el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 30 de mayo de 2017

WONDER WOMAN

La película me gustó bastante. De hecho, me gustó mucho más que las dos de DC que vi el año pasado (Batman vs. Superman y Suicide Squad) y creo que un poco más que Man of Steel. Peeero… veo que este film está generando una expectativa enorme, desmedida, sobre todo entre los fans hardcore de DC, que apuestan hasta los riñones a que Wonder Woman sea la gema absoluta, la gloria, la hiper-película que consagre de una vez y para siempre a esta versión fílmica del Universo DC y lo haga parecer tan sólido y tan confiable como es hoy el universo cinemático de Marvel. A esos talibanes de DC les digo: vamo´a calmarnos.
El largometraje dirigido por Patty Jenkins es un entretenimiento digno, por momentos muy bien logrado, pero no es la gloria. Es una buena historia de origen, con un criterio para dejar o sacar elementos de los orígenes de Wonder Woman que ya vimos en los comics tan discutible como el de las otras películas basadas en superhéroes.
No vayas esperando la Wonder Woman de George Pérez recreada con seres humanos, porque nada que ver. Si lo que te copa es la mitología griega, tampoco te emociones. Hay una amenaza grossa basada en este aspecto de la historia del personaje, pero los dioses aparecen MUY poco. De hecho, ni siquiera se nombra a ninguna de las diosas (Diana no dice nunca “Great Hera!”).
Si querés mucha interacción el resto de las pelis de DC, o escenas que te ceben con lo que puede pasar en Justice League, tampoco lo vas a encontrar. Ni siquiera hay una escenita post-créditos como para conectar a esta peli con las otras. Aparece la famosa foto que vimos en Batman vs. Superman, pero acá tampoco nos explican por qué después de esta primera aventura Wonder Woman se mantuvo casi 100 años oculta de los ojos de la humanidad.
¿Por qué el origen se sitúa en la Primera Guerra Mundial y no en la Segunda, como lo imaginó William Moulton Marston? Ni idea, el guión de la peli no se lo pregunta en ningún momento. Yo sospecho que es para que el villano no sea Adolf Hitler. Y hablando de los villanos, son un punto muy alto en la película.
En general, los 141 minutos transcurren a buen ritmo, casi no hay escenas que se hagan muy densas. Lo mejor que tiene el film es el equilibrio: hay muerte, violencia y destrucción, pero no es una película demasiado oscura, ni retorcida, ni solemne. También hay algunos chistes, pero nunca se sienten forzados ni fuera de lugar. Gal Gadot está muy bien en el papel, y tiene mucha química con Chris Pine (en la pantalla, porque tengo entendido que en la vida real este pseudo-Matt Damon no se franelea ni en pedo con mujeres). Pine no me pareció un gran actor ni mucho menos, pero su personaje está muy bien tratado por los guionistas. Lo cual tiene sentido si pensamos que metió mucha mano Allan Heinberg, guionista de esa etapa de WW en la que Tom “Nemesis” Tresser cumplía un rol bastante similar al que cumple Steve Trevor en esta historia.
Ya que hablábamos de sexualidades alternativas, olvidate de que la peli se haga cargo de esta onda ya blanqueada en los comics de que las amazonas “se hacen mimos” entre ellas. Diana jamás mira con ojos “cariñosos” a ninguna mujer y sólo si observás MUY finito vas a ver que cuando muere… una amazona, hay otra que la llora como la lloraría una viuda.
¿Querés una machaca hiper-épica al nivel de los últimos 30-35 minutos de Batman vs. Superman? Tampoco la vas a encontrar. Acá hay un mix mejor logrado entre batallas y desarrollo de personajes y una trama más lógica, con menos saltos al vacío. Lo único que no cierra por ningún lado es cómo Diana y Steve llegan de Themiscyra a Londres sin el avión invisible, uno de los tantos elementos bizarrísimos de la versión clásica de Wonder Woman que la peli dejó afuera. Pero también dejó afuera algo que a mí siempre me pareció alucinante, y que habría sido re-ganchero en pantalla grande: el concurso entre las amazonas para ver quién va al mundo patriarcal junto a Steve Trevor.
¿Dije “pantalla grande”? Tuve la oportunidad de ver la peli en una pantalla gigantesca, de 14 metros por 25, y la verdad que es importante verla en un tamaño power para disfrutar del gran laburo que tiene el film en rubros como la fotografía, los decorados, los trajes, y obviamente esas batallas a todo o nada, en las que se abusa un poquito del efecto de las piruetas en cámara lenta, pero están muy bien.
Si sos fan de Diana y querés que ese ejemplo de mina (fuerte, hermosa, compasiva, decidida, ingeniosa e ingenua a la vez, la guerrera perfecta que lucha por la paz), llegue a muchísimos chicos y chicas que hasta ahora nunca leyeron un comic, ponete contento/a: la escencia del personaje, todo eso que nos hace querer y admirar a Wonder Woman, está muy bien plasmado en la película. Quizás ese sea el mayor logro de Patty Jenkins y su equipo.

domingo, 28 de mayo de 2017

TARDE DE DOMINGO

Tarde aburrida, lluviosa, fresca… hermosa para quedarse en la cama haciendo cucharita. Pero si no tenés con quién cucharear (la almohada no vale, pobrecita), quedate a leer unas reseñas…
En 2015 salió el recopilatorio de Vertigo CMYK, un voluminoso tomo con la animalada de 36 historias cortas, a cargo de un elenco de autores en el que se mezclan consagrados con jóvenes promesas todavía poco conocidas en el medio, pero con muchas ganas de innovar y de escaparle al “más de lo mismo”.
Como me pasó con la antología de Vertigo que reseñé el mes pasado (27/04/17) la lista de autores grossos supera ampliamente a la lista de historietas que me partieron el cerebro. Mirá este line-up: Peter Milligan, Tom King, Bill Sienkiewicz, Fábio Moon, Steven Seagle, Jeff Lemire, Si Spencer, Gene Luen Yang, Francesco Francavilla, Gerard Way, Rian Hughes, Matteo Scalera, Amy Chu, Nathan Fox, Philp Bond, John Paul Leon, Sonny Liew, Marguerite Bennett, Tommy Lee Edwards, Al Davison, Jock, Teddy Kristiansen, Steve Orlando, Carla Berrocal, Joao Lemos y cuatro argentinos: Martín Morazzo, Emilio Utrera y la dupla Diego Agrimbau-Lucas Varela. Sí, Vertigo publicó una historieta con GUION de un autor argentino.
No me voy a poner a repasar una por una las 36 historias, porque no termino más (y mañana temprano tengo función de prensa de Wonder Woman). Pero quiero subrayar algunos hallazgos. No conocía a Ken Garing, dibujante que me gustó muchísimo. Tampoco a Monty Nero, guionista responsable de una de las mejores historias del tomo. Matteo Scalera se superó a sí mismo en su colaboración para esta antología, también en equipo con una guionista a la que no conocía y cuyo trabajo me encantó: Rachel Deering. Otra excelente historieta es la de Tommy Lee Edwards y el guionista Ryan Lindsay, a quien tampoco conocía. También me sorprendieron los desconocidos Matt Miner y Taylan Kurtulus, el guionista Benjamin Read y el dibujante Nimit Malavia.
Para terminar de redondear una propuesta muy ganchera, Tom King, John Paul Leon, Milligan, Hughes, Fábio Moon, Sienkiewicz, Bond, Francavilla, Lemire, Liew, Kristiansen, Varela y Agrimbau son algunos de los nombres fuertes que aportan historietas al nivel que uno espera de ellos e incluso un poquito por encima. Como en toda antología hay sapos y cosas que te arrancan un “what the fuck?!?”, pero como proyecto vanguardista y experimental está muy, muy bien.
Me vengo al Río de la Plata, para reseñar una coedición de 2016 que involucra a una editorial argentina y una uruguaya, en team-up para llevar al libro El Dormilón, una gran obra de Rodolfo Santullo y Carlos Aón originalmente serializada en un sitio web.
El Dormilón es un clásico misterio “whodunnit”, donde un detective debe resolver un crimen en un lugar cerrado, del que nadie puede salir (ni entrar), lo cual acota notoriamente la cantidad de sospechosos. La gracia es cómo y dónde ambienta Santullo esta estructura tan típica de los cuentos de misterio policial del Siglo XX, como respeta las reglas del género y a la vez lo hace propio. El detective no es un detective, el lugar cerrado es un edificio sitiado por zombies antropófagos, el occiso resulta ser un sorete hijo de mil putas, el crimen sirve para desnudar los vicios y las tensiones en el seno de una pseudo-sociedad organizada a los ponchazos para sobrevivir a un cataclismo socioeconómico, y el asesino… Bueno, no. No te voy a dar pistas de quién es el asesino.
Estamos frente a un comic muy ganchero, que te atrapa en poquísimas viñetas, con un gran ritmo, muchas puntas para pensar, para reflexionar, una resolución incuestionable y excelentes diálogos… esta vez poblados de modismos uruguayos, algo poco frecuente en las obras en las que Santullo colabora con dibujantes argentinos…
Y hablando de dibujantes, el trabajo de Aón es realmente exquisito en todos los rubros. El diseño de los personajes y del mundo en el que viven, la composición de las viñetas, el armado de las páginas, el color (esos engamados que van variando de capítulo a capítulo), hasta el rotulado es original y atractivo. Y sí, como en todo relato en el que se investiga un misterio, los personajes hablan mucho. Pero ahí entra en juego la cancha de Aón para que las abundantes escenas de diálogo se vean como algo dinámico, vibrante, que suman a esa gran virtud que tiene el guión de lograr que te compenetres rapidísimo con la historia y todo el tiempo quieras saber más. Recomiendo mucho El Dormilón, una novela gráfica realmente sólida, entretenida, con la profundidad que muchas veces no tienen los thrillers ambientados en mundos post-apocalípticos y con una impronta visual alucinante.
Prometo volver a postear pronto, seguramente la reseña de la peli que voy a ver mañana. ¡Hasta entonces!

martes, 23 de mayo de 2017

ENESIMA NOCHE DE MARTES

Y no, no pude postear antes del viaje a Montevideo, así que de nuevo el ratito para redactar reseñas quedó para la noche del martes, que se va convirtiendo de a poco en una cita obligada para darle bola al blog. No es mucho lo que avancé en las lecturas, pero vamos con otras dos.
En 2013 la editorial española Astiberri publicó en un único tomo integral los cuatro álbumes de Los Años Sputnik que el maestro francés Baru realizó entre 1999 y 2003… y la verdad que es una gema más en la corona de este monstruo sagrado de la historieta europea.
Esta es una serie desbordante de ingenio y vitalidad. Una comedia costumbrista acerca de la vida de los chicos de 11-12 años en un pueblo industrial de la campiña francesa, en 1957, cuando buena parte de Europa miraba con asombro cómo la Unión Soviética vendía una imagen pujante, próspera, ordenada, y hasta se daba el lujo de mandar satélites al espacio. Así como en las historietas ambientadas a fines de los ´50 en los suburbios de EEUU está siempre presente la sombra del “red scare” (el miedo al comunismo), en Los Años Sputnik vemos la contracara: una comunidad francesa de clase obrera deslumbrada por el comunismo, dispuesta a organizarse desde las bases para darle pelea a la patronal. Pero el clima sociopolítico no es lo más importante de la trama, porque Baru pone el foco en los chicos, fascinados con el satélite Sputnik, con los indios norteamericanos y con el futbol. Las chicas… las chicas vendrían después. Este es un comic donde los juegos que importan se juegan entre varones, con peleas de puños, flechazos, guerras de nieve, pulseadas y un partido de futbol monumental, que se convierte en el punto más alto del primer álbum. Y por ahí, escondido entre las sábanas, aparece un comic de Tintín, cuestionado por reaccionario en un contexto donde cualquier cosa que huela a derechosa es censurada incluso por los padres.
El dibujo de Baru es formidable. La reconstrucción de la época, la plasticidad de los personajes, las expresiones faciales repletas de comicidad, los truquitos narrativos ejecutados con precisión milimétrica, el tratamiento del color… todo es maravilloso y todo te da ganas de haber estado ahí, de haber sido un integrante más de la pandilla de “los enanos” y corretear por esas callecitas y esos descampados. Una belleza absoluta.
Me vengo a Córdoba, al 2016, cuando se edita Maelstrom, la que hasta ahora es la única obra del inmenso Diego Cortés publicada después de su muerte. Tras la partida del guionista, Hernán González (que habitualmente es autor integral pero acá juega de dibujante) se puso este proyecto al hombro y no sólo lo dibujó sino que además lo editó.
Maelstrom va más o menos para el mismo lado que Jueves, uno de los grandes clásicos que nos dejó Cortés. Es una historia urbana, chiquita, de pocas páginas, poco diálogo, casi con un sólo escenario, cuyo encanto reside en la profundidad psicológica del protagonista. En este caso, este rol le corresponde a un tipo del que ni siquiera sabemos el nombre, pero la historia nos hace sentir que lo conocemos desde siempre, que comprendemos su drama, que lo bancamos en su batalla interior contra ese maremoto que crece en su mente y amenaza con llevarse todo puesto.
Como en Jueves, acá son importantísimos los silencios, lo que no se dice. Y los climas, obviamente, que González manipula con su pincel para hacerlos opresivos, retorcidos, ominosos aunque todo transcurra de día. A nivel técnico, lo que hace González con ese pincel y esas manchas es alucinante, tiene un vuelo y un despliegue plástico impresionante. A nivel narrativo, por el contrario, abusa mucho de los planos frontales, del personaje que mira al lector, que es un buen recurso, pero no para repetirlo en casi todas las páginas. En la mayoría de las páginas, el guión le da al dibujante la posibilidad de a) no dibujar fondos, o definirlos con un par de trazos muy sueltos, y b) armar la página con menos de cinco viñetas, dos ventajas enormes para que el dibujante tenga mucha libertad a la hora de organizar los elementos gráficos dentro de la página y dentro de la viñeta. Y eso a González le sale muy bien, no desaprovecha en lo más mínimo las oportunidades de lucimiento que le da el guión. Por eso, visualmente Maelstrom es un comic tan atractivo.
Vuelvo a postear muy pronto, ni bien liquide un par de libritos que tengo pendientes de lectura. Gracias por el aguante.

martes, 16 de mayo de 2017

OTRO MARTES A LA NOCHE

Bueno, por fin un ratito libre para escribir un par de reseñas.
Empiezo en 2015, cuando el sello Icon de Marvel recopila la miniserie Men of Wrath, una obra autoconclusiva, re-convertible en película y propiedad de sus autores, nada menos que Jason Aaron y Ron Garney, una dupla que ya había colaborado en más de un comic de superhéores.
Pero en Men of Wrath no hay superhéroes… y tampoco héroes. Es un drama familiar atravesado por tiros, cuchillazos y violencia de todo tipo, y además una historia de acción bastante vertiginosa, con un ritmo intenso y sostenido. Hay dilemas morales espesos, mezclados con un nivel de mala leche visceral y varios volantazos imprevistos cerca del final, que no se parece en nada a lo que uno imagina al principio. Si te parecía que Aaron se iba un poquito al carajo con el nivel de sordidez de Scalped, te cuento que Men of Wrath sube la apuesta respecto de la ya mítica serie de Vertigo. La sube tanto, que la violencia y la crueldad se perciben como exageradas casi al punto de la caricatura, como en las mejores sagas de Sin City. De hecho, a lo largo de toda la lectura de Men of Wrath me sobrevoló el fantasma de Sin City: esa impronta fatalista, casi melancólica con la que Frank Miller barnizara aquellas masacres en las que la sangre salpicaba de las viñetas al lector, está presente en esta obra. Y como en Sin City, son masacres “larger than life”, casi superheroicas por la magnitud dramática que las rodea, pasadas de rosca por el nivel de crudeza, por el altísimo impacto, porque se nota mucho la búsqueda del “shock value” por parte de los autores.
La trama está muy bien armada y sin embargo no opaca lo más atractivo que tiene Men of Wrath, que es la construcción de los personajes (perdón que no sea más específico, pero es una obra reciente y no quiero spoilear). En ese rubro y en los diálogos están los puntos más altos de un trabajo muy logrado por parte de un Aaron que (dicen, todavía no la empecé) se volvió a superar a sí mismo en Southern Bastards.
El dibujo de Ron Garney no es perfecto, pero bueno… es Ron Garney tratando de dibujar un mundo sin superhéroes, algo que jamás pensé que iba a ver en mi vida. Por momentos hay una sobrecarga de detallitos al estilo Leinil Francis Yu que me rompe un poquito las pelotas, pero una vez que Garney entiende qué carajo está haciendo Aaron en el guión, empieza a probar con yeites de los que usaba Miller en Sin City, a los que integra muy bien a su estilo, y ahí sí, la cosa se pone realmente potente. Si te da el estómago para bancarte una historia descarnada y atroz, entrale a Men of Wrath, que está muy, muy buena.
Me voy al otro extremo, a una historieta para chicos (y no tan chicos) escrita y dibujada por Lubrio: Lucy Niestra es una chica de 14 años que vive en Rosario y resuelve misterios vinculados a las pesadillas de la gente. Un concepto digno de un comic de Vertigo, propenso a derrapar hacia el horror onírico más desbocado, pero aplicado a una historieta amistosa, linda de ver y fácil de compartir con chicos y chicas de 9 a 13 años (ponele) a los que Vertigo todavía les queda un poco lejos.
El libro se compone de seis aventuras cortas, con un plot mayor que las atraviesa a todas y se resuleve en la última, algo que a los guionistas argentinos actuales les cuesta un huevo planificar, pero que Lubrio concreta con categoría. Dentro de los episodios 100% autoconclusivos, me parece que el segundo no sólo es el mejor del libro, sino que creo que es el mejor guión de Lubrio que leí en mi vida. El tono simpático de las historias está muy bien balanceado con ciertos elementos más espesos, o más oscuros y el hecho de que las historias transcurran en Rosario tiene sentido a nivel argumental.
Una vez más, el dibujo de Lubrio se debate entre aggiornar mucho, poco o nada la estética de los cartoons clásicos de los años ´60, a los que sigue exhibiendo como principal influencia. A veces los personajes le quedan demasiado distintos entre sí, como si no pertenecieran todos a un mismo universo gráfico, pero eso no llega a obstaculizar la lectura. La narrativa está mejor que en obras anteriores (se ve que mejoró mucho el criterio a la hora de ubicar los globos de diálogo en las viñetas) y el color está impecable. Y a diferencia de otros autores de historieta infanto-juvenil, a Lubrio no le tiembla el pulso a la hora meter una cantidad de texto muy similar a la que solemos ver en las obras apuntada al público adulto, algo que yo valoro muchísimo. Ojalá se vengan más álbumes con nuevas aventuras de Lucy Niestra.
Y hasta acá llegamos. Este finde voy a estar en Montevideo Comics junto a un montón de autores grossos de Uruguay, Argentina, España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, así que si andás por la zona, acercate a saludar. Y la incógnita es si llegaré a leer y reseñar un par de libros más antes de viajar, o si habrá que esperar a la noche del lunes para reencontrarnos. Veremos qué pasa…

