el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 31 de agosto de 2015

31/ 08: LOS MAS VENDIDOS DE AGOSTO

Hoy no pude leer ni una página de un comic. Así de sobrepasado de laburo estoy, en la recta final rumbo a Comicópolis. Ojalá mañana tenga tiempo para leer.
Hoy zafo con un clásico: las ventas del mes que se termina hoy. Esto fue lo que más se vendió en las comiquerías:
1) Hexmoor (Loco Rabia/ Belerofonte)
2) Ciudad (Historieteca/ Doedytores)
3) Parque Chas (Puro Comic)
4) Metallum Terra (Napoleones Sin Batallas/ Entelequia)
5) Términus Vol.9 (Términus)
6) Acero Líquido (Loco Rabia/ Belerofonte)
7) La Luna del Toro (Historieteca)
8) Tortas Fritas de Polenta (Fuchi Bayúgar)
9) Bang(Kok) (Rabdomantes)
10) Las Tierras del Oso (Loco Rabia/ Milenario)

Bueno, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que arrasó la dupla Mazzitelli-Alcatena, con CUATRO títulos entre los más vendidos: un clásico insumergible, un lanzamiento de la primera mitad de 2015 y DOS libros nuevos, publicados por dos sellos (o team-up entre sellos) distintos. ¿Por qué Hexmoor vendió tanto más que Metallum Terra? Porque a Metallum Terra lo ofrecen también otros distribuidores y algunos de mis clientes se lo compraron a ellos.
Loco Rabia logró meter una novedad más en el ranking (lo nuevo de Carlos Vogt, nada menos), al igual que Historieteca, que además de aguantar los trapos con La Luna del Toro, impactó fuerte con Ciudad. Y qué lindo es -por lo menos para mi que soy fan del Loco Barreiro- ver dos obras suyas entre las 10 más vendidas.
Fuchi Bayúgar se animó a autogestionar una reedición de la imprescindible Tortas Fritas de Polenta y la hinchada respondió. Y Rabdomantes se animó con una novela de Renzo Podestá que había salido hace 10 años por Llanto de Mudo, y también le fue bien.
¿Y Llanto de Mudo? Con el sacudón que significó la muerte de Diego Cortés, el sello cordobés no llegó siquiera a entregar las novedades de Julio, y canceló oficialmente las que había anunciado para Agosto. Veremos cómo se reacomoda esa increíble editorial.
Lo cierto es que estas y muchas más novedades salieron –en su mayoría- después de Crack Bang Boom, ya entrada la segunda quincena. Por eso, si bien varias vendieron bien, Agosto no logró superar las excelentes ventas de Julio. En cambio Septiembre, con todas las novedades de Agosto ya disponibles y su propio caudal de novedades (que –Comicópolis mediante- viene muy zarpado), pinta que va a ser alucinante. No le voy a poder dedicar mucho tiempo a la Distri, pero igual intuyo que van a caer pedidos grossos. Después cuento cómo me fue…

domingo, 30 de agosto de 2015

30/ 08: LA CALAVERA DE CRISTAL

Esta novela gráfica de 2011 causó bastante impacto en México porque se trataba de la primera historieta escrita por Juan Villoro, uno de los literatos más notables que tiene hoy el país hispanoparlante de Norteamérica. Yo le entré por el lado contrario: me llamó la atención por los dibujos de BEF (Bernardo Fernández), a quien había descubierto en una antología (ver la reseña del 07/03/13) y me había encantado. Veamos qué salió del team-up entre ambos autores.
Para empezar hay que aclarar que La Calavera de Cristal es una obra apuntada al público infanto-juvenil, al estilo de los álbumes de Tintin o Spirou. Una aventura clásica con buenos y malos, protagonizada por un chico de 14 años… que quizás sea el personajes menos interesante del numeroso elenco que nos presenta Villoro. Gus es un chico bueno, valiente y ya está. No hay más capas de complejidad ni matices para un personaje que va a convertirse en hilo conductor de toda la trama. Por suerte Villoro lo rodea de secundarios y villanos bastante más atractivos, que son los que le van a poner a la obra los condimentos necesarios. Algunos aportan toques de humor, otros de perversidad, otros de alienación, otros de obsesiones bizarras, y entre todos logran que la aventura ofrezca algo más que una clásica “búsqueda del tesoro” en la que se enfrentan buenos y malos.
El formato de típico álbum europeo le permite a los autores trabajar con muchas viñetas por página, pero Villoro se resiste a la tentación de zarparse con la cantidad de texto. La Calavera de Cristal tiene menos diálogos (y más sintéticos) que cualquier álbum de Tintin o Spirou, incluso con 66 páginas de duración, 20 más que el típico álbum francobelga. Y no es que haya tantas secuencias mudas: hay algunas viñetas mudas y el resto tiene globos o bloques de texto, pero con letra grande y poco para leer en cada viñeta. Sin dudas a los autores les quedó claro que esta historia iba a atrapar principalmente a los chicos y encontraron un equilibrio para no agobiar con lo textos a una generación que –nos guste o no- lee cada vez menos. La trama, además, habilita a Villoro a bajar mucha data acerca del patrimonio arqueológico de México, sus ruinas, sus excavaciones, sus museos y sus increíbles hallazgos acerca de las culturas precolombinas. Pero también ahí el autor resiste la tentación de convertir a la historieta en un artefacto didáctico, pensado para enseñar. La Calavera de Cristal es, ante todo, un buen divertimento.
En sintonía con lo que venimos señalando, el dibujo de BEF también nos recuerda de inmediato a un comic europeo. No exactamente a Tintin, sino a otros exponentes más actuales de la línea clara, como Yves Chaland y Max. Lo de BEF no es exactamente una mezcla entre Yves Chaland y Max, porque el día que lea algo así, me muero ahí mismo. El dibujo del mexicano no es tan perfecto y los fondos no están tan trabajados. Lo que hay es ese balance tan sutil entre un dibujo aventurero, un dibujo expresivo, un dibujo amistoso, lindo de mirar, fácil de realzar con colores planos. Visualmente esto está muy logrado y (lo comprobé empíricamente) cumple con creces el objetivo de enganchar a los chicos con la historia para que la lean hasta el final.
Siempre suma un montón que firmas consagradas en la literatura incursionen en la historieta y promuevan el crossover, para que sus fans los sigan hacia el mágico mundo de las viñetas. Si además las historietas que escriben están buenas, mucho mejor. En este caso, los lectores de Juan Villoro (con quien alguna vez compartí panel en la presentación de un libro de Alberto Montt, obviamente sin conocerlo ni a él ni a su obra) pueden arriesgarse con La Calavera de Cristal y salir ampliamente satisfechos. Y si venís siguiendo la obra de BEF, lo vas a ver muy sólido en este estilo más redondito, más sintético, más acorde al público al que está apuntada esta muy buena novela gráfica.

sábado, 29 de agosto de 2015

29/ 08: LO PEOR DE MAITENA

Se puede discutir si este libro es bueno o malo, pero no que era imprescindible. Después de años y años en los que lo único que se reeditaba de Maitena eran sus chistes y páginas de humor (todo material claramente apuntado al público femenino), era casi urgente recuperar en este soporte sus otras obras, aquellas historietas más aventureras, más raras, o más viradas hacia el erotismo y el humor subido de tono.
El libro tiene varios problemas, que conviene enumerar de entrada: el precio ($ 350, un delirio), la cantidad de páginas que no son historietas sino bocetos (deben andar cerca de las 40), y el tramo dedicado a Coramina, donde hay una historieta con las páginas publicadas al revés (primero la segunda y después la primera) y dos historietas a las que les faltan páginas. ¡En serio! En un libro de $ 350, editado a todo culo por una editorial como Sudamericana, hay dos historietas incompletas y nadie se dio cuenta.
¿Podrá la calidad de las historietas revertir este catastrófico 0-3 en el primer tiempo? Y, con los guiones va a ser difícil. Coramina ofrece breves historias de una mina que tiene fantasías pajeriles en las que se la garchan tipos facheros. Casi siempre las fantasías se le hacen realidad, pero son historias muy simples, donde todo queda en lo anecdótico. De la serie Historias por Metro sólo hay tres episodios, con ideas un poquito más jugadas como para que la cosa no quede sólo en los garches, pero con pocas páginas para desarrollarse y una narrativa por momentos demasiado ambiciosa, que puede terminar por confundirte, o por cebarte tanto con el dibujo que le dejás de prestar atención a la trama.
La Fiera es un chiste gracioso, pero muy repetido. Los 28 episodios que ofrece el libro reiteran siempre la misma fórmula, y el hecho de que los textos estén escritos en una especie de rima tampoco suma, sino más bien resta. El Langa también tiene una idea que se va a repetir en todos los episodios, pero el desarrollo tiene muchas más variantes y, al ser historias más largas, hay más espacio para que las situaciones se desenvuelvan de modos distintos, e incluso más espacio para los diálogos, que son un punto muy fuerte en esta serie.
Las historias cortas son tan cortas que ni se pueden analizar, y después nos queda Barrio Chino, donde Juan Martini mete mano en los guiones. Barrio Chino es un thriller de 45 páginas, ambientado en el bajo mundo de una gran ciudad, con persecuciones, peleas, tiros, roscas entre malvivientes y algunos garches muy hot. Y está bien. Para la cantidad de páginas que tiene pasan pocas cosas, pero es a propósito: la búsqueda narrativa va para ese lado, para el de un ritmo intencionalmente descomprimido.
¿Con qué salvamos las papas? Claramente con los dibujos. Excepto en La Fiera (donde aparece el estilo más minimalista de Maitena, que ya vimos hasta el cansancio en sus primeras páginas para Para Ti), el resto del libro te vuela la peluca con el dibujo. El que toda la vida leyó los chistes de una sola viñeta de La Nación no tiene forma de imaginarse que Maitena puede dibujar como lo hace en Barrio Chino, en Historias por Metro o en casi todas las historias cortas. O que puede construuir secuencias como las que ofrece en Coramina.
Ella misma dice que copiaba a Hugo Pratt, José Muñoz, Guido Crépax, Moebius (no se nota para nada), Milo Manara y Loustal. Yo sumo a Daniel Torres, que me parece que también, algo aportó a esta mezcla rara y cautivante, de blancos y negros extremos, fondos laburadísimos, rostros recontra-expresivos y detalles de esos a los que las autoras mujeres les prestan más atención que los autores varones. Como mencioné más arriba, a veces tantos detalles, tanto laburo en los fondos, tanto riesgo en la elección de los ángulos, tanto lucimiento del dibujo (sobre todo en las escenas mudas de Barrio Chino) pueden hacer que te cuelgues en la contemplación y te desenganches de las historias. Cuando los dibujos son tanto mejores que los guiones, la verdad que no calienta.
Si, como yo, recortabas las historietas de Maitena de la SexHum® antes de tirar la revista a la mierda, este libro te va a permitir abollar y descartar esas hojas amarillentas de una buena vez. Y si sos joven y en los ´80 no leías historietas para adultos, te va a servir para descubrir a una artista increíble, volcada a una experimentación interesantísima, llena de ideas visuales y con varios grafismos distintos, uno más ganchero que el otro. Ojalá el día que Maitena decida volver a dibujar lo haga con una novela gráfica en el estilo de Barrio Chino o Historias por Metro…

