el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 31 de diciembre de 2013

31/ 12: QUINTA TEMPORADA

Bueno, llegamos a nuestro cuarto 31 de Diciembre, lo cual es... muchísimo.
Este año tuvimos 347 posts (uno más que en 2012), escritos en Buenos Aires, Santiago de Chile, Rosario, Salta, Lima, San Luis, Mendoza y Montevideo, con amplia mayoría de reseñas, que es algo que también se va a repetir en 2014. Me encantaría darle más variedad al blog y publicar textos sobre otras cosas, pero la verdad es que tengo tantos libros sin leer que prefiero meterle pata a las reseñas. De hecho, mañana vamos a tener –como siempre- los Más Vendidos de Diciembre y el jueves ya vuelven las reseñas, no me voy a colgar con el relevamiento de todo lo que salió en 2013, ni me da para armar el ranking de lo que más se vendió durante el año.
Prefeiero lanzarme sobre los pilones de libros sin leer, donde me esperan (entre otros próceres) Rafael Albuquerque, Quique Alcatena, Mike Allred, Raquel Alzate, Leo Arias, Michael Avon Oeming, Brian Azzarello, David B., Kyle Baker, Ricardo Barreiro, Baru, Brian Michael Bendis, Matías Bergara, Simon Bisley, Christophe Blain, Alberto Breccia, Ed Brubaker, El Bruno, Mark Buckingham, Kurt Busiek, Caloi, Giuseppe Camuncoli, Mike Carey, Carlos Casalla, Yves Chaland, Jerome Charyn, Howard Chaykin, Damián Connelly, Copi, Richard Corben, Paul Cornell, Diego Cortés, Crist, Nicolas De Crécy, Guy Delisle, Andy Diggle, Will Eisner, Warren Ellis, Garth Ennis, Alejandro Farías, Enrique Fernández, Manel Fontdevila, Matt Fraction, André Franquin, Kieron Gillen, Juan Giménez, Carlos Gómez, Diego Greco, Paul Grist, Alfredo Grondona White, Moto Hagio, Hermann, Jonathan Hickman, Joe Hill, Hiroshi Hirata, Junji Ito, Adao Iturrsugarai, Paul Jenkins, Phil Jimenez, Jock, Geoff Johns, Shintaro Kago, Jack Kirby, Robert Kirkman, Satoshi Kon, Teddy Kristiansen, Roger Langridge, David Lapham, Michael Lark, Jeff Lemire, Liniers, Alejandra Lunik, Alex Maleev, Suehiro Maruo, Marc-Antoine Mathieu, Max, Eduardo Mazzitelli, David Mazzucchelli, Brendan McCarthy, Scott McCloud, Ted McKeever, Cacho Mandrafina, Mike Mignola, Mark Millar, Peter Milligan, Shigeru Mizuki, Moebius, Edu Molina, Montesol, Alan Moore, Grant Morrison, José Muñoz, Sean Murphy, Takeshi Obata, Tsugumi Ohba, Oswal, Carlos Pacheco, Stephan Pastis, Frederik Peeters, Rubén Pellejero, Peyo, Sean Phillips, Renzo Podestá, Alberto Ponticelli, Paul Pope, Miguelanxo Prado, Frank Quitely, Pascal Rabaté, Humberto Ramos, Eduardo Risso, Roba, James Robinson, Gabriel Rodríguez, el Niño Rodríguez, John Romita Jr., J.J. Rovella, David Rubín, Greg Rucka, Joe Sacco, Guillermo Saccomanno, Richard Sala, Víctor Santos, Rodolfo Santullo, Salvador Sanz, Luciano Saracino, Steven Seagle, Elzie Segar, Joann Sfar, Scott Snyder, Fiona Staples, Jim Steranko, James Stokoe, J.M. Straczynski, Carol Swain, Jiro Taniguchi, Maurice Tillieux, Carlos Trillo, Lewis Trondheim, Tute, Alejo Valdearena, Brian Vaughan, Marcos Vergara, Mark Waid, J.H. Williams III, Bill Willingham, Brian Wood, Robin Wood, Leinil Francis Yu, Fabián Zalazar y Zep.
La verdad es que la montaña de los pendientes es alta y empinada. Me voy a esforzar para leer antes del 31/12/14 aunque sea algo de lo que salga este año, aunque no lo puedo garantizar con total certeza.
No sé si se notó en los posts del blog, pero para mí el 2013 fue un gran año, en el que me fue muy bien en muchos aspectos y la pasé realmente 10 puntos. Me falