su sueño es ser Mort Drucker, o Angelo Torres. Eso es lo que lo apasiona: la versión en joda de la series y películas que todo el mundo conoce, con chistes de mala leche y agudas caricaturas de los actores y actrices de Hollywood. En el libro hay varias de esas (Alien, X-Files, Indiana Jones, Robin Hood, Evita, Heat, etc.), generalmente desarrolladas en apenas tres o cuatro páginas, y con algo que las parodias de MAD no tenían: un trabajo de color espectacular, también obra de Ventura. El libro estalla de material alucinante, y arranca de manera inmejorable: con una gran entrevista a Ventura realizada nada menos que por Antoni Guiral. Y también en el primer tramo del libro aparece la historieta que a mí más me sorprendió: una parodia del Den de Richard Corben realizada en tres páginas, con chistes zarpadísimos y un Ventura que modifica totalmente su grafismo para emular el del gigante de Kansas, sin sacrificar en lo más mínimo la impronta humorística. Una verdadera gema, que hasta que salió este libro estaba perdida en un número de El Jueves de 1982. Como todos los libros de la colección "Lo Más Mejor de...", este es un punto de partida ideal para quienes no conocen la gloriosa obra de Ventura y Nieto y quieran descubrirla. Dato no menor: lo compré en Buenos Aires y a precio de mega-oferta.
Llegué al tercer y anteúltimo tomo de Secret Warriors, y esta vez me aburrí bastante. Jonathan Hickman estira mucho la trama, la hace avanzar a un ritmo parsimonioso, con buenos diálogos, con buen desarrollo de personajes, cada tanto con algún momento shockeante, pero la verdad es que lo que pasa en los seis episodios que compila este TPB podría pasar tranquilamente en dos. Este es el momento previo al estallido final, donde los traidores se sacan las máscaras, revelan sus verdaderas intenciones y hacen sus movidas más osadas. Pero está todo muy diluído. Y hay cosas realmente indignantes como ver a un personaje morir y resucitar a las dos viñetas. El resto son amagues: flashbacks, diálogos en los que los personajes cuentan cosas sobre sí mismos, o se amenazan, o se tratan de vender humo... una larga partida de poker entre garcas a la que le falta un poco de ritmo. Menos mal que Hickman se esfuerza por ponerle a cada personaje una personalidad atractiva, como para que toda esa interacción no se haga soporífera. Creo que lo mejor que hace el ídolo en esta etapa de Secret Warriors es repartir bien el juego entre las tres facciones que dominan la escena: la de Nick Fury, la de HYDRA y la de Leviathan. Así es como algunos villanos segundones, como Kraken o Gorgon, tienen muchísimo protagonismo, pero en lo único que jode esta "distribución equitativa" del spotlight es en que se ralentiza mucho el avance de la trama principal. El próximo tomo es el último, así que me imagino que ahí no habrá más excusas para dilatar la llegada de esa confrontación entre los tres bandos que Hickman nos cocinó muy lentamente, pero con varios ingredientes sabrosos. Por el lado del dibujo, tenemos el regreso de Stefano Caselli, ahora bastante más suelto que en el Vol.1, un poco más generoso con los fondos y -lo más importante- mucho mejor sintonizado con el trabajo del colorista Sunny Gho, que es monumental. En las escenas de flashbacks, Gho ensaya un tratamiento cromático distinta, que le da al dibujo un volumen, una textura y un impacto realmente exquisitos. Y cuando hay que hacer machaca y violencia al borde del gore, Caselli y Gho también se arremangan y lo hacen, no tienen ningún reparo. No me enamoré perdidamente del dibujo del italiano porque me parece que le falta más originalidad, un sello más propio. Pero para este tipo de trabajos bien mainstream, donde la identidad gráfica del dibujante no es algo que tenga un peso fundamental, me parece una excelente opción. Lástima que no dibuja el último episodio del tomo, que va a manos de Gianluca Gugliotta que, sin ser impresentable, es bastante más limitado que "el titular". Prometo entrarle pronto al Vol.4, a ver cómo termina este experimento. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 4 de marzo de 2024

SEMANA DE POCA LECTURA