viernes, 28 de agosto de 2015

28/ 08: BAD DOG

Joe Kelly y Diego Greco hicieron esta historieta a un ritmo muy pausado, a lo largo de varios años y con muchas interrupciones. Tardaron seis años en editar seis números y finalmente el año pasado salió el primer TPB. ¿Se publicaron nuevos episodios después del libro? La verdad que no lo sé.
A primera vista, Bad Dog parece un comic hiper-cabeza, la típica historieta con un protagonista amoral, violento y descontrolado, repleta de peleas, explosiones, chistes subidos de tono, escenas truculentas con gore y sangre al límite, sexo, droga y rockanroll. Y es cierto, Bad Dog tiene todo eso. Lo bueno es que es en joda y SE NOTA que es en joda. Muere gente, hay tiros, cuchillazos y mutilaciones y en general la violencia tiene consecuencias reales. Pero todo, hasta lo más sórdido, está vestido de fiesta de modo que en vez de causar escozor, causa gracia. Todas estas situaciones de ultraviolencia son además situaciones bizarras, al límite del disparate, envueltas por una imparable sucesión de diálogos en los que Kelly hace gala de un humor zarpadísimo.
En un punto, Bad Dog es una especie de Deadpool más salvaje, con muchas cosas que Marvel no le dejaría hacer a Kelly en una revista protagonizada por el antihéroe creado por Rob Liefeld. Acá se ven tetas, porongas (de juguete), gente aspirando frula, buenos y malos escabiando a lo bestia, garches, vómitos, tipos lamíendole el orto a otros tipos, decapitaciones, mujerzuelas y juegos de azar. Y encima uno de los personajes es un evangelista retirado, que combina en sus diálogos las puteadas más tremendas con menciones a Dios, la virgen María, la Biblia y el Espíritu Santo.
Lo más interesante es que por debajo de este festival de la guarrada, Kelly desliza subtextos muy atractivos. Habla de temas más profundos, se anima a meterse bastante a fondo en la psiquis del protagonista, a cuestionarse bastante por qué hace lo que hace, y además le permite avanzar. Lou no es el mismo en el primer episodio que al final del sexto. Nada de esto es muy obvio, ni está muy subrayado por el guión, porque claramente Bad Dog se vende como un comic de machaca y chistes guarangos. Pero está, y eso le da una textura, una pátina de complejidad, que en general este tipo de historias no tiene.
El dibujo y el color están a cargo de Diego Greco, acá en un estilo que no se parece en nada al de Tiburcio. Este es el Greco (el Diego Greco, no Doménikos Theotokópoulos) de estilo más realista, más apegado al dibujo académico y aún hoy tributario en algunas cosas del estilo de Juan Bobillo (o mejor dicho, de uno de los estilos de Juan Bobillo). Por suerte, Greco encuentra espacios para jugar, para transgredir, para cagarse un poco en el realismo y meter toques más salvajes, más libres, donde la representación pierde frente a la expresión, frente a las ganas que tiene el hincha de Banfield de transmitir cosas potentes desde el dibujo.
Decíamos que estas más de 150 páginas fueron dibujadas a lo largo de muchos años, pero la verdad es que no se nota mucho. Greco ya tenía un nivel muy alto cuando empezó con Bad Dog y llegó al final sin mutaciones visibles en el grafismo y más asentado, más canchero en la narrativa. La trilogía final, ambientada en Las Vegas, le saca amplia ventaja a los tres primeros capítulos, principalmente porque Greco se zarpa más con la puesta en página, se anima más y se brinda más. De todos modos, no hay momentos flojos. El dibujo sale a matar desde la primera viñeta y el color es maravilloso de punta a punta del tomo.
Si te resulta atractivo el estilo realista de Diego Greco (más realista que en Doméstico y Fuerza Mosca), o si querés leer a Joe Kelly desatado, pasado de rosca y entregado plenamente a las masacres sanguinarias enchastradas de mugre, perversión y mala leche, con Bad Dog la vas a pasar bárbaro. Repito: no tengo dudas de que Kelly puso acá mucho de lo que le gustaría hacer con Deadpool pero Marvel no se lo autorizaría ni a palos. Por eso -además de violencia, alcohol y chistes sobre el semen de toro- este comic destila mucha libertad, mucha alegría y se nota todo el tiempo que los autores están, ante todo, divirtiéndose, cagándose de risa, pasándola bomba. Y eso es genial.

jueves, 27 de agosto de 2015

27/ 08: MEZEK

Estoy cansadísimo y dormidísimo, pero saco fuerzas de donde no hay para reseñar esta hermosa novela gráfica de los maestros franceses Yann (no confundir con Yoann) y André Juillard.
Lo primero que me interesó es la ambientación: Israel, 1948. Un país nuevo, creado “por decreto” y atacado por casi todos sus vecinos, necesita armar una fuerza aérea pero no tiene pilotos ni aviones. Yann nos cuenta cómo los jóvenes pilotos israelíes se entrenan en Italia, mientras Israel contrata a aviadores mercenarios de otros países que sepan pilotear los poco aviones de guerra que logran conseguir. Checoslovaquia les vende de keruza unos cuantos Mezek (apodados “las mulas” o “ataúdes con alas” ) y un grupito de pilotos yankis y europeos se ofrecen a combatir a bordo de esos aviones bastante precarios contra los iracundos vecinos árabes que quieren terminar el trabajo sucio de Hitler y exterminar a los judíos antes de que logren asentarse del todo en su territorio. Primera vez que me encuentro con una ficción situada en ese contexto histórico, que obviamente ofrece muchísimo jugo.
La trama está muy bien, con secretos que se revelan en el momento justo, con el pasado del protagonista como fuente de misterios y suspicacias, y con unas cuantas (y muy logradas) escenas de acción. Quizás lo que hace un poco de ruido es que, a 16 páginas del final, Yann parece arrancar con una nueva historia, con una “aventura dentro de la aventura” que por su complejidad bien podría haber sido un álbum aparte de este, con 48 páginas dedicadas a explorar el conflicto y resolverlo. Finalmente, esa “segunda aventura” (cuyo principal atractivo es el dilema moral que le plantea a los protagonistas) se resuelve en muy pocas páginas, muy cargadas de texto, en las que los diálogos terminan por explicar buena parte de lo que sucede. Y el resto de las páginas se las lleva un epílogo muy emotivo, con un par de giros que jamás te ves venir.
No quiero contar mucho más, pero Mezek es un comic bélico atípico, con mucho desarrollo de personajes, tintes románticos, rosca política y misterios profundos. El guión está muy bien documentado, a tal punto que cualquier cosa que nos cuente Yann nos va a parecer verosímil. Y las sorpresas y los giros impredecibles no son puro impacto, sino que le suman coherencia y polenta a este notable desarrollo de personajes.
El dibujo de Juillard nunca baja de majestuoso, aunque claro, nunca renuncia a esa impronta fría y distante. Sus mejores momentos en esta obra tienen que ver con las escenas oníricas, lo cual es bastante paradójico si pensamos lo mucho que se esforzó Juillard para documentarse a full y reproducir a la perfección armas, uniformes y aviones de las milicias israelíes de aquella época.
En síntesis, estamos frente a un muy buen trabajo, muy beneficiado por el hecho de ser un tomo unitario, en el que Yann y Juillard rompen las reglas de la historieta bélica para plantearnos conflictos muy humanos, que nos hacen sentir muy cerca de los personajes aunque nunca hayamos tripulado un Mezek, un Messerschmitt o un Spitfire sobre los cielos de Medio Oriente.

miércoles, 26 de agosto de 2015

26/ 08: LA SUDESTADA

Ufff… Desde que salió este libro, allá por Marzo, que no dejo de leer y escuchar críticas tremendamente favorables. Por eso le entré con expectativas muy altas, a ver si realmente estábamos frente a una obra maestra o si se había “puesto de moda” inflar un poco a esta novela gráfica de Juan Sáenz Valiente. Y no, no la inflaron en lo más mínimo. Es una verdadera joya de la historieta argentina, una obra que sin dudas merece entrar en la historia grande de nuestro Noveno Arte.
Paso a paso, con un ritmo cautivante, Sáenz Valiente urde una trama brillante, sostenida en el suspenso y en una construcción de personajes digna de los grandes guionistas de todos los tiempos. Creo que lo mejor que tiene La Sudestada es esa combinación entre el misterio elaborado, sofisticado, para nada predecible, con esas escenas más prosaicas, más cotidianas, más de camiseta y pantuflas. Y claro, lo más difícil es armar un personaje que se pueda mover con fluidez en esos dos ámbitos, algo que Juan logra a la perfección con la creación de Jorge Villafañez, un personaje complejo, fascinante, al que uno ama, odia, banca y hasta siente que lo conoce de toda la vida.
Hay muchísimos momentos geniales en La Sudestada, y me quedo con uno: cuando Elvira reacciona después del desmayo, queda cara a cara con Jorge, lo mira y le dice “¿quién es usted?”. Ahí Juan te clava dos viñetas mudas, para acentuar la pausa. Es un punto clave, decisivo, ese en el que si esto fuera un programa de TV, te mandarían el “inicio de espacio publicitario”. Y está puesto a proósito en una página impar, para prolongar el suspenso esos segundos que tardás en dar vuelta la página. Yo cerré el libro ahí, en la página 69. Fue todo tan grosso, me movilizó tanto, que tuve que parar y retomar en otro momento. Pero las escenas inolvidables del libro son muchas, de verdad.
El dibujo de Sáenz Valiente es una belleza. Tiene una forma muy personal de reflejar el mundo real, que parece apartarse del estilo académico y aún así transmitir mucha más sensación de realismo que los dibujantes que están más pendientes de la foto. Juan también mira fotos, pero las pasa por el cristal de su visión personal del mundo y le agrega sutileza, expresividad, cercanía y cierto tinte decadente. Esta vez, además de brillar en los paisajes urbanos (basados en una Buenos Aires perfectamente reconocible), Sáenz Valiente la rompe cuando dibuja las arboledas del Tigre, el río y las cabañas.
La narrativa es excelente y le permite a Juan brillar en todo su esplendor en unas cuantas escenas mudas que te ponen los pelos de punta. Cuando el autor planificó esta novela (pensando en un editor francés que finalmente se echó atrás), La Sudestada tenía color. Cuando decidió publicarla primero en Argentina, decidió que el color no lo conformaba y la reversionó para blanco, negro y grises. La verdad que se ve espectacular, pero Juan colorea tan bien, que no estaría mal publicar (más adelante, cuando se agote esta edición) la versión a todo color.
La Sudestada es una historieta FUNDAMENTAL. Si hasta ahora Sáenz Valiente había brillado grosso de la mano de Carlos Trillo, de Pablo De Santis y bastante menos en sus trabajos solistas, ahora se dio vuelta la tortilla. Esta es su obra definitiva, la más notable de su impactante carrera artística. Climas atrapantes, diálogos afiladísimos, silencios devastadores y situaciones de enorme originalidad adornan una trama redondísima, que se guarda sorpresas hasta la última página, y que encima está dibujada como la hiper-concha de Dios por un virtuoso, un monstruo, quizás el más sólido de los autores argentinos de menos de 35 años. Esto es papa increíblemente fina y –no te quepa duda- está destinada a levantar premios en carretilla. Ovación de pie para Juan Sáenz Valiente.

