el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 26 de abril de 2018

JUEVES DE VERANO

Sì, ya sè que estamos en otoño, pero parece que el clima no se enterò.
A raíz del escàndalo en Independiente, en Argentina se empezó a hablar de un tema que existe hace décadas: los chicos oriundos de pueblos o ciudades del Interior del país, que llegan a Buenos Aires con una mano atrás y otra adelante, en busca de un futuro mejor. Casi siempre son chicos de hogares humildes, y muy a menudo terminan condenados a la marginalidad, enroscados en la trampa del delito, las drogas o las perversiones sexuales que tanto abundan en la Ciudad de la Furia. Antes de que los medios masivos se abocaran a esta problemática, Alejandro Farìas y Vìctor Zelaya la abordaron en Cambalache, una breve novela gràfica publicada en 2017.
El dibujo de Zelaya, bonito, sencillo, con una impronta cercana al humor gràfico, contrasta bastante con la sordidez de la trama, obviamente de modo intencional. Hay un trabajo impecable en los fondos, muchos aciertos en la aplicación de los grises, y algo que se repite en todas las obras del Chino Zelaya, que son las páginas superpobladas de viñetas muy chiquitas. Eso ya es una marca de fàbrica del autor y no tiene sentido abordar una obra suya esperando otra cosa.
El guiòn de Farìas no se queda en la denuncia, en la enumeración o la descripción de las penurias por las que pasa el anónimo pibe que protagoniza Cambalache. Ademàs de bajada de línea, de un clamor urgente de justicia, o aunque màs no sea de atención, hay desarrollo de personajes, hay giros impredecibles, lindos diálogos, hermosos silencios y un mensaje de esperanza que viene muy bien después de 48 pàginas de bajones y crueldades. Una obra chiquita, que parece haberse gestado sin mayores ambiciones, pero que hoy cobra una especial relevancia porque una historia parecida a la de Cambalache cobrò estado público.
Me voy a España, de la mano de otro Vìctor, el maestro valenciano Vìctor Santos, uno de los autores fetiche de este blog. Seppuku (editada en 2016) es la segunda novela gràfica protagonizada por el inspector Heigo Kobayashi (la primera la vimos el 11/07/14), este Sherlock Holmes del Japòn feudal originado en los relatos de Ryonosuke Akutagawa.
La trama està basada en la famosa leyenda de los 47 ronin, y obviamente Santos no le cambia el final, o sea que uno intuye todo el tiempo para dònde va la cosa. Aùn asì, el autor se las ingenia para contar la historia desde otra òptica, en la que la labor de Heigo Koayashi (que no es parte de la leyenda original) resulte importante, relevante. Una vez que Santos le incorpora a la leyenda todo este bagaje de investigación policial-detectivesca, el aspecto político cobra otra dimensión, la intriga se hace màs espesa, y hay espacio para que cobren fuerza otros conflictos, que son los que se resuelven cerca del final en una escena de una violencia tan intensa como sugestiva.
De todos modos, los hallazgos del guiòn pasan a un lejano segundo plano, porque lo que nos ofrece Vìctor Santos en la faceta visual es demasiado alucinante. A partir del claroscuro màs extremo que le vimos hasta ahora, con los negros màs negros y los blancos màs blancos, Santos construye un grafismo hipnótico, de gran belleza plàstica y además perfectamente funcional a la narración. Al igual que su coterráneo David Rubìn, Santos entendió de modo diáfano todas esas innovaciones que Mike Mignola y Frank Miller operaron sobre el clásico claroscuro en el que durante décadas reinaron Alberto Breccia y Josè Muñoz. Pero además, en las secuencias donde renuncia a las masas de negro para concentrarse en la línea pelada, a Santos se le ve el ADN valenciano, que nos remite de inmediato al capo máximo de la línea clara surgida en esa región: el maestro Miguel Calatayud. Y por supuesto, para meterte tan a fondo en el Japòn feudal, tenès que haber leído unos cuantos mangas ambientados en ese período, y ahì es donde Santos exhibe la feliz influencia de Goseki Kojima, Hiroshi Hirata y Sanpei Shirato.
Recomiendo mucho Seppuku a fans del comic de todos los palos, y especialmente a los que ya se hicieron adictos a la magia narrativa de Vìctor Santos.
Y hasta acà llegamos. Volvemos muy pronto con nuevas reseñas, acà en el blog.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Andrés, no sé porqué decís que tomaste la decisión acertada en no ir a ver Mazinger, pero te digo que a mi me gustó muchísimo. Y lo mejor es que no es family friendly en lo absoluto. Obviamente que abunda la nostalgia y el fan service, pero es exactamente lo que buscaba. No es la última de Avengers, pero está muy pero muy bien a mi modo de ver las cosas.

Saludo.