Distintas complicaciones llevaron a que, después de una semana sin postear en el blog, hoy tenga para reseñar sólo dos libros. Algo leí por fuera (revistas, textos teóricos... encima en francés) pero en general, vengo con poco tiempo. Empezamos con una obra publicada originalmente en Japón en 2014, La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral, una novela gráfica de casi 240 páginas, escrita y dibujada por el siempre asombroso Hiroaki Samura. Esto es raro ya desde el título, que parece una joda tipo "la bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa", de Les Luthiers. Y la consigna también te descoloca: Samura ambienta la historia en Rusia, pocos años después de la revolución que terminó con los zares e inauguró el período de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Una revolución a la que el autor de La Espada del Inmortal parece no tenerle mucho cariño, en buena medida a partir de los desbordes fascistas que tuvieron como emblema a Iósif Stalin. Para cuando se inicia este manga, el Partido Comunista todavía sigue buscando a aristócratas y miembros de la nobleza vinculados a los zares para encarcelarlos o directamente matarlos, y esa es la atmósfera de opresión y peligro que va a teñir a toda la obra. Los protagonistas son una chica a la que le faltan las piernas y un muchacho al que le falta un ojo, unidos por una conexión muy especial. Juntos lograrán "hospedarse" en una dacha, y más tarde descubriremos que en realidad están ahí porque alguien los mandó a buscar algo. En rigor de verdad, los dos primeros tercios de La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral son un bajón. Hay poca acción, hay muchas cosas que no se explican y otras que se nos recuerdan demasiadas veces, personajes que se nos presentan como importantes y podrían tranquilamente no estar, peripecias innecesarias plagadas de crueldad, muchas decisiones narrativas que toma Samura con las que yo no comulgo... No me llegué a aburrir, porque hay momentos fuertes, escabrosos, de esos que te hacen decir "¡pará, loco!". Hay asesinatos a sangre fría, un personaje secundario aficionado al cross-dressing y hasta un personaje que gradualmente se convertirá en protagonista que es adulto, pero viola sistemática y salvajemente a la chica a la que le faltan las piernas. ¿Qué es esto? ¿Es un thriller, es una de terror? Finalmente, el último tercio levanta muchísimo la puntería, a partir de que Samura nos revela finalmente quiénes son el chico y la chica, qué buscaban y por qué están juntos. Ahí tiene sentido todo, hasta la elección de la época y el lugar donde transcurre la historia. Y el tramo final es realmente cautivante, siempre con ese péndulo (presente en todo el libro) entre escenas mudas y escenas con muchísimo diálogo, pero muy interesante, porque ves que el desarrollo de los personajes finalmente fue hacia un lugar lógico y coherente. El dibujo de Samura, como siempre, está más allá de toda exégesis. Puede tener algún traspié en el fluir del relato, páginas que permiten suponer cambios de último momento en la planificación, porque por ahí faltaba una viñeta para que se entendiera lo que el autor quería contar... pero son boludeces comparado con el nivel del dibujo. Creo que lo que más destaco es el manejo de los grises, pero visualmente todo es una maravilla. La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral es una obra rara, inquietante, incómoda por momentos, con una fuerte impronta autoral, como si Samura saliera dispuesto a marcar la cancha (una vez más) y decir "esto es lo que quiero contar y quiero hacerlo así, sin concesiones". Si leíste otras obras de este monstruo, sabés que se puede confiar en él cuando se manda al frente, y que esa impronta autoral no es humo, sino un talento que no abunda en el comic de ningún género y de ningún país.
Voy un libro atrasado con Paco Roca. Sacó el nuevo en Diciembre de 2023 y yo recién ahora terminé Regreso al Edén el que sacó en Diciembre de 2021. Debo admitir, antes que nada, que arranqué mal predispuesto por el choreo abominable que son las primeras 18 páginas del libro, un recurso infame que se repite en las 12 últimas. Para cuando terminó el delito y empezó la narración, yo ya estaba a las puteadas. Pero bueno, es Paco Roca, no me defraudó nunca, y uno sabe que a los grandes de esta magnitud hay que ponerles el hombro y perdonarles alguna que otra veleidad... Aún así, Regreso al Edén, sin ser una cagada, quedó bastante por debajo de las obras maestras del genial autor valenciano. Básicamente, lo que propone la obra es un viaje por la memoria de una señora ya muy mayor, que nos remonta a la historia de su familia y de la España del hambre y la miseria, justo después de