el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 31 de enero de 2014

31/ 01: EL CAZADOR CAZADO

Uno, que es fan de Moebius hace 30 años, ya está bastante acostumbrado a que varias de las historietas que él mismo escribía fueran fumanchereadas sin pies ni cabeza, en las que en vez de guiones había tenues (y frutihortícolas) excusas para que el ídolo dibujara lo que se le cantara la chota. De hecho, esta es una aventura del Major Grubert (“Mayor Gruber”, en la traducción de Norma), quizás el personaje con más sustancia de todos los que desfilan por El Garaje Hermético, la famosa epopeya que Moebius improvisó durante años SIN GUIÓN, sin tener la más puta idea de cómo o cuando iba a terminar. La sola presencia de Grubert (y de la frase “El Garaje Hermético” en la tapa del álbum) ya te predispone a leer a Moebius en su faceta más limada, la del narrador que narra sin saber muy bien qué, sin calentarse en lo más mínimo por estructurar el relato de alguna manera más o menos coherente.
El Cazador Cazado hace gala de esa sub-especie de no-guión: el guión fruteado, improvisado, sin más intención que la de hilvanar de algún modo las imágenes que brotan de la pluma del autor. O incluso que brotaron hace años, porque la mayoría de estas 52 páginas están fechadas entre 2006 y 2008, pero en el medio hay varias muy anteriores, de 1998 y hasta de 1996. Por ahí es una joda de Moebius, que frutea hasta en las fechas que le pone a las páginas, y por ahí son páginas rescatadas del pilón del descarte, o de proyectos inconclusos, a las que el Genio Eterno recicló y logró integrar (a veces medio a presión) a esta novela gráfica. Lo cierto es que en las primeras... 10 páginas, hay un amague de que puede llegar a pasar algo, hay un esbozo de un posible conflicto, que obliga al Mayor a cambiar su status quo y ponerse en movimiento. El tema es hacia dónde.
En las 40 páginas siguientes, el protagonista recorre mundos oníricos en los que no pasa absolutamente nada. Contempla edificios, criaturas, cuadros, objetos que flotan, y recién sobre el final hay una breve escena de acción y se incorpora a la trama un personaje que –en una de esas- estaba pensado para ser importante en el desarrollo. Nunca lo sabremos, claro, porque la historia termina con un “fin del episodio”, un modo muy choto de enterarnos de que este era el Vol.1 de una saga que, tras la muerte de Moebius en 2012, quedó inconclusa. Si estaba esa remota chance de que la segunda entrega de la saga encauzara un poco el argumento o definiera mejor los conflictos, el lamentable fallecimiento del autor nos la terminó de negar.
¿Con qué se rema tanto bajón, tanta caída libre hacia el abismo de la intrascendencia y la oquedad? Como siempre, con el dibujo. Bah, “como siempre”, las pelotas. Realmente hay pocas obras en la vasta carrera de Moebius dibujadas a este nivel. En las páginas donde la historia mínimamente avanza, la narrativa está perfectamente cuidada, tan cristalina como en sus trabajos más “careta” (Blueberry, etc.) aunque con menos cuadros por página (nunca más de seis). Y cuando el dibujo no tiene ninguna intención de narrar nada, cuando nos invita a colgarnos simplemente con la belleza de la línea, la complejidad de las composiciones, el manejo inusual e insuperable de los espacios, el festival de las rayitas y las texturitas microscópicas... ahí se va todo al carajo y más allá.
Ahí explota el otro Moebius, el que cambia la natación por los saltos ornamentales. El dibujo del ídolo ya no quiere llegar a algún lado, quiere sorprender con el firulete, con el detalle, con los desbordes de su imaginación a los que acompaña el virtuosismo de su trazo. Vos sabés que cuando Moebius se jugaba las fichas a su imaginación, a esa imaginería extraña que poblaba su mente (en la que se mezclaban el grabado oriental con el barroquismo art nouveau de Winsor McCay, el surrealismo de Dalí con la línea clara de Hergé), el Genio Eterno te armaba el mazo con 40 anchos de espada. Y visualmente el Cazador Cazado es eso: una sucesión de imágenes demasiado perfectas, que derrochan sugestión, misterio, magia y poesía.
Si no te jode comprar un comic cuyo guión no va a ningún lado y no te deja nada, no dudes en cazar al Cazador Cazado. En sus páginas te espera un Moebius auténtico, libre, dispuesto a detonarte los sentidos con algunos de los mejores dibujos de su vida. La edición española, gloriosa de verdad.

jueves, 30 de enero de 2014

30/ 01: LA AUTOPSIA Vol.1

Entre los muchísimos comentarios que surgieron a raíz de la reseña de la Liga del Mal, se mencionó varias veces al editor y guionista Damián Connelly, y ahora me toca mencionarlo varias veces a mí, en la reseña de esta antología compuesta por tres historietas suyas.
La Autopsia nuclea a tres relatos que comparten ambientación (la ciudad de Winchester, a la que ya visitamos el 09/03/13, en la reseña de Días Negros) y un tema que las engloba: el canibalismo. La primera historieta es la más extensa (28 páginas) y después hay una de 9 y una de 8. Vamos de atrás para adelante.
La última y más breve historieta de gente que morfa gente tiene un guión muy clásico, muy “de manual”. Demasiado fiel a las consignas del género de los muertos que resucitan, Niara y Menelik tiene momentos lindos, pero uno siempre sabe lo que va a suceder. Dibuja un muy inspirado Gerardo Baró (a quien también vimos en el libro de la Liga del Mal) que, incluso sin color, da cátedra.
Algo similar sucede con La Furia, la historia de 9 páginas. De nuevo, Connelly se aferra a las convenciones del género, ya muy transitadas, y le queda poco margen para darle al guión visos más originales o más sorprendentes. Acá hay más cheap thrills que en Niara y Menelik, más escenas pensadas para shockear al lector, y si lo logra es principalmente porque el dibujante (Daniel Sguiglia) enseguida identifica a estos momentos clave y pone ahí toda la carne al asador. En promedio, el dibujo no descolla, es más bien adocenado. Pero hay un par de viñetas muy, muy notables, en las que se agradece el esfuerzo extra por parte del dibujante.
Claramente, Connelly se gastó toda la munición gruesa en la historia más extensa. Severina abreva en los tópicos del terror caníbal, pero además tiene un clima único, cautivante, que no se parece a ninguna otra obra del género. Acá, las atrocidades de esta mujer antropófaga son un elemento más en una compleja trama de amor, perversión y sumisión. Esta es una historieta espesa, asfixiante, marcada por la fatalidad, donde cada silencio tiene mucho peso. Por ahí los diálogos se pasan un poquito de rimbombantes a tal punto que no suenan naturales al oído, pero el trabajo que hace Connelly con Severina, Alicia y Daniel es realmente excelente y los momentos en los que elige mostrar sus cartas y correr los velos no pueden estar mejor elegidos.
El dibujo está a cargo de Carina Altonaga, quien se mueve con mucha solvencia en el estilo académico-realista. Altonaga se apoya mucho en la referencia fotográfica, pero no tiene ningún problema a la hora de integrarla a su grafismo. Creo que su principal logro (porque dibujar bien la anatomía y las caras no es un logro, es lo que cualquier dibujante profesional debería poder hacer) es su equilibrio sutil y perfecto entre masas negras y espacios blancos, que revelan un cuidadoso estudio y una sólida comprensión de la técnica del claroscuro. Y quizás el punto flojo de Altonaga, lo que le queda por explorar, incorporar y mejorar, es la elección de los ángulos, un item en el que acá no se juega para nada, sobre todo en la primera mitad del relato.
Como balance final, recomiendo leer este primer tomito de La Autopsia para estremecernos con la macabra belleza de Severina y disfrutar de los dibujazos de Baró en Niara y Menelik. Y a esperar, a ver con qué otro género se mete Damián Connelly en su próxima incursión por los pagos de Winchester...

miércoles, 29 de enero de 2014

29/ 01: FANTASTIC FOUR Vol.4

Cuando cerraba la reseña del tercer tomo de esta serie, allá por el 11/09/12, decía “el año que viene, cuando lea el Vol.4...”. Y no, pasó todo el 2013 sin leer Fantastic Four de Jonathan Hickman. Ahora prometo ponerme al día rápido, para empezar en unos meses con lo de Matt Fraction.
Lo primero que hay que destacar es que no me tuve que fumar al nefasto Neil Edwards. Este tomo está casi todo dibujado por Steve Epting, bastante por debajo de lo que demostró en Captain America o The Marvels Project, pero aún así muy por encima de lo que habíamos visto en todos esos episodios estropeados por el muerto de Edwards. Hay páginas muy desparejas, donde se lo ve a Epting apurado, o sin ganas, o asistido por simios a medio amaestrar. Y páginas realmente impactantes, donde se lo ve transpirar la camiseta como si le fuera la vida en cada imagen. El epílogo lo dibuja Nick Dragotta (co-equiper de Hickman en uno de sus proyectos para Image), en un estilo raro, mitad Epting y mitad Jack Kirby. No es un laburo descollante, pero sí interesante, porque está todo narrado sin textos, en secuencias mudas muy bien planificadas, en las que guión y dibujo están sumamente compenetrados. Y hay un epílogo del epílogo, una historia cortita, de apenas ocho páginas, a cargo de un correcto Mark Brooks, mucho más emparentado con la estética noventosa de WildStorm y Top Cow.
Y lo segundo para destacar es que, por fin, en estos seis episodios pasan muchas cosas. Se acabó el chamuyo, se acabó el franeleo previo y acá Hickman le cambia el ritmo a la serie. De hecho, nos narra tres aventuras grossas en paralelo. Por un lado, Reed, el Silver Surfer y Galactus tienen un tema jodido para resolver en un planeta llamado Nu-World. Como siempre que un buen guionista involucra a Galactus en una saga, se pone en juego un dilema moral complejo, un desafío que va más allá de los rayitos y la machaca cósmica. Sue, mientras tanto, se implica demasiado en su misión subacuática, en la que debe mediar entre los atlanteanos que responden a Namor y una tribu ancestral, que habitara las profundidades oceánicas mucho antes que el príncipe anfibio eternamente enamorado de la Mujer Invisible. Tanto se implica Sue que ahora es la única garantía, la única capaz de evitar una guerra o un genocidio. Y en el edificio Baxter tenemos a Ben convertido nuevamente en humano sin poderes, a Johnny y a los chicos de la FF, que tendrán que hacerle el aguante nada menos que a una invasión de la Zona Negativa, impulsada desde las sombras por Annihilus. Esto va a terminar muy mal, con la aparente muerte de Human Torch, que por supuesto regresará luego de un año, en el Vol.5 (en el medio entre el Vol.4 y el Vol.5 van un par de tomos de FF que no tengo; mala leche).
Lo más raro de todo el tomo es el primer episodio, que casi no conecta con el resto de la saga. Acá vemos al Surfer descubrir algo que sucedió con Galactus en la etapa anterior (la de Mark Millar) y a Valeria Richards hacer gala de su super-inteligencia en secuencias gloriosas en las que interactúa con el Dr. Doom, seguramente para activar un sub-plot que crecerá en los tomos posteriores y que tiene que ver con Kristoff. Me encanta ver a Valeria pelar poderes y lo mismo va para Franklin, que acá se luce en la resistencia contra los invasores de la Zona Negativa.
Los diálogos son magníficos en todo el tomo (salvo en el epílogo mudo, obvio), pero claro, al haber taaantas secuencias con Galactus y el Surfer, y taaantas secuencias con los dignatarios de las distintas civilizaciones subacuáticas, se impone una onda ceremoniosa, solemne, un poco fría para mi gusto. Por suerte están Ben, Johnny y los chicos en las secuencias en el edificio Baxter, para ponerle onda y humanidad a la muy lograda caracterización que propone Hickman para todos los integrantes de este vasto elenco. De todos modos, la frialdad se convierte en emoción a flor de piel en el epílogo mudo, en el que Ben, Sue, Reed, Franklin y un montón de superhéroes más despiden al compañero caído en combate. Y la historia final, la más cortita, con Spider-Man y Franklin, es tan emotiva y pega tan fuerte que es casi un golpe bajo.
Un año, nomás, se bancó Hickman un cuarteto en el que... otro héroe (no lo nombro, por las dudas) ocupó el lugar de Johnny. No es mucho, pero bueno, se venía el n°600 de Fantastic Four y había que festejarlo con el equipo titular. Cuando lea el Vol.5 me voy a enterar qué tan fundamental era leer los TPBs de FF que no tengo y que me compraré el día que los vea muy baratos. Aguante Hickman, que no deja de sembrar a futuro semillas de historias MUY atractivas.

