el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 31 de enero de 2015

31/ 01: LOS MAS VENDIDOS DE ENERO

Como cuento siempre, Enero suele ser un muy buen mes a nivel ventas, aunque las editoriales rara vez lo tengan en cuenta a la hora de programar lanzamientos atractivos. Y este Enero no fue la excepción. El único hitazo fue uno que se anunció para Diciembre y terminó por salir en Enero, con excelentes resultados, ya que el mes pasado tendría que haber competido con otras novedades muy fuertes, y este mes se colocó con total holgura en el primer puesto.
Así quedó el ranking de los 10 más vendidos:

1) Hijitos de Puta (Llanto de Mudo)
2) Acero Líquido (Loco Rabia/ Belerofonte)
3) Gaturro Vol.23 (De la Flor)
4) Colder (Llanto de Mudo)
5) Tortas Fritas de Polenta (La Duendes)
6) Macanudo Vol.11 (Común)
7) Escuela de Monstruos Vol.5 (Pictus)
8) Tristeza (Llanto de Mudo)
9) Aloha (Loco Rabia/ Belerofonte)
10) Los Autómatas del Desierto (Historieteca)

Además de Hijitos de Puta, el otro título que se esperaba para Diciembre y terminó por salir en Enero fue la reedición de Aloha, que se ubicó en el noveno puesto. De los lanzamientos de Diciembre, cuatro lograron mantenerse un mes más entre los 10 más vendidos. Y como pasa siempre que escasean las novedades gancheras, se cuelan en el ranking algunos long-sellers, títulos que desde que salieron mantienen un muy buen nivel de ventas, aunque no siempre alcance para entrar al Top Ten. Es el caso de Gaturro, por ejemplo, o de Tortas Fritas de Polenta, dos éxitos que no dejan nunca de venderse bien. Incluso este mes apareció Tristeza, un lanzamiento que en cuando apareció no logró ventas demasiado espectaculares, porque coincidió con la salida de un montón de títulos más, que acapararon el interés de mis clientes. Ahora, con las aguas más calmas, los pedidos de este libro no sólo se mantienen, sino que han crecido y pinta para sumarse a la lista de los long-sellers de Llanto de Mudo.
Para Febrero, de nuevo se viene un panorama de pocos lanzamientos, esta vez con las expectativas puestas en el primer recopilatorio de Las Aventuras de Pi-Pío, el libro de la editorial Común dedicado a la obra del legendario Manuel García Ferré. El precio parece medio desorbitado ($ 435 por 200 páginas) pero tengo la sensación de que muchos fans igual lo van a apoyar de forma incondicional.
Y si llegan pocos pedidos de las comiquerías, o si estas poquitas novedades que se anuncian se atrasan y salen en Marzo, por lo menos en Febrero hay varios eventos, como para ir con mi mesita, venderle directamente al público y redondear una facturación más o menos decente. Veremos qué sucede.

viernes, 30 de enero de 2015

30/ 01: KA-ZAR Vol.1

Vamos en otro flashback, ahora a los ´90. Esta serie tenía muy buena pinta cuando salió, pero yo estaba tan enojado con Marvel por haber rajado a Mark Waid y Ron Garney de Captain America, que juré no comprar nada de esa editorial hasta que esos autores volvieran a esa revista. Eso sucedió a principios de 1998, y hasta esa fecha no compré absolutamente nada de Marvel. Ni siquiera Ka-Zar, también con Waid al frente de los guiones. Muchos años después vi los dos tomos recopilatorios a muy buen precio, y acá están.
La verdad que, por lo menos en estos primeros episodios, las aventuras no son nada del otro mundo. Lo que hace atractiva la lectura es lo otro: esa magia que hace Waid para darle a la serie un tono de sit-com, de comedia costumbrista, a través de diálogos muy logrados y de un trabajo excelente en las caracterizaciones de Ka-Zar y Shanna. La dinámica entre ellos (y Zabu) sostiene el interés, incluso cuando las aventuras son “más de lo mismo”, o cuando se enfrentan a peligros que ningún tipo o mina sin poderes (y con escasa vestimenta) podría llegar a superar. En sólo siete episodios, Waid mueve a los protagonistas por dos escenarios muy distintos, como son la Tierra Salvaje y la ciudad de Nueva York, y traza un paralelismo bastante ingenioso entre ambas.
La gran falla, me parece, está en las peleas y los villanos. En los primeros tres números, todo pasa por Gregor, un sicario pulentoso a las órdenes de Parnival, el hermano de Ka-Zar. Después van contra el propio Parnival, después hay dos números de una pelea larga y predecible contra Rhino y para el final, más sicarios de Parnival, que además está entongado con el propio Thanos. Sí, en el Vol.2 Ka-Zar se va a enfrentar a Thanos. Un disparate.
El tomo incluye también el número -1 de Ka-Zar, en el que Waid comparte la autoría con Todd Dezago y el ignoto Andy Jozefowicz. Para mi sorpresa, es un número redondísimo, que no quería que se terminara nunca. El repaso por el origen de Ka-Zar le agrega tanta sustancia a este clon de Tarzan a priori chatísimo, que me hubiese gustado que se extendiera a toda una saga, un Ka-Zar: Year One, con más espacio para indagar en el padre de los hermanos Plunder, en la rivalidad entre ellos y en los años formativos del rubio en la Tierra Salvaje.
Las 22 páginas del número -1 están dibujadas por John Cassaday, antes de que se convirtiera en estrella. Acá ya se le nota la pasta de campeón, y se valora sobre todo la formación académica, la elegancia, los huevos para ir en contra de la estética que hegemonizaba los comics mainstream de mediados de los ´90, que de elegante no tenía un carajo. No es exactamente el Cassaday que va a triunfar unos años después en Planetary, pero para ser un pibe que jugaba de suplente en un título tercerón de Marvel, era sumamente promisorio. También hay un número del arquito contra Rhino dibujado por Pino Rinaldi, una especie de Claudio Castellini de la B que aporta muy poco.
Y en los otros seis episodios lo tenemos a Andy Kubert, en la época en la que todavía dibujaba seis números de una misma serie. Lo de Kubert es muy raro. Se nota que es un excelente dibujante, que tiene un gran manejo de la composición, que sabe dibujar fondos, que sabe elegir cuándo NO dibujarlos, que maneja muy bien las expresiones faciales, que la rompe dibujando animales reales y fantásticos, y que es imbatible a la hora de coreografiar escenas de acción bien zarpadas, con mucho impacto. Sin embargo, para descubrir estas virtudes, hay que revolver por debajo de la superficie de un comic que, a simple vista, es una porquería noventosa más. Lo primero que ves, lo primero que te llama la atención, son esas musculaturas recontra-exageradas, ese esbirro de Parnival que parece diseñado por Mike Deodato, Marc Silvestri o cualquier otro dibujante horrendo de esa época, las patas larguísimas de Shanna, los escorzos forzados, las escenas en las que sólo se ve cuerpos cuasi-grotescos enfrascados en combates intrascendentes, sin un puto fondo, sin un puto clima, sin más que músculos trabados y dientes apretados. Después, si le prestás atención, ves que por detrás de esos artificios tan repulsivos, hay un gran dibujante que claramente elige hacer eso porque es lo que vende, no porque no sabe hacer otra cosa.
Si sos fan de este héroe impulsivo y calentón, o de su hermosa y mucho más sensata esposa, o de su carismático tigre dientes de sable, internate en esta serie y descubrila, aunque sea de esa época en la que los comics de Marvel eran radioactivos y si había cuatro series dignas, era mucho. Tenés como gancho extra el condimento de la comedia, muy bien piloteada por Waid, y a Andy Kubert tratando de darnos lo mejor que podía ofrecer el pochoclo noventoso post-Image.

jueves, 29 de enero de 2015

29/ 01: SALAMANCA: ANDANZAS DEL MALEVO

Otra vez empiezo la reseña sacando cuentas y otra vez no me gusta el resultado. Un libro de 76 páginas en las cuales sólo 56 son de historieta, me da un despropósito. ¿Hacen falta VEINTE páginas para que nos demos cuenta de que los cuatro relatos son autoconclusivos y tengamos una data básica acerca de la publicación y sus autores? Yo soy de los que creen que no, que eso se podía hacer en ocho páginas y redondear el librito en 64. O dejarlo en 76 y meter una quinta historieta de ocho o diez páginas. Por lo menos esta vez, cuando aparecen palabras del lunfardo antiguo, en vez de una página de glosario hay llamaditas dentro de los globos, con las explicaciones en la parte inferior de las viñetas. Es un avance, sin dudas.
Vamos a las historietas, sin más franeleo previo. La primera abre muy bien, con una muy buena secuencia muda, y después se pincha. Es que el argumento que propone Valentín Lerena ya lo leímos 15 mill veces. Hay que dejar de escribir historias de putas y proxenetas por lo menos cinco años. Lo más rescatable de esta es el clima, bien dark, bien sórdido.
La segunda me gustó mucho. Es una historia cortita, sencilla, que en sólo ocho páginas pega dos giros impredecibles. Me animo a decir que es un guión que le hubiese gustado escribir a Carlos Trillo. Y si bien en las cuatro historietas hay algún error ortográfico y varios problemas con los signos de puntuación (por no hablar de una tipografía con menos gracia que un desalojo), acá hay un vuelo lírico por parte de Lerena que se complementa muy bien con un planteo supuestamente de crimen, violencia y sangre.
A la tercera, o le sobran páginas, o llega muy tarde la explicación de por qué el Malevo hace lo que hace. Es una aventura intensa, con mucho ritmo, con lindas vueltas de tuerca y muchísimas excusas para mostrar corchazos, cuchillazos y trompadas, pero en la que el lector está en bolas hasta la página 15, y son 18.
Y como me pasó hace un par de semanas con el libro de la Hechicera, la mejor historia llegó al final. Las 20 páginas de El Puntero merecían convertirse en una novela gráfica, o por lo menos en un álbum de 46 páginas al estilo francés. Hay muchísimos momentos en los que se podría agregar contenido al guión para estirarla, y los personajes son tan ricos que se lo recontra-bancarían. Lo más interesante de esta historia (a la que, repito, le sobran los logros) es el trabajo de Lerena para recrear un aspecto poco explorado en las historias de orilleros de la Buenos Aires de hace 100 años: el socio-político. Acá, además de duelos de facones, piñas y tiros, hay una indagación muy interesante en tópicos como el fraude electoral, la incipiente organización sindical y el contraste obsceno entre la vida de la gente humilde y la de la oligarquía que tenía todo bajo control.
Esta historia, además, es la que transmite con más fuerza esa impronta trágica, fatídica, que impregna a todas las andanzas del Supay (que así se apoda el malevo) y que me hizo acordar bastante a los cuentos de Jorge Luis Borges que comparten esta misma ambientación. Cuando la tragedia está tan bien contada como acá, uno no extraña ese humor sarcástico tan atractivo que mostrara Lerena en Yuta Noir, y que acá no aparece ni por casualidad.
Del dibujo de Roberto Fontana no hay mucho para agregar respecto de lo señalado en otras oportunidades: muchas buenas ideas en la narrativa, un claroscuro fuerte, un expresionismo casi salvaje, una excelente integración de la referencia fotográfica, y algunas cosas raras en la anatomía, que lo alejan del estilo académico al que cada tanto se esfuerza por volver.
Me queda por reseñar un librito más de Salamanca, y me sigo preguntando si hay alguna conexión que yo (por boludo) no logro pescar entre el Malevo, la Hechicera y el Rastreador, que es el protagonista del tomo que queda pendiente para el mes que viene.