martes, 25 de agosto de 2015

25/ 08: FF Vol.2

Una de cal y una de arena. La breve etapa de Matt Fraction en Fantastic Four terminó medio cuesta abajo en la rodada, pero en la otra serie, en FF, la grossitud se mantuvo hasta el final y en este tomo vemos lo mejor de una colección que, si hay justicia en el mundo, va a ser recordada durante muchos años por su increíble onda y su superlativa calidad.
Como en Fantastic Four, los últimos cuatro episodios componen una saga grossa. De hecho es LA MISMA saga grossa (con Dr. Doom, Annihilus y una especie de Kang), pero vista totalmente desde otra óptica. La diferencias es que los otros cuatro episodios no son exactamente historias cerraditas y casi autoconclusivas. La primera sí, parece estar pensada como un unitario, aunque le sirve a Fraction para retomar a un personaje que ya había aparecido en Fantastic Four y sumarlo al elenco de esta serie. Y el episodio en el mundo de Impossible Man también tiene cierta estructura de unitario, aunque después tendrá mucho más sentido leerlo como parte del build-up hacia la saga final. El resto del tomo es eso: build-up hacia el conflicto a todo o nada con el que va a terminar la serie.
Por momentos parece que todo está estirado medio al pedo, pero Fraction nos bombardea constantemente con ideas geniales, con toques interesantísimos en la caracterización y diálogos formidables. Cuando Fraction se empieza a despedir, se hace cargo del guión Lee Allred, el hermano de Mike Allred, que mantiene los diálogos en un gran nivel. Entre los dos, le pegan vueltas de tuerca magníficas a Ant-Man, al Dr. Doom, a Maximus, al Watcher, e incluso a un personaje siempre menor como era Ravenna, la “novia” de Kang, de la que nos tiran data sumamente inquietante. Se puede criticar que Medusa, She-Hulk y Darla están casi de decorado, porque ninguno de los conflictos importantes las afectan. Pero suman a la hora de los diálogos graciosos y además Ant-Man solo al frente de todos los chicos de la FF no resultaba creíble.
El final es excelente, intenso, emotivo, con peleas zarpadas, revelaciones impactantes, detalles ingeniosos (como la aparición de los HeroClix) y un esfuerzo muy loable para que si sólo leías FF pudieras entender todo, sin necesidad de comprarte los números de Fantastic Four que también son parte de esta saga. Incluso dos personajes que durante toda la era Fraction son parte de Fantastic Four (Franklin y Valeria) tienen sus mejores escenas acá, en el final de FF. El epílogo comparte algunas páginas con el que vimos en el Vol.3 de Fantastic Four y está compuesto básicamente de escenas emotivas y diálogos cómicos, casi al nivel de la Justice League de Giffen y DeMatteis. Así que estamos ante un TPB que uno no quiere que se termine nunca.
Por supuesto, uno de los principales animadores de esta fiesta es el dibujo. Joe Quiñones la rompe en su propio estilo en el primer unitario y se camufla bajo las tintas de Mike Allred en el epílogo. Y Allred brilla en todo el resto del tomo con la jerarquía a la que ya nos tiene acostumbrados. Allred despliega un hallazgo atrás de otro en materia de puesta en página y hasta se ajusta a grillas muy estrictas cuando el ritmo del relato así lo requiere. Deja la vida en los fondos, en las escenas en las que aparecen multitudes de personajes y en ese clima que él tan bien maneja, mitad extraño y retorcido, mitad jodón y distendido. Por supuesto, su esposa Laura lo colorea como los dioses.
Si no sos muy fan de Fantastic Four pero te copa Allred, entrale a FF casi como si fuera un comic de autor y dejate llevar por el groove gráfico del creador de Madman. Si sos fan del Matt Fraction más loco, más experimental (el de Casanova, digamos), esto te va a encantar. Y si te enganchaste con Scott Lang a raíz de la peli de Ant-Man, acá lo vas a ver en un rol interesantísimo, con mucha profundidad, mucho desarrollo y una chapa cuasi-infinita. Así como los Fantastic Four de Fraction me dejaron con cierto gusto a poco, sus FF me dejaron pipón-pipón, como si me hubiera clavado una suprema a la suiza y un flan con dulce en El Salteño. ´Nuff said!

lunes, 24 de agosto de 2015

24/ 08: ADOLF Vol.2

Bue, obviamente no me acordaba nada de lo que pasa en este tomo. Y peor todavía, no me gustó para nada. El primer tomo estaba muy bien equilibrado entre las desventuras de Toge en Berlín y toda la trama de los dos chicos llamados Adolf, que transcurría en Japón. Esta vez la trama que involucra a Toge se desplaza a Japón, uno de los jóvenes Adolf se desplaza a Berlín y del otro, ni noticias. Además, el tramo que transcurre en Berlín, con Adolf Kaufmann como protagonista, dura apenas 17 páginas… y ni siquiera el joven hijo de un alemán y una japonesa es el verdadero protagonista, porque entra en escena otro Adolf, un tal Hitler, y obviamente lo eclipsa por completo.
Todo el resto del tomo se centra en el pobre Toge, que no la pasa mejor en Japón que en Berlín. De nuevo lo cagan a palos, lo torturan, confía en gente que lo delata, lo persiguen, lo marginan, lo vuelven loco, le hacen un Born Again mil veces peor que el que le hizo el Kingpin a Daredevil. ¿Todo para qué? Para que entregue los documentos que Toge no piensa entregar ni por todo el oro del mundo, porque cree que su hermano murió para protegerlos y se va a encargar de sacarlos a la luz. Si logra conservarlos.
Ese parece ser el conflicto central de este tramo de Adolf: las cosas que hace Toge para no perder los documentos. Cuando los pierde, recorre tierra, mar y hasta fuego para recuperarlos. Cuando se los tratan de comprar, no transa. Cuando se los roban, los recupera… y así. Decenas de páginas que giran en torno a lo mismo: peripecias extremas en las que Toge sufre como un condenado con tal de no separarse de ese sobre con papeles. Llega un punto en que todo es tan tremendo, tan al límite, que en vez de desesperarte te empieza a causar gracia. Porque ya es cualquiera. Toge sobrevive a torturas, golpizas, caídas, naufragios, incendios… le falta pagar la entrada para ir a un Animate de los que organizaba Muñones, nada más. Lo cierto es que sostener la tensión dramática casi exclusivamente en las desventuras de Toge es algo que resistía… 50 páginas, como mucho. No 200. Por eso está bueno el tramo en el que el protagonismo se desplaza un poco hacia Yukie, la mamá japonesa de Adolf Kaufmann. Pero dura poco: rápidamente volvemos a Toge y su cacería de los documentos, o a los villanos y su cacería de Toge.
En fin… un pasaje sumamente prescindible de la saga de Adolf. Que obviamente zafa del bochorno porque el dibujo está buenísimo. Ah, no mencioné que tanto el guión como el dibujo son obra de Osamu Tezuka, el Dios del Manga. No, la portada no. La portada es un aborto talidómico que pergeñaron los amigos de Viz Graphics. Posta, para alquilar balcones… y llenarlos de francotiradores.
Habrá más Adolf en el blog, y ojalá levante. Yo me acuerdo que me había gustado muchísimo. No quiero ponerme en dogmático y afirmar que el romance de Tezuka con el gekiga se terminó junto con la década del ´70. Veremos qué pasa más adelante…

domingo, 23 de agosto de 2015

23/ 08: BOSQUENEGRO Vol.3

Tercer librito de Bosquenegro y esta vez Fernando Calvi va a lo básico: una sola aventura de 44 páginas. No son 44 chistes puestos uno al lado del otro, es un único relato bastante más ambicioso que los que habíamos visto hasta ahora en esta interesantísima serie apuntada sobre todo al público infantil.
El argumento es simple: una extraña criatura alienígena cae en Bosquenegro y sus habitantes no saben bien cómo reaccionar. Hasta que la criatura comienza a comer vorazmente y el miedo invade a los gnomos, hadas, bichos y brujas de Bosquenegro. Ahí está el tema de esta obra: el miedo a lo distinto, a lo que no conocemos. Calvi logra sacar de ese tema el espesor dramático justo como para que la aventura tenga un conflicto grosso, sin shockear ni perturbar a los chicos que seguramente se acercarán a esta historieta. Y por supuesto, la línea que baja respecto de este tema es la correcta.
Lo mejor que tiene esta historia es que encaja perfecto en el espacio con el que cuenta Calvi para desarrollarla. En ningún momento parece estirada y a medida que se acerca el final, no vemos al autor pisando el acelerador como si estuviera jugando al GTA para llegar a cerrar la trama en la página 44. El ritmo fluye de un modo muy armónico, con espacio para la aventura y para la dosis de humor que requiere una historieta como esta. A la hora de la resolución, el humor va a jugar un rol fundamental: el final feliz feliz llega cuando la criatura alienígena logra echarse un garco de proporciones colosales. Pero hete aquí que los personajes mencionan la “montaña de caca” y el autor no la muestra nunca. El hecho (importantísimo para la trama) de que el alienígena recupera su tamaño normal y su buena onda luego de generar un auténtico holocausto fecal está totalmente desenfatizado. Calvi opta por sugerirlo, no graficarlo, como si fuera algo tremendo, atroz. Calculo que, aún así, los chicos entienden lo que pasa y les causa gracia. Y calculo también que mostrar explícitamente el mega-sorete saliendo del culo del alien podría hacer que los padres, que supervisan el contenido de los libros que le dan a sus hijos, descarten a Bosquenegro por considerarlo escatológico.
De todos modos, el dibujo de Calvi es tan lindo, tan elegante, que aunque dibujara 44 páginas de culos y soretes el libro se vería muy bien. Difícilmente los chicos que lean Bosquenegro logren valorar los riesgos que Calvi asume a la hora de dibujar estas páginas. La plasticidad de los personajes, la complejidad de las composiciones, esa línea temblorosa, esas decisiones impredecibles a la hora de armar la paleta de colores, esas ganas de jugar con el diseño de absolutamente todo lo que vemos en cada viñeta… son cosas que vemos los grandes, y que hacen que a veces nos colguemos en la observación de esos prodigios gráficos, aún a riesgo de desengancharnos un toque de la historia. Pero bueno, es algo que puede pasar cuando un autor opta por una identidad visual tan marcada, tan fuerte, tan distinta de todo lo demás.
Este librito de Bosquenegro se lee rápido y se lee muy bien. Es una historia que a los chicos le va a encantar y a los grandes les va a hacer pasar un buen momento. Si estás con ganas de introducir a algún borreguito o borreguita de 6-7-8 años en la lectura de historietas, Bosquenegro es una magnífica puerta de entrada.