martes, 28 de enero de 2014

28/ 01: LA MAZMORRA-AMANECER Vol. -83

Desde el 31/10/11 que tenía abandonada a esta serie, pero claro, yo creía que ya tenía todo, menos los tomos de Monstres que no se publicaron ni en castellano ni en inglés. Pero me encontré con este álbum, el último del Amanecer, que salió en España cuando yo ya me había pasado a la edición yanki, y que los yankis obviamente nunca editaron.
Sin el Menor Ruido es una aventura importante, en la que pasan muchas cosas, lo suficientemente definitivas como para que no le quede grande la pilcha de “el último álbum del Amanecer”, algo que los autores no pensaron a la hora de escribirlo, porque creían que iban a seguir produciendo nuevas entregas. Claramente las cosas no salieron como las planearon Joann Sfar y Lewis Trondheim allá por 1999 y La Mazmorra (Le Donjon, en francés) se termina ahora, en un par de meses, con dos álbumes del Crepúsculo, pensados para darle un final definitivo a la ambiciosa epopeya. Así es como, lo que no resuelve acá, no se resolverá nunca.
El argumento de este tomo es complejo y muy atrapante. Por un lado, seguimos al Profesor Cormor, que tiene un plan para reconstruir la ciudad de Antípolis y sólo necesita quién lo financie. Tendrá que rosquear con la oligarquía, las familias de rancia alcurnia de Antípolis, que por supuesto priorizarán sus mezquinos intereses por sobre los de la ciudad. En paralelo, Sfar y Trondheim nos cuentan una aventura menor, protagonizada por Alexandra y por Araku, el noble caballero de Cavallére y padre de Jacinto, quien ya veterano, vuelve a cabalgar en busca de sus viejos compañeros de armas. La aventura deja de ser menor cuando este plot se mezcla con el de los teje-manejes de las familias más potentadas de Antípolis y una conjura siniestra termina con la vida de... no te lo voy a contar.
Si bien al álbum no le faltan chistes y momentos desopilantes (aportados en su mayoría por el desquiciado caballero Miguel), el tono general es bastante serio, bastante sombrío, y toda la segunda mitad es decididamente heavy. Esto no es raro, ya lo veníamos viendo en muchos tomos de La Mazmorra y especialmente en los del Amanecer. De todos modos llama la atención tanta desolación, tanta muerte, tanta traición, tanto clima de “se pudrió todo”, enchastrado de asesinatos, violaciones y torturas. Jacinto, el protagonista excluyente del Amanecer, aparece cuando faltan seis páginas para el final y le pone el broche de oro a este festival de la muerte y la desesperanza en las dos últimas páginas, cuando asume la identidad de El Camisón y desata una venganza expeditiva e implacable contra los asesinos de... el personaje importante que muere en esta historia. Es una secuencia muda, perfectamente orquestada, de enorme impacto y con interesantísimas consecuencias... que nunca exploraremos.
Por el lado del dibujo, este tomo marca el debut y la despedida de Cristophe Gaultier, quien venía para convertirse en el “dibujante titular” del Amanecer y terminó por dibujar apenas 46 páginas. Pero qué 46 páginas! Sin desviarse demasiado de la línea de Sfar y de Christophe Blain (los anteriores dibujantes de El Amanecer), Gaultier pela un grafismo con muchísima personalidad. En sus mejores momentos, Gaultier parece un Floyd Gottfredson esperpéntico, en descomposición. Brillante en las secuencias oscuras, ominosas o bajoneras, el dibujante pilotea las más divertidas o las más diurnas a fuerza de un excelente manejo del lenguaje corporal de los personajes. Igual lo más llamativo es su dominio de las texturas: rayitas, rayitas y más rayitas, manchas, puntitos, cross-hatchings... todo le sirve a Gaultier para “ensuciar” el dibujo y a la vez para darle más énfasis a los climas bastante sórdidos por los que transita Sin el Menor Ruido. Quiero ver otros trabajos de este virtuoso del plumín.
Con La Mazmorra al borde de la despedida, quiero más que nunca los tomos que nunca conseguí, pero está jodido encontrarlos. Se vienen unas semanas con mucho comic francés, así que seguramente nos reencontraremos pronto con Joann Sfar y Lewis Trondheim para reseñar otros trabajos de estos dos monstruos fundamentales de la historieta francófona actual.

lunes, 27 de enero de 2014

27/ 01: LAS HISTORIETAS DE CRIST

La verdad es que cuando uno piensa en Crist, no piensa precisamente en su producción como historietista, sino en su impresionante carrera como autor de “panel gags”, de chistes de una sóla viñeta. Sin embargo, el cordobés se esfuerza por dejarnos bien en claro que si llegó a donde llegó es porque el punto de partida fue la historieta, o en realidad su amor por las historietas de Milton Caniff, Frank Robbins y Hugo Pratt. De hecho, dos de las 14 historietas cortas que componen este libro se tratan de eso, del homenaje que Crist les hace a esos tres próceres del Noveno Arte, e incluso una indagación bastante a fondo acerca de qué elementos estilísticos de cada uno de ellos le llamaron la atención y resultaron definitivos para su formación como artista del pincel y la tinta china.
Por supuesto, las historietas de Crist rompen brutalmente con las rígidas consignas de los maestros del pasado. Más allá de que su manejo de ciertos implementos lo emparente con ellos, queda claro muy rápido que Crist está dispuesto a ir con su dibujo a donde Caniff, Robbins y Pratt no fueron jamás. Acá, además de un notable laburo de pincel y un magnífico manejo del claroscuro, hay aguadas, raspados, esfumados, texturas logradas de las formas más extrañas, mucho dibujo a plumín y hasta pedacitos de fotos o de otras historietas, recortados y pegados, integrados de alguna manera al grafismo del autor. A esto hay que sumarle un rotulado muy personal, por momentos bastante extremo, cercano al de Luis Scafati, y vamos a quedar frente a historietas que guardan pocas similitudes con las clásicas aventuras de los referentes a los que cita y homenajea Crist.
Tenemos, entonces, una faz gráfica repleta de libertad, de riesgo, de rupturas y búsquedas alucinantes, marcadas por una impronta autoral fuerte, tremendamente original y tan moderna que cuesta diferenciar a las historietas de los ´70 de las del 2007, que son las más recientes. ¿Y qué onda los guiones? Veamos.
Hay tres historietas en las que Crist no inventa las historias sino que trabaja sobre letras de canciones conocidas y las acompaña con imágenes, a veces bastante secuenciales (Pedro Navaja, La Gayola) y a veces cero secuenciales (Algo Personal). En las dos primeras hay ingenio y desafíos interesantes. En la tercera hay... buenos dibujos. No llega a calificar como historieta, casi.
La que más me gustó fue Love Story (paradójicamente, una de las que estaba inédita hasta la aparición de este libro), donde el dibujo resigna un cierto virtuosismo para dedicarse a apuntalar un guión muy ganchero. Las Manos de Cristóbal Reinoso se basa en un ejercicio de virtuosismo gráfico pero tiene la intención, a partir de ahí, contar algo divertido. Sigmund Marlowe es un festival de técnicas pictóricas, con un argumento original, interesante, y una narrativa rarísima, pero cuidada.
El Otro es otra de las que equilibran un dibujo vanguardista e hipnótico con un relato atrapante, que por ahí no termina tan arriba como empieza, pero igual está muy bien. Guns and Ammo, con sólo dos páginas, es otra de las historietas fundamentales, de las joyas que ofrece el recopilatorio. Y la otra impredecible y maravillosa es Hermanos, que es la que tiene un planteo narrativo más ajustado, más difícil de dibujar y a la vez más reader-friendly. Acá Crist se luce en todas las áreas y combina excelentes dibujos con ángulos variados, diálogos perfectos y un final muy gracioso.
Y nos quedan Seis Marías (un intento de mezclar comedia con realismo mágico, con dibujos impresionantes y un guión medio flojo), las dos que repasan y homenajean a las influencias de Crist, y la última, Un Cuento, en la que el dibujo es apenas un adorno, un acompañamiento para “vestir” de algún modo una idea más literaria que historietística, que aún así está muy bien.
El balance del libro es realmente positivo y además importante, porque nos muestra la faceta menos conocida de uno de los grandes nombres de nuestro humor gráfico. La edición de la Duendes es correcta, sin fallas notorias, más allá de la falta de onda e imaginación para dotar de un diseño atractivo a las páginas de texto (prólogo, biografía del autor, entrevista, índice). Esto desentona ostensiblemente con un libro que, en 65 de sus 80 páginas, te detona las retinas con un despliegue gráfico de altísimo vuelo. Si obviamos ese detalle, Las Historietas de Crist es un título sumamente recomendable, muy merecedor de la excelente repercusión que tuvo en los meses que lleva editado.