miércoles, 28 de enero de 2015

28/ 01: EX MACHINA Vol.9

Uh, cuánto hacía que tenía colgada esta serie! Desde el 23/10/12 que no pasaba a visitar a Mitchell Hundred, el ex-superhéroe convertido en intendente de New York. Quizás la prolongada absitinencia haya contribuído a que este tomo me haya parecido espectacular, muy por encima de lo que yo esperaba de esta gran serie de Brian K. Vaughan.
Empezamos con un unitario 100% meta-comiquero, en el que Vaughan y Tony Harris “audicionan” para que Hundred los contrate para contar sus vivencias en forma de novela gráfica. El personaje (de reconocida pasión por los comics) y los autores (que trabajan de hacer comics) se encuentran, comparten un mismo nivel de realidad, y hablan de Morrison, de Bendis, de Paul Levitz, de Bryan Hitch, de Brad Meltzer, de Y the Last Man, de Starman, de Vertigo… Es un episodio muy tranqui pero muy ganchero y el giro del final (con Garth Ennis y Jim Lee como ganadores) es muy gracioso.
Después viene otro unitario, dibujado por John Paul Leon, realmente brillante. El editor de un diario que vive tirándole mierda a Hundred aparece muerto, y el asesino dice haber sido mandado por el intendente. El ex-superhéroe va a tener que estar más afilado que nunca para resolver este despelote, que además le sirve a Vaughan para hablar de energía limpia, reciclaje y demás banderas históricas de los movimientos ecologistas.
Y para el cierre, el arco más extenso, que es el que da título al libro. Es tiempo de definiciones, porque el próximo tomo será el último, y acá Vaughan sale a cerrar plots a ocho manos: Hundred empieza a revelar cómo va a seguir su carrera política, el complot entre January y Kremlin pega el zarpazo y –lo más importante- se producen impactantes revelaciones acerca del origen de los poderes del intendente, revelaciones que involucran además a su antiguo archi-enemigo Pherson y a un par de personajes sumamente poderosos. Sobre el final, Hundred logra controlar un in crescendo de kilombos, pero no sin acumular dudas acerca de sus poderes, sus aliados y hasta de sus convicciones. Todo apunta a que el Vol.10 nos va a ofrecer un final realmente impactante. Por suerte lo tengo ahí, pidiendo pista.
Como siempre, lo más flojo de Ex Machina son los constantes y muchas veces innecesarios flashbacks a los años en los que Hundred combatía el crimen con su traje de Great Machine y su jetpack. Si –como a mí- te interesa que el comic se meta a fondo en temas que tienen que ver con la política, con el gobierno, con el poder, seguramente te va a parecer que todas esas escenas, a la larga, restan más de lo que suman. Entiendo que en los primeros tomos tuvieran que estar, para funcionar de anzuelo, de engaña-pichanga para los giles que no te compran un comic si no hay muchachones disfrazados repartiendo trompadas. Pero a cinco episodios del final, me parece difícil que piquen los que todavía no picaron.
Casi todo el tomo está dibujado por Tony Harris, el titular indiscutido de la serie, en ese estilo tan limpito, tan careta, que a mí no me termina de convencer. Es buenísimo, obviamente, pero a mí me gusta el Harris más dark. Esta vez, además, hay muchas, muchas páginas en las que no me dibuja un puto fondo y eso me subleva bastante. También hay que decir que en las últimas páginas, el guión propone un cambio de clima bastante extremo y Harris responde con enorme jerarquía. Lo de Jim Lee son dos páginas, es un chiste que no resiste mucho análisis. Y las 32 páginas de John Paul Leon son un lujo, por ahí con la referencia fotográfica menos integrada al grafismo del ídolo que en otros trabajos, pero con un excelente manejo del claroscuro, rostros y cuerpos muy expresivos y un increíble repertorio de recursos narrativos para darle onda y emoción tanto a las escenas de acción como a las de “talking heads”.
Esto venía bien y se puso muy, muy bien. Queda poco espacio y muchas cosas para resolver, y seguramente lamentaremos que Vaughan no haya desarrollado más a fondo a algún personaje secundario interesante para mostrarnos peleas intrascendentes de cuando Hundred era superhéroe. Pero queda lo más importante, que es un comic que, sin cagarse en las convenciones del mainstream, se animó a meterse con varios temas muy espesos y a encararlos con una cintura que ya envidiaría más de un político.

martes, 27 de enero de 2015

27/ 01: EL TESORO DE RACKHAM EL ROJO

Este álbum de Tintín, originalmente creado por Hergé en 1943, resultó ser desde su aparición en álbum (1944) en uno de los episodios más exitosos de toda la serie del aventurero del jopito. Y desde que la película de 2012 tomó buena parte de su argumento, se convirtió en uno de los álbumes de lectura obligatoria para las nuevas generaciones de fans de Tintín.
Yo, que me jacto de llevar siempre la contra de lo que opinan las mayorías, me atrevo a decir que es el que tiene el guión más choto. Te resumo el argumento: Tintín y Haddock van a buscar un tesoro y lo encuentran. Fin. No hay conflicto, no hay villanos, hay apenas peligros mínimos, fácilmente sorteables por los héroes. Recién cuando faltan cinco páginas para el final, hay un giro interesante en la trama, que tampoco involucra peligros ni enemigos. Simplemente les cae la ficha de que estaban buscando el tesoro en el lugar equivocado. Esas últimas cinco páginas tienen una inconsistencia mayúscula (Hergé resuelve en una viñeta el problema de cómo puede conseguir Haddock la guita para comprar el castillo de Moulinsart) pero son las más atrapantes, las menos predecibles y las que cierran de modo satisfactorio una saga (iniciada en el álbum anterior, que vimos el 03/12/12) que en este álbum se va a pique muchas veces.
A la falta de un conflicto fuerte hay que sumarle otro elemento que opaca muchísimo al guión: acá hace su primera aparición el Profesor Tornasol, quien tiene un rol muy destacado en esta historia. La “gracia” de este personaje es que es más sordo que una tapia y entiende lo que se le canta. Cada diálogo es un juego de palabras absurdo, en el que le dicen una cosa y él responde otra que no tiene nada que ver, porque oye para el orto. Eso puede ser gracioso una vez, o dos si tenés menos de 10 años. No 15 veces. Hergé debe haberse convencido de que esto era realmente muy cómico, y así es como todo lo que suman Haddock o Hernández y Fernández, lo resta Tornasol, a quien yo quería ver muerto para la página 12, más o menos. Sin esa pelotudez de la sordera, Tornasol sería un golazo, porque evidentemente su inventiva abre un montón de posibilidades en materia de aventuras, y Hergé las va a aprovechar al mango. Pero cada vez que aparece en escena, te dan ganas de dejar de leer los globos de diálogo.
Al no haber peligros grossos ni villanos que intenten interponerse entre los héroes y su objetivo, las peripecias tienen que ver con tropiezos, accidentes, boludeces que casi siempre van para el lado de la joda. La más graciosa, lejos, es la del principio, cuando una legión de avechuchos invade el departamento de Haddock para exigir su parte del tesoro de Rackham el Rojo. El resto es, básicamente, más de lo mismo: slapstick efectiva, amenazas low-fi y un arsenal inagotable de pretextos medio frutihortícolas para que Tintín zafe de todo.
Al igual que El Secreto del Unicornio, El Tesoro… se editó originalmente en un diario, a razón de una página por día, con lo cual Hergé no tenía tiempo de romperse tanto el culo en los fondos como en otros álbumes. Acá el nivel del dibujo es excelente, pero no está todo ese festival del detalle en los fondos, que era un rubro en el que Tintín le sacaba mucha diferencia a otras historietas de esa época. Lo que sí está y se disfruta muchísimo es la narrativa, siempre eficaz, por momentos hipnótica, que caracterizaba al Hergé de esta época.
Cierro con un detalle menor: una viñeta de la página 58 nos da la pauta de que esta aventura transcurre en el verano boreal de 1941. Sin embargo, no se hace la más mínima mención a que, para esa fecha, Bélgica había sido ocupada por el Tercer Reich. Obviamente, hacerse cargo de una cosa así hubiese restado verosimilitud al hecho de que un barco belga como el Sirius pudiera navegar libremente con rumbo a América, que es donde las coordenadas que maneja Haddock parecen situar al Unicornio. Y además, si Hergé mostraba a los nazis, o los tenía que pintar como villanos, o como una fuerza de ocupación pacífica y copada. Claramente, ni una cosa ni la otra convenían a sus intereses.
Si te enganchaste mucho con El Secreto del Unicornio, seguro vas a querer leer El Tesoro… Si venís siguiendo la serie, también es relevante, porque acá están la primera aparición de Tornasol y la llegada de Haddock y Tintín a Moulinsart. Pero la verdad es que no estamos frente a una gran historia y todo lo bueno que pasa en la historieta, pasa mejor y más flashero en la película.