sábado, 22 de agosto de 2015

22/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.3

Esta serie venía bien y se pinchó acá, sobre el final. A todos nos sorprendió que Matt Fraction se bajara después de apenas 16 episodios, pero la verdad que hizo bien. Para escribir sin ganas, mejor dejarle el lugar a otro.
El tomo arranca bárbaro, con dos unitarios muy ingeniosos. En uno, Fraction nos propone revisitar el origen del Dr.Doom y arma una aventura muy loca en torno a eso, a presencias que de alguna manera “supervisan” la transformación de Victor Von Doom en el villano más temible del Universo Marvel. En el otro, los skrulls toman partido en la independencia de los EEUU y los Fantastic Four viajan a 1776 a evitar que la historia cambie para siempre. Son dos típicas historias de viajes en el tiempo, con ideas muy atractivas y conceptos locos de ciencia-ficción al estilo de lo que Fraction nos suele mostrar en Casanova.
Después viene un arquito de dos episodios en el que las ideas se empiezan a desdibujar. Fraction insiste con los conceptos de ci-fi, las paradojas, los seres pensados para desplazarse por el tiempo… pero falta un conflicto más sólido y sobra la machaca, que no aporta absolutamente nada. Y para el cierre, para los cuatro episodios finales, Fraction recluta como co-guionista a Karl Kesel, un verdadero especialista en Fantastic Four, para tratar de cerrar coherentemente las puntas que le quedaban abiertas. Bueno, no pudo ser. El tramo final se puebla de villanos grossos (¡Doom, Annihilus y Kang!), de héroes de realidades y tiempos alternativos y de batallas a todo o nada.
Más allá de la espectacularidad, la saga final no me convenció demasiado, sobre todo por la forma en que resuelve la mejor idea de las que Fraction arrastraba de los tomos anteriores: la enfermedad degenerativa que afectaba a los FF, que los atacaba y deterioraba a nivel celular. Por suerte hay otras ideas interesantes y muchos diálogos brillantes, muchas escenas grossas en lo que respecta al desarrollo y la definición de los personajes. Pero falta un poco más de fuerza, de prolijidad a la hora de contar, de esfuerzo para que todo se amalgame mejor y el final sea más orgánico, más satisfactorio.
Tampoco ayuda el hecho de que, tres capítulos antes del final, se vaya el dibujante titular y entre un suplente bastante menos idóneo, el italiano Raffaele Ienco. Que no es horrible, pobre flaco. Es una especie de Gene Ha sin pulir, al que si lo dejan puede llegar a convertirse en un excelente seguidor de la línea del ídolo. Por ahora, le falta un poco. Y el titular al que reemplaza es Mark Bagley, que viene de una vertiente gráfica totalmente distinta, mucho más cercana a la línea clásica, redondita y cuasi-amistosa de Alan Davis. De hecho, cuando trabaja con el mismo entintador que entintó los mejores trabajos de Davis (Mark Farmer), Bagley se aproxima mucho a la calidad del maestro británico. Cuando lo entinta Joe Rubinstein, en cambio, el dibujo de Bagley se luce mucho menos, muestra más sus limitaciones. De todos modos estamos hablando de un dibujante de mainstream superheroico siempre correcto, que maneja bien la narrativa, que entiende la espectacularidad que tiene que tener esta clase de relatos y al que, si no le pedís originalidad ni genialidades, no te va a defraudar.
Las 10 páginas finales son un epílogo que conecta con el final de FF (la otra serie que escribía Fraction), que voy a leer esta semana. Están dibujadas por el gran Joe Quiñones, que imita perfecto el estilo de Mike Allred, entintadas por el ídolo y coloreadas por su esposa. Es puro diálogo y ahí Fraction ya ni figura, pero lo que escribe Kesel me dejó cebadísimo para entrarle a ese último TPB con el que completo esta breve etapa de Fantastic Four. Después viene otra etapa breve (la de James Robinson, que no me llamó la atención como para comprarla) y después… no hay más. Un disparate.

viernes, 21 de agosto de 2015

21/ 08: LOS AÑOS DE ALLENDE

Después de muchos años de preparación y trabajo se editó finalmente esta ambiciosa novela gráfica de Carlos Reyes y Rodrigo Elgueta, que produjo un tremendo impacto en el ámbito de la historieta chilena. Los Años de Allende es un comic documental que se propone repasar esa etapa en la vida política del país vecino, casi sin pinceladas de ficción, desde una óptica no neutral pero tampoco teñida por la pasión ni por la militancia.
A lo largo de más de 120 páginas, Reyes recapitula todos los eventos importantes sucedidos a partir de 1970, cuando se acercan las elecciones que ganará (contra muchos pronósticos) la Unidad Popular de Salvador Allende, una fuerza política que propone algo nunca antes intentado en el mundo: transformar a un país capitalista en uno comunista sin una revolución, sin tiros ni violencia, sino por la vía institucional, a través del voto y el ejercicio de la democracia. ¿Genialidad, utopía o disparate? Lo cierto es que ese experimento se llevó a cabo en Chile durante tres años y esta novela gráfica se centra en cada medida del gobierno, la resistencia que encontró, el apoyo que logró, los intereses que afectó y la cintura que le faltó para gambetear la inevitable conspiración que terminaría por voltearlo.
Como en todo comic documental, el verdadero desafío es tirarle al lector una masa de datos sin aburrirlo. Yo creo que a esta historieta le sobra el… 20% de los datos que tira Reyes, datos que yo por supuesto desconocía y que –desde el desconocimiento- no me parecen imprescindibles para entender las distintas coyunturas por las que nos lleva el guión. Un guión que sin dudas cumple el objetivo de informar sin aburrir, y que justifica ampliamente el esfuerzo que hace para no tomar partido abiertamente por el gobierno de la UP. La historia está contada por un personaje ficticio, un periodista estadounidense que está en Chile como corresponsal y al que todo lo que sucede lo sorprende tanto como al lector que agarra este comic sin tener la más puta idea de quién es Allende, dónde queda Chile y cuál es la diferencia entre capitalismo y comunismo.
La verdad que, para haberse tomado el laburo de crear a John Nitsch, Reyes lo usa bastante poco. Son tantas las cosas que tiene para contarnos el guión, que quien debería ser el personaje central tiene un rol chiquito, casi marginal. John Nitsch logra asomar la cabeza en momentos muy puntuales, en los que Reyes logra parar el carro de la información, cuando la historia del país da ese pequeño respiro como para que aparezcan las historias de la gente. La gracia es que, al mantenerse siempre estupefacto por las realidades de las que le toca ser testigo, Nitsch no logra amasar certezas para juzgar a los actores que impulsan la trama. Eso puede ir contra el espesor dramático de la obra, pero le da una coherencia, una especie de “asepsia ideológica” que sin dudas le juega a favor.
En el apartado gráfico tenemos a Rodrigo Elgueta, a quien ya vimos colaborar con Reyes en alguno de los tomos de Mortis. Elgueta sabe que este no es un trabajo para lucirse. Acá la estrella es la historia real, lo que realmente sucedió. Su misión es retratar esa época, esas personas y esos sucesos de modo fidedigno y sin llamar demasiado la atención desde la técnica, porque se suponía (con razón) que buena parte de los lectores de Los Años de Allende provendrían de las amplias mayorías que se acercaban por primera vez a la novela gráfica. Elgueta sortea muy bien los desafíos, ofrece una amplia variedad de soluciones con el blanco, el negro y los grises (que no parecen aplicados digitalmente, sino con aguadas logradas con pincel) y se fuma con aplomo páginas con muchas viñetas, a veces muy cargadas de texto. Cerca del final (no casualmente cuando se lanza el embate militar que terminará con la muerte de Allende) cambia la técnica, elimina la tinta negra y durante siete dramáticas páginas sólo vemos lápices. Y están muy bien, muy sólidos, por momentos me remitieron a los lápices de Solano López en su famoso comic documental basado en Operación Masacre, de Rodolfo Walsh.
Los Años de Allende es un testimonio valiosísimo si te gusta la historia latinoamericana reciente, o si creés que la historieta se puede usar para contar otro tipo de epopeyas, que no incluyen superpoderes ni planetas remotos. En un país como Chile que jamás revisó las atrocidades que aún lo manchan, el trabajo de Reyes y Elgueta trae un bienvenido soplo de verdad, memoria y justicia. Por eso es fundamental.

jueves, 20 de agosto de 2015

20/ 08: FRAGMENTOS

Estoy leyendo un libro bastante extenso, que seguramente lograré terminar y reseñar mañana.
Hoy quiero aprovechar para invitarlos a todos a la primera de las muchísimas actividades que este año forman parte del Esperando a Comicópolis, en el inicio de una larga previa rumbo al festival internacional de historieta que explota del 17 al 20 de Septiembre en Tecnópolis. Como siempre, las propuestas de Esperando a Comicópolis tienen lugar en espacios culturales de la ciudad de Buenos Aires y este año todo empieza temprano y con un estruendo, como el Big-Bang.
Este martes 25 a las 19 hs. inauguramos la muestra Fragmentos, la mega-retrospectiva del maestro José Muñoz (argentino radicado hace décadas en Europa) que recorre más de 40 años de la trayectoria del genio del claroscuro. Dibujos, historietas, ilustraciones, material audiovisual y mucho más en una muestra que ofrecerá más de 200 originales de Muñoz, algo nunca visto en nuestro país. De las primeras aventuras de Alack Sinner hasta sus trabajos más recientes, Muñoz viene a mostrarnos absolutamente todo, incluso muchas obras que nunca se publicaron en nuestro idioma y que muchos de sus fans ni siquiera imaginan que existen.
Todo esto podrá disfrutarse a partir del 25 de Agosto y hasta el 20 de Septiembre en el Palais de Glace, Av. Libertador 1248 o Posadas 1725, ciudad de Buenos Aires, por supuesto con entrada libre y gratuita. El maestro Muñoz (quien se ocupó de curar personalmente la muestra) estará presente el martes en la inauguración y –como no podía ser de otra manera- es una de las inmensas figuras que integran la lista de invitados de Comicópolis 2015.
Así que si te gusta la buena historieta, el martes tenemos una cita impostergable con uno de sus exponentes más brillantes, nada menos que el único argentino que fue elegido para presidir el Festival de Angouleme, el evento comiquero más prestigioso de Europa.
Más adelante vamos a compartir otros puntos destacados de la ambiciosa programación de Esperando a Comicópolis, como así también la lista completa de los artistas que van a participar este año del festival, pensada para provocarle a los fans unos cuantos cambios de ropa interior.
Por ahora, eso. El genio, el monstruo, José Muñoz (MunDios, para los más devotos) en vivo, en el majestuoso Palais de Glace, rodeado de lo más selecto de su obra en una superproducción con la que Comicópolis 2015 empieza a hacer historia. Nos vemos allá el martes.
Y mañana una nueva reseña, mientras nos seguimos acercando peligrosamente al post número 2000 del blog.

miércoles, 19 de agosto de 2015

19/ 08: JUDIOS

Y otra vez, Sergio Langer se zarpó. Esta vez armó un libro de más de 350 páginas, muchas de ellas a color, para reunir todos sus chistes e historietas que intersectan con el judaismo. Material de los ´90, material más reciente, material creado especialmente para este libro que Langer planificó hace muchos años y que creció hasta convertirse en uno de esos libros fundamentales, definitivos tanto para la carrera de su autor como para el medio en que se mueven (en este caso, el humor gráfico argentino). Me animo a pronosticar que de acá a muchos, muchos años, se va a seguir hablando de “el Judíos de Langer”, porque va a ser una referencia obligada más allá de la vigencia de algún chiste puntual, demasiado vinculado a alguna coyuntura específica.
El libro está dividido en varios sectores y en casi todos conviven los chistes de un sólo cuadro, las tiras y las historietas. Algunos incluyen también ilustraciones y otros tienen sólo ilustraciones, sin textos, o con una frase, sin diálogos ni narrativa. Langer deja la vida en cada ilustración y hay muchísimas que son realmente brillantes, con un trabajo increíble en la composición, las texturas y el color. Pero claro, son un mimo a los ojos. Y el fan de Langer busca otra cosa, busca ese dibujo mugriento, agresivo, nervioso, puesto en función de relatos (y mini-relatos) jodidos, cargados de mala leche e incorrección política. Por suerte, de eso también hay muchísimo. El libro tiene mucha narrativa, a veces a modo de historias o chistes mudos, pero siempre con el talento de Langer para contar historias en imágenes.
Y además mucha variedad: hay chistes de campos de concentración, de Moisés y los mandamientos, de golems, de actitudes cotidianas con las que se discrimina a los judíos, de la AMIA, de rabinos, de nazis y neonazis, de las festividades judías, de idishe mames… A mí el segmento que más me gustó, con el que más me reí a carcajadas, fue el de Mamá Pierri, en el que Langer recopila varias páginas de la vieja facha que aparece en la revista Barcelona (y a la que le dedicó un libro entero, reseñado el 29/09/11). Ese es el Langer más salvaje, más descarnado, más al límite, el que hace ver a South Park como una remake chota de Los Ositos Cariñosos.
Y lo que más me impactó, lo que además de hacerme reir me dejó pensando es el segmento dedicado a la guerra en Medio Oriente. Langer le saca un jugo glorioso al conflicto entre israelíes y palestinos y logra chistes e historietas realmente geniales basadas en una decisión arriesgada: repartir duro y parejo para los dos lados. Ahí no importa que Langer sea judío: no hace la boludez de ponerse la camiseta y defener cualquier cosa que haga Israel en su eterna lucha contra los musulmanes que rodean su territorio. Los garrotazos para nada sutiles del autor vuelan para un lado y para el otro. Los chistes revelan con certera precisión cómo de los dos lados hay irracionalidad, venalidad, mala leche, doble discurso y muchas más ganas de exterminar al adversario que de convivir en paz. Ni siquiera cuando le toca abordar la masacre perpetrada por un comando islámico en la revista Charlie Hebdo aparece en Langer la tentación de condenar ciegamente a estos fundamentalistas de la violencia. Langer sabe que detrás de cada acto supuestamente irracional hay intereses, avechuchos que se benefician, y nos transmite esa certeza con ingenio, humor y una claridad poco frecuente en los medios de comunicación más masivos.
En fin… otra obra monumental de uno de mis humoristas gráficos favoritos de todos los tiempos. Me cuesta ser objetivo con Langer porque hace muchos años que lo considero un genio y además nos une el afecto a nivel personal. Me encanta que exista este libro, por lo que tiene adentro y como testimonio de muchos años de laburo de esta bestia del dibujo, de este salvaje de huevos inmensos que todos los días se levanta con ganas de correr un cachito más para el lado del carajo las fronteras del humor.

martes, 18 de agosto de 2015

18/ 08: THE UNWRITTEN Vol.8

Uh, cuánto hacía que no me clavaba un TPB de esta serie… Desde el 05/03/14. Decí que en el medio me leí la graphic novel, si no estaría en hiper-bolas, casi para empezar de cero…
Bueno, este tomo no tiene nada que ver con la graphic novel. Es la continuación directa del Vol.7 y va para donde aquel tomo proponía ir. La acción centrada en Australia, Danny Armitage y la oficial de policía Didge Patterson en roles muy destacados, historias protagonizadas por Richie Savoy que transcurren al margen, en paralelo a la saga principal, y ahora sí, mucho desarrollo para Tom Taylor, porque se empieza a avizorar el final y hay muchísimas cosas para explicar. Madame Rausch vuelve al banco de suplentes y Lizzie Hexam tiene un papel tirando a chiquito. Mike Carey necesita empezar a cerrar puntas de las que vienen colgadas desde los primeros tomos de la serie y eso requiere espacio. Imposible repartir el que hay entre más de cinco o seis personajes.
Acá nos enteramos finalmente dónde estaba Wilson Taylor, el papá de Tom (y Tommy), y se termina de explicar y de cerrar el longevo subplot de Pauly Bruckner, a quien Carey le da un enorme protagonismo en estas páginas. Si hasta ahora Pauly era un personaje interesante, acá se hace tan grosso que querés que le den su propia serie mensual. También tenemos la muerte de un personaje que venía ganando impulso, y el regreso (muy cambiado) de uno de los que ya dábamos por muerto y re-muerto.
No quiero extenderme en el chamuyo porque no tengo tiempo. Esto está buenísimo. Carey encontró la forma de que, ya con muchos episodios encima, la serie sea difícil de predecir y esté siempre en un status quo inquietante, raro, donde los volantazos más bizarros (como el del final de este tomo) parezcan totalmente coherentes.
Y el dibujo… bueno, el dibujo sigue lejos de la genialidad. Peter Gross pone huevo, se esfuerza, pero sigue mostrando claramente sus limitaciones, que no son pocas. Por suerte, en el arquito argumental protagonizado por Savoy, llega un viejo conocido de Carey y Gross, el gran Dean Ormston y –como en tantos unitarios de Lucifer- caza los bocetos de Gross y los eleva a un nivel de oscuridad, de expresionismo y de belleza que lo ponen muy por encima de la media de lo que se ve normalmente en los comics de Vertigo.
Todavía no tengo comprado el Vol.9, así que no sé cuando retomo The Unwritten. Pero seguro banco hasta el infinito y más allá este viaje hipnótico hacia el interior del relato.

lunes, 17 de agosto de 2015

17/ 08: ADOLF Vol.1

Uh, me invaden un montón de recuerdos… Me acuerdo que este libro me lo compré en el año ´96, en una librería de Santa Mónica, en la peatonal. No era una comiquería, era una librería alucinante, re-bien puesta, que me llamó la atención como para entrar. Me acuerdo que tenían algunas novelas de Osvaldo Soriano traducidas al inglés, entre ellas mi favorita, No Habrá Más Penas Ni Olvido, que inglés se conoce como “A Funny Dirty Little War”. Nunca había visto ediciones yankis lindas del material de Osamu Tezuka para adultos y mucho menos en hardcover. Los muy turros de los editores no aclaran en ningún lado que es el primero de cinco tomos, así que me lo compré engañado, pensando que era un autonclusivo.
Lo leí poco después… y nunca me compré los cuatro posteriores. Todo el resto de la obra lo leí hará 10 ó 12 años, en la edición española, prestada por un amigo. Ahora conseguí los cuatro tomos restantes de la edición de Cadence, y para festejarlo me puse a releer Adolf desde el principio. Ahí me cayó la ficha de que no me acordaba nada de lo que había leído en el ´96. Me acuerdo boludeces como los títulos de las novelas de Soriano en inglés, pero de lo que pasaba en este libro apenas recordaba vagamente la primera parte, las peripecias muy al límite del periodista japonés que viaja a Berlín a cubrir las olimpiadas de 1936 y termina metido en un baile truculento, en un thriller tan pasado de rosca que casi coquetea con el surrealismo.
Quizás cuando arranque con el Vol.2 y relea lo que leí hace no tantos años, me encuentre con más elementos que tengo archivados en algún lugar de la memoria. Pero con este primer tomo, Tezuka logró sorprenderme tanto como si no lo hubiese leído nunca, sobre todo con toda la parte que transcurre en Japón, ese tramo de la saga que empieza chiquito y costumbrista y empieza a enrarecerse cada vez más hasta asfixiar a los personajes (los dos chicos que se llaman Adolf) y al propio lector.
Lo que más me llama la atención es que, incluso más que en otras otras obras para adultos del Manga no Kamisama, todo está contado con muchísimo detalle, sin nada librado al azar. Uno supone (porque leyó bastante a Tezuka) que todas esas pequeñas cosas en las que se detiene el autor eventualmente van a tener peso en la trama, y por lo menos en este primer tramo, eso sucede a rajatabla. Detalles que parecen superficiales, puntas argumentales que no encajan con la trama principal (algunas tan complejas y atractivas que re-daban para ser desarrolladas en otras novelas gráficas, centradas sólo en eso)… Tezuka acomoda todo, a todo le encuentra no sólo sentido dramático sino una funcionalidad, una forma coherente y orgánica de que todo le aporte algo a la trama y ayude a impulsarla. Por supuesto, al estar tan lejos de la resolución, no descarto la posibilidad de que se le escape algún tiro, de que alguno de estos intrincados subplots quede en el olvido o se enrede demasiado, mucho más allá de su peso real en la trama mayor. Pero creo en el Dios del Manga y en su increíble capacidad de hilvanar un montón de elementos de acá y de allá, de misterio, de aventura, de política, de comedia, de cosa sórdida y abisal en la que los buenos son buenos hasta un punto y cuando se sacan son tremendos hijos de puta… No tengo dudas de que esto se podrían haber narrado de un modo mucho más simple, como tampoco tengo dudas de que, a pesar de las tempestades que Tezuka se empeña por cosechar, el barco va a llegar a buen puerto.
El dibujo es impecable: es el Tezuka de principios de los ´80 ya hiper-curtido en las lides del gekiga que –sospecho yo, no estoy seguro- ya entró en contacto con la obra de algunos autores occidentales importantes como Will Eisner. La puesta en página es dinámica y sorprendente, los recursos para subrayar las emociones y darle fuerza al relato son inagotables y quizás lo único que no cierra tanto es que, en una saga de tono dramático y muy realista, Tezuka deforma un poco mucho la anatomía humana en las escenas de acción, en una búsqueda de más impacto visual que –cuando el guión es tan zarpado- casi no hace falta. Ah, y me gustó ver en roles chiquitos a algunos de los personajes típicos de Tezuka, los que arrastra desde fines de los ´50 y están en casi todas sus obras, dibujados en un estilo más “serio”, menos caricaturesco.
Habrá más Adolf en las próximas semanas, acá en el blog.

miércoles, 12 de agosto de 2015

12/ 08: CAUSAS PERDIDAS

La nueva novela gráfica de Federico Baert (a quien ya vimos un lejano 13/03/11) incorpora una novedad sorprendente: el dibujante no es el propio Baert, sino que el guionista nicoleño forma equipo con Carlos Aón, el versátil artista a quien ya nos cruzamos en varias publicaciones de Loco Rabia, especialmente en la reseñada el 23/05/13. El equipo se completa con la colorista Lara Lee, que realiza un muy buen trabajo.
Baert dedica estas 55 páginas a hacer lo que mejor le sale: historias verídicas, con conflictos chiquitos, personajes llenos de dobleces, cero elementos fantásticos y mucha mala leche. Causas Perdidas transcurre básicamente en una pensión bastante crota, de un barrio bastante humilde, de una ciudad bastante periférica. La gracia, claramente, no está en la ambientación, sino en los personajes y en las relaciones entre ellos, en las historias que se cuentan y en las que cada uno oculta.
No son muchas páginas y Baert lo tiene claro. Por eso acota el elenco a cinco personajes importantes, entre los que se destaca Facundo, el chico que estudió periodismo y busca insertarse en ese medio tan complicado. Los giros argumentales más impredecibles, más impactantes, tendrán que ver con Facundo, con cómo trata Baert a los sueños y convicciones de este pibe humilde, copado y un poco idealista.
Como en las obras anteriores de Baert, los diálogos están afiladísimos y suenan 100% reales e incluso cuando llegan las piñas y los tiros todo se siente cercano y posible. En ningún momento Causas Perdidas se va para el bando de la aventura. Siempre es un slice of life, aunque en un momento la mala onda degenere en un festival de puteadas, piñas y corchazos. Sobre el final, la comedia costumbrista le deja su lugar a una tragedia bien heavy, bien sórdida, lo cual es consecuente con la decisión de Baert de llevar a los personajes bien al límite, de no permitirles nunca estar cómodos con las situaciones en las que los envuelve.
El dibujo de Carlos Aón está muy bien, pero es un poquito light para lo espeso de la trama. Es un Aón distinto al de obras anteriores, que incorpora un poco más ese tinte grotesco o esperpéntico que sabe ponerle Angel Mosquito a sus tragicomedias suburbanas. Y es muy loco, porque tiene ese tono justo, que te hace acordar también a otros trabajos de Aón y a las historietas de Baert dibujadas por él mismo (aunque con menos viñetas por página). Aón simplifica el trazo en la medida exacta para permitir el lucimiento del color y acompaña al guión al darle a los personajes ese toque caricaturesco, muy expresivo, que le permite poner en un verdadero primer plano las emociones que estos nos tienen que transmitir. Me gusta más el Aón puro que este “Aón mixto”, pero esto también se ve muy bien.
Causas Perdidas es una muy buena historia suburbana, con sexo, drogas y un poquito de rockanrol, que bien podría haberse publicado en El Víbora. O no, porque en El Víbora le hubiesen pedido a los autores que los garches fueran más explícitos y acá están apenas sugeridos. Lo cierto es que es una historia fuerte, que emociona, que te pone nervioso y que muestra una pasión genuina por parte de los autores, que no juegan a complacer al lector sino a empujarlo a un pantano bastante asqueroso, donde hay lugar para la risa pero de donde se sale enchastrado en tragedia. Muy recomendable.

martes, 11 de agosto de 2015

11/ 08: SLEEPLESS IN BELGRANO

Anoche me pasó algo muy loco: me acosté pasaditas las 2 AM, cuando ya no me daban los ojos para seguir laburando frente a la compu, y di vueltas en la cama como un infeliz hasta las 8:15 de la mañana, cuando me resigné a que ya no me iba a dormir, porque es la hora a la que en mi cuadra empieza el tráfico zarpado, los bocinazos y demás ruidos que invaden mi primer piso con excesiva facilidad.
En esas horas, el bocho me laburó a full. Pensé en miles de cosas: en los resultados de las elecciones, en las tareas que tenía pendientes para hoy (día clave, porque teníamos que reunir la mercadería que vamos a exponer en nuestro stand de Crack Bang Boom y despacharla a Rosario), en temas pendientes que tienen que ver con la organización de Comicópolis… entre una cosa y otra, pasaron más de seis horas en las que no recuerdo haber pegado un ojo.
Y claro, son tantos los temas a resolver, tanta la actividad que tenía prevista para hoy, que en vez de levantarme 9:30 como estaba previsto, arranqué a las 8:15. Fue un día zarpado, laburé a lo pavote, almorcé tipo 15:30… un delirio. Y logré parar recién a las 19 hs. Dormí menos de dos horas y media y ahora estoy acá, de nuevo respondiendo bocha de mensajes, actualizando la página de Comiqueando… y obviamente llegando a la chota conclusión de que me quedan por hacer un montón de cosas más urgentes que sentarme a leer un comic para reseñar acá en el blog.
Mañana seguramente tendré los horarios y las neuronas mejor acomodados y habrá reseña. Y de jueves a domingo no, porque estaremos 100% abocados a disfrutar de Crack Bang Boom, junto a las hordas de comiqueros que peregrinan hacia Rosario desde todo el país.
El lunes habrá reseña (posteada desde Rosario) y a partir del martes, veremos cómo nos acomodamos a la recta final rumbo a Comicópolis… o en realidad rumbo a Esperando a Comicópolis, que arranca mucho antes. Espero poder mantener el ritmo de una reseña diaria, pero la verdad es que no estoy muy seguro de que lo pueda lograr.
Gracias por el aguante y los que vayan a Crack Bang Boom acérquense a saludar al stand, donde –como siempre- habrá papa finísima a precios cuidados.

lunes, 10 de agosto de 2015

10/ 08: THIEF OF THIEVES Vol.3

Ah, bueno! Esta serie venía muy, muy bien, pero ahora se puso gloriosa. Este tomo es una cátedra de cómo se escribe un comic de suspenso, con acción, runflas siniestras, traiciones, romances y choreos a gran escala. Sobre un argumento que diseñó junto a Robert Kirkman y James Asmus (los co-guionistas de los tomos anteriores), Andy Diggle se lanza a escribir las aventuras de Conrad Paulson, alias Redmond, el mejor ladrón del mundo. Y lo hace con un arco argumental devastador, que tiene un sólo problema: no se entiende una goma si no leíste los tomos anteriores.
Hecha esa salvedad, Venice es una historia absolutamente cautivante, que te atrapa en la primera página y en la última te deja exhausto, con la mandíbula por el piso, y obviamente a las puteadas, porque no querés que se termine nunca y menos tener que esperar varios meses para leer la continuación. La trama está perfectamente hilvanada, todos los personajes importanes tienen su momento para lucirse, los diálogos están afiladísimos, se nota que Diggle investigó a fondo cómo se planifica y cómo se ejecuta un afano de la complejidad del que planea Conrad, el procedimiento del FBI es absolutamente verosímil, la reacción de los villanos ante la jugada de los protagonistas (que obviamente no son buenos, porque son chorros) es totalmente lógica… todas las piezas de este hipnótico rompecabezas encajan a la perfección, en una obra impecable, impregnada de un cinismo magistral y una exquisita mala leche.
Para el próximo tomo (que espero conseguir pronto), a Diggle le queda pendiente ampliar un poquito más el elenco, o en realidad darle más bola a un puñado de personajes a los que todavía no tuvo espacio para desarrollar, pero que pintan muy interesantes. Bien trabajados, ese grupito de secuaces de Conrad se pueden llegar a convertir en una versión 2.0 de The Losers, aquel equipo con el que Diggle jugó en la primera división de Vertigo, con un nivel de calidad muy, muy superior al de las ventas que obtuvo esa serie. De todos modos, en este tomo le da más profundidad a Conrad de la que le dieron sus antecesores en los dos primeros, así que por el lado del desarrollo de personajes tampoco lo podemos correr.
Al frente de la faz gráfica sigue el maestro Shawn Martinbrough, en su estilo más careta, menos expresionista y más realista, un poquito más para el lado de Sean Phillips. Como la idea es que este comic parezca una película, Martinbrough abusa un poco de las viñetas widescreen, pero cuando la narrativa requiere otra cosa, él aporta resoluciones distintas, que no fallan nunca. Los fondos están buenísimos y no se hacen desear nunca, las escenas de cabecitas que hablan (muchas) levantan vuelo gracias a una notable variedad de enfoques, y las escenas de tiros y kilombo (muy pocas) no caen nunca en la estridencia y el pochoclo. El trabajo de Felix Serrano en el color también está muy logrado, muy puesto al servicio de resaltar el dibujo de Martinbrough e incluso de que no se note tanto cuando el guionista recurre a la referencia fotográfica para las tomas panorámicas, que también son unas cuantas.
Como ya dije alguna vez, nunca leí ni The Walking Dead ni Invincible. Para mí, la joya en la corona de SkyBound es esta serie, esta Thief of Thieves que me robó el corazón a fuerza de conflictos verosímiles, tramas electrizantes y personajes creíbles, con un mix perfecto entre virtudes y defectos. En este tomo, la dupla Diggle- Martinbrough demostró tener todo lo necesario para convertirse en el equipo definitivo de la serie, e incluso para desterrar al olvido la inmensa sombra del gordo Kirkman, mil veces más amado por la hinchada que estos dos laburantes de la viñeta. Como dice la canción, quisiera que esto dure para siempre. Este tipo de series le hacen muy bien al comic, aunque sean un afano.

domingo, 9 de agosto de 2015

09/ 08: LA NIEVE Y EL BARRO

No lo puedo afirmar categóricamente, pero creo que esta novela gráfica de 2013 marcó la última colaboración entre Enrique Sánchez Abulí y Oswal. De ser así, su último trabajo conjunto pasará a la historia, además, por ser el más ambicioso: 137 páginas de historieta a todo color es algo que nunca había surgido de la intensa colaboración de estos dos maestros.
Abulí ensaya en este trabajo algo muy difícil de hacer, pero que para un guionista de su jerarquía resulta casi una boludez: narrar varias tramas que avanzan en paralelo y lograr hilvanarlas sobre el final sin que parezca forzado ni artificial. Todo sucede en la campiña francesa en plena Edad Media (fines del Siglo XIV), durante el período conocido como la Guerra de los 100 Años. Allí, el guionista moverá los piolines de varias marionetas para componer un tapiz potente, definitivo y a la vez diverso de lo que fue esa época. Un cura, un herrero, un conde, un caballero, una doncella, soldados, bandidos, una nena cuasi-salvaje que vive en el bosque… para todos habrá escenas de lucimiento y de sufrimiento.
Como es costumbre en las obras de este catalán nacido en Francia, la violencia será terrible, despiadada, tan atroz que habrá que matizarla con un poco de humor negro para que la sonrisa aliviane el estupor. Así, entre remates irónicos, veremos una larga sucesión de muertes, mutilaciones, violaciones y golpes de todo tipo. Otro clásico de Abulí es la fuerte presencia de elementos vinculados con el sexo: acá aparecen unos cuantos, pero sin tanto protagonismo, y siempre cubiertos de un velo de humor picaresco para –de nuevo- morigerar la sordidez o la lascivia involucradas en esas escenas.
Los principales hallazgos están en la construcción de los personajes y en la forma en que estos se empiezan a cruzar entre sí, a interactuar en este frondoso bosque del que nadie parece poder salir del todo. Cuando faltan 14 páginas para el final, Abulí ya logró reunir a todos los personajes importantes (al menos los que quedaron vivos) en una misma locación. ¿Todos? No. Las 14 páginas finales se centran en un único personaje, el caballero inglés que quiere morir, cuya historia se roza con la de otros personajes de la obra, pero no termina de encajar con ese final que Abulí le da a casi todos los demás. El resultado es una secuencia de acción maravillosa, muy impactante, pero en la que se impone la lógica de los unitarios, no la de la novela gráfica. Ese final desentona un poquito con el resto de la obra por eso, porque no encaja con la consigna de terminar el libro con todos los personajes juntos. Pero no es un tropiezo, es simplemente una decisión autoral pensada para no complacer a los que pretendíamos que TODOS los personajes participaran de la secuencia final.
El dibujo de Oswal no se puede creer. El prócer quilmeño desata la magia de su pincel para brindarnos imágenes realmente gloriosas. La reconstrucción de época, los paisajes y sobre todo el lenguaje gestual y corporal de este vasto elenco son los puntos más fuertes de este gran trabajo de Oswal. Y claro, cuando la cantidad de viñetas por página se lo permite, el maestro arriesga con secuencias más raras, o con viñetas más grandes, en las que la composición te detona los ojos y la mente. Cuando se trata de artistas tan dotados para el claroscuro, con un trazo tan suelto, tan dinámico, yo soy talibán del blanco y negro, no me cabe ni ahí que se le incorpore el color. Esta vez, sin embargo, el trabajo de colorear estas páginas (a cargo del propio Oswal y un tal Luengo) me cerró bastante. O por lo menos no me resultó un obstáculo para disfrutar de los dibujos del maestro. Lo que sí empantana bastante la faz gráfica es la tipografía elegida para los diálogos. A veces estos son abundantes y los globos ocupan un porcentaje importante de las viñetas. En esos casos, esos masacotes de texto, con una tipografía tan chata, tan del montón, deslucen un poco las páginas de Oswal.
Y bueno, uno de los integrantes de la dupla no está más, así que acá se terminan las creaciones conjuntas de Abulí y Oswal. Es una despedida muy notable, muy contundente, una historia muy atractiva, compleja, dinámica, por momentos graciosa, por momentos escabrosa, que logró meternos de lleno en una época y una geografía que –por lo menos yo- desconocía bastante. No es una hiper-gloria insuperable, pero sí una excelente historieta, testimonio de lo afianzada que estaba en esta última etapa esa dupla de inmensos maestros.

sábado, 8 de agosto de 2015

08/ 08: LA ZORRA Y EL SAPO

La zorra y el sapo son dos animales… y en Chile además son dos formas vulgares de denominar a la vagina. En este libro de la chilena Sol Díaz (cuyo trabajo anterior vimos el 19/07/14), las protagonistas son dos hembras antropomórficas que funcionan todo el tiempo como metáfora de la concha. Son chistes e historietas que giran en torno a eso, a la genitalia femenina, abordada con mucha clase, sin caer nunca en la guarangada ni en la obviedad.
Son casi 60 mini-historias, algunas narradas en secuencia de imágenes y algunas con un sólo dibujo, donde la verdad que la narración en sí no es lo más atractivo. A veces ni siquiera hay una historia: hay una idea, expresada en una frase, y esa frase está descompuesta en varias imágenes que la acompañan y la potencian, para subrayar esa permanente metáfora, que Sol Díaz se esfuerza por mantener sutil a lo largo de todo el libro.
Esta profunda (y húmeda) exploración de la concha y su mundo (también conocido como "el argollaverse"), la autora toca un montón de temas vinculados a la sexualidad femenina: el deseo, la fantasía, la masturbación, el clítoris, el miedo al embarazo, el vello púbico, la menstruación, el orgasmo, los motivos por los cuales la concha se humedece o se seca… Incluso hay momentos en los que las tetas y los penes tienen su protagonismo.
La difícil misión de mantener todo el libro en el filo entre cierto humor y cierta poesía (y no derrapar hacia el grotesco) se logra en buena parte gracias al dibujo, que compensa con imaginación y elegancia su falta de virtuosismo. Sol Díaz crea personajes muy expresivos, que interactúan con fondos minimalistas o inexistentes. Cuando los dibuja, suele ser para reforzar metáforas visuales que tienen que ver con lo vegetal, lo frondoso, lo selvático, y ahí despliega un trabajo puntilloso, complejo, que requiere muchísima elaboración. El color también está puesto con fineza, de forma plana en los personajes protagónicos, y con trazos y texturas muy originales en los fondos.
Me imagino que el público femenino se sentirá muy identificado con La Zorra y el Sapo, mientras que los que no tenemos concha aprendemos un montón de cosas nuevas. Seguramente las historietas de Sol Díaz no son tan explícitas como aquellas de Marcela Trujillo en las que dialogaba con su clítoris, pero si prestás atención y decodificás las metáforas, capaz que dice cosas aún más osadas.

viernes, 7 de agosto de 2015

07/ 08: SPACEMAN

Hoy muy breve, porque tengo poco tiempo…
Me debía a mí mismo esta obra de Brian Azzarello y Eduardo Risso y me generaba mucho interés, porque se apartaba mucho del registro de 100 Bullets. ¿Es una buena historieta? Sí. ¿Es una obra maestra? No.
Lo primero que me enganchó fue el clima, la ambientación post-holocausto bien crota, bien tercermundista. De hecho, es un ambiente en el que Risso ya demostró moverse con gran categoría en Borderline. Acá hay menos tecnología futurista, pero una mala leche similar y un énfasis similar en las grotescas desigualdades entre ricos y pobres. Y después hay dos ideas magníficas: una es el reality en el que chicos huérfanos compiten para ser adoptados por una pareja de famosos de Hollywood onda Brad Pitt + Angelina Jolie. Y la otra es la de esta ciudad en ruinas que parece -además de inundada- bombardeada, y a la que Risso dibuja parecida a Rosario. Este marco geográfico le brinda a la historia un montón de posibilidades, muy bien aprovechadas.
El resto, hasta ahí nomás. Le sobran muchas páginas (el que leyó esto en episodios mensuales se debe haber pegado no uno sino varios corchazos), la secuencia del flashback es demasiado extensa para lo poco que aporta, y al final le falta un poco más de espacio y de claridad. Azzarello una vez más se consagra como el peor enemigo de los traductores: esta vez, en lugar de explorar el slang de todos los gangstas y barriobajeros de todas las urbes de los EEUU, directamente inventa un idioma nuevo, un inglés hiper-deforme, muy atractivo, que le da un filo muy especial a los diálogos… pero que si los tenés que traducir a otro idioma te la cortás en Juliana.
El dibujo de Risso está afiladísimo, como siempre, con unas composiciones exquisitas. Lo más interesante es que, para las escenas del pasado de Orson que trasncurren en Marte, Risso agrega efectos de iluminación con esas tramitas microscópicas dibujadas a mano como las que metían Moebius, Bilal y otros autores de ciencia-ficción de los ´70. Incluso el color de esas secuencias parece querer homenajear a esas historietas setentosas de la Metal Hurlant. Ya en los últimos episodios, cuando todas las escenas en Marte suceden a bordo de una nave, estos efectitos desaparecen. Una lástima, porque quedan buenísimos. Spaceman es un trabajo realmente excelente por parte de Risso, que demuestra que -a pesar de los años transcurridos en el universo tarantinesco y hard boiled que inventó Azzarello- no se quedó anclado a una sola estética, sino que cuando quiere puede volver a pisar fuerte en el cyberpunk bien podrido.
Spaceman no es la obra más memorable de la dupla, pero para entretenerse un rato está muy bien. Y para flashear con los dibujos de un Risso realmente inspiradísimo, ni hablar.