la Guerra Civil. Sí, otra vez. Otra vez los recuerdos de los viejitos como eje de una narración, otra vez las funestas secuelas de la Guerra Civil, solo que esta vez no hay nada ni remotamente parecido a una aventura. Es simplemente la historia de gente que la pasa mal, en distintas etapas de su vida, hasta que se muere. Roca nos cuenta las vidas de gente personas comunes y corrientes, que se vinculan entre sí como en cualquier familia, con los problemas que tenemos todos, agravados en este caso por la extrema pobreza que el régimen de Francisco Franco impuso sobre los españoles tras hacerse con el poder. Los personajes se mueven en una sociedad mucho más atrasada, pauperizada y conservadora que la actual y no hay mucho más que eso para nutrir el "argumento" del libro. Por suerte, hay muchas soluciones gráficas maravillosas, algún que otro firulete narrativo que tiene que ver con los sueños y fantasías de los personajes, que Roca aprovecha para dibujar algo que vaya más allá de las personas que hablan (o callan). Hay hasta "infografías" que nos explican quién es hijo de quién y quién está casado con quién para que no nos perdamos a medida que el elenco se expande. Y son detalles menores, pero que suman, porque Roca dibuja todo demasiado bien. La puesta en página es impecable, la paleta de colores muy apagada (que a mí en general me parece un bajón) acá es un acierto y tiene todo el sentido, el formato apaisado (otro fetiche de Roca que a mí ya me secó los huevos) no molesta para nada... Me cuesta pensar en Regreso al Edén como una obra fallida, o una obra menor, porque es evidente que el autor le puso alma y talento en cantidades inhumanas. Pero me costó mucho más engancharme. La sentí más distante y menos relevante que las otras maravillas que salieron del lápiz mágico de Roca y no recuerdo haber leído críticas de colegas que la pusieran en el mismo pedestal de Arrugas, Los Surcos del Azar, La Casa o El Invierno del Dibujante. Por supuesto esto no hace mella en mis ganas de conseguir cuanto antes El Abismo del Olvido, el álbum de Roca que me falta, y ponerle todas las fichas. Ojalá suceda pronto. Nada más, por hoy. Espero poder volver a postear pronto, acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

lunes, 26 de febrero de 2024

NUEVAS LECTURAS

Esta vez tengo leídos tres libritos, así que vamos de una con las reseñas para que el texto no se haga eterno. Cuando vi que existía un libro de Pip, me tiré de cabeza sobre él, porque era una obra del glorioso Micharmut que desconocía casi por completo. Después, al leer el libro, me enteré que era un trabajo en equipo, en el que el ídolo no tiene a su cargo ni las tintas (de Miguel Noé) ni el color (de Ramón Noé). No sé si hay otros trabajos de Micharmut en los que sólo se haya encargado de los lápices, pero en este caso, eso es todo lo que tenemos. El dibujo es excelente, no tengo quejas por ese lado. La tinta y el color lo complementan muy bien, se ve que sus colaboradores entendían bien lo que quería hacer Micharmut con la línea, y si tengo algún reparo es con la ubicación de los globos, y sobre todo con las tipografías. Pero, a grandes rasgos, esto se ve tan bien como cualquier otro trabajo (lamentablemente no hay tantos) de este genio valenciano fallecido en 2016. El guion aparece firmado por Juan Bosch, el nombre real de Micharmut, y es sin dudas lo más flojo del álbum. Pip es una historieta que aparecía en una revista infanto-juvenil y la verdad que, más allá de la gran imaginación del autor para crear héroes y villanos en este mundo de insectos, no hay mucho para rescatar. Los guiones narran de manera un poco atolondrada peripecias muy clásicas, muy trilladas, con los típicos cliffhangers de la publicación serial, a veces con mucho diálogo, y sin momentos decididamente cómicos. La portada sugiere también escenas románticas, que adentro no vamos a encontrar. Este álbum es recomendable sólo para niños y niñas menores de 9-10 años, o para fanáticos de Micharmut muy pasados de rosca que quieren tener TODO lo que dibujó el ídolo en su vida. Estéticamente es atractivo, porque lo vemos dibujar de un modo más claro, más reader-friendly, en un cruce muy ganchero entre su estilo habitual y el de los dibujos animados yankis de los años ´30. Pero como lectura, lamentablemente al comiquero ya crecidito no se lo puedo recomendar ni a palos. La edición (a cargo de De Ponent) es preciosa, eso sí.