lunes, 26 de enero de 2015

26/ 01: TOP 10 Vol.2

De nuevo me encuentro con un montón de situaciones que no recordaba en lo más mínimo, pese a haber leído esta serie en su momento cuando salió en revistitas. Creo que me cebaba demasiado mirando los fondos para descubrir a los personajes conocidos (del comic, la animación y las películas) que hacen cameos en Top 10, mínimamente camuflados para que parezcan ciudadanos de esta increíble Neopolis. Eso es un lindo entretenimiento, pero la verdad es que las tramas que urde Alan Moore en este segundo tomo son tan atractivas que se puede dejar el jueguito para una segunda lectura.
Estos cinco episodios finales me gustaron más que los primeros, por varios motivos: ya estaban presentados los personajes y la dinámica entre ellos, con lo cual hay más espacio para que pasen cosas. Y encima pasan MUCHAS cosas, algunas realmente relevantes. Hay revelaciones impactantes, sacudones fuertes que cambian grosso el status quo de la serie, puntas que Moore apenas explora, ideas tiradas a la marchanta con la generosidad de los grandes, y mucho oficio para que cada episodio plantee y resuelva una trama, más allá de que los cinco episodios están entrelazados y hay que leerlos sí o sí en este orden.
Si (como a mí) te hacía ruido que el Mago escribiera un comic en el que los canas son los buenos, quedate tranquilo. Como decíamos la vez pasada, el autor no se mofa ni de la policía ni de los superhéroes, pero en este tomo queda claro que no renunció a sus banderas anti-autoritarias y a su habitual discurso contra los poderes establecidos. Después de un primer tomo en el que los canas de Top 10 se enfrentaban a monstruos y villanos dentro de todo convencionales, esta vez las amenazas más complicadas resultan provenir de las altas esferas del poder, aunque no quiero dar muchos datos para no spoilear. Y las amenazas menores están muy bien logradas en términos de originalidad y de intensidad dramática. El primer episodio del tomo (el más unitario de todos) en el que Peregrine explora las consecuencias de una teleportación doble y simultánea con nefastas consecuencias para los viajeros, parece una historia sencilla, casi una anécdota menor en el contexto general de la trama; pero Moore le pone tanta humanidad, hace que el lector sienta todo tan real, tan vívido, que termina por ser una historia de esas que te marcan y no te podés olvidar nunca (a menos que seas un enfermo como yo, que la leí hace 15 años y sólo me acordaba el cameo de Dream y Nightmare).
Otra consecuencia derivada de que los personajes ya estaban presentados es que ahora sí, no necesitamos a Toybox para que nos introduzca en este mundo. Eso le permite al Mago intensificar el muy logrado reparto de protagonismo entre todo su elenco, e incluso ampliarlo para darle bola a personajes que en el Vol.1 casi no figuraban, para presentar a un personaje nuevo muy interesante (Joe Pi, una especie de robot de los Shogun Warriors) y para indagar un poco más en la personalidad y las motivaciones de los villanos. Por ahí pasa el principal upgrade entre este tomo y el anterior.
El dibujo, en cambio, no presenta mayores cambios. La dupla conformada por Gene Ha y Zander Cannon está muy afianzada y resuelve con solvencia desafíos muy jodidos que les impone el guión. Las escenas de acción, las escenas de diálogo, esas tomas panorámicas repletas de detalles microscópicos y geniales (que algunos –supongo- se le habrán ocurrido a los dibujantes), todo está impecable. Y en el episodio en el que King Peacock viaja a la realidad alternativa en la que nunca cayó el Imperio Romano, Ha y Cannon dan cátedra de arquitectura, vestuario y demás rubros que tienen que ver con una recreación de época absolutamente brillante, porque además del rigor histórico está el juego de los superpoderes, que involucra a héroes, a personajes mitológicos y –ya que estamos- a Astérix y Obélix.
Banco muchísimo a Top 10, me fue ganando de a poco y ya la considero fundamental. Me queda para leer más adelante la precuela, y prometo más Alan Moore muy pronto, acá en el blog.

domingo, 25 de enero de 2015

25/ 01: RONDA NOTURNA

Hacía bastante que no comentábamos historieta brazuca, no? Bueno, vamos con esta especie de novela gráfica, a cargo de autores jóvenes a los que no conocía, pero que me gustó como para comprarla.
La estructura está buena: un pibito y un veterano curtido, que tiene mucha calle y mucha parla, recorren el barrio más oscuro, más denso de la ciudad. Y el veterano le cuenta al nene tres historias de terror que todas tienen que ver con una casa antigua y medio venida a menos y con una anciana, que en realidad es una bruja re-heavy y re-jodida.
Las secuencias del pibe y el viejo tienen un equipo creativo y cada una de las tres historias le abre en el juego a otros dibujantes. Pero lo más interesante es que las tres historias están vinculadas entre sí al estilo Sin City, es decir que los personajes se cruzan, el que es protagonista de una es secundario en la siguiente, y todo da la sensación de estar sucediendo al mismo tiempo. Lo cual le suma tensión y extrañeza a tres relatos en los que el principal atractivo es el clima, sombrío, opresivo, ominoso al borde de la asfixia.
Las secuencias de enlace están co-escritas por Carlos Lemos y Pedro Felicio, y dibujadas por Olavio Costa, un muy buen dibujante con un gran manejo de las expresiones faciales y un laburo increíble con las tramas mecánicas, que parecen estar vivas. Sus fondos son fotos mínimamente retocadas, pero en estas historias es importante que el barrio se vea muy real, por eso es válido el recurso. La primera historia combina una onda extraña, de suspenso, de misterio a desentrañar, con un final tremendamente violento, a todo gore. La escribe Carlos Lemos y la dibuja Alcinar Frazao, otro autor de estilo muy realista, muy pendiente de la foto, que levanta el puntaje con un muy buen manejo del claroscuro. No es nada que no hayamos visto 1000 veces en cualquier historieta de estilo realista, pero está bien.
La segunda historia es un thriller psicológico, menos violento que la anterior, pero también muy inquietante. El guión y el dibujo corren por cuenta de Dalts, un dibujante quizás menos correcto que Frazao, también muy realista y con una técnica muy atractiva para sombrear, basada en puntitos muy chiquitos, algo que los maestros Howard Chaykin y Eduardo Risso intentaron allá por los ´80 y después lo dejaron porque era mucho kilombo. Para mi gusto, Dalts está demasiado apegado a la referencia fotográfica, y si no es un Juan Carlos Flicker del montón es por esto que señalaba recién de los puntitos. Como él mismo se escribe el guión, se exige pocos cuadros por página para que se luzca a pleno el dibujo, y lo logra sin que se resienta la narrativa, lo cual está muy bien.
La tercera historia es la que tiene el guión más predecible y la única que está estirada para que dure 32 páginas. Está co-escrita por Dalts y Pedro Felicio y dibujada por F3D, otro autor de línea muy realista, muy pegadito a la foto, pero con mucha más elegancia que sus colegas. F3D es casi un Takehiko Inoue occidental, una bestia que no se guarda nada. Y como además maneja un montón de recursos narrativos, logra que la historia resulte atrapante e intensa aunque resulte obvio que daba para muchas menos páginas.
En fin, un lindo producto, una historieta bien de género sin más ambiciones que hacerte pasar un buen rato a fuerza de sustos, pesadillas y mitos urbanos que –para desgracia de los personajes- resultan demasiado reales y demasiado sangrientos. Si querés leer historias de terror bastante originales, con giros impredecibles, ambientación urbana bien dark y color latinoamericano, fijate si alguien que viaja al Coloso de Sudamérica (por vacaciones o negocios) se copa y te trae este libro.

sábado, 24 de enero de 2015

24/ 01: INFERNAL MAN-THING

Qué lástima no saber una goma de psicología, para poder analizar más a fondo esta obra. Pocas veces me encontré con un comic en el que el autor desnude tan brutalmente su psiquis y explore tan a fondo los conflictos que la atormentan. Esto es casi un manifiesto escrito en la cornisa por un trastornado que se está por tirar del piso 17.
Y además es un cacho de mitología comiquera, porque se trata de una historieta escrita por Steve Gerber alrededor de 1985 y que sufrió todo tipo de complicaciones. Arrancó, se frenó, se cajoneó y se reactivó 150 veces, hasta que finalmente en 2012, con Gerber ya fallecido, el lentísimo Kevin Nowlan entregó estas 54 páginas. De haberse lanzado en los ´80, Man-Thing habría sido una novela gráfica, de las muchas que editaba Marvel en aquel entonces. Ahora, en cambio, se les ocurrió fraccionar la historia en tres “capítulos” de 18 páginas y publicarlos primero como tres comic-books. Para la edición en TPB, 54 páginas eran muy pocas, por eso se incluye –acertadamente, porque el guión de la novela gráfica funciona como secuela de ese episodio- el n°12 de la serie original de Man-Thing, que data de 1974.
Ese clásico unitario, dibujado por John Buscema y Klaus Janson, se veía mucho mejor en el Essential, en blanco y negro. A color por momentos provoca náuseas. Lo cierto es que el guión es una genialidad de Gerber, muy al límite de lo publicable en 1974. Como en tantas aventuras de esa época, todo se centra en un personaje muy humano, muy creíble, cuyos dramas se exploran a fondo. Esta es la historia de Brian Lazarus (cuya vida tiene muchos puntos en común con la del propio Gerber) y Man-Thing tiene un rol poco trascendental, no puede no estar, pero parece un intruso en su propia revista.
En la novela gráfica eso se nota mucho más. Man-Thing está pintado al óleo, nada de lo que hace influye en lo más mínimo en el desarrollo de la trama, en la que todo pasa por la turbulenta psiquis de Brian Lazarus. También es mucho más evidente el vínculo entre este personaje y el autor: cada dato que da Lazarus acerca de su vida y su trabajo coincide milimétricamente con la biografía de Gerber, lo cual te pone muy nervioso, porque Lazarus está mentalmente detonado, en un nivel de esquizofrenia tan avanzado que le permite ser –al mismo tiempo- el héroe y el villano de esta historia.
Como te imaginarás, el guión es raro, pasan un montón de cosas inexplicables, validadas por ese juego de paralelismos entre lo que pasa en “la realidad” y lo que pasa en la mente de Lazarus. Además, como en todo esto es muy importante el hecho de que este tipo es escritor, Gerber le da muchísima importancia al texto y mete diálogos, extractos de los escritos de Lazarus, relato en off y hasta canciones de un nivel literario impresionante. El ritmo de la novela es muy dinámico, con sacudones muy impredecibles y un final un poco precipitado, como si Gerber hubiese advertido de golpe que se la acababan las páginas y tenía que rematar. El mayor mérito, la cuota de incuestionable genialidad, está claramente en la construcción de Brian Lazarus como personaje de ficción y a la vez como catalizador de mucho de lo que Gerber pensaba y sentía en la realidad.
Supongo que esta novela gráfica convertida en miniserie debe haber vendido poquísimo, pero si vendió algo, seguramente hay que atribuírselo a la presencia de Kevin Nowlan al frente de la faz gráfica. Producir poquísimas páginas por año tiene sus ventajas: cuando publicás algo, sea lo que sea, TODOS tus fans te lo compran sin chistar. El trabajo de Nowlan en esta saga es muy, muy notable. Arma una grilla de cuadros muy clásica, que rompe cada tanto para obtener efectos muy puntuales, y esto le permite controlar muy bien el flujo de la narrativa. A pesar de que Gerber no se priva de nada a la hora de meter textos, Nowlan encuentra espacio para que su dibujo se luzca en todo su esplendor. Además colorea todo él mismo, supongo que con técnicas analógicas, y acá saca una diferencia enorme. Nowlan combina su linea finita y elegante con un color lleno de matices muy sutiles, muy logrados, que me hicieron acordar a algunos trabajos de Miguelanxo Prado, especialmente a Quotidianía Delirante. Cuando aparecen los dibujos animados (sí, hay dibujos animados) Nowlan los retrata con colores planos y logra un contraste muy interesante. Y a Man-Thing lo dibuja con más volumen, más masivo, en una onda más Richard Corben. El resultado es exquisito.
Supongo que si sos fan de Gerber, Nowlan o Man-Thing ya tenés este librito, pero si no sos fan de ninguno de los tres y querés leer una historia zarpadísima, en las fronteras de la demencia, con bajada de línea social, con dramas, conflictos y patologías muy reales y muy intensas, excelentes diálogos y un dibujo de la hiper-concha de Dios, también te lo recomiendo.

viernes, 23 de enero de 2015

23/ 01: NOCHES BLANCAS

Esta es una breve novela gráfica originalmente realizada en los ´90, cuando Marcelo Birmajer ya pisaba fuerte en el terreno de la literatura juvenil, pero todavía no estaba tan apartado del ámbito de la historieta como en la actualidad, en la que ya prácticamente no escribe historietas (ni sobre historietas). Agotada durante muchos años, Colihue la relanzó en 2014, para que la descubra un público nuevo.
La consigna está buenísima: Matías, un chico de 12 años, no puede soñar. Lo que hace Birmajer con esa consigna, en cambio, me cerró mucho menos. El tono de la obra es de realismo mágico, así que no me voy a poner a enumerar la cantidad de veces en las que –en sólo 44 páginas- se rompe el verosímil. Lo cierto es que a partir de la página 11 ó 12 la historieta se convierte en una fumanchereada sin la más mínima pretensión de realismo, una seguidilla de pseudo-excusas para que Matías viva peripecias trepidantes, que supongo tendrán un cierto impacto en los chicos que se acerquen a Noches Blancas. Y después llega la hora de explicar aunque sea algo de todas las cosas raras que pasan en el libro y eso sucede dos páginas antes del final. La explicación es livianita, ambigua, a tono con el lirismo, con el vuelo general de la historia, y por supuesto no cierra todas las puntas. Pero termina bien, y eso siempre garpa.
Lo mejor que tiene Noches Blancas, para mi gusto, son los diálogos. Birmajer logra que los chicos hablen como chicos y los grandes como grandes, sin recurrir a malabares demasiado arriesgados. Todo suena real y normal, en un atractivo contraste con lo irreal de las peripecias que vive Matías. Que tienen algo muy rescatable: son ideas muy locas, pero muy lindas para ser dibujadas. Por ahí hay páginas y páginas en las que no pasa nada, o nada de lo que pasa aporta nada al avance de la trama. Sin embargo son secuencias muy lindas de mirar.
Eso es mérito de Huadi, el dibujante elegido para capitanear la faz gráfica, a quien conocía por sus dibujos y caricaturas en diarios y revistas, pero de quien no recuerdo haber visto otras historietas. Huadi tiene varios estilos, y acá trabaja en uno similar al de Patricia Breccia, pero más limpito, con menos líneas y menos tramas, porque está pensado para ser coloreado. El color, aplicado a mano con acuarelas, lápices y marcadores, está perfecto. Hoy se ve raro, porque uno ya se acostumbró a los efectos del photoshop. Pero dentro de lo que es la “old school”, es un excelente trabajo. La narrativa tiene ínfimos tropiezos, alguna que otra puesta complicada, en la que cuesta deducir el orden en que deben ser leídas las viñetas, y no mucho más. La gran mayoría del relato fluye muy bien, apoyado en un dibujo muy plástico, muy lindo, con muy buenas composiciones y muy buen criterio para elegir los ángulos.
Como sucedió con Transmundo, acá los diseñadores de Colihue complotaron para convencernos desde la portada de no comprar bajo ningún concepto este libro. Pero bueno, si lo abrís y le pegás una mirada, seguramente el dibujo de Huadi te va a interesar como para darle una posibilidad. Todavía no hice el experimento de darle Noches Blancas a mi sobrino de ocho años y medio, pero lo voy a intentar, a ver qué devolución me hace…

jueves, 22 de enero de 2015

22/ 01: TEN GRAND Vol.1

Acá tenemos otra de las muy buenas series de la Image actual, a la que quizás no se le dio toda la pelota que merece. Ten Grand estuvo parada un tiempito, pero los episodios siguen apareciendo (a veces un poco espaciados) y para el mes que viene ya se anuncia el segundo TPB. Los primeros cuatro episodios arrancaron con un Dream Team: guiones de J.M. Straczynski y dibujos de Ben Templesmith. Pero en un momento, el glorioso artista austarliano tildó y dejó de responderle los mails al guionista, dejó su cuenta de twitter, abandonó su blog… virtualmente cortó la comunicación con el mundo. A tal punto que Straczynski se calentó y le avisó a través de los medios de prensa que estaba afuera de la serie, y que su reemplazante sería C.P. Smith, a quien vimos allá por el 30/05/13 al frente de la faz gráfica de The Programme. Este tomo ofrece cuatro episodios dibujados por Templesmith y dos por Smith (se nos cayó el Temple).
Alguien elogió a Ten Grand con la frase “llena el agujero que nos dejó Hellblazer” y la verdad es que coincido muchísimo. Esto es un toquecito más cabeza que Hellblazer, porque en casi todos los episodios hay tiroteos, piñas o ambas cosas. Pero sin dudas va para ese lado y va muy bien. La historia combina mugre urbana, la sordidez del submundo de los asesinos a sueldo, con un complejo entramado de ángeles y demonios, de almas cautivas, de gente que resucita una y otra vez en busca de la redención, o simplemente del amor. A las clásicas roscas entre el Cielo y el Infierno acá se suma un protagonista humano, muy heavy, que sabe mucho de estos temas y tiene un arsenal místico bastante considerable. Joe Fitzgerald fue un sicario al servicio de un capo mafioso, hasta que su esposa fue masacrada y recibió una oferta de los ángeles: cada vez que muera por una causa noble, podrá compartir cinco minutos con su mujer y luego volver a la vida.
Pero lo cierto es que, a pesar de lo atractivo de la consigna, pensada para estructurar una larga serie de episodios, Straczynski pega el volantazo muy temprano y para el final del cuarto episodio, manda a Joe al Infierno a buscar el alma de su mujer. En seis capítulos, las veces que lo vemos morir para ayudar a un inocente son… una sola, sobre el final de un arco muy intenso, muy ganchero, que combina perfectamente la escencia del hard boiled con la machaca sobrenatural. Ojalá la serie retome ese planteo y veamos a Joe tratar de resolver otros casos vinculados al misticismo para morir, ver a Laura y resucitar.
Lo mejor de este primer TPB son, por un lado, los diálogos: afilados, zarpados, muy graciosos, con muchísima onda. Y por el otro, la magia que tira Straczynski para mechar en medio de todos estos despelotes unos flashbacks formidables al pasado del protagonista, cuyo camino al Infierno empieza a los 13 años, cuando boletea a sangre fría a… no te lo puedo contar. Cada vez que puede, el guionista nos revela algún momento más del pasado de Joe y son todas escenas tremendas, que nos revelan a un personaje oscurísimo, cuya única virtud es el genuino amor que siente por su mujer.
El trabajo de Ben Templesmith en los cuatro episodios que dibuja es realmente brillante. A su habitual talento para el expresionismo pasado de rosca, acá agrega un cuidado poco frecuente en los fondos y en el arma de Joe, que se ve sumamente realista, mientras que los dedos que la sostienen a veces son un alambre retorcido, un garabato a mano alzada de esos que tan bien le quedan al australiano. El color es alucinante, lleno de matices, de texturas, perfecto para enfatizar los climas jodidos por los que transcurre el relato. Los demonios, los fantasmas, las explosiones, los tugurios inmundos… todo está fantásticamente bien dibujado. Y cuando llega C.P. Smith, llega con una sorpresa, porque despliega un estilo que se parece poco a lo que habíamos visto en otros trabajos suyos. Acá el autor se juega todo a la paleta digital, a lograr efectos zarpados de iluminación, texturas raras, volúmenes y demás yeites con técnicas 100% digitales. Y le queda muy bien, primero porque se despega bastante de la manada de los Juan Carlos Flicker, y después porque estos experimentos locos le salen muy bien. Obviamente desaparece ese clima espeso, ominoso, de “se pudrió todo” tan presente en las páginas de Templesmith. Pero el arte de Smith transmite otras sensaciones, que también pegan fuerte.
Si eras fan del Hellblazer de Garth Ennis, Ten Grand te va a asesinar. Straczynski y sus dibujantes nos cerraron el orto a los que creíamos que ya no había más formas posibles de combinar el hard boiled o el policial urbano con la onda mística de ángeles y demonios. Y lo hicieron con mucha categoría, en una serie cuyo arranque me dejó muy cebado, pidiendo más. Dejate corromper por esta historia de violencia, amor, mala leche y redención.

miércoles, 21 de enero de 2015

21/ 01: TINTIN EN EL PAIS DEL ORO NEGRO

Este es uno de los libros de Tintín que Hergé hizo dos veces. La primera vez, entre 1939 y 1940, salió por entregas semanales en Le Petit Vingtiéme y en Coeurs Vaillantes, combinando páginas a color con páginas en blanco y negro. Una vez liberada Bélgica de la ocupación nazi y después de una temporada de perfil muy bajo debido a su (bastante evidente) simpatía por el régimen instaurado por los invasores, Hergé vuelve a la carga con una segunda versión de esta aventura, que se publica entre septiembre de 1948 y Febrero de 1950 en la revista Tintin, también mezclando páginas en blanco y negro con páginas a color. En 1950 se edita el álbum a todo color, que es el que todos conocemos, no? No. En 1971, el creador vuelve a meter mano en la obra y cambia los diálogos para inventar un país ficticio de Medio Oriente y eliminar todas las referencias a la Palestina ocupada por el Reino Unido, que era la ambientación originalmente elegida para la historia. La versión que nos llegó a nosotros, traducida al castellano, es la que sitúa la aventura en el país ficticio de Khemed.
Ya te nombré a Medio Oriente y el título hace clara referencia al petróleo, con lo cual ya te imaginarás para dónde va la cosa. Hay un villano que sabotea los oleoductos para adulterar el petróleo, una epidemia de accidentes generados por este combustible adulterado, jeques y presidentes de los países petroleros acorralados por la caída en las ventas y –lógicamente- un avechucho que intentará sacar provecho de la situación. ¿Qué hace Tintín en medio de esa runfla? No se entiende bien. Movido puramente por la curiosidad (porque el caso no involucra a ningún amigo suyo, ni lo convoca oficialmente ningún gobierno, ni cae en Khemed por accidente), el pibe del jopito se va a embarcar rumbo al país del oro negro, va a meter la nariz donde nadie lo llamó y, como siempre, va a terminar por desenmascarar a los villanos.
En el medio, también como siempre, va a vivir peripecias increíbles, peleas, persecuciones, tiroteos, capturas a manos de distintas facciones y demás peligros de los que es muy difícil salir vivo si sos un pibe de 16 años y te toca protagonizar una historieta con ciertas pretensiones de realismo. El verosímil se termina de hacer añicos nueve páginas antes del final, cuando irrumpe en Khemed a rescatar a Tintín nada menos que el Capitán Haddock, que no había aparecido ni una sóla viñeta en las 53 páginas previas. ¿Quién le avisó? ¿Cómo llegó? Hergé no dedica ni un globo de diálogo (y eso que hay muchos) a explicarlo.
El resto de los elementos inverosímiles son mucho más tolerables, porque tienen que ver con la comedia, con las secuencias netamente humorísticas que mecha Hergé para diluir un poco el espesor de una trama compleja, y que casi siempre pasan por la formidable dupla Hernández-Fernández (Dupond-Dupont en francés). Acá los ineptísimos gemelos tienen escenas realmente brillantes y son, durante un buen tramo de la obra, el hilo conductor de la aventura. Por supuesto no estoy contando entre los elementos fantásticos o inverosímiles a las casualidades, que son moneda corriente en los argumentos de Hergé. Y entre los elementos cómicos hay que mencionar también a Abdallah, el indómito hijo del Emir, un borrego insufrible, que llegó a ponerme muy nervioso.
En ese equilibrio finito pero muy logrado entre la aventura intensa y ambiciosa y la comedia muchas veces virada al slapstick, El País del Oro Negro sale bastante bien parada, sobre todo gracias al ritmo. Una vez que pasamos esas primeras 8 ó 10 páginas en las que se habla demasiado, la historia agarra un ritmo muy entretenido, con mucha acción. Para cuando arranca la segunda mitad, vuelven los gigantescos globos de diálogo, pero con un agregado interesante: acá ya queda clarísimo el conflicto, de qué juega cada uno de los involucrados, y ya está operando a full el principal villano, que tiene la chapa de haber enfrentado a Tintín en una aventura anterior. La acción recobra protagonismo en las páginas siguientes y ya sobre el final, cuando llega el epílogo, de nuevo Hergé nos ametralla con monólogos infinitos en los que los personajes pasan en limpio lo sucedido.
Del dibujo ni pienso hablar, porque ya reseñé varios álbumes de Tintín y no me quiero repetir como un nabo. Creo que lo mejor del libro es cómo Hergé aborda el tema de los conflictos que estallan en Medio Oriente como consecuencia del gigantesco negocio del petróleo. Y obviamente el hecho de que el belga hablara de este tema (candente aún hoy) en 1939, en una historieta infanto-juvenil. Como me pasó el 09/11/12 con La Oreja Rota, sentí que Hergé estaba escribiendo hace 75 años acerca del mundo de hoy. Un auténtico preclaro.

martes, 20 de enero de 2015

20/ 01: TOP 10 Vol.1

¡Qué poco me acordaba de lo que pasa en estos siete episodios de Top 10! Los leí en revistita a medida que fueron saliendo, en el ´99-2000 y, de alguna manera, los eliminé del rígido. Mis recuerdos de Top 10 eran muy vagos, y tenían que ver con algunos personajes, seguramente los que aparecen en Smax the Barbarian (reseñada el 19/06/14), y –ya más difusos- con una historia corta que leí allá por 2009 en una antología de ABC, creo que llamada A-Z. De todo lo que pasaba en estas 168 páginas, no me acordaba absolutamente nada. O sea que fue como si las hubiese leído por primera vez.
¿Con qué me encontré? Con una idea MUY zarpada. Esto es una especie de Powers al cuadrado. Si la idea de Brian Michael Bendis era mostrarte cómo funciona un “policial de procedimientos” en un mundo donde existen algunos superhéroes, la de Alan Moore te la revolea afuera del estadio: Top 10 propone un “policial de procedimientos” en un mundo donde TODOS tienen superpoderes: los canas, los delincuentes, el personal administrativo, los taxistas, los nenes, los viejitos, las amas de casa, las putas, los perros, gatos y ratones… ¿Cómo es la vida de un policía en una ciudad atestada de capas, músculos, alienígenas, clones, gente que viaja por el tiempo o entre dimensiones, mega-científicos que desarrollan hiper-artefactos, etc.? La respuesta es muy ganchera y definitivamente asombrosa.
Me acuerdo que, en la comparación con Promethea o The League of Extraordinary Gentlemen, Top 10 era una serie livianita, tranqui, casi pasatista. Bueno, pasatista las pelotas. Esto exige MUCHISIMO del lector. A Moore se le ocurre la idea disparatada de tener una serie con 10 ó 12 protagonistas, y todos aparecen todo el tiempo. Se cruzan, se ayudan, discuten, se tiran onda, se pasan facturas viejas… todo el tiempo tenemos escenas que contribuyen a establecer la personalidad de estos tipos y minas y la forma en la que se relacionan entre ellos. A veces son las escenas tranqui, entre despelote y despelote, y a veces se acumulan tantos despelotes que estos diálogos, estas escenas de caracterización se dan DENTRO del marco de las investigaciones, o persecuciones, o interrogatorios, o arrestos. Y si bien el Mago recurre al viejo truco de “veamos cómo funciona esto a través de los ojos de un personaje nuevo, que recién empieza a integrarse a este ecosistema”, no inclina mucho la balanza en favor de Robin Slinger, sino que el protagonismo está muy bien repartido entre todos los miembros de este vasto elenco.
Repleto de personajes, repleto de diálogos (algunos muy graciosos), repleto de información visual, repleto de sucesos impactantes, como para tener en vilo a todos los agentes de esta central de policía, repleto de datos acerca de la ciudad en la que transcurren las historias, Top 10 es un comic decididamente sobrecargado, que requiere muchos más minutos de lectura que cualquier otro de esa misma época. Con las ideas que tira Moore en un sólo episodio de 24 páginas, cualquier otro guionista te escribe un año de una serie regular. Y lo más loco es que, si hacés el esfuerzo de prestarle atención a TODO lo que pasa, Top 10 te recompensa ampliamente, porque te divierte, te shockea, te hace reir, te engancha en la comedia costumbrista entre los policías, te intriga con los casos que resuelven y hasta te dan ganas de mudarte (unas horas, no sé si aguantaría mucho más) a esta fascinante Neopolis.
En estos excesos de virtuosismo, de detalles, de elementos que entran en juego en la serie, tiene mucho que ver Gene Ha, el excelente dibujante dueño de un estilo muy realista, muy elegante, pero con el twist bizarro justo para una serie en la que TODO sale de lo común. Ha no se banca ni loco 24 páginas por mes (calculo que cada dos meses tampoco), por eso delega el trabajo de plantar las páginas y ubicar a los personajes en las viñetas a Zander Cannon, el dibujante de Smax the Barbarian. De la simbiosis entre ambos sale un comic con una muy buena dinámica, con una puesta en página tradicional pero variada, con un repertorio amplio de recursos a la hora de planificar las secuencias. Y un laburo de locos en el diseño de edificios, paisajes, vehículos y sobre todo trajes, porque acá cada habitante de Neopolis tiene su propio look, como los superhéroes de cualquier editorial.
Mucho para leer y mucho para mirar, entonces, en una serie sumamente interesante por muchos motivos. Quizás el más notorio sea que se trata de un comic sobre policías en un mundo de superhéroes y Alan Moore parece no estar jugando a ironizar acerca de los unos ni de los otros. Olvidate de la mala leche de un Marshal Law (por citar una obra en la que se manejan ideas similares): de alguna manera, el Mago se las ingenió para que el lector se divierta con los super-canas, no a costa de ellos. Habrá más Top 10 muy pronto, acá en el blog.

lunes, 19 de enero de 2015

19/ 01: SALAMANCA: TRABAJOS DE LA HECHICERA

En Agosto salieron tres libritos con los personajes de Salamanca y elegí primero el de la Hechicera, porque me acuerdo que me habían gustado bastante sus historias en el tomo reseñado el 12/10/13. Sin embargo, antes de empezar a leer la primera historieta ya estaba decepcionado: ¿Otra vez un libro de 68 páginas que sólo tiene 48 páginas de historieta? ¿No aprendemos más? ¿Por qué creen que el lector quiere pagar por carátulas y páginas en blanco? Para acompañar a 48 páginas de historieta hacen falta, como muchísimo, 8 páginas extra. No 20. 20 páginas (varias de ellas en blanco) es una grosería. Buscame un libro francés, de cualquier editorial, que tenga 68 páginas y sólo 48 sean de historieta. No existe. No puede existir nunca. Es un disparate sin pies ni cabeza que sólo beneficia al imprentero y que, como lector, me siento en la obligación de combatir.
Bue, ya está. Ya me descargué. Vamos con las tres historietas que integran este tomo, todas escritas por Valentín Lerena y dibujadas por Roberto Fontana. La primera es la más corta, tiene 10 páginas. Y para serte 100% sincero, no la entendí. Si me pedí que te cuente qué pasa, no puedo, porque realmente me dejó lleno de dudas. Sé que hay una mujer embarazada, que trata de parir pero el bebé no puede salir… y el resto no me quedó claro.
La segunda historia también adolesce de cierta ambigüedad, pero por lo menos hay un conflicto, una especie de confrontación más clara, más marcada, entre la Hechicera y algo así como un villano. En términos aventureros funciona dignamente porque tiene ese combate, persecuciones, un garche… una ambientación más exótica, por afuera de la casita en la que transcurren casi todas las historias de esta serie… No es una joya, ni mucho menos, pero no está mal.
Y la tercera historia, además de ser la más extensa (20 páginas), es la mejor, lejos. Ya desde el título (“Abuelas”), Lerena anuncia su intención de abordar el tema de los nietos recuperados, en una historia de identidades suprimidas perfectamente condimentada con el elemento natural que le da sentido a la intervención de la Hechicera. Además acá hay, por primera vez, una intención de profundizar un poquito más en los villanos, que no son simples demonios, o fantasmas, sino garcas de otra índole, más real, más poderosa y más peligrosa.
El dibujo de Fontana se ve bien, sólido, con espacio para lucirse, con buenos climas, buenas secuencias mudas, buen manejo de la referencia fotográfica y un amplio despliegue de efectos logrados con el pincel, el plumín y materiales menos ortodoxos. En general, yo no soy muy fan de combinar varias técnicas de entintado, ni mucho menos de mezclar en una misma viñeta distintos niveles de realismo, con personajes más “fotográficos” y personajes más “icónicos”. Sin embargo a Fontana esto le suma un montón, pareciera –mucho más que una limitación- un rasgo importante de su estilo.
Y no tengo mucho más para decir, porque no quiero ahondar en los argumentos de las historias. Seguramente se me ocurrirá algo más acerca de los guiones de Lerena y los dibujos de Fontana cuando lea los otros dos libritos, cosa que –prometo- sucederá pronto.

domingo, 18 de enero de 2015

18/ 01: HAWK & DOVE: GHOSTS & DEMONS

Del comic finoli y experimental de un verdadero poeta de la imagen nos vamos a un exponente menor del pochoclo ochentoso. Y bueno, es así, la historieta da para todo.
Este TPB recopila la miniserie de 1988 que le sirvió al matrimonio de Barbara y Karl Kesel para relanzar a Hawk & Dove, un concepto creado en los ´60 por Steve Ditko que había quedado rengo con la muerte de Dove en Crisis on Infinite Earths. Hay que aclarar que era un concepto muy menor. Antes de esta miniserie, las apariciones de Hawk & Dove se contaban con los dedos de una mano y había que ser casi un erudito en materia de superhéroes de DC para saber quiénes eran y de qué jugaban. Sin embargo, la versión de los Kesel instaló de manera bastante definitiva a estos personajes en el DCU post-Crisis.
Si le perdonás una traición grossa, esta saga está realmente bien escrita. Quizás el principal mérito de los Kesel sea presentar de cero a varios personajes y lograr hacerlos atractivos, lograr que el lector sienta que los conoce. También presenta de cero a un villano interesante, por ahí más peligroso que profundo, y define el tono en el que se van a desarrollar las aventuras futuras de Hawk & Dove, con esa combinación entre acción superheroica y comedia estudiantil tipo Archie, en la que más adelante se van a colar algunos temas más densos, incluso para ser explorados a través de personajes a priori livianitos. La aventura funciona, la explicación de quién es Dawn Granger y por qué hace lo que hace está muy bien, la caracterización está cuidada, y los diálogos -además de tener chispa e ingenio- suenan a como hablarían los chicos de 19-20 años en el mundo real.
La traición grossa de los Kesel consiste en eliminar un elemento que estaba presente en la versión original de los ´60 y que a mí me resultaba muy atractivo: el contrapunto ideológico bien marcado entre un Dove que era pacifista y progre y un Hawk que era un facho visceral, fan del gatillo fácil y la violencia como medio de supresión del adversario. De hecho, entre la muerte de Dove y esta miniserie, hay tres o cuatro muy buenas apariciones de Hawk en distintos títulos (escritas por Mike Baron, John Ostrander, Dan Jurgens…) en las que nos lo muestran como el típico yanki ultraderechoso, una especie de Rambo con poderes, que banca cualquier acción imperialista de EEUU en los países del Tercer Mundo, siempre al límite de generar incidentes internacionales con su actitud patotera y pendenciera. Ahí no estaba Dove para dar el debate, pero los guionistas (todos más bien zurdos) utilizaban a Hawk para parodiar veladamente esa postura política, no tan alienígena en tiempos de Ronald Reagan. El rol de Hawk no era tan caricaturesco como el de Guy Gardner (a quien también nos mostraban como un facho recalcitrante), pero estaba ahí, al filo. Y en esta versión, Hawk es un pibe medio bestia, bastante leche hervida, al que le gustan los deportes violentos, pero no habla de política. En algunos diálogos le recuerdan los papelones que hizo en Nicaragua y demás países donde armó bardo, pero él no salta a defender su accionar envuelto en la bandera yanki. El tema político queda ahí, se lo barre prolijamente abajo de la alfombra y deja de ser un foco de conflicto entre Hawk & Dove, reemplazado –lógicamente- por la tensión sexual, que antes no existía porque los héroes eran varones y hermanos.
Al frente de la faz gráfica tenemos al querido Rob Liefeld, en su primer trabajo realmente visible para el mainstream. Que muy probablemente sea también el mejor. El propio Karl Kesel (que además de co-guionista es entintador de esta saga) me contó lo que tuvo que luchar para que estas páginas se vieran así de correctas, la cantidad de cosas que le tuvo que corregir a Liefeld, pero también valoraba mucho la pasión, el entusiasmo que puso la por entonces “joven promesa”. Si sabés mirar por debajo de las siempre solventes tintas de Kesel, vas a ver muchos de los vicios de Liefeld, que se notan mucho más cuando se entinta él mismo. Acá se sufren un poco la repetición de planos, algunas poses muy duras, esos personajes que engordan o adelgazan de una viñeta a otra… pero por lo menos no hay afanos tan evidentes, ni errores groseros en la anatomía, ni rebusques bizarros para no dibujar los pies de los personajes. El resultado termina por ser digno, no brillante, pero atractivo, intenso, obviamente lastrado por el color ochentoso que hoy nos daña las retinas y nos hace rogarle a DC que reedite todo este material en blanco y negro.
Personajes carismáticos, un lindo equilibrio entre machaca y caracterización y un dibujo fuerte, que se adelantaba un poco a las (nefastas) tendencias de la década siguiente, son los atractivos de esta saguita de Hawk & Dove, que pegó lo suficiente como para dar pie a una serie mensual bastante longeva. La serie (lanzada en 1989) superará ampliamente la calidad de esta mini, con los Kesel cada vez más afilados y un ignoto Greg Guler al frente de los dibujos, porque el amigo Rob ya le había vendido el pase a Marvel. Pero esa es otra historia…

sábado, 17 de enero de 2015

17/ 01: PICTURES THAT TICK Vol.2

Hace muchos años, el 29/04/10, yo cerraba la reseña del Vol.1 de Pictures That Tick con el deseo de que se editara pronto el Vol.2. Tardó varios años, pero finalmente acá está: Dark Horse logró reunir otras 256 páginas de historias cortas escritas e ilustradas por Dave McKean de 2001 para acá. Coincide con una época en la que hemos visto poca historieta de McKean, ya decididamente más volcado al cine, la animación, las artes plásticas y la ilustración. O sea que era un tomo que seguro nos iba a sorprender, porque no teníamos idea de qué podía llegar a recopilar.
Y la verdad es que las sorpresas son muchas, y no todas gratas. Varias de estas “historietas” fueron creadas por el artista inglés para ser expuestas en salas de arte, durante cinco o seis semanas. Fanático de las historias y la narrativa, se le ocurrió hacer muestras de cuadros, dibujos, esculturas y fotografías que no fueran simplemente trabajos colgados uno al lado del otro, sino que conformaran un relato, y obligaran al asistente a la muestra a seguirlo en un orden deliberado para entender la trama, el desarrollo de los personajes, etc. En total, el libro ofrece tres de esos experimentos y sinceramente ninguna de las historias me atrapó. Por supuesto, visualmente esto te masacra. McKean pela una genialidad atrás de otra, desde los retoques digitales en fotos hasta la magia que brota de su pincel crudo, seco, en esas viñetas despojadas y recontra-expresivas que parecen de Egon Schiele.
Me imagino la posibilidad de ver los originales de estas páginas en vivo, en tamaño real, poder mirar los detalles más mínimos, disfrutar ahí, cara a cara, de todos los prodigios técnicos y estéticos de McKean, y me vuelvo loco. Con la distancia que impone el libro, en cambio, uno se pone más exigente, más ortiva, y quiere además que las historias lo cautiven, lo seduzcan. No fue el caso. Algunas me aburrieron y otras me parecieron tranqui, nada del otro mundo, siempre muy, muy eclipsadas por el arte. La mejor me pareció Blue Tree, por lo volada, por su sana intención poética.
Fuera de las historias pensadas para ser exhibidas en salas, me gustó bastante Random Acts of Happiness, creada por McKean para un CD de una banda de jazz. Y lo mejor del tomo son, lejos, las dos historias que McKean imaginó como episodios de una serie de TV de la Jim Henson Company, que finalmente no se hizo. El autor convirtió esos dos guiones para TV en dos historietas magníficas, una de 30 páginas y una de 35, en las que además se da el lujo de hacer aparecer al gato que creó para Cages, su fundamental novela gráfica. Las dos historias cuentan en tono mítico las creaciones de la Isla Tortuga en un caso, y del universo mismo en el otro. Ambas combinan secuencias “de acción” con otras en las que vemos al narrador (y su gato) conversando, y en estas últimas McKean desarrolla un estilo sintético maravilloso, moderno, fuerte, con cositas del mejor David Rubín. Y el resto es la orgía visual de siempre, pero sustentada por una narrativa clara, sugestiva pero no retorcida, y por historias realmente hermosas, con textos de gran calidad perfectamente ensamblados con las imágenes. Claramente, las 65 páginas de las dos “creaciones míticas” justifican ampliamente la compra del libro. Y si algún día se editaran por afuera, en un tomo de 68 páginas que sólo ofreciera eso, no sé si no me lo compro y hago guita este mega-libro.
Más allá de cualquier crítica que le pueda hacer un cuatro de copas como yo, lo grosso que tiene Pictures That Tick es que nos muestra a un artista de otro planeta, un virtuoso de esos que mueven las fronteras del Noveno Arte cada vez que dibujan una viñeta, en pleno uso de lo más lindo que puede tener un autor, que es la libertad. Para bien o para mal, todo este material está creado con una sóla consigna, que es la de expresarse libremente, contar lo que McKean tiene ganas de contar, en sus tiempos, en sus palabras, con las técnicas que se le canta utilizar, sin límites de espacio, sin fechas de entrega, sin preocuparse por lo que le pueda llegar a sugerir o corregir un editor. Y eso se celebra aunque después uno no se termine de enganchar con algunas historias.

viernes, 16 de enero de 2015

16/ 01: INVASION ´55

Vamos con otro trip a los ´80, bien a fines de esa década, que es cuando el prolífico guionista estadounidense Chuck Dixon se enamora de los dibujantes argentinos y empieza a generar proyectos con cinco o seis de ellos. Invasion ´55 cobró forma en 1989 y como en aquella época yo era joven y contaba las monedas (no sé si para el bondi, pero seguro para comprar comics), agarraba gustoso laburos de traductor. Felizmente, el maestro Lito Fernández (con quien pegamos buena onda en esa época en la que ambos trabajábamos en Skorpio) me eligió para traducirle al castellano estos guiones de Chuck Dixon. O sea que yo leí esta historieta antes que uno de sus autores. Y digo “guiones”, en plural, porque originalmente esto fue una miniserie de tres episodios de 24 páginas, que recalaría en la ignota editorial Apple Comics. En esta edición (de 2002, a cargo de IDW) las 72 páginas se publican al hilo y si no sabés que originalmente eran tres comic-books, tampoco te das cuenta.
Pero vamos a lo importante. ¿Está buena la historia? Más o menos. Lo mejor que tiene es la caracterización de los personajes, que se mueven apenitas de ciertos parámetros clásicos, pero por lo menos tienen algo de profundidad. La trama en sí, es bastante chata: en 1955 una raza alienígena invade un pequeño pueblo de New Mexico, captura a todos sus habitantes para morfárselos, y será un puñado de sobrevivientes quienes logren repeler a los bichos malos y salvar a casi todos los humanos cautivos. ¿Cómo le ganan a un ejército extraterrestre un nene de ocho años, una chica periodista, un pibe rockabilly (émulo de James Dean) y un héroe de la guerra de Corea caído en desgracia por culpa del escabio? La respuesta que ofrece Dixon me dejó con gusto a “nah, me estás jodiendo”.
Hay otra cosa para rescatar (una vez superado el mal trago del verosímil hecho añicos) que es el ritmo. Los goles que Dixon no te mete con el argumento, te los ataja en su arco con el guión, como para evitar la goleada. El ritmo –decíamos- es muy entretenido. Las cosas pasan cuando tienen que pasar, las escenas tranqui en las que los personajes hablan de sus vidas están bien mechadas, el momento que elige Dixon para cortar cada escena y pasar a la siguiente siempre es acertado, los diálogos están bien, reflejan con criterio las distintas formas de hablar de cada personaje… O sea que aunque la aventura en sí sea medio simplista o medio frutihortícola, no te vas a querer cortar los huevos con una katana como si estuvieras leyendo una de esas historietas soporíferas e hiper-trilladas con las que tantas veces tuvo que lidiar Lito en sus décadas de producción industrial para Columba.
En parte por eso, el maestro entrega un trabajo cualitativamente muy superior, sólo comparable con sus mejores obras para la Skorpio (La Torre de los Milagros, o Video-Man). Sobre todo en los dos primeros tercios, se nota mucho la mano de Lito, que parece haber prescindido de su mítico ejército de asistentes casi hasta el final. La puesta en página, el equilibrio en la composición, el entintado de las caras… eso seguro que es 100% Lito de la primera página a la última. Y la verdad es que se ve muy bien. Los fondos están muy cuidados, la ambientación muy lograda, los personajes se mueven con gran plasticidad, pelan muy buenas expresiones faciales y sobre todo (y este es un mérito presente en casi toda la obra de Fernández) están muy bien diseñados, con rasgos muy propios, muy identificables. Como si esto fuera poco, el personaje del Teniente Holman le da a Lito la posibilidad de dibujar a una especie de primo-hermano de Johnny Hazard, y de paso rendirle homenaje a su ídolo máximo en la profesión, el legendario Frank Robbins. Por suerte a nadie se le ocurrió colorear este material, donde se nota ante todo la gran capacidad de Lito para conjurar climas y transmitir sensaciones con su plumín, su pincel y su gran manejo de la iluminación.
En fin, si extrañás las épocas en las que todos los meses la Skorpio te ofrecía 12 ó 14 páginas de Lito Fernández dando cátedra de historieta en blanco y negro, con aventuras no siempre de alto vuelo pero casi siempre por encima de la chatura que le daban para dibujar en Columba, Invasion ´55 te va a atrapar por lo menos desde lo visual. Y si sos fan de Chuck Dixon y le juraste lealtad eterna en la época en la que el pulpo te ametrallaba todos los meses con Detective Comics, Robin, Nightwing, Birds of Prey o Green Arrow, podés hacerle honor a ese juramento sin comerte garrones demasiado dañinos para tu salud.

jueves, 15 de enero de 2015

15/ 01: EL GATISIMO

Creado en 1983 por el actor de teatro y conductor de TV Philippe Geluck, Le Chat es aún hoy uno de los personajes más importantes de la historieta humorística franco-belga. Quizás porque Geluck sigue vigente en los medios, y hace muchas cosas de perfil muy alto, además de escribir y dibujar las historietas y los chistes de este gato que de gato sólo tiene el nombre.
Lo cierto es que este libro reúne material de la primera época, de mediados de los ´80, cuando Le Chat asomaba en el diario Le Soir con una atractiva combinación de tiras, chistes de un sólo cuadro e historietas cortas. De todo el material que ofrece este álbum, lo que más me gustó es casualmente la historieta más extensa, que tiene tres páginas y es maligna y genial.
También hay muchos hallazgos en las tiras y los chistes, incluso en chistes en los que el gato no aparece y Geluck se limita a ponerle diálogos cómicos a fotos o ilustraciones antiguas. La estructura es sencilla: el gato, un hombre común, sin profesión estable, puede aparecer haciendo cualquier cosa que permita avanzar hacia un remate gracioso. A veces el chiste está en los globos, a veces es un gag visual, y la comicidad llega por distintos caminos: el humor absurdo, alguna reflexión más sarcástica sobre nuestra sociedad, a veces mediante juegos visuales que tienen que ver con el lenguaje del comic… y a veces la comicidad no llega y el chiste queda ahí, en la intención de ser gracioso. Pero generalmente hay algo que cuaja, que enciende la chispa del humor y le pone onda a algo que, gráficamente, es bastante poco atractivo.
No voy a ahondar en los chistes, porque no tiene mayor sentido. Quiero referirme un toque al dibujo de Geluck, que es más gracioso que bueno. Olvidate del virtuosismo de André Franquin y la escuela de Marcinelle. Acá tenemos un belga que controla perfectamente el timing de sus tiras (cercano por momentos al de Alberto Bróccoli), pero que no tiene la menor intención de que sus dibujos deslumbren, o que transmitan esa sensación de movimiento tan típica de Franquin y sus seguidores. Geluck, consciente de sus limitaciones, desarrolló un estilo frío, distante, con una línea clara apenitas chunga, siempre del mismo grosor, muy pensada para el color. La variedad, imprescindible para que el lector no se aburra, está dada por los distintos planos que elige Geluck para contar estas pequeñas historias. Y en las tiras en las que decide contar todo sin cambiar de planos, más vale que el chiste sea gracioso, porque no hay otro recurso más que el de los diálogos y los silencios. Para hacerla más fácil. ¿Sabés qué hace Geluck con Le Chat? Lo mismo que Tom Wilson con Ziggy, pero con ideas un poco más filosas, con un poco más de cinismo posmoderno.
No mucho más para decir. Me gustaría tener un álbum de Le Chat en francés (ya salieron 19), como para ver qué tan graciosos son los textos en el idioma original. La curiosidad de ver qué onda la serie ya está satisfecha con este tomo y con las páginas que publicaba la revista Cairo a fines de los ´80.

miércoles, 14 de enero de 2015

14/ 01: AQUAMAN Vol.2

Prometí entrarle pronto al Vol.2 de esta serie y acá estoy, cumpliendo y –en una de esas- dignificando.
Este tomo me gustó menos que el Vol.1 (reseñado el 21/12/14) pero no me animo a decir que sea peor. Simplemente me parece que Geoff Johns no pone el énfasis en aquello que a mí más me había gustado de los primeros episodios, que era esa mirada entre irónica e intimista a la vida cotidiana de Aquaman y Mera. Esta vez no hay vida cotidiana. Son siete episodios de palo y palo, 140 páginas de una historia que (como suele suceder en las historias de Johns) frena cada tanto para nutrirse de algún flashback, pero básicamente va para adelante, al combate entre todo o nada entre Aquaman y Black Manta.
Y si bien cambia bastante el tono, el guionista no desactiva los subplots que se habían insinuado en el Vol.1: de a poco se responden algunas preguntas clave acerca del hundimiento de Atlantis y se pone en tela de juicio la lealtad del Dr. Shin, ese personaje intrigante, que no sabíamos bien para quién jugaba. Todo eso está muy bien resuelto. Y la machaca también, aunque si no sos fan de la machaca te puede resultar un poco mucha. La verdad es que no recuerdo otro comic de Johns tan sanguinario, tan abiertamente volcado a la violencia, con héroes y villanos tan jugados a liquidar definitivamente a su adversario. Obviamente no mueren ni Aquaman ni Black Manta, pero el villano vende muy cara la derrota y queda planteada en términos muy tajantes una relación sumamente heavy, que seguramente dará pie a revanchas, recopas y recontra-copas en un superclásico extremo como pocos.
En el medio, y para que Manta logre algún tipo de victoria, Johns introduce a cinco personajes nuevos, que –nos enteramos ahora- fueron importantes en los primeros años de Aquaman, antes de que le pusieran ese nombre y conociera a los demás miembros de la Justice League. Son personajes a priori bastante chatos, bastante genéricos, aunque con el correr de las páginas y el oficio de mi clon perdido, uno mínimamente les toma cariño, sobre todo a Vostok y Ya´wara. De alguna manera, estos personajes cuasi-de relleno pegaron al punto de haber co-protagonizado con Aquaman una serie regular que duró 12 números y que todavía está saliendo en EEUU. Así que sospecho que la mayoría de los lectores vivieron la aparición de los Others como algo más que un injerto de retro-continuidad en la vida del King Arthur.
Lo más interesante, lo que me hace mantener intacta la fe en esta serie, es que de nuevo, y por motivos muy distintos a los del Vol.1, no parece un comic de superhéroes convencional. Acá está muy enfatizada la lucha con el villano, es cierto, pero la estructura no pasa tanto por ahí sino por la típica historia de “búsqueda del tesoro”, esa competencia (acá inflada con esteroides) por los objetos valiosos o poderosos, entre rivales que bien podrían ser Indiana Jones y el Coronel Dietrich o Scrooge McDuck y Flintheart Glomgold. Con muchas piñas, con mucha sangre, con personajes de la B Metropolitana (¿sigue existiendo la B Metropolitana? Bue, mirá a dónde vengo a preguntar…) que caen como moscas, pero todo respaldado por esa estructura, no la del héroe que salva al mundo de una amenaza X.
Esta vez Iván Reis, el dibujante titular de la serie, no se pierde ninguno de los siete episodios y hay que destacarlo, porque deja la vida. Con esa estética de mainstream finoli, a medio camino entre Bryan Hitch y Jim Lee, Reis crea imágenes impactantes en épocas y escenarios muy distintos, banca los trapos en la narrativa (aunque abusa un poquito de las viñetas widescreen) y se mata en los fondos, en las expresiones faciales y en las peleas. Tiene un entintador “oficial”, Joe Prado, al que él mismo y otros cuatro entintadores asisten en la ímproba tarea de generar todos los meses 20 páginas con este nivel de detalle, en los que no se ve una sóla tirada a chanta. El color de Rod Reis también se acopla muy bien con el dibujo de Iván, así que todo se ve muy prolijito, muy lindo. Para ser comic industrial y pochoclero, esto transmite una pasión y un compromiso poco frecuentes.
Lo más probable es que, una vez que Geoff Johns deje el timón de este barco, me baje. Pero por ahora, creo que me quedan un par de TPBs por delante con este equipo, que le está encontrando vueltas nuevas a un personaje que siempre me gustó y al que es muy difícil escribir bien. Espero capturar el Vol.3 en un futuro cercano.

martes, 13 de enero de 2015

13/ 01: FOLA, EL HOMBRE QUE FUE UNA BIBLIOTECA

Este libro ofrece una selección de historietas orginalmente realizadas entre 1931 y 1993 por el legendario Fola (Geoffrey Edward Foladori), el prolífico dibujante nacido en Inglaterra en 1908 y fallecido en Uruguay (donde vivió casi toda su vida) en 1997.
En Argentina, la gran mayoría de los lectores mayores de 35 años lo recordará por Pelopincho y Cachirula, y alguno que leía La Razón se acordará de Don Gumersindo, la tira que publicó durante 45 años en aquel vespertino, hoy convertido en una especie de volante promocional de la Corpo. Pero claro, la obra de Fola es muchísimo más voluminosa y arranca mucho antes de que Billiken comenzara a publicar las historietas de Pelopincho y Cachirula, que después pasaron a Anteojito. La obra temprana de Fola podría haber aparecido tranquilamente en el libro La Historieta Salvaje (reseñado el 06/07/13), porque comparte muchísimos rasgos de los historietistas argentinos de la era pre-Patoruzú: desde la fuerte influencia de los primeros comics británicos y norteamericanos (acá se notan mucho las lecturas de Frederick Burr Opper, Rudolph Dirks, Lionel Feininger, Sidney Smith, Cliff Sterrett y Billy DeBeck) hasta ese ritmo bastante bestial, bastante visceral que hoy desentona bastante con lo que uno se imagina de una comedia familiar.
El dibujo de Fola evoluciona mucho, y en sus comienzos era muy sobrecargado, muy complejo, como el de la mayoría de los historietistas de esa época. Y se parecía poco a lo que conocemos los que lo descubrimos en los ´70. Lo que más envejeció es el tema de la grilla de 12 viñetas, con el dibujo muy chiquito, muy abigarrado, y el rotulado manual, que también se parece mucho al de muchas otras historietas de los años ´30, pero es medio arduo para leer. El resto se la re-banca: las historias son muy locas y sobre todo no son reiterativas, no giran siempre en torno a lo mismo. Tienen chistes en el medio de la página (no sólo en el final) y están respaldadas por un dibujo muy gracioso, con mucho ángel y mucha plasticidad.
Creo que lo que más me gustó del tomo fue La Radio de Gumersindo, una serie muy cómica, de cuando la radio era como hoy la Playstation, más o menos. Hay sólo ocho páginas de eso, pero las disfruté a full. Y después me pareció interesantísimo descubrir que “Pelopincho y Cachirula” fue el nombre que le pusieron en Argentina a Ciengramos y Viola, una historieta que ya era my conocida en Uruguay, porque Ciengramos era personaje habitual de la otra tira de Fola, la más “quinternesca” Don Tranquilo y Flia.
En cuanto a la edición, me resultaron muy útiles los textos a cargo de Matías Castro, que le dan al lector muchísima data acerca del contexto en el que Fola produjo su obra. El papel, en cambio, me pareció muy finito, muy berreta, al punto de permitir que las masas de negro se transluzcan de una página a la otra. La reconstrucción digital de un material del cual –supongo- no había originales, está bastante bien lograda, aunque algún error se deslizó.
En fin, no te digo que si leés a Fola ens 2015 te vas a cagar de risa como si leyeras a Diego Parés o a Gustavo Sala, porque este material está generado con códigos de otra época totalmente distinta a la nuestra, cuando la historieta la leía otra gente, a la que le causaban gracia otras cosas. Lo lindo de este libro es poder apreciar la variedad de la producción del maestro, el vuelo, la imaginación tan típica de estos pioneros, y sobre todo la habilidad para meter mucho detalle en espacios muy chiquitos, como esas tiras del Profesor Pistacho que siempre están resueltas en cuatro viñetas idénticas, repletas de rayitas microscópicas. Con el absurdo, con la comedia, con el slapstick y hasta con tenues atisbos de sátira social, Fola dejó una marca en la historieta humorística en ambas orillas del Río de la Plata. Por eso está bueno que se reediten aunque sea algunos de sus muchísimos trabajos, para que lo descubran los que en su momento no lo hicieron y para que lo podamos analizar más a fondo los que sólo lo habíamos leído con ojos de niño y cero herramientas para un abordaje crítico.

lunes, 12 de enero de 2015

12/ 01: HULK VISIONARIES: JOHN BYRNE

Vamos con un cuasi-clásico ochentoso, que muchos tienen (incompleto) en revistitas porque en su momento lo editó Columba, Pavón, o algún otro miembro de esa asociación ilícita. Acá están los seis numeritos con los que John Byrne le pega a Hulk el segundo sacudón grosso de su historia (el primero se lo pegó Bill Mantlo, en aquella saga en la que Banner lograba que su mente controlara a Hulk), más algunos bonus tracks.
Ya que nombro a Mantlo, está buena la anécdota que cuenta que este y Mike Mignola estaban al frente de Hulk, mientras que Byrne estaba a cargo de Alpha Flight. Pero ambos equipos creativos estaban cansados de sus series y propusieron intercambiarlas. Las dos tenían como coordinador al maestro Denny O´Neil, que dijo que sí y supervisó el cambiazo. Y no, Alpha Flight nunca volvió a ser lo mismo sin Byrne, pero Hulk se sacó la lotería, el PRODE y el Quini 6, en el que sería –por un tiempo- el último trabajo de Byrne (y de Denny O´Neil) para Marvel.
¿Vamos primero con los bonus tracks? Entre los dos primeros números de Byrne sale un Annual (que transcurre “adentro” del n° 314) escrito por el barbeta y dibujado por Sal Buscema. Esto es sencillamente bochornoso, una idiotez sin pies ni cabeza, un argumento que nunca tiene el menor sentido: quiénes son los villanos, cómo capturan a Hulk, qué le quieren hacer, cómo zafa… NADA cierra por ningún lado. Y el dibujo… qué sé yo… podría ser peor, pero a mí Sal Buscema nunca me terminó de convencer. Lo mejor que tiene son las secuencias mudas, donde se nota que tanto el guionista como el dibujante tienen conceptos muy claros de cómo se cuenta una historia con la imagen como único recurso.
El otro bonus track es una historieta de 22 páginas, escrita y dibujada por Byrne, que iba a ser un número de Hulk, pero O´Neil se lo rebotó. ¿Por qué –me dirás- si está dibujado como la hiper-concha de Dios y el guión no es malo, ni mucho menos? Porque son 22 páginas de una sóla viñeta, y el coordinador dijo “ni en pedo”. Con la confirmación de que se iba a DC, Byrne le ofreció la historieta a Al Milgrom, coordinador de la revista Marvel Fanfare (con un perfil más experimental) y ahí sí, se la aceptaron y se publicó. Es un unitario con una conexión tenue con todo lo demás que sucede en el tomo, pero está bueno que lo hayan incluído.
Y ahora sí, los seis números fundamentales, en los que Byrne hace que pase de todo, sin descuidar lo que más le atraía a los lectores de Hulk, que era la machaca brutal y grandilocuente. Acá, un experimento del Doc Samson logra separar a Bruce Banner de Hulk. El monstruo, sin ningún filtro ni atadura psíquica con un ser humano, se convierte en una fuerza de la naturaleza que sólo sabe destruir. Tras cagarse a trompadas contra varios Avengers y el propio Samson, se convierte en el blanco de los Hulkbusters, un grupo de expertos apoyados en tecnología de punta y liderados… por el propio Banner, cuyo objetivo pasa a ser la eliminación definitiva de su ex-alter ego. Y además, reaparecen Betty Ross (que se casa con Bruce), su intempestivo padre y el carismático Rick Jones, que se cagan a tiros entre ellos.
Esto es una montaña rusa alucinante, llena de momentos impactantes, impredecibles, y con un gran trabajo de Byrne en la caracterización de todos los personajes. Hasta el más ignoto de los Hulkbusters, hasta la periodista que se hace amiga de Doc Samson, todos están perfectamente trabajados, con buenos diálogos, motivaciones coherentes y secuencias en las que se logran lucir. Obviamente el que menos se luce es Hulk, convertido en menos que un villano. El gigante acá es una cosa a la que hay que tratar de parar, como si fuera un tornado, o un lobo que les morfa las ovejas a los granjeros. Tranqui, que esto es sólo el principio: el que ovacionó los huevos de Byrne tendrá –poco después- la oportunidad de seguir sorprendiéndose con los sacudones que le pegarán a la serie Al Milgrom y –sobre todo- Peter David.
Pero claro, ni Milgrom ni David tendrán en el mazo el ancho de espadas que significaba el John Byrne de esa época (1985-86) dibujando con todas las ganas. Respaldado por Keith Williams como entintador de fondos, Byrne detona un arsenal nuclear en cada página, en el que tal vez sea su mejor trabajo como dibujante para un comic de Marvel (digo, sin contar la magia que tiró en The Last Galactus Story, serializada en la revista Epic más o menos en simultáneo con estos números de Hulk). Naves, máquinas, expresiones faciales, peleas, secuencias mudas, todo está dibujado a un nivel increíble, y además puesto al servicio de un relato hipnótico, apoyado en elipsis zarpadas, montajes paralelos, flashbacks, escenas que sólo suceden en la mente de los protagonistas y demás recursos que Byrne maneja de taquito.
Si te gusta el comic de superhéroes, seguro que esto lo tenés y lo amás.

domingo, 11 de enero de 2015

11/ 01: CLAN FELINO

A veces me pasa que me cruzo con un comic que me gusta, o incluso que me gusta mucho, y que está lleno de decisiones autorales que no comparto. Este es un caso típico.
Clan Felino está sustentado en una excelente idea de Gustavo Lucero. Hay un conflicto claro, muy atrapante, presentado de forma original, varios personajes muy interesantes, a los que uno quiere ver desarrollarse a pleno, y muchos momentos y situaciones muy intensos, ya sea por la acción, por los diálogos o por el clima que se genera en la narración. Los diálogos son especialmente certeros, captan a la perfección modismos y detalles de habla de los chicos y chicas más jóvenes, de los adultos, de los malvivientes del sur del conurbano bonaerense… ahí se nota una gran dedicación por parte del autor.
La trama está muy bien construída, con saltos para adelante, para atrás y para los costados, que hacen que cada revelación sea más impactante y que hasta nos permiten vivir una misma escena desde el punto de vista de más de un personaje. No quiero explicar mucho de qué va la historia para no spoilear, pero básicamente es un conflicto de intereses en el seno de una logia que estuvo varias décadas oculta y que ahora, sacudida por estos kilombos internos, se empieza a cobrar vidas dentro de las mismas familias a las que la logia debía proteger.
Y después, las decisiones que toma Lucero y que uno no comparte: 80 páginas para presentar, desarrollar y resolver el conflicto estarían muy bien, si no fuera porque tiene un elenco integrado por… más de 20 personajes entre buenos, malos y secundarios con algún peso en la trama. Casi todos estos personajes están buenísimos y tienen mucho potencial, pero tantos, tan apretados, hacen que ese potencial no se llegue a desplegar. Quizás haya un Vol.2 de Clan Felino en preparación y ahí veamos un poco más de cada uno de los que llegan vivos al final de esta historia. Para un primer tomo, me parece que tantos personajes conspiran contra el flujo de la historia y corren el riesgo de marear un poco al lector.
Por lo demás, el guión me encantó. ¿Y el dibujo? Ahí tengo que cuestionar algunas decisiones más por parte de Lucero. Acá vemos un estilo muy marcado, y a la vez muy pegado al de Jim Mahfood. Todo es muy sólido, muy bien definido, muy redondito. Es un estilo ganchero, atractivo… en el que no no existen los viejos. Los viejos y los jóvenes tienen la misma cara. Y bueno, abundan también las chicas con cinturitas microscópicas y tetas inmensas, cosa que tampoco me cerró. El claroscuro está bien logrado y las tramas mecánicas para agregar grises están bien pensadas, pero no del todo bien ejecutadas. La anatomía es rara pero funciona y los efectos de énfasis para las peleas son todos clásicos de probada solvencia en el manga. No me gustan para nada los fondos que, en contraste con esta estética limpita, son fotos apenas retocadas, siempre oscuras.
Y ya más en general, me doy cuenta de que publicar este tomo a color hubiese sido encarecerlo a niveles quizás prohibitivos, pero no tengo dudas de que Clan Felino habría sido una maravilla si se le agregaba color. Alcanza con ver la portada, u otras obras de Gustavo Lucero, para convencerse de que es un estilo al que el color lo levanta muchísimo. Además, tener color en todas las páginas le habría permitido al lector diferenciar más fácilmente al abultado elenco de la obra, entre otras cosas. Como se nota que es un buen lector de manga, Lucero sabe aprovechar el blanco y negro para lograr imágenes atractivas. Sin embargo, esto que así por momentos es raro, a todo color sería alucinante.
Ahora a esperar, a ver si sale un Vol.2, con menos personajes, menos cinturitas del grosor de mi dedo meñique para sostener tetas del tamaño de dos sandías y menos fotos donde van los fondos. Todo eso, en lo posible, con el mismo nivel en los diálogos, la misma intensidad en los conflictos, la misma explosión en la machaca y la misma habilidad para generar intriga, que son todas cosas que en esta primera aventura Lucero resuelve muy bien. Me imagino esto dibujado por Mike Parobeck, o Mike Wieringo y me derrito… ¿o será que se apagó el ventilador de techo?