domingo, 26 de enero de 2014

26/ 01: MUDMAN Vol.1

Otra serie interesante que lanzó Image en 2012, como parte de los festejos de sus primeros 20 años, fue este comic de superhéroes casi tradicional, creado por el maestro británico Paul Grist. Mudman tiene un sólo problema: salieron sólo siete episodios y se cortó ahí, hace muchos meses. Grist promete que este año la va a retomar y yo le creo, pero mientras tanto, sólo existen los cinco episodios recopilados en este TPB y dos más, que saldrán en libro o bien a fines de este año o a principios de 2015, cuando la publicación en revistitas haya avanzado por lo menos hasta el n°10.
Si obviamos ese detalle, el resto es todo ganancia. Mudman tiene la magia del comic de superhéroes “de antes” y a la vez se ve y se lee como una historieta absolutamente moderna, actual. Grist elige con gran criterio darle los superpoderes basados en el barro a un pibe de 15 años, que va a la secundaria en un pueblito costero de Inglaterra en el que nunca hubo héroes y prácticamente no hay delitos. Owen Craig tendrá que descifrar qué le pasó a su cuerpo y cómo funcionan sus poderes mientras trata de zafar de los profesores, de que no lo surtan los bullies del colegio y de que le preste algo de atención Summer, la chica nueva del curso, responsable de su primera revolución hormonal.
Todo lo que recontra-garpó cuando Stan Lee y Steve Ditko nos contaron una historia muy parecida, pero con un pibe de Queens que recibía extraños poderes arácnidos, recontra-garpa acá, 50 años después. Con un agregado muy atractivo: una fina pátina de ironía. Owen y su amigo Newt leyeron muchos comics y al toque se dan cuenta de a quién le toca el rol de Flash Thompson, a quién el de Jimmy Olsen, y así. Para que Spider-Man estuviera cerca del peligro y la acción, a Stan Lee se le ocurrió que Peter Parker fuera fotógrafo de un diario. A Grist se le ocurrió algo mejor, más creíble: Owen es el hijo del comisario de este pueblito en el que la cana es una institución casi unipersonal.
En estos primeros cinco episodios, el autor nos presenta a los protagonistas, establece la dinámica entre ellos, nos muestra cómo Owen se convierte en Mudman y pone en marcha un subplot muy interesante, que por supuesto tiene que ver con los poderes que recibió nuestro héroe. En el medio hay un par villanos de segunda, un villano con potencial para jugar en primera, una vieja medio loca que seguramente será importante en algún futuro giro argumental y un posible mentor para Owen, que se ofrece a guiarlo en el uso de sus poderes. No es poco para menos de 140 páginas, en las que además tenemos un montón de situaciones más cercanas a la comedia, que son las que Grist ambienta en el colegio secundario del remoto pueblito de Burnbridge on the Sea. En estas secuencias, el autor se luce con un humor muy fresco, muy afilado, muy en sintonía con las boludeces que hacen y dicen hoy por hoy los chicos de 15 años.
Como pasa a menudo, nada de esto resulta relevante y todo queda en un lejano segundo plano cuando se agrega el dato de que tooodas estas páginas están dibujadas por el propio Paul Grist. Estamos hablando de uno de los artistas más atractivos, originales e influyentes de la historia del comic británico, una bestia del pincel, con un grafismo perfectamente reconocible y un sentido de la narrativa a prueba de balas. Tratá de explicar a Gabriel Bá, por poner un ejemplo, sin Paul Grist. No se puede, no hay forma. Grist, con más de 25 años de carrera a sus espaldas, se las ingenia para seguir sorprendiendo. Su manejo de los espacios en la viñeta y en la página es espectacular, el dinamismo, la agilidad que le imprime a sus personajes, los momentos que elige para desembarazarse de los fondos o incluso de los bordes de las viñetas, la expresividad que le da a los cuerpos y los rostros, hasta esa tipografía, en algún modo tributaria de la de Alex Toth, suma un montón. Y sin dudas hay que destacar el laburo del colorista, Bill Crabtree, que se complementa a la perfección con el dibujo del ídolo, muy pensado para funcionar como un relojito en blanco y negro.
Olvidate del grim´n gritty, olvidate de la estridencia, de los nabos que sobredibujan y llenan todo de rayitas, de los personajes de hace 75 años que van por el trigésimo séptimo reboot, olvidate de todo. Mudman es un comic de superhéroes, con machaca, poderes limados, buenos y malos, secretos planteados para develarse a largo plazo, pero sobre todo es un comic divertido, pensado para entretener, para que si tenés 15 años te identifiques con un protagonista copadísimo, y si no, la pases bien con una historia fluída, amena, que no se enrosca al pedo, que no se toma a sí misma demasiado en serio, y que además está dibujada como la hiper-concha de Dios por un Paul Grist prendido fuego. Ojalá se reactive YA la publicación, así sale pronto el Vol.2.

sábado, 25 de enero de 2014

25/ 01: ¡FLIPADOS!

Parece mentira, pero con casi 49 meses de blog a cuestas, nunca había reseñado un comic de Max, uno de los autores fundamentales de los últimos 35 años del comic español. Max nació en 1956, en Barcelona, con el nombre de Francesc Capdevilla. Y antes de cumplir 25 años ya era un referente indiscutido de la revolucionaria movida underground, que tuvo como nave insignia a la mítica revista El Víbora. Casi todo el material que integra este tomo recopilatorio se publicó originalmente en El Víbora entre 1980 y 1982, años tremendamente álgidos y fértiles para la historieta española y particularmente intensos para la revista que dirigía el maestro Josep María Berenguer.
¡Flipados! reúne 14 relatos breves de los inicios de Max, casi todos centrados en Gustavo (el primer personaje importante creado por el autor) o su amigovia Lilian. El dibujo de este Max incipiente está muy pegado a la línea chunga, a la estética propuesta principalmente por Miguel Gallardo y Juan Mediavilla, que le debía no poco a clásicos del comic norteamericano como Elzie Segar, Cliff Sterret o Billy DeBeck. Max además agrega el detalle de los ojos sin pupilas, clara herencia de Harold Gray. Rápidamente despunta en las historietas de Max su inapelable talento como dibujante y narrador gráfico, aunque acá hay pocas pistas del grado de elegancia y sofisticación que va a alcanzar su grafismo hacia finales de los ´80, y muchas menos del viraje hacia la síntesis y la abstracción que iniciará el autor en la segunda mitad de los ´90. En sus primeros trabajos, además de alguna ocasional pifia en el armado de las secuencias, Max ya mostraba un trazo sumamente expresivo, que le permitía contar con mucha onda estas historias donde nada es 100% en serio ni 100% en joda, con un gran manejo del claroscuro, de las tramas mecánicas y los cross-hatchings enfermizos. Si bien su estilo va a evolucionar muchísimo, estos primeros “palotes” son muy atractivos a nivel visual.
¿Y qué onda los guiones? La verdad es que el tomo arranca con tres historias muy divertidas: la desaforada El Cuarto Rey Mago, una fábula muy zarpada y sin textos llamada Mujer Violada, y La Secta Maligna un thriller bien de género, con persecuciones, tiros y garches, que termina con un maravilloso homenaje a Antoni Gaudí. Después viene El Golpe, un slice of life menor, con el atractivo de ver a Max bancarse una grilla de 16 viñetas por página y después tres historias sin textos, muy bien dibujadas pero con guiones intrascendentes.
Así llegamos a Las Aventuras del Dr.Zap, la única historieta de 1979 y la única que no salió en El Víbora (salió en una revista que la dejó inconclusa hasta 2006, cuando se editó este libro). Acá vemos a Max más cerca del estilo del Joost Swarte setentoso, y demasiado preocupado por meter toneladas de texto y decenas de viñetas microscópicas en cada página. El guión (un pastiche de género) pierde rápidamente el interés.
Cuando el protagonismo se desplaza hacia Lilian, los guiones mejoran. La Bella y la Bestia es un chiste largo, pero excelente. Carnaval en Montemago va para el lado del realismo mágico, pero con chistes y groserías. La historia más extensa, Las Amigas de Lilian, combina fantasía, terror, erotismo y slice of life con verdadera maestría.
Lilian y las chicas vuelven para protagonizar la breve (y también buenísima) El Concurso de Rock, gran comedia de enredos. Y cierra el libro una historia menor (esta vez con Pep como partenaire de Lilian), Botánica Oculta, otro chiste largo menos gracioso que el anterior y con un dibujo de la hiper-concha de Dios, en el que Max le pinta la cara a Bernie Wrightson jugando de visitante.
Si te gusta la historieta under española de los ´80, esa hipnótica salvajada pasada de sexo, droga y rockanrol, no te pierdas ¡Flipados!. Y si sos fan de Max y lo seguís a todas partes, un libro que te permite descubrir sus primeras historias cortas sin hacer arqueología en revistas de hace más de 30 años virtualmente inconseguibles, te va a resultar una tentación muy jodida de resistir.

viernes, 24 de enero de 2014

24/ 01: LIGA DEL MAL

Si te gusta el futbol, habrás notado que muchas veces los equipos que ascienden a Primera pasan por la categoría sin pena ni gloria, participan en dos torneos y se vuelven a la B sin dejar mucho más que algún jugador con condiciones que se incorpora a un club más grande. Y otras veces, las menos, un equipo humilde de los recién ascendidos se convierte en “la sensación” del torneo inicial: gana, juega bien, le hace partido a los equipos grandes, no mira la tabla del promedio hasta ya entrado el torneo final... trasciende, en una palabra. De todos los equipos que trataron de hacer pie en Primera durante 2013, claramente “la sensación” fue la Liga del Mal. Por repercusión, por ventas y –ahora que lo leo me cercioro- por calidad. Veamos qué ofrece esta antología de seis historietas a todo color, previamente serializadas en la web.
Arrancamos con Tony Ganem, a quien ya habíamos visto en alguna antología. Dibujo maravilloso (muy en sincro con lo que es hoy la ilustración infantil), un color demasiado perfecto para ser real, narrativa ajustadísima en la que no sobra ni falta nada, un relato tan bien pensado y plasmado en términos visuales que se entiende casi sin leer los textos, buenos textos... Por ahí el argumento en sí es medio básico, más pueril que malalechístico, pero cierra perfecto y no fracasa en su intento por robarnos una sonrisa.
El de Diego Simone me pareció el guión más flojo, más predecible. De todos modos destaco su gran manejo de los climas, del color, la gran solidez narrativa y por supuesto el dibujo, porque en ese rubro Simone (al que también ya vimos en otras antologías) es un monstruo con un potencial absolutamente ilimitado.
Vamos con Gerardo Baró, el dibujante de Fede y Tomate (lo vimos el 23/3/11), acá en un estilo más cool, más frío, más elegante, que igual explota a la hora de la machaca. Baró también la rompe con el color y cuida muchísimo el flujo narrativo de su bizarro homenaje a Godzilla y demás monstruos ponjas. El guión es muy entretenido, con alguna sorpresa cerca del final, con una cierta erudición geek y dos personajes muy atractivos, a los que ojalá retome para nuevas historias.
Otro dibujante al que ya nos cruzamos, Industrias Lamonicana, opta por un color plano, estridente, muy a tono con las viejas historietas de los ´60. Toda su historia (co-escrita con Diego Tripodi) es un pastiche de los viejos justicieros urbanos que daban y cobraban de lo lindo. Su 2 Deaths es una especie de Spirit más heavy, acá obsesionado con resolver un caso que lo supera ampliamente. El dibujo es sólido, muy jugado a los climas oscuros (llueve en casi toda la historia) y con esa pasmosa habilidad de Lamonicana para caricaturizar a personajes de carne y hueso (acá el villano tiene los rasgos del inolvidable gordo Jorge Porcel).
Pablo Tambuscio quizás no tenga el dibujo más vistoso, ni el manejo del color más llamativo o más original. Pero tiene el mejor guión de la antología, lejos, a años luz del que va segundo. Taipei es una historia brillante, una joya, un trabajo que más de un guionista profesional querría haber firmado. Tambuscio cuenta una historia trágica, íntima, chiquita, y elige contarla de un modo no lineal, cruzando pasado y presente de un modo absolutamente hipnótico, que además le sirve para potenciar enormemente el impacto del final. Posta, una delicia.
Y cierra Patricio Plaza, con un dibujo más en la línea de John Kricfalusi, el Polaco Scalerandi, Gastón Souto... bien salvaje, bien expresivo, con un gran dominio del grotesco. El color es alucinante, la narrativa se le empantana apenas un toque en una página muy cargada de bloques de texto, en la que tiene que explicar 800.000 cosas, y el guión, que arranca como una bizarreada satírica, pasada de rosca, sobre el final pega un giro impredecible y levanta muchísimo vuelo. Hasta se le filtran rayitos de ternura y de poesía, entre tanta guarrada. Otra historieta muy notable, redonda y atractiva por donde se la mire.
Sin demasiada trayectoria a sus espaldas, hoy estos seis animalitos del lápiz ocupan un sitio muy interesante en el panorama de la historieta argentina. Son los chicos malos, los que se cagan en la historieta intelectual, experimental, con mensaje. Son los que militan por una historieta de género, accesible, dinámica, vistosa, entretenida, sin pretensiones y a la vez sin fisuras. Por supuesto ya los quiero ver a los seis romperla en sendas novelas gráficas... pero me conformo con que este año saquen otra antología del nivel de esta, como para seguir disfrutándolos aunque sea en historietas de 12 páginas. Aguante el Mal.