Tal como estaba previsto, le entré al Vol.2 de Secret Warriors, ahora escrito solo por Jonathan Hickman. Este es un tomo de transición, donde Hickman sigue adelante (a un ritmo pachorro) con el plot central del Vol.1, que tiene que ver con Nick Fury y su refundación tanto de SHIELD como de los Howling Commandos, dos fuerzas totalmente leales a él, en su partida de ajedrez mortífera contra HYDRA y HAMMER, dos agencias de espionaje integradas por seres poderosísimos y con funestas intenciones. Hickman amplía el elenco de personajes con el regreso del agente Garrett, aquel que debutara con mucho protagonismo en la increíble Elektra Assassin (de Frank Miller y Bill Sienkiewicz) y pone el foco en uno de los miembros del equipito de pibes y pibas con poderes que venía armando el viejo Nick: buena parte de lo que sucede en este tomo tiene que ver con Alexander, el hijito de Ares, un pibe de unos 10 años, nacido de madre humana y destinado a ser el Dios del Miedo. Un personaje que en el primer TPB no tiene casi desarrollo, que hasta te hace pensar si no está ahí al pedo, o de adorno, acá cobra relieve, carnadura y hasta te convence de que es un personaje interesante, potencialmente muy grosso (todo lo contrario de su padre, que me parece infumable). En general, este es un tomo más hablado que el anterior. Hay algún combate a todo o nada, Fury se manda en alguna operación hiper-secreta a contramano de lo que cualquiera podría recomendarle, pero el foco no está puesto en la acción, sino más en la rosca y en la construcción a futuro de personajes y situaciones que seguramente harán eclosión más adelante. El dibujante es el correcto Alessandro Vitti, que tiene la viveza de trabajar en un estilo casi de línea clara para que se luzca más el coloreado a cargo de Sunny Gho, y también hay un episodio dibujado por Ed McGuiness, cuyo trazo más cartoony, más de brocha gruesa, no se complementa bien con el cromatismo hiper-realista que le impone Chris Sotomayor. No es que se vea mal, pero a McGuiness le quedan mejor otro tipo de coloreados. Ni bien pueda, voy por el Vol.3, a ver cómo sigue la historia. Por ahora, Hickman me tiene bastante enganchado, sobre todo por el nivel de los diálogos, que es exquisito.
¿Lo tenías a Eduardo Mazzitelli escribiendo un comic para el mercado chileno? ¿Algo nuevo, pensado para ser dibujado y editado en ese país, y que por supuesto está inédito en Argentina? En 2020 se publicó del otro lado de la cordillera Sir Galahad, un libro que recopila los cuatro episodios de la serie homónima, con dibujos y color de Juan Vásquez, un autor de mucha trayectoria en Chile y -como suele suceder- bastante desconocido en el resto del mundo. En las aventuras de Sir Galahad aparece la clásica estructura narrativa de Mazzitelli: cuatro episodios, cuatro desafíos para el héroe que pondrán a prueba su coraje, su destreza, su integridad y su astucia. No hay mucha sorpresa, excepto porque el protagonista es... un gato. Y la explicación de por qué un gato común y corriente es el elegido para convertirse en este héroe antropomorfo es excelente. Si bien tenemos mundos fantásticos y criaturas alucinantes como en las historietas que dibuja Quique Alcatena, acá nos encontramos con un Mazzitelli mucho más controlado a la hora de los textos. Que están, pero son más sintéticos y menos sofisticados, como si Eduardo pensara esta saga para un público pre-adolescente, que se copa con la aventura y la fantasía, pero que todavía no llegó al material que produce con Quique para Italia hace 35 años. Con menos textos, la narración avanza más rápido y nos permite colgarnos más en las ilustraciones de Juan Vásquez, que recurre varias veces por episodio a páginas de una única viñeta, en las que deja la vida. El resto de sus puestas son más clásicas, no arma esas secuencias raras que arma Alcatena, con los bordes de las viñetas hiper-ornamentados y demás. Visualmente, el dibujo de Vásquez remite mucho más al comic europeo de los ´70, con esas texturas sobrecargadas al estilo de Moebius, Philippe Druillet y el primer Enki Bilal, y un trabajo de color espectacular, repleto de climas, impacto e imaginación. Ojo, no digo que Vásquez dibuje al nivel de Moebius, Druillet o Bilal (o Alcatena), porque no es así. Se ve alta magia en la superficie, y debajo de ella aparecen algunas fallas, o se echa de menos cierta solidez. Pero es un dibujante más que competente, que narra muy bien, que orienta su búsqueda para ese lado (el del comic francés fantástico de los ´70) y que tiene momentos realmente inspirados, como el último episodio. Si sos fan hardcore de Mazzitelli, este es un libro que tenés que tener. Si querés descubrir a Juan Vásquez, también, este debe ser su trabajo más accesible para "el gran público". Y si te querés entretener un rato con una saga heroica desbordante de imaginación, acción y peripecias aptas para todo público que no caen en la boludez ni en los típicos lugares comunes, también. Los gatos tienen medio fama de garcas, de hacer la suya y cagarse en el prójimo, pero Sir Galahad no te va a dejar a pata. Porque tiene cuatro. Nada más, por hoy. Nos reencontramos el miércoles a las 22:30 hs para una nueva Agenda Abierta en el canal de Comiqueando, o nos leemos pronto por acá, ni bien tenga más material leído y listo para reseñar. Gracias totales.