jueves, 6 de agosto de 2015

06/ 08: LAS AVENTURAS DE SPIROU Y FANTASIO

Esta es una de esas aventuras de Spirou y Fantasio fuera del cánon, en las que un autor invitado (en esta caso una dupla) toma prestados a los famosos personajes para contar una historia que empieza y termina, en la que vale poner en juego una impronta autoral fuerte, sin supeditarse a los lineamientos clásicos de esta serie que ya lleva 75 años de éxito en Bélgica y Francia. Con esa consigna llegaron a jugar este partido el prolífico guionista Fabien Vehlmann (que había hecho las inferiores en el semanario Spirou, pero sin meter mano en el personaje principal) y el dibujante Yoann (no confundir con Yann, el guionista que también escribió varias historias de Spirou).
Los Gigantes Petrificados es una historia un poco más extensa que las clásicas, 58 páginas en las que Vehlmann puede desarrollar sin apuro la trama y Yoann zafa de esas páginas de 11 ó 12 viñetas tan típicas en este tipo de comics franco-belgas (aunque tiene muchas de 8 ó 9). Básicamente, se trata de una historia que leímos muchas veces: aparece una maravilla oculta (en este caso, monumentos colosales de una civilización perdida hace milenios en las profundidades oceánicas) y enseguida saltan por un lado los que las quieren preservar y estudiar, y por el otro los que las quieren hacer guita. El conflicto es principalmente ideológico y recién en el cuarto final del álbum hay enfrentamientos físicos entre los dos bandos, potenciados por la aparición de… algo más, que no estaba en los planes de nadie.
Buena parte del álbum está dedicado a la exploración. Vehlmann le da un espacio generoso a estas expediciones de Spirou y sus aliados por los lugares de Nueva Zelanda en los que habitó esta cultura ancestral, y al viaje subacuático en busca de esa supuesta ciudad sumergida en la que finalmente van a converger los buenos, los malos y… ese algo más, que no nombro para no spoilear. Como siempre que los viajes y la exploración cobran protagonismo, abundan las escenas tranqui, en las que los personajes tienen tiempo de sobra para charlar y conocerse. Eso está muy bien logrado, y dan ganas de que varios de los secundarios que introduce Vehlmann en este álbum se queden definitivamente a formar parte del elenco estable de la serie.
Pero además hay tensión, porque Spirou y los suyos están enfrascados en una carrera contra los malos, liderados por la caricatura bastante grotesca de un multimillonario yanki, que tiene entre sus adláteres nada menos que a Fantasio. O sea que a los peligros normales de los lugares donde se meten, se suman las tramoyas que Calloway y los suyos puedan hacer para quedarse con los tesoros, más la incomodidad de tenerlo a Fantasio en el bando de enfrente. No está fácil la cosa para Spirou, y quizás por eso este sea un álbum con menos chistes que los habituales. La mayoría de las pinceladas humorísticas están a cargo de Spip (como siempre) y de los neozelandeses que colaboran con el héroe en su búsqueda.
La resolución es impredecible y las últimas páginas le permiten a Vehlmann cambiar el tono, virar hacia la acción y la machaca de alto impacto, meter más gags y cerrar todo con moñito, de un modo que uno no se ve venir en absoluto.
El dibujo de Yoann es excelente, una mezcla perfecta entre Frederik Peeters y Jaimie Hewlett. Acá tenemos personajes recontra-expresivos, muy diferentes entre sí, fondos majestuosos, escenas de acción memorables… Y lo más lindo: la libertad que tiene Yoann para rediseñar a Spirou y su mundo, para que nada se vea o se sienta como una copia, ni siquiera como un homenaje, a las historietas de André Franquin, Fournier, Tome y Janry, o quien sea. Son los personajes de siempre, sí, pero vistos desde una óptica y desde un grafismo totalmente nuevo.
El dibujo de Yoann me gustó y me emocionó tanto, que me animo a recomendar este álbum incluso a quien no sea fan de Spirou, ni se cope en lo más mínimo con el tipo de historia que eligió contar Fabien Vehlmann. Imaginate cómo me cebé yo, que además soy fan de este personaje hace décadas y encima me cerró muchísimo el enfoque del guionista. Con soplos de aire fresco como este, es lógico que Spirou y Fantasio no pierdan vigencia con el correr de las décadas…

miércoles, 5 de agosto de 2015

05/ 08: EL DESPERTAR

Esta es la primera novela gráfica de Daniel Mendoza, el autor entrerriano a quien ya nos habíamos cruzado en varias antologías.
El Despertar tiene un problema básico y es que le falta vuelo. Es una historia muy típica, muy remanida, que ya se contó muchas veces: el chabón duro, pesado, que ya no tiene nada que perder y decide plantarse frente a una red de corrupción muy jodida y muy poderosa. Obviamente sobrevendrán los aprietes y las extorsiones, y cuando nada de eso funcione será la hora de los tiros, las persecuciones, las explosiones… Nada que no nos sepamos de memoria.
Pero eso no es lo que menos me gustó. Lo que menos me gustó es que la historia está ambientada en la provincia de Entre Ríos, en lugares muy reconocibles, con gente que toma mate, etc., y sin embargo Mendoza elige para los diálogos un castellano neutro que hace un ruido horroroso. Es el castellano de las películas y series yankis mal dobladas por algún criminal centroamericano que merece terminar sus días en un penal de máxima seguridad y con no menos de 15 enfermedades venéreas. El atractivo de tener una aventura de acción al palo ambientada en nuestro país se esfuma cuando los personajes hablan como si estuvieran en cualquier otro país… si es que el castellano neutro de los doblajes efectivamente se habla en algún lugar, cosa que no me consta.
Lo mejor que tiene El Despertar es el ritmo. Es una aventura clásica, sin pretensiones, narrada en forma muy lineal y a la vez muy ágil. Son más de 100 páginas de historieta, lo cual le da a Mendoza mucho espacio para contar en forma descomprimida, con pocos cuadros por página. Eso le permite sacarle mucho jugo a las escenas de acción, dotarlas de mucho impacto visual. Se podría haber aprovechado la extensión para profundizar un poco más en las personalidades de los personajes, pero el énfasis no está puesto ahí, sino en el ritmo, en que esta trama simple avance sin tropiezos por una senda –repito- ya muy transitada.
Lo otro que me gustó bastante es el dibujo. Es un dibujo clásico, bastante cercano al del mainstream yanki, con cosas de maestros como John Byrne o Carlos Pacheco. Pero sobre esa base, Mendoza se da el lujo de soltar muchísimo el trazo (es lógico, fue alumno de Oswal) y lanzar pinceladas muy libres, muchas veces sin cerrar las figuras. Cuando tiene que meterle efectos de iluminación a los rostros, apela a recursos que mostraba Alberto Breccia en la época de Mort Cinder, algo que queda MUY bien combinado con esa base de dibujo onda Byrne. Y en los fondos se lo ve indeciso: cuando las escenas transcurren en los bosques, Mendoza se esfuerza por brindarnos un retrato muy complejo, bastante realista de estos paisajes naturales. Sin embargo, cuando nos tiene que graficar escenas que transcurren bajo techo, soluciona todo con una viñeta en la que el edificio se ve de afuera (y es una foto mínimamente retocada) y un montón de viñetas en las que los fondos no están, o se reducen a tres líneas miserables, puestas de compromiso, para zafar. Pero estamos hablando de un dibujante muy competente, con un buen manejo de la anatomía, de la iluminación (claroscuro a pleno), de las expresiones faciales y de la narrativa.
Ojalá en sus próximos trabajos Daniel Mendoza se anime a trascender las fronteras del entretenimiento fácil y pochoclero para contar algo más profundo, más elaborado. Quizás una colaboración con un buen guionista lo ayude a seguir explorando los confines de la aventura, pero con tramas más jugadas, con más espacio para la sorpresa. El Despertar no es una mala historieta, en absoluto, pero su falta de pretensiones a la larga le jugó una mala pasada.

martes, 4 de agosto de 2015

04/ 08: DAREDEVIL: DARK NIGHTS

Como su nombre permite intuirlo, esta fue una serie pensada al estilo de Legends of the Dark Knight: arcos argumentales autoconclusivos, no vinculados entre sí, a cargo de distintos autores. Le faltó un detalle: las historias no están ambientadas en el pasado, en los inicios de Daredevil, sino en el presente, de modo que se podría decir que transcurren en paralelo con las aventuras que narraba Mark Waid en la serie regular del Cuernitos. Descartado ese elemento, pasan a ser más importantes los otros dos: las historias y los autores. Y ahí es donde Dark Nights no junta los puntos necesarios para pasar a la historia, para sumarse a los grandes hitos que acumula Daredevil en sus 51 años de trayectoria en el Noveno Arte. Veamos, dijo el ciego…
La primera aventura se extiende a lo largo de tres episodios y es claramente la mejor. ¿Lo tenías a Lee Weeks como guionista? Yo no. Y la verdad es que el eximio dibujante asume ambos roles con gran aplomo, como si siempre hubiese escrito sus propios guiones. La historia está apenas estirada: narrada en 60 páginas, es de esas que en los ´80 se publicaban en un Annual de 40 ó 42, y en los ´90 en un prestige de 48. Pero te conquista por su humanidad, su urgencia, el ritmo implacable y sobre todo por lo que le vemos hacer a Daredevil. Los textos son elaborados, de alto vuelo poético, y el dibujo combina dinamismo con elegancia. Casi un clásico inmediato.
La segunda aventura es más breve, sólo dos episodios a cargo del maestro David Lapham. Esta también tiene mucho ritmo, excelentes dibujos, unos diálogos afiladísimos y elementos muy originales, sobre todo en la resolución. El problema es que el verosímil se rompe cuando la trama empieza a girar cada vez más en torno a un personaje inexplicable, una mini-persona de 45-50 centímetros de altura, como un muñeco viviente, que parece un capricho bizarro de Lapham y que hace demasiado ruido. Reemplazalo por un enano, o por un mutante que se achica… no sé, así explicado, el personaje de Buggit no me cerró para nada.
Y cierra un arco de tres episodios donde lo que menos importa es el verosímil. Es un vale todo pochoclero, de acción, persecuciones, explosiones, tiros, piñas y patadas al palo, en el que Jimmy Palmiotti propone locaciones y climas que no tienen mucho que ver con lo que normalmente vemos en los comics de Daredevil. Acá hay sol, caribe, chicas con poca ropa, chistes con doble sentido… y lógicamente el Cuernitos juega bastante de visitante. Lo más interesante es cómo Palmiotti trata al personaje de Misty Knight. Y bastante digno lo del dibujante, Thony Silas, a quien no conocía. Es una mezcla entre Mike Wieringo y Chris Sprouse, no muy original, pero muy suelto, muy plástico, con muchas ideas y muchas variantes para llevar al papel el vértigo y la acción desenfrenada que propone el guión.
Básicamente, entonces, tenemos una historia que si se editaba por sí sola (como graphic novel, ponele) seguro ganaba premios o al menos un lugarcito en el corazón de los fans de DD, seguida por otras dos que no son desastrosas, pero que claramente no están a la altura. Si sos incondicional de Daredevil, o de Lee Weeks, que no se te escape. Si no, la verdad que no hace falta.
No puedo cerrar la reseña sin abrazar desde acá a los familiares y amigos del querido Diego Cortés, guionista, poeta, editor de muchos libros de los que vimos en este espacio e incluso de los libros que recopilaron las primeras 365 reseñas del blog. Con apenas 39 años, se fue un verdadero paladín de la historieta argentina, un gran talento y un gran amigo al que vamos a extrañar muchísimo.