jueves, 23 de enero de 2014

23/ 01: ALL-STAR SUPERMAN

Hoy me toca algo raro, que es releer una historieta que ya había leído varios años atrás, en otro formato (tuve la edición hardcover en dos tomos, y la hice guita apostando a que saliera todo junto en un sólo softco). Con la perspectiva que dan los años, All-Star Superman me cebó un poco menos que la primera vez que la leí.
Suele decirse que esta obra de Grant Morrison y Frank Quitely es lo mejor que le pasó a Superman en la década pasada. ¿Es posta? Puede ser, pero fijate que la época de Geoff Johns en Action Comics le hace MUCHO el aguante. El combate de Superman contra otros kryptonianos, la saga contra Bizarro, la muerte de Jonathan Kent... esas tres cosas que pasan en ASS pasan también en Action, y Johns las maneja mejor.
Lo mejor que tiene ASS, lo que la eleva muy por encima de los episodios de Johns y de los esfuerzos de un montón de otros autores, es que se trata de una obra fruto de la TOTAL LIBERTAD. Este es un Morrison sin cadenas, al que le dejaron hacer TODO lo que quiso. Más que en la JLA, mucho más que en Batman, casi como en sus comics para Vertigo. Y vos sabés cómo es esto: si a Morrison le das libertad para limar, el tipo lima como pocos y convierte en un comic de interesante para arriba a cualquier garcha en la que lo dejes meter mano. All-Star Superman cumple por ese lado: está lleno de ideas locas, extremas, muy imaginativas, tiene desarrollos bastante jugados para unos cuantos personajes y –lo más impactante- se da el lujo de gambetear el final feliz. Uno, que leyó muchas historias alternativas de Superman, esperaba el final clásico, con el héroe y Lois en pareja y Luthor en cana. Bueno, Morrison agarró para otro lado y le salió muy, muy bien. Sólo por eso, hay que bancar a esta saga.
Después, se puede estar de acuerdo o no con los gustos del autor. Morrison se copa con la Fortaleza de la Soledad, los robots de Superman, el Clark Kent torpe y pusilánime, el Jimmy Olsen aventurero y figuretti, la Lois obsesionada con el secreto de Superman, el Luthor que no es empresario ni político sino villano full-time, el Superman científico, los inagotables sobrevivientes de Krypton, las 140 variaciones de la kryptonita... A mí, como fan del Superman rebooteado en el ´86 por John Byrne, todas esas cosas me parecen pelotudeces típicas de la Silver Age, me irritan, me parece que no se hacen reivindicables ni tolerables por más que las reversione Morrison, Alan Moore (que ya lo hizo en Supreme) o Naoki Urasawa. Igual se le escapan un par de tiros para el lado de la justicia: aparece Cat Grant, hay una referencia a Doomsday y Superman hace uso de su campo bioeléctrico.
Dentro de este contexto de “vale todo” que se puebla gradualmente de elementos medio chotos, o que a mí no me cierran, también hay momentos muy zarpados, muy emotivos, realmente icónicos. El plan de Luthor es malignamente genial, Lois está muy bien escrita, está muy bien aprovechado el truquito de subirle los poderes a Superman a niveles ridículos... Si le sacamos la presión de ser la joya definitiva en las carreras de Superman o de Morrison, ASS se la recontra-banca.
Buena parte del mérito le corresponde, obviamente, al copadísimo Frank Quitely, que laburó dos años para que esto se vea así de lindo, así de potente, así de monumental. El guión de Morrison es tan ambicioso, abarca tanto, vuela tanto, que le permite a su compañero imaginar planetas, culturas, tecnologías, armas, y por supuesto diseñar y resideñar a villanos y personajes clásicos. Y Quitely, por supuesto, no desaprovecha la oportunidad de lucirse y de entrar cómodo, caminando lo más pancho, al panteón de los mejores dibujantes de Superman de todos los tiempos. Con su línea finita y expresiva, con su detallismo sobrehumano en los fondos (las pocas veces que los dibuja) y con una narrativa cristalina, que deja que el texto asuma todos los riesgos que haya que asumir, Quitely dejó su huella en la mitología del Hombre de Acero, y además nos legó su obra más extensa, por lo menos para el mercado estadounidense.
La relectura de All-Star Superman cinco o seis años después, me detonó el bocho mucho menos que la primera vez, pero aún así la disfruté mucho. Si te gustan los superhéroes clásicos reinterpretados en clave moderna, con ciertos guiños posmodernos y ciertas veleidades vanguardistas, el Superman de Morrison y Quitely te va a emocionar a niveles cósmicos. Y si no, también vale pegarle una leída por los conceptos fumancheros que tira el guionista (como siempre, con dos boludeces de las que Morrison apenas esboza sacás jugo para un año de cualquier serie regular) y el trabajo descomunal del dibujante.

miércoles, 22 de enero de 2014

22/ 01: GIL PUPILA Vol.4

Hasta yo me comí el amague de que no llegaba, pero llegué. Con una reseña más corta que las habituales, porque mucho de lo que tengo para decir sobre este libro ya lo dije la semana pasada, cuando comentamos el Vol.2.
Esta aventura de Gil Pupila tiene menos margen para la comedia y mucha menos participación para Libélula y Cerecita. Acá el protagonista (Gil Pupila, el detective astuto, un poquito creído, siempre impecable) asume plenamente ese rol y ningún otro personaje, ni secundariio ni villano, intenta siquiera eclipsarlo. La trama policial es espesa, jodida, bastante sórdida por tratarse de una historieta apuntada al público infanto-juvenil. Maurice Tillieux la teje con la paciencia de la araña y con un golpe de impacto (el poder de pegar super-saltos que reciben algunos de los villanos) que no era 100% necesario para que la aventura llegara a buen puerto, pero no está mal.
El misterio está perfectamente desarrollado, la investigación de Gil Pupila es exhaustiva, intensa, vibrante, con mucha acción. La trama pega varios volantazos en momentos en los que no te los ves venir y se termina de resolver de un modo que a mí no me gusta: el capo de los malos, una vez capturado, explica absolutamente todo: sus motivaciones, su plan, las movidas que tuvo que improvisar a partir de la intromisión de Gil Pupila en el caso... todo en un extenso soliloquio que ocupa un grotesco porcentaje de las últimas dos páginas. Ahí el dibujo de Tillieux prácticamente desaparece para darle espacio a los gigantescos globos de diálogo de... el villano (no lo nombremos, que es sorpresa) y quedan unas páginas arduas de leer, con poca onda, que sólo se sostienen por la magnitud de las revelaciones.
El color está un poquito más digno y el dibujo también mejora respecto del tomo anterior, donde Tiliieux ya estaba a un nivel altísimo, sin nada que envidiarle a los mejores autores franco-belgas de esta época de oro. Estamos hablando de 1961, cuando esta historieta (originalmente serializada en el semanario Spirou) se publicó por primera vez en álbum. Hoy más de 50 años después, Gil Jourdan (que así se llama la serie en su país de origen) es un clásico indiscutido, del que –injustamente- se habla bastante poco. De todos modos hay varios álbumes editados en España, algo apareció también en EEUU, y por supuesto en Francia y Bélgica se sigue reeditando la serie completa, todo el tiempo. O sea que nunca es tarde para descubrir al asombroso Maurice Tillieux, quien dejó de dibujar a principios de los ´70 para hacerse guionista full-time y falleció en 1978, a los 56 años, en un accidente automovilístico.