jueves, 11 de mayo de 2017

OTRA VEZ LLUVIA

Noche espantosa, de frío y lluvia, y yo acá, con un par de libros para reseñar.
Arranco con el Vol.1 de la colección Super Humor, un hardcover impresionante, de 240 páginas, íntegramente dedicado a las obras del maestro Francisco Ibáñez. Acá tenemos un montón de historias cortas de Mortadelo y Filemón de distintas épocas (de fines de los ´50 a los ´80), un montón de chistes e historietas realizadas por Ibáñez sin personajes fijos (todas anteriores a los 1970) y breves historietas de todos los personajes creados por el ya mítico autor: Pepe Gotera y Otilio, Rompetechos, el Botones Sacarino, un fragmento del primer álbum de Chicha, Tato y Clodoveo, la Familia Trapisonda, 13 rue del Percebe… un verdadero desfile de personajes uno más torpe y disparatado que el otro, nacidos de la prolífica pluma de Ibáñez, también entre los ´50 los ´80. Obviamente esto es material desparejo a nivel calidad (algunas historietas tienen ínfimos atisbos de comicidad y otras se la recontra-bancan leídas aún hoy), pero lo realmente importante es el valor histórico, la posibilidad de recorrer las distintas épocas en la producción del autor, ver cómo evoluciona su estilo, conocer a un montón de personajes que tuvieron mucho menos éxito que Mortadelo y Filemón, y hasta descubrir aventuras muy extrañas de la famosa dupla, como ese team-up con Zipi y Zape, en el que Ibáñez dibuja a cuatro manos con Escobar, el creador de los borreguitos kilomberos que durante tanto tiempo compartieron revistas con los agentes de la TIA.
Pero lo mejor del libro no es esto, sino que hay algo más. Las primeras 44 páginas componen un álbum como los típicos álbumes de Mortadelo y Filemón, en el que Francisco Ibáñez cuenta su biografía en forma de historieta y 100% en joda. Realizado en 1992, para festejar los 35 años de su creación más famosa, este tramo nos muestra a los superagentes más ineptos del mundo interactuando con todos los personajes de Ibáñez, que aparecen en orden cronológico, junto a una semblanza (obviamente farsesca) en la que el autor cuenta cómo los conoció y cómo los tomó como inspiración para sus historietas. Este tramo es un delirio que funciona en varios niveles, en el que la vida, la obra y el universo de Ibáñez se entremezclan en una sucesión imparable de gags afiladísimos. Es la historieta más “moderna” de las que integran el mega-libro, la más extensa y además la que está mejor dibujada. También la más ácida, la que mete el bisturí más a fondo a la hora de satirizar a la industria editorial en la que le tocó insertarse, consagrarse, irse con una patada en el culo y volver con gloria a este incansable creador español hoy famoso en muchísimos países del mundo. Si sos fan de Ibáñez, o si te interesa el fenómeno como para investigarlo, este libro no puede faltar en tu biblioteca.
Y me vengo a Argentina, a 2016, donde me toca acompañar a Alejandro Farías y Tomás Gimbernat en una road movie apasionante llamada El Color de la Nieve. Una historia intensa, emotiva, con muchísimo ritmo, que nos invita a recorrer un mundo extraño, en el que casi todos los personajes son animales antropomorfos, de la mano de un tortugo taciturno, melancólico, al que la suerte le va a ser bastante esquiva.
La historia tiene un tramo medio raro, que se aparta un poco del núcleo central de la trama para aventurarse sin mucho éxito en un intento de thriller socio-político con reminiscencias de G.K. Chesterton. Un tramo bien escrito, que funciona casi como una historia autoconclusiva, pero que no termina de amalgamarse bien con el resto de la obra y que, en el balance global de la misma, no aporta nada, ni siquiera al desarrollo del personaje. Más allá de ese segmento en el que Farías pareciera estar estirando el relato sin mayor necesidad, El Color de la Nieve te lleva de emoción en emoción, hasta desembocar en un final conmovedor, bellísimo, redondísimo.
En la gran mayoría de las secuencias, Farías apuesta a impactar en el lector con los silencios. El protagonista habla poco, hay muchos momentos en los que está solo, y en esos silencios El Color de la Nieve levanta un vuelo exquisito. Por supuesto eso es posible gracias al trabajo de Gimbernat, que no deja nada librado al azar. Su trazo cálido y preciso y su excelente manejo de las tramas de grises están todo el tiempo al servicio de los climas de la historia, con los que se compromete como si trabajara en equipo con Farías hace 10 ó 15 años. Gran trabajo de este autor oriundo de Puerto Madryn, al que me gustaría ver trabajando en una historieta 100% a color directo.
Por ahora, esto es todo. En unos días tendré más libros leídos como para ameritar otra tandita de reseñas. La seguimos pronto, y con los amigos uruguayos nos encontramos en vivo y en directo el 20 y 21 de este mes en Montevideo Comics.

lunes, 8 de mayo de 2017

LUNES LLUVIOSO

Día espantoso para casi todo… pero bueno, hace bastante que no escribo reseñas y tengo un par de cositas ya leídas.
Arranco con el Vol.4 de Thief of Thieves, la gran creación de Robert Kirkman, ahora en manos del británico Andy Diggle. Todo lo que pasa en este tomo es consecuencia directa de lo sucedido en el anterior (lo reseñamos el 10/08/15), y aún así Diggle se las ingenia para presentar a un nuevo personaje importante, desarrollarlo y darle un cierre, todo en poco menos de 120 páginas. Para marcar un quiebre en la serie, además, Diggle saca de escena a un personaje secundario importante, y liquida a otro y al principal villano de los tres tomos anteriores. Como si esto fuera poco, multiplica exponencialmente la chapa de un personaje con el que Kirkman y sus colaboradores anteriores no sabían muy bien qué corno hacer.
Sumémosle tiros, cuchillazos, explosiones, torturas, violaciones, mutilaciones, narcotráfico, traiciones aberrantes y runflas espúreas y tendremos un arco argumental al que le sobra impacto. Diggle te mantiene atrapado de punta a punta, con muchísimas situaciones shockeantes, de esas que te hacen decir “¡No! ¡Se fueron al carajo!”. Pero por suerte este festival de atrocidades no se queda sólo en sacudir al lector. También sirve para hacer evolucionar al personaje de Conrad Paulson, que constantemente reflexiona acerca de los límites que está cruzando en la persecución de sus objetivos.
El dibujo de Shawn Martinbrough, impecable como siempre. Vibrante, poderoso, con onda a pesar de estar muy restringido por las altas pretensiones de realismo que tiene el guión, y muy bien complementado por la paleta de Adriano Lucas. Ya sin las manos mágicas de Robert Kirkman moviendo el timón, Thief of Thieves sigue siendo una excelente opción si te gusta leer thrillers jodidos, sórdidos, sin superpoderes ni disfraces locos, sin conflictos que se puedan reducir a la vieja fórmula de “Buenos contra Malos” y donde se exploran a fondo las consecuencias de todo lo que pasa. Una pena que la mayoría de los fans que veneran a Kirkman por The Walking Dead no sepan que existe esto.
Me voy a Uruguay, a 2016, cuando se edita Greatest Hits, un recopilatorio de historias cortas a cargo de dos de los autores más notables del país hermano: el guionista Roy y la dibujante (y a veces autora integral) Maco. De las cinco historietas que reúne el libro, tres ya las vimos en antologías reseñadas en años anteriores. No por eso las disfruté menos. De hecho, La Señora Cornelia me pareció mucho mejor esta vez que cuando la leí dentro de Novelas Ejemplares (reseñada el 31/08/14)… y eso que aquella vez me había parecido la mejor historia del libro. Y una vez más, me volví loco con la perfección técnica de Serendipity (ya comentada en la reseña de Otoño, el 07/09/14).
La historia que aportaron Roy y Maco a la antología Las Moradas (reseñada el 18/11/15) queda un toque descolgada fuera del contexto de ese libro, pero los autores lo resuelven con mucho ingenio, con un epílogo realizado especialmente para Greatest Hits, tan gracioso como efectivo. Después tenemos una breve historieta a color, que no había visto nunca, y una extensa historieta en blanco negro, 20 páginas en las que Roy y Maco juegan a reversionar el clásico Alice in Wonderland. Hay muchas ideas de las buenas en estas 20 páginas, y quizás la mejor sea la incorporación de elementos meta-historietísticos, que le aportan otro vuelo al típico delirio de los universos lewiscarroleanos. Gran librito para los fans de estos dos autores, o para los que quieren conocer a una dupla infalible, a esta altura emblemática de la historieta uruguaya del Siglo XXI.
Volvemos pronto con nuevas reseñas.

miércoles, 3 de mayo de 2017

PRIMERAS LECTURAS DE MAYO

Nuevo mes en marcha y sigo avanzando de a poco con las lecturas.
Arranco en 2013, en Nueva Zelanda, donde me reencuentro con los guionistas William Geradts y Richard Fairgray, de nuevo al frente de una aventura muy extraña, dibujada por el maestro chileno Gonzalo Martínez. The Darwin Faeries propone revisitar la vida de Charles Darwin, agregando un elemento bizarro, hasta ahora desconocido: su interacción con una civilización de hadas escocesas, un clan de seres mágicos excesivamente burocráticos y fanáticos de las peleas con espadas.
Geradts y Fairgray no ocultan en ningún momento el aspecto inverosímil, casi desopilante, de lo que nos están contando, sino que –por el contrario- lo potencian con un tono de comedia absurda muy efectivo. Hay combates sanguinarios, intriga palaciega y debates teóricos acerca de la evolución de las especies, la organización de las sociedades y los pro y los contra de la supervivencia del más apto. Pero todo en un clima distendido, con la comedia siempre a flor de piel. El último tercio de la obra, posterior a la muerte de Darwin, es un poco más tradicional, va más para el lado de la machaca palo-y-palo y termina con impactantes revelaciones, que los autores prometen explorar en una obra posterior.
Darwin Faeries es atractiva por lo limado de las ideas, porque hay conceptos inteligentes, presentados de modo muy ganchero, muy entretenido. Los personajes de Violet y Simon están muy bien trabajados, los diálogos son cómicos… la verdad que, salvo el hecho de que la historia no termina, no hay mucho para criticar. El dibujo de Martínez acompaña en un nivel alto, en ese registro tipo Jeff Moy, Amanda Conner, Paul Pelletier… O sea, una estética de mainstream yanki pero limpita, amistosa, con una cierta alegría. Las viñetas tienen ritmo, fluidez, una muy buena organización de la información visual que se nos brinda y un gran trabajo en la reconstrucción de las épocas del pasado que visita el guión. El colorista Juan Moraga se complementa a la perfección con el trazo prolijo y fino de Martínez y aporta las dosis exactas de impacto de calidez. Un libro raro, pero realmente satisfactorio.
Me vengo a Mar del Plata, año 2016, cuando Julián Mono (el Johnny Ryan argentino) escribe y dibuja su primera historieta extensa, La Ultima Navidad. En realidad son poco más de 50 páginas, pero que se hacen intensas y requieren bastante tiempo de lectura porque cada página tiene muchas viñetas y cada viñeta tiene mucho dibujo y mucho texto.
La trama tiene muchos puntos en contacto con la de Los Visitantes del Agujero del Comedor, esa joyita de Federico Reggiani y Angel Mosquito que vimos el 14/02 de este año. Pero mientras Reggiani y Mosquito tenían como carta de triunfo el traslado al conurbano bonaerense de ciertos tópicos de la ciencia-ficción, el misterio y el terror al estilo X-Files, Mono enfatiza mucho menos la localización de la historia y se dedica mucho más a regodearse en los elementos fantásticos, tan típicos de estas ficciones de Clase B. Su historia es más violenta, más visceral, tiene momentos francamente revulsivos y escenas salpicadas de un gore extremo, grotescamente mezclado con caca y eyaculaciones.
La Ultima Navidad es una historia vibrante de demonios de otra dimensión dispuestos a masacrar a la humanidad, con muertes, torturas y decapitaciones, pero también con chistes de conchas y porongas. Mono nunca le puso a su dibujo tantas tramas, tantas manchas negras, tanto clima ni tanta oscuridad como en esta historia, pero no es un remedo de Suehiro Maruo, ni mucho menos. Es el Mono de siempre, que le agrega una faceta de aventura dark a su dibujo claramente humorístico, hiper-expresivo, deforme, siempre entre la guarangada y el delirio.
Una obra sumamente atípica para el panorama actual de la historieta argentina, en la que Mono se abraza a los tópicos más bizarros y retorcidos de los géneros que visita para hacernos reir y sufrir de la mano de estos héroes anónimos, estos Juan Carlos Nadie que de golpe tienen que enfrentarse al Mal encarnado. Y no sólo funciona como una buena aventura en joda, sino que además va a servir para que los que hasta ahora no se habían interesado por ese dibujante que hacía chistes de pijas y soretes descubran a un narrador sólido, maduro (sí, se puede hacer chistes de pijas y ser maduro), capaz de salir de su zona de confort y mandarse un thriller con misterio, violencia, humor bizarro y una eyaculación que habla. Animate a descubrirla.
Y hasta acá llegamos. Prometo postear ni bien tenga un rato (primero tengo que avanzar con las lecturas) y reitero la invitación para encontrarnos este sábado y domingo en Dibujados, donde voy a estar con una mesa repleta de papa finísima a precios cuidados. Hasta pronto.