martes, 21 de enero de 2014

21/ 01: LO SUBTERRANEO

Esta es una novela gráfica breve (52 páginas) de autores argentinos jóvenes, a los que hasta ahora sólo habíamos visto en alguna que otra antología. Es claramente una obra de género, casi siempre de misterio. Hay una sana intención aventurera, por momentos parece inclinarse hacia el terror, y en un momento sin duda se va hacia el género catástrofe, pero básicamente lo que se mantiene firme a lo largo de toda la novela es el misterio.
¿Y cuál es el misterio a resolver? La aparición de una extraña civilización en el subsuelo de Plaza Flores y sus consecuencias: el colapso edilicio en la zona afectada y la desaparición de gente que viajaba en el subte A (antes de que este llegara a Flores). Uno de los desaparecidos, Martín, desencadenará la investigación que llevarán a cabo su novia Mariana y una especialista en culturas antiguas, Lucrecia Montiel. A una la mueve la curiosidad científica, a otra el amor por su chico, y las dos van a terminar por jugarse la vida en estos túneles repletos de sombra y ancestrales peligros. Todo eso en un in crescendo dramático, planteado con mucho realismo, con mucha coherencia y mucho cuidado por no romper el verosímil... hasta la página 30.
Ahí viene una secuencia muy extraña, en la que el guión de Daniel Perrotta y el dibujo de Emmanuel Enríquez (muy compenetrados el uno con el otro a lo largo de la novela) saltan al vacío. El clima del relato ya venía bastante enrarecido por esa ceremonia ritual, y de pronto empiezan a sucederse imágenes y situaciones muy locas: una mina cuya cara se convierte en una especie de vagina con dientes, un nene que espía por un agujero cómo una mina le hace un pete a un tipo, mientras el agujero empieza a parecer... otra cosa, un garche homosexual con un tema de Pink Floyd de fondo, en el que uno de los pibes parece ser Martín (los varones son todos muy parecidos en esta novela), un eclipse contado de un modo bastante inusual... De a poco, extraños simbolismos invaden una historia que hasta ahora era lineal y la confusión le gana al argumento. Por un rato.
Después vienen más secuencias “normales” (dentro de lo extremo del planteo de la trama, claro), con el derrumbe de media ciudad, la huída de los túneles, la despedida de Mariana, Martín y Lucrecia... hasta que llega una doble página en la que vemos cómo dos guerreras de la civilización perdida matan y decapitan a un tipo que ¿es Martín? No se entiende. Parecía que Martín había zafado y de pronto esta escena evoca el clima (incluso desde el color) de una escena 20 páginas anterior. Me quedaron un montón de dudas, me sentí muy pelotudo.
Por suerte están buenos los diálogos, está bueno el dibujo (acá vemos a Enríquez dibujar cosas que son MUY difíciles de dibujar), está bueno el color, hay algunas planificaciones de páginas muy raras y muy efectivas, también un buen manejo de las grillas clásicas, hay muchas buenas ideas en la elección de los enfoques (brillante esa página en la que la cámara está puesta en el fondo de un jarrito con café), está bueno el rotulado, están bien puestas las secuencias mudas para acentuar los climas... Se nota que estamos ante autores que no improvisan, para nada. Esto es el fruto de muchas horas de laburo muy serio, muy a conciencia.
Me queda esa espina, frustrante como perder un partido de ping-pong después de haber estado 20-20, de no haber entendido ese tramo medio raro, en el que me quedó claro que una de las guerreras se garchó a Martín y no mucho más. El resto no sé si son sueños, alucinaciones, realidades paralelas, flashbacks a cosas que pasaron antes... Sólo por eso no recomiendo enfáticamente Lo Subterráneo. En todo lo demás, Perrotta y Enríquez superaron mis expectativas.

lunes, 20 de enero de 2014

20/ 01: DISCOVERING AMERICA

Hoy seguimos con más historieta vanguardista, ahora de principios de los ´90. Y con una paradoja: este libro, que se llama Discovering America, obra de un autor yanki, no existe en EEUU. Se trata de tres historietas de las que David Mazzucchelli publicó en su revista, la autogestionada e inconseguible Rubber Blanket, recopiladas en libro por la editorial italiana Coconino, el sello tano más jugado a la historieta de autor fina, inusual, transgresora. Esto es un material muy raro, de la época en la que Mazzucchelli había huído despavorido del mainstream, pero se resistía a abandonar la historieta. Es anterior a City of Glass y MUY anterior a Asterios Polyp. Raro y además breve. Una historieta de 24 páginas, una de 9 y una de 8. Fin.
Visualmente, las historias no se parecen entre sí. La primera, Near Miss, es como una estilización bien a fondo de lo que Mazzucchelli venía haciendo en sus últimos laburos para Marvel. Se ve como una historieta típicamente alternativa, una especie de abuelo de Adrian Tomine, con ese ritmo, pero con más énfasis en el claroscuro, más guiños a José Muñoz y a Hugo Pratt.
La segunda, la extensa historia que da título al libro, pareciera ser la más extrema. Sin embargo, lo que le da esa impronta tan zarpada, lo que descoloca tanto al lector, no es la narrativa (con su mix entre grillas clásicas y puestas más arriesgadas) sino el color, que es agresivo, fuerte, dispuesto a llevarse puesto el claroscuro con sólo dos tonalidades, una de rojo y un turquesa intenso, poderoso. Para disfrutar del dibujo (apenitas más estilizado que en Near Miss) hay que hacer el esfuerzo de ver por debajo de esos colores impactantes, casi violentos.
Y en la tercera, Mazzucchelli se ceba con la obsesión de los japoneses por ocultar el vello púbico incluso en los mangas y las revistas porno, con lo cual está todo dibujado como si fuera un autor japonés, en blanco y negro, con tramas mecánicas, con distintos grados de realismo según qué tenga que dibujar... un ejercicio de estilo muy logrado, bah.
En cuanto a los guiones, hay un tema común que engloba a las tres historias, que es la obsesión, la pulseada entre la racionalidad y la demencia, en la que siempre gana la demencia. Los protagonistas de las tres historias son varones llevados al extremo de la cordura por distintas compulsiones, que los alteran y los llevan hacia las márgenes de la locura lisa y llana. La tercera, la de la delirante cruzada de Ishizaka San contra el vello púbico, al tener todo ese componente de violencia, vómitos, pijas y conchas, es la más perturbadora, la más shockeante y probablemente la que tenga el guión más redondo, con menos cabos sueltos.
En las otras dos, se lo ve a Mazzucchelli demasiado críptico, demasiado entusiasmado con la idea de irse al carajo en escenas y climas más raros, más novedosos, más alejados de lo que había hecho durante años en el mainstream. Y no es que naufraguen o aburran, pero les falta una vueltita, un cierre más lindo, más redondo.
No puedo contar mucho más sin revelar detalles de las tramas. Por ahí subrayar que si te gustan los mapas, los globos terráqueos y la geografía, te vas a cebar mal con Discovering America (la historieta, no el libro). Y un “chiva-calenchu” para los yankis, que para leer estas historias de un prócer como Mazzucchelli tienen que desempolvar revistas de hace más de 20 años agotadísimas y jodidísimas de conseguir, o buscar esta edición italiana, impecable por donde se la mire.

domingo, 19 de enero de 2014

19/ 01: OPISSO Y DORA

Allá por fines de los ´80, Barcelona era una ciudad en estado de ebullición. Se venían los Juegos Olímpicos de 1992, el mundo entero miraba a la ciudad y –de pronto- containers enteros de guita se destinaban a modernizar y a poner más linda a la maravillosa urbe catalana. Por supuesto, entrar de golpe a la modernidad tiene su costo y de eso se encarga Montesol en estas breves historietas de clara intención satírica: de mostrarnos ese momento en el que la fiebre por el glamour, el diseño y el progreso pasan a cobrar las facturas correspondientes.
En las historias protagonizadas por Opisso y Dora, Montesol se divierte masacrando a la clase media cheta que “compra” cualquier boludez que se pone de moda: el arte abstracto, la vida sana, el sexo de todos contra todos... Para ellos todo es excesivo, todo es a todo o nada: desde la pasión por la joda nocturna (en la que el escabio está muy presente y la merca está, pero más sugerida) hasta el drama más trágico que se desata cuando se les descompone el teléfono (estamos en la era pre-celulares, claro). Por supuesto Montesol construye estos pequeños cantos a la exageración como un puente hacia el humor, que de paso intenta lograr una reacción por parte del lector. Este material se publicaba en la revista Cairo, muy leída por una generación de fans afectos a cualquier fruta que pareciera sofisticada, moderna y diseñosa, y en la revista Vivir en Barcelona, en la que supongo que no aparecían otras historietas. O sea que hay un mensaje por debajo de la joda, que es “abramos los ojos, muchachos, así no nos venden pescado podrido”.
Las últimas dos historietas tienen como protagonistas a Neo y Post que, lejos de ser gente común, son dos especialistas en arte moderno, fanáticos del diseño, las expresiones más extravagantes del arte contemporáneo y los vernisages en los que corre abundante morfi, chupi y frula. La segunda y última aventura de Neo y Post directamente nos sumerge en la runfla disparatada en la que se le asignan multimillonarias partidas presupuestarias a artistas, diesñadores, intelectuales y payasos varios para que generen obras relacionadas con Barcelona 92. No sé si Montesol realmente estuvo ahí, pero es todo tan venal y tan patético que resulta sumamente creíble.
En el medio, entre los caprichos ridículos de Opisso y Dora y las guarradas de Neo y Post, hay una historieta de cinco páginas titulada simplemente “Barcelona”, sin textos y sin guión. Son simplemente viñetas inconexas puestas una al lado de la otra, cada una centrada en un aspecto de los que hacen única a la ciudad condal. Se trata de un sencillo y sincero homenaje de Montesol a la ciudad que ama. Esta es la historieta más zarpada a nivel gráfico, realizada en carbonilla, frente-march, sin nada ni remotamente parecido a un boceto previo. Montesol combina con maestría ese trazo crudo, primal, al filo del mamarracho, con con gran laburo de tramas mecánicas y todo se ve maravillosamente bien.
En las historietas de Opisso y Dora también se lucen las tramas mecánicas y también hay momentos en los que uno sospecha que debajo de la tinta no hay bocetos ni lápices. La diferencia es que está todo entintado con un pincel muy versátil, con grosores de línea muy diversos, y que conserva la frescura, la fuerza en el trazo. Lo único realmente feo es el rotulado, que en varias historias está hecho a mano alzada y con una caligrafía que por momentos cuesta descifrar.
Y sobre el final, las aventuras de Neo y Post son las que nos muestran al Montesol más “careta” a nivel visual. Acá seguro hay bocetos debajo de la tinta, esta está lograda con pinceles y rotrings, los diálogos están rotulados por un especialista en la materia, hay bloques de texto perfectamente integrados a la imagen y las viñetas están ordenadas en grillas clásicas. Si a estas historietas les ponemos tramas, ya se vería un exceso de recursos que chocaría bastante con la sobrecarga de información, personajes y textos que Montesol mete en cada viñeta.
Si querés revivir ese bizarro estallido de posmodernidad, sofisticación y diseño, o verlo desde una óptica crítica, descarnada, manchada de un humor profundamente malalechístico, este libro te da esa posibilidad. Toda excusa es buena para volver a recorrer la cautivante Barcelona, y si es de la mano del arte de Montesol, mucho mejor. Incluso si hay que aguantarse a borrachines, merqueros, pusilánimes y demás figurettis de cuarta a los que tan bien satirizan estas historias.

sábado, 18 de enero de 2014

18/ 01: LA MUDANZA

Hora de reencontrarnos con el comic uruguayo, más precisamente con Nicolás Peruzzo, uno de los protagonistas de la Saga de Nueva York, cuyo trabajo anterior (Ranitas) fue reseñado el 23/09/11.
La Mudanza tiene un sólo problema, que es que se le nota mucho la intención de generar una obra que apele a un público muy amplio, que le guste y le llegue a mucha más gente que la que habitualmente milita en “el palo comiquero”. Peruzzo calcula minuciosamente –creo yo- cuánto del mensaje positivo, alentador, de buena onda y de contención para el que sufrió pérdidas dolorosas le va a llegar al público no comiquero, integrado mayoritariamente por mujeres, y ahí apunta su munición más gruesa.
A partir de ahí, podés crear un bofe sensiblero, emo y –en definitiva- grasa, o podés sorprender con una historia que tome como base a los sentimientos pero no se lea como la versión gráfica de un libro de autoayuda berreta. Por suerte, La Mudanza tiene los rasgos descriptos en la segunda opción. Peruzzo se las ingenia para que su obra no se lea como un melodrama barato, sino como una historieta de notable vuelo poético, en la que un realismo mágico sutil y finoli viene a barnizar con un mensaje copado a una historia más bien bajonera, en la que la melancolía es claramente el clima hegemónico.
¿Cómo lo logra? Yo creo que la clave es la brevedad de la obra. Son 52 páginas con poco texto, en las que no pasa poco, pero en las que se aprecia la economía de recursos, de diálogos, de enfoques, de trazos incluso, porque Peruzzo opta por un grafismo más bien despojado, más cercano al de la ilustración infantil. La Mudanza no viene a cambiarte la vida. A lo sumo viene a ser esa palmada en la espalda, acompañada de un “fuerza, que no decaiga”, de las que nos dan los amigos cuando el bajón nos pasa por encima.
La historia avanza a un ritmo lento, tranqui, coherente con un comic que nos invita ante todo a la reflexión, y contribuye (el ritmo, no el comic) a que nos colguemos mirando las imágenes de esa ciudad crepuscular y semi-desierta que Peruzzo retrata con precisión, y a la que logra convertir en un personaje más de la novela. El final es redondo, apenitas previsible, y sumamente satisfactorio.
Ya hice bastante referencia al dibujo, pero me falta acotar que acá descubrí a Peruzzo en su faceta de colorista, y me parece que en este rubro es un talento a tener muy en cuenta. En casi todas las escenas se maneja con una paleta intencionalmente acotada, y cuando –en las escenas restantes- deja de lado esa limitación, sorprende con una versatilidad que contrasta maravillosamente con la paleta acotada que se impone en casi toda la obra.
La Mudanza es un comic conmovedor, un tanto argolla-friendly, es cierto, pero con un argumento bien construído, excelentes diálogos, elocuentes silencios y ese plus de belleza que significa transmitir un mensaje positivo sin cursilerías, ni clichés ridículos, sino desde un vuelo que Peruzzo emprende hacia la fantasía y la poesía, y que pilotea con mucha destreza. Si en Ranitas pegaba fuerte por su honestidad, su veracidad, su falta de tapujos para hablar de su tránsito de la adolescencia a la adultez, acá Nicolás pega tanto o más fuerte, pero con argumentos menos personales y más universales, como son las ganas y las motivaciones que nos impulsan (como diría el autor) “a seguir siguiendo” cuando la vida nos pega uno de esos sacudones que nos dejan con el culo mirando al sudeste. Más que una historieta, La Mudanza es una caricia en el alma y eso la hace enormemente valiosa.

viernes, 17 de enero de 2014

17/ 01: AMERICAN VAMPIRE Vol.3

Terminado el viaje al misterio, vuelvo a leer comic yanki más o menos actual pero salpicadito, saltando de una cosa a otra con el criterio esquizofrénico que me caracteriza. Esta vez retomo una serie de Vertigo que tenía abandonada desde el 23/01/13, hace prácticamente un año. Me toca un tomo gordito, con muchos episodios, más precisamente un unitario y dos arcos argumentales extensos, todo escrito por Scott Snyder. Veamos cómo me fue.
El unitario es una garcha. Es una historia cuyo único objetivo es mostrarnos por enésima vez lo hijo de puta que es Skinner Sweet, el abominable protagonista de la serie. Se redime mínimamente por el dibujo, a cargo del genio croata Danijel Zezelj.
El primer arco extenso está ambientado en 1943, plena Segunda Guerra Mundial, y esta vez el protagonista excluyente es Henry Preston, el marido de Pearl, que se va a integrar a una especie de brigada paramilitar que se mimetiza con las fuerzas armadas yankis, pero en realidad depende de Los Vasallos del Lucero, la organización secreta que caza vampiros, liderada por el sombrío agente Hobbes. Sorpresivamente, Snyder no opta por los villanos nazis. Ojo, no es para festejar. Los villanos japoneses que mete el guionista no tienen la menor onda y los vampiros mutados a los que se enfrentan Henry y su tropa son patéticos. Por si faltara algo para convertir a este arco en un exceso de pochoclo y grandilocuencia, a Snyder se le ocurren excusas chotísimas para que tanto Skinner como Pearl viajen a la misma islita de la concha de la lora a la que mandaron a Henry y –obviamente- se machaquen entre ellos. Lo único bueno es que, hasta que llega ese desenlace absurdo y previsible, Snyder tiene muchas páginas para desarrollar bastante bien a los compañeros de equipo de Preston, especialmente a Calvin Poole que –me juego la chota- va a reaparecer en algún arco futuro.
Esto está todo dibujado por Rafael Albuquerque, bien, con mucho power. Ya quedó poco de la sofisticación, de la elegancia que mostró el brasilero en los primeros episodios de esta serie y ahora es todo más zarpado, más visceral, casi al borde del grotesco, aunque sin derrapar. De alguna manera, Vertigo se las ingenió para tener un comic que puede ser perfectamente disfrutable para los lectores a los que los guiones les interesan poco pero se ceban con los dibujantes fuertes, personales, de estilos impactantes.
El segundo arco también transcurre durante la Segunda Guerra Mundial y también tiene a Hobbes en el rol del titiritero que manipulará a los “héroes” para que vayan nada menos que a la Rumania ocupada por el Tercer Reich a jugarse la vida contra –adivinaste- vampiros nazis. Ese concepto que por ahí era alucinante hace unos años, cuando Fabien Nury escribió Je Suis Legion (lo vimos el 22/11/11), hoy es una especie de cliché medio bizarro, que Snyder tratará de refritar con decoro. El resultado no es horrendo, principalmente porque hay un excelente trabajo de caracterización en los protagonistas, Cash McCogan y Felicia Book, ambos aparecidos en roles secundarios en el tomo anterior. La aventura en sí es bastante ridícula, el verosímil se rompe ni bien empieza el segundo episodio (y de ahí en más, agarrate), los villanos hacen la boludez de capturar a los buenos y no matarlos, son DOS yankis contra un ejército de vampiros nazis y ganan los yankis... en fin, más pochoclo berreta, mínimamente condimentado con algo de rosca política y –reitero- con un laburo notable en el desarrollo de Cash y Felicia.
Este arco (originalmente publicado como una miniserie por afuera de la colección principal) está todo dibujado por Sean Murphy, con las hiper-pilas. No te digo que al lado de Murphy parezcan chotos Albuquerque y Zezelj, pero sí que este animalito sale con los tapones de punta, a eclipsarlos a todos. Con ese grafismo zarpado, que combina al mejor Chris Bachalo con el mejor Jorge Zaffino, Murphy nos regala las mejores páginas del tomo: las secuencias mejor planificadas, los fondos más laburados, los mejores trucos para no dibujar los fondos, las escenas de machaca, explosiones y persecuciones mejor equilibradas, todo eso está en esta saguita, en la que Murphy dejó la vida.
En fin, un tomo salvado básicamente por los dibujantes, y por algunos hallazgos de Snyder en materia de caracterización y diálogos. Las historias en sí, flojas. No sé si para colgar la serie, pero seguro para encender la luz amarilla, la de “mmm... seamos precavidos”. Tengo para leer más adelante el Vol.4 de American Vampire y otros laburos de Scott Snyder y de Sean Murphy, así que los volveremos a cruzar pronto.

jueves, 16 de enero de 2014

16/ 01: GIL PUPILA Vol.2

Andá a saber por qué los españoles le pusieron “Gil Pupila” a esta serie que en Francia y Bélgica se conoce como Gil Jourdan. Se trata de una serie interesantísima, centrada en enigmas policiales, sin elementos fantásticos, aunque con una cuota de humor. Su creador fue Maurice Tillieux, un maestro fallecido en 1978, con sólo 56 años. Las aventuras de Gil Jourdan se publicaron en la revista Spirou (templo, bunker y aguantadero de la línea clara de Marcinelle) a partir de 1956 y este segundo álbum (“Popaïne et vieux tableaux” en el idioma original) data de 1960.
La verdad es que al leerlo, parece mucho más moderno. La trama es compleja y está muy elaborada (de hecho, continúa linealmente del tomo anterior y, si no fuera por un resumen que aparece en la primera página, mucho de lo que se sucede aquí no se entendería), los diálogos son abundantes y hacen gala de una sofisticación poco frecuente en la historieta infanto-juvenil, y sobre todo se trata de un comic para pensar. Hay acción, hay chistes, hay malos que se quieren sacar de encima a los buenos, hay persecuciones, pero Tillieux se jugaba todo al disfrute intelectual, a desafiarnos desde la inteligencia. El plan de los villanos es excelente y el contra-plan que pone en marcha Gil Jourdan para cagarlos no sólo es brillante; también me hizo acordar a los mejores episodios de Los Simuladores, esos en los que las estrategias de Santos y su equipo tenían un grado de detalle y de precisión casi de relojería, y a la vez abrían la puerta a situaciones de gran potencial cómico.
Lo único que no me terminó de cerrar es que los protagonistas no son queribles. Gil se pasa de canchero, Libélula (el ex-chorro, ahora ladero del detective) es insoportable, y me tengo que quedar con Cerecita (Queue-de-Cerise, en francés), la joven ayudante del héroe, con su actitud combativa y sus diálogos pomposos y desafiantes. El otro integrante del elenco estable es el Comisario Corrusco (Crouton, en francés), a quien Gil Jourdan siempre le gana de mano a la hora de resolver los misterios, obviamente dejándolo en ridículo. De hecho, en tiempos menos tolerantes, los primeros álbumes de Gil Jourdan estuvieron prohibidos en Francia precisamente por faltarle el respeto a la policía. En 1971, alguien recapacitó y levantó la prohibición.
El dibujo de Tillieux es magistral. Como tantos autores de su camada (y en especial de la revista Spirou), estaba muy pegado al estilo de André Franquin, pero con varios rasgos que lo diferencian. Primero, Tillieux era más “careta”, menos fan del descontrol y el kilombo. Y del lirismo, la fantasía y el virtuosismo. Sus viñetas son más ordenadas que las de Franquin, más prolijas, sin llegar al extremo de los muchachos de enfrente, los seguidores de Hergé, “afiliados” a la línea clara de Bruselas. Las páginas de Tillieux, además, tienen más viñetas (rara vez menos de 10) y mucho más texto que las de Franquin, quizás porque antes de ser historietista se dedicó brevemente a la literatura. Y dentro de esta estética super expresiva, ideal para complementar la aventura con pasos de comedia y algún momento de slapstick, Tillieux hace el esfuerzo de que todo (salvo los personajes) se vea bastante real. Comparado con lo que vimos en álbumes más recientes (los del Marsupilami, o el de Boule et Bill), el color es tirando a berretón, pero bueno, pensemos que es de 1960. No se puede pedir milagros. El trabajo de Tillieux en la faz gráfica seguirá mejorando (lo vamos a comprobar pronto, porque tengo un tomo más sin leer) hasta que para el Vol.11 suma a un equipo de asistentes y para el Vol.13 deja de dibujar y se dedica sólo a escribir los guiones, para esta serie y para varias más, ya que rápidamente se convirtió en el guionista más querido por los lectores de la revista Spirou.
No sé si alguno de los álbumes se llegó a serializar en alguna revista argentina, tipo Billiken o Anteojito. No lo descarto. Lo cierto es que en nuestro país se habla poco y nada de Maurice Tillieux y de su detective atildado y presumido, que de Gil no tiene un pelo. Por supuesto, se trata de una gigantesca injusticia, porque si todos los álbumes de Gil Jourdan son tan buenos como este, estamos ante un clásico fundamental de la historieta ya no europea, sino mundial.

miércoles, 15 de enero de 2014

15/ 01: CONTRATIEMPOS

Después de haber hecho buenos aportes a varias antologías, Erica Villar se lanzó a la aventura de crear su propia novela gráfica, primero serializada por entregas en la web y más recientemente recopilada en un muy lindo libro a todo color, con una calidad de papel y de impresión poco frecuente entre los sellos editoriales “jóvenes”.
Contratiempos es, ante todo, una historieta con muchas buenas ideas. Hay buenas ideas en la construcción de los personajes, en la forma de retratar sus vidas cotidianas, en la manera en que sus historias se entrelazan, en los momentos que elige Villar para revelarnos que ciertas cosas sucedieron y ya no hay marcha atrás, en las secuencias “raras”, entre oníricas y simbólicas, que sirven para mostrar lo que está pasando de un modo sumamente original, e incluso buenas ideas a la hora de meter dentro de la viñeta algunos textos, sin recurrir al viejo y querido bloque de idem.
Sorprender al lector sin desentenderse del costumbrismo es una tarea más bien ciclópea, y a lo largo del libro las sorpresas que nos reserva Contratiempos son unas cuantas. La última escena, por ejemplo, la que funciona como epílogo, es rarísima, casi alienígena, y sin embargo cierra por todos lados y le pone el moñito a varias escenas anteriores. La casualidad que lleva a que Vera descubra la “doble vida” de Martín no resulta para nada forzada, ni inverosímil, y Villar aprovecha al máximo el potencial dramático de esa escena, que es la que el lector quiere ver desde la página 24. Y lo otro muy destacable del guión es el afiladísimo oído para los diálogos que demuestra Erica. En todo momento los personajes intercambian frases totalmente creíbles, que no sólo respetan sino que además apuntalan el clima de historia real, de esas que pueden estar sucediendo en este mismo momento en la plaza que está a dos cuadras de tu casa.
El dibujo, por otro lado, es mucho más tranqui. Se nota que no es ahí donde Villar se siente virtuosa, o con ideas de sobra como para brillar. De nuevo me hizo acordar a algunos trabajos de Marcos Vergara (no a mis favoritos), pero sólo en el grafismo, no en la puesta en página ni en la composición de las viñetas. En la puesta es donde veo los hallazgos más interesantes por parte del autora. Villar sabe cuándo bajar un cambio y jugar a la grilla clásica y cuándo arriesgar para lograr efectos más zarpados, y la verdad es que siempre que arriesga, gana. Y lo otro que me pareció muy, muy logrado es el color. No es fácil colorear una historieta en la que la dibujante mete tantos detalles y le presta tanta atención a tantas cosas (a tantos objetos, en realidad), sobre todo en las escenas que transcurren puertas adentro. Sin embargo, Villar encuentra una paleta recontra-idónea para realzar cada escena y cada clima de los que propone la historia, sin descuidar esta gran riqueza en materia de detalles y sin caer en la estridencia colorinche.
No quiero contar mucho más porque estamos ante una obra breve (menos de 60 páginas) en la que se hace difícil indagar sin spoilear. Si te parece interesante una opera prima donde una autora arma y desarrolla una trama muy sólida, con excelentes diálogos, con el barrio como escenario, con buenas dosis de costumbrismo, romance, comedia y momentos de un cierto lirismo, estoy seguro de que Contratiempos te va a encantar. Por ahí el dibujo es más correcto que glorioso, pero el guión y el manejo de la narrativa me dejaron esperando ansioso nuevas obras de Erica Villar, un nombre a tener muy en cuenta en el panorama de la historieta argentina actual.

martes, 14 de enero de 2014

14/ 01: JOURNEY INTO MYSTERY Vol.4

Mirá qué mala leche... La etapa de Kieron Gillen al frente de Journey into Mystery se termina justo con el mejor arco argumental de toda la serie. The Manchester Gods es una saga cortita, de apenas tres episodios, y además es excelente. Acá no sobra nada, hay cero relleno. Gillen aprovecha cada viñeta para hacer avanzar la trama, para sumarle espesor a los dilemas morales, para meter cada tanto un chiste que descomprima la situación, o para explicar algunos puntos oscuros típicos de un comic “de rosca”, como para que no se pierdan los giles que leían esto en revistita y ni siquiera tenían la decencia de seguir la serie desde el primer número.
Esta vez, el joven Loki y Leah caen en Inglaterra (en realidad, en la dimensión en la que se manifiesta el inconsciente de Inglaterra) para una historia simple (a pesar de estar llena de elementos míticos y místicos), que va todo el tiempo para adelante, y en la que Gillen encuentra un rinconcito donde meter una aguda reflexión sobre su país y el rol que cumplió en la modernización del mundo. También, ya que está, trae de vuelta a Daimon Hellstrom (se ve que recibió buen feedback tras la aparición del Son of Satan en el arco anterior) y mete dos homenajes, uno muy sutil y uno muy cabeza, al maestro, al referente de todos los guionistas británicos, el glorioso Alan Moore.
La etapa del joven Loki como protagonista de su propia serie cierra con la dosis exacta de ambigüedad, como para mantener intacta la intriga inicial. ¿Qué onda este nuevo Loki? ¿Le podemos creer que está buscando la redención? ¿O estamos seguros de que las cagadas que se manda no son fruto de la mala suerte sino de una perversa y calculada intención de complicarle la vida a los otros asgardianos? Gillen deja abierto el interrogante y sobre el final le cobra cara a Loki una de sus runflas más sombrías, el acueste que le hizo a Hela en el Vol.2.
Y como con las 64 páginas de The Manchester Gods no se llena un TPB, a alguien se le ocurrió complementar este tomo con un annual de Thor, escrito por J.M. DeMatteis, que lo único que tiene en común con JiM es que está dibujado por Richard Elson. La aventura de Thor es cósmica, grandilocuente, e involucra a Galactus y al Silver Surfer. De hecho el protagonista real es el Surfer y los antagonistas son Scrier y The Other, dos poderosísimas entidades cósmicas a las que el heraldo de Galactus ya conocía de la época en que DeMatteis escribía su serie regular. La historia tiene mucho ritmo, un cierto regusto ochentoso y muchos bloques de texto muy bien escritos. La banco a full, con dos salvedades: 1) Sobra la machaca. Todo el conflicto se podría haber resuelto sin revolear una sóla trompada (ni un martillazo), y si están todas esas escenas en las que Thor y el Surfer combaten a esos aliens flacuchos, es sin dudas para cumplir con el decálogo del comic de superhéroes, que exige peleas en todas las aventuras. 2) Sobra Thor. Absolutamente todo lo que cuenta DeMatteis se podría contar sin involucrar al Dios del trueno, sólo con el Surfer, o mejor todavía, sólo con Galactus.
Y mirámelo a Richard Elson... No sólo pasó de suplente a titular en JiM, sino que logró que su annual de Thor (irrelevante en el contexto general de lo que sucedía en las series regulares ambientadas en Asgard) se recopilara junto con The Manchester Gods. Su trabajo junto a Gillen no varía mucho de lo que vimos en el tomo anterior. Es correcto, pero le falta onda e identidad. En las 44 páginas junto a DeMatteis, Elson muta levemente su estilo para parecerse bastante a Jim Starlin, capo de la machaca cósmica, al que el inglés le copia (no literalmente) muchos trucos de puesta en página y hasta de composición de las viñetas. Mirado muy de lejos, este comic parece dibujado por Starlin, con menos horrores de anatomía, claro. Y lo otro que le da al annual de Thor rasgos propios, muy distintos de los de JiM, es el espectacular trabajo de los coloristas Morry Hollowell y Will Quintana, que realzan los dibujos de Elson hasta el infinito y más allá con todo tipo de efectos de altísimo impacto visual. Todo lo chato o adocenado que pueda parecer el dibujo, lo levanta la magia del color.
En síntesis, no me hice hardcore fan de Kieron Gillen como para comprarle todos los comics en los que mete mano, pero estuvo bueno descubrir a un guionista decididamente distinto, con otra forma de encarar este tipo de relatos. La próxima vez que genere un proyecto atractivo y con buenos dibujantes, cuenta con mis manguitos. Y aguante Loki que –a pesar de las muchas derrotas cosechadas a lo largo de las décadas- ya era un villano de infinita chapa mucho antes de Tom Hiddleston y su notable performance en la pantalla grande.

lunes, 13 de enero de 2014

13/ 01: AURORE

Como habrás visto, últimamente vengo leyendo bastante historieta infanto-juvenil, tanto argentina como extranjera. No se debe exactamente a una regresión mental o emocional a mis ya lejanos años de pre-pubertad, sino a la mera coincidencia, a caprichos del destino que hicieron que justo para esta época se me acumulara mucho material de esa onda y –por poner un ejemplo- ningún manga de esos en los que tipos y minas garchan como conejos ebrios en un viaje de egresados y se destripan unos a otros. Ya vendrán.
Hoy tenemos otro comic para todo público, de esos que padres e hijos pueden leer juntos, con una novedad, que es un upgrade grosero en la calidad. Muchos de los comics recientemente reseñados, que aprobaban con bastante “buena nota”, al lado de Aurore son bazofia en estado de descomposición, inservible hasta para rellenar el cinturón ecológico. Sin entrar a la categoría de “Historieta Perfecta”, este nuevo trabajo del prócer español Enrique Fernández retoma la senda iniciada en su gloriosa La Isla sin Sonrisa (reseñada allá por el 02/09/10). De nuevo estamos ante una historieta pensada para hacerte sentir bien, en la que el autor nos invita a vivir una aventura con visos fantásticos y sobrenaturales, pero sin olvidarse nunca que en realidad el conflicto grosso no pasa por la lucha (o la rosca, que hay bastante) entre buenos y malos, sino por los sentimientos y la forma en que estos se expresan.
Como en La Isla..., Fernández arma un atractivo contrapunto entre una nena y un personaje más viejo y más curtido. Esta vez la nena no es tan buena y tan ingenua. Es la hija, orgullosa y bastante mal llevada, de unos guerreros de una tribu de aborígenes de América del Norte (canadienses, diría si me apuran). Y su compañero en las extrañas peripecias pergeñadas por el autor es una especie de lobo sobrenatural, una semi-deidad que existe en un plano al que los seres humanos no tienen acceso, por lo menos mientras están vivos. Con la estructura de una fábula y con libertad absoluta para irse a la mierda en cuanto a la conservación o no del verosímil, Fernández deja avanzar a Aurore y Vokko por la trama, que se enriquece con los encuentros con distintas criaturas y se tensa cada vez que el autor nos recuerda los graves peligros que se ciernen sobre la tribu de la protagonista.
Al guión le sobran escenas de enorme encanto, momentos ásperos, diálogos logradísimos... y aún así no lo puedo poner al nivel del de La Isla sin Sonrisa, principalmente porque aquella vez Fernández me sorprendió por completo y esta vez fue “Bueno, a ver qué hace este animalito para tratar de superar su hitazo anterior”.
Pero hete aquí que en la faz visual Fernández patea el tablero y se caga no sólo en lo que hizo en La Isla..., sino en todos sus trabajos anteriores. Después de maravillarnos con su increíble manejo del color digital, el hijo del inolvidable Fernando Fernández desconecta la maquinola y colorea las 48 páginas de Aurore con acuarelas, más algún efecto especial logrado con crayones o lápices de colores. Seguramente habrá algún retoque digital, pero lo que se nota (y se disfruta) todo el tiempo es el trabajo con el pincel, sutil, exquisito, de ilimitadas posibilidades expresivas. El dibujo transmite plasticidad, emoción y belleza en cada cuadro, incluso en las páginas en las que Fernández dibuja 12 viñetas microscópicas. Un nuevo despliegue de virtuosismo de este genio del dibujo, ahora en otra técnica muy distinta a la que usara en las obras con las que se consagró.
Y ya está. No quiero contar nada más, simplemente recomendar enfáticamente esta historieta a todos los amantes de la fantasía de alto vuelo, y contar los días que me faltan para leer otra obra de Enrique Fernández que está ahí, esperando su turno en el pilón.

domingo, 12 de enero de 2014

12/ 01: EL INFANTE DANTE ELEFANTE Vol.2

Más de uno va a suponer que hoy me tiré a chanta y no tuve tiempo o ganas de escribir una reseña. Lo cierto es que antes de empezar a redactar el texto de hoy, me tomé el laburito de releer lo que escribí cuando me tocó reseñar el Vol.1 de esta colección, un lejano (y binario) 11/10/10. Y la verdad es que todo lo expresado en esa oportunidad se aplica en esta.
Este libro combina historietas de una página con tiras que aparecen publicadas de a tres por página, y a lo largo de todo el material se observan exactamente las mismas características que ya enumeré en la reseña anterior. O sea que no tiene mucho sentido reiterar los conceptos ya vertidos. Que alcance con reiterar la recomendación para que te compres este Vol.2 de Dante Elefante, lo leas, lo disfrutes, y si te da cosita tener en tu biblioteca historietas de la Billiken, se lo regales a algún pibe, que seguramente va a flashear con las desopilantes pantomimas de este impredecible paquidermo creado por J.J. Rovella.
Mañana sí, una reseña posta.

sábado, 11 de enero de 2014

11/ 01: JOURNEY INTO MYSTERY Vol.3

Tercer tomo de esta serie y, para mi sorpresa, Kieron Gillen sigue enganchado con los sucesos de la infumable Fear Itself, ahora más bien abocado a sacarle las últimas gotitas de jugo que puedan dar los (supongo que muchos) cabos sueltos que dejó la mega-epopeya. Por lo menos esta vez hay una novedad: aparece un villano que tiene un plan para quedarse con todo y serán Loki y sus aliados quienes deban detenerlo. Es decir que JiM deja de ser “el lado B” de una aventura que se desarrolla en otros títulos y el elenco de la serie tiene –por fin- verdaderas amenazas y una misión a cumplir independiente de lo que otros guionistas planificaron para otras colecciones.
Como para dejar bien en claro que leyó con atención el Sandman de Neil Gaiman, Gillen elige como villano central a Nightmare, y además les da roles destacados a varios “señores del miedo”, de distintas tradiciones y culturas, que por supuesto se sientan en una misma mesa a “analizar la situación” y obviamente a rosquear. Esto podría parecer un achaco lineal al clásico de Gaiman si no fuera por un detalle: Gillen no se aguanta ni dos cuadritos las ganas de meter humor, de tirar chistes sutiles (y muy efectivos) sin llegar a los niveles de una JLI de Giffen y DeMatteis, pero decidido a restarle solemnidad y circunspección a las runflas entre estas poderosas entidades conceptuales.
Sobre el final y cuando las papas quemen, Loki (con apenas 13 o 14 años) los enroscará a todos ellos en el juego que a él más le conviene, en un pase mágico mucho más de Hellblazer que de Sandman. Y acá sí, Gillen se caga en todo y se tira de cabeza a la pileta de la comedia. Otro logro del guionista tiene que ver con el desarrollo del plot “serio”, el más orientado a la machaca superheroica típica: acá suma a Daimon Hellstrom (Son of Satan), lo hace jugar (de modo apenitas forzado) en el equipo de Loki y lo trata muy bien. Se nota que allá por el ´93-´94, además de Sandman y Hellblazer, leía el Hellstrom de Warren Ellis y Leo Manco, que era el título “Vertigófilo” de aquella abominable etapa de Marvel.
En general, la saguita de los “señores del miedo” está bien, apenitas estirada y con varios puntos altos (obviamente, el juego de mesa apócrifo es EL momento). Y complementa un unitario de Navidad, también entretenido, que de alguna manera le da un cierre a uno de los personajes de la saga anterior y en el que también Gillen obtiene buenos resultados apostando por la comedia y no por la epopeya.
Por el lado de los dibujos, este episodio unitario está a cargo de Mitch Breitweiser, a quien ya vimos jugando de suplente en un TPB de Captain America (reseñado el 04/04/13). A Breitweiser se le nota bastante que dibuja a los santos pedos, incluso sospecho que hay páginas enteras hechas directo en tinta, pero no está mal, es más que competente. Y en el arco principal tenemos de titular a Richard Elson, el que apareciera en el tomo anterior al frente de un par de unitarios. De nuevo me encuentro con un dibujante de estilo muy clásico, con un grafismo que por momentos me recordó a un Dave Gibbons sin onda, como mezclado con esos dibujantes ingleses de los ´50 y ´60 que eran académicamente muy correctos pero a los que les faltaba toneladas de personalidad, de filo. Elson no es un verdulero ni un improvisado, para nada. De hecho, estamos hablando de un tipo de más de 50 años, con 25 de trayectoria y mucha obra publicada en medios muy importantes de Inglaterra. Se nota que sabe y que se esfuerza por encajar lo mejor posible en la onda que le proponen los guiones de Gillen. Y también se le nota una limitación grossa, por el lado de la identidad. Es un dibujante muy genérico, con pocos rasgos que lo destaquen o lo distingan del pelotón de tipos que narran bien y respetan la anatomía clásica. Una vez más, las dos coloristas que le tocan lo entienden bien y lo levantan mucho.
Me queda un sólo tomo sin leer, porque en el medio está ese crossover con New Mutants cuyo olor a delito me hizo saltearlo. Así que la semana que viene liquidamos Journey into Mystery y damos el veredicto final. Por ahora, banco a los que destacan su originalidad y sus buenas ideas y les recomiendo buenas clínicas de rehabilitación a los que le colgaron el rótulo de “el Sandman de Marvel”. Veremos qué onda el final.

viernes, 10 de enero de 2014

10/ 01: LOS CENTAUROS Vol.2

Sigo con mi paseo por la historieta infanto-juvenil franco-belga y me encuentro con Los Centauros, una creación de Pierre Seron, al que conocía por Los Hombrecitos, aquella serie alucinante que se publicaba en la recordada revista Fuera Borda. Los Centauros, iniciada a fines de los ´70 en las páginas del semanario Spirou, fue su segunda creación exitosa, a la que en algún momento tuvo que dar de baja porque la hinchada pedía a gritos el regreso de Los Hombrecitos. El Lobo de Dos Cabezas (Le loup á deux têtes, en el original) se serializó durante buena parte de 1980 y se recopiló en álbum tres años después.
La serie, compuesta de aventuras autoconclusivas, tiene un argumento general, que atraviesa a todas las historias: Aurora y Ulises, los centauros, fueron expulsado del Olimpo, acusados de desobediencia a los dioses. La condena es recorrer la Tierra (distintos lugares y distintos tiempos de nuestra historia) en busca de la puerta que les permita volver al Olimpo y pedir perdón por sus faltas. Esa búsqueda lleva a la pareja protagónica a vivir aventuras en varias locaciones y épocas distintas, como para –de paso- tirarle algo de data al lector, de manera para nada didáctica ni solemne.
Lo que más me sorprendió es que acá los centauros se enfrentan a un peligro realmente ominoso. El villano, el Conde de Salembraco, es un personaje definitivamente perverso, irredimible, al que lo vemos matar, torturar y cometer con toal impunidad todo tipo de tropelías. Eventualmente sabés que le van a ganar, pero en el medio, este hijo de puta somete a varios personajes (Aurora incluída) a los más ignominiosos tormentos. Esto le da a la aventura un tono bastante dark, bastante espeso, no sé si capaz de estremecer o shockear a los borreguitos que leían la Spirou en 1980, pero claramente lejos de la aventura pasatista y livianita. Quizás por eso quede medio desubicado el intento de Seron por cerrar la historia con una secuencia más distendida, más cómica.
Y lo más choto que tiene el álbum es que se apoya en el truco del sosías: el maligno Conde de Salembraco tiene un “otro yo” (no se blanquea expresamente que es un hermano gemelo) prácticamente idéntico, al que sólo podemos distinguir porque tiene el cabello y el bigote azul en vez de negro. Obviamente este “otro yo” es bueno y va a ser fundamental para derrotar al villano. Fuera de eso, El Lobo de Dos Cabezas es una historia, con mucho ritmo, personajes bien delineados y un pantallazo atractivo de la vida en la campiña europea durante el medioevo. No está mal, si pensamos que es la primera de esta serie escrita por Seron (las anteriores las escribió Stephen Desberg, el guionista de El Escorpión).
Ah... otra cosa que no creo que haya resultado perturbadora ni heavy para los chicos que leían esto en 1980: los centauros andan (coherentemente) en bolas y Aurora, la “centaura”, exhibe sin ningún problema sus pechos, como podemos observar en la imagen de la portada. Es una boludez, pero me parece que hubiese alcanzado para que en la Argentina de 1980 ninguna revista infantil quisiera sumar a Los Centauros a sus páginas.
En cuanto al dibujo de Seron, estamos ante otro autor de férrea militancia en la línea clara de Marcinelle, fiel hasta el servilismo a la estética del maestro André Franquin. Seron logra casi la misma expresividad que lograba Franquin en cuerpos y rostros, cuida muchísimo la narrativa, parece sentirse cómodo en la grilla de cuatro tiras por página y la rompe en las onomatopeyas. El color, que le suma muchísimo atractivo, es obra de Vittorio Leonardo, a quien ya vimos hacer magia en los libros del Marsupilami. Entre Seron y Leonardo logran un libro muy agradable de mirar, si bien al estilo le faltan rasgos más originales.
Hoy, Seron sigue activo como creador de historietas y, como sabe que “sus” lectores ahora son grandes, se zarpa un poquito más por el lado del sexo. Independientemente de eso, me gustaría conseguir más obras suyas, o enterarme si finalmente Aurora y Ulises lograron volver al Olimpo en una hipotética aventura final de Los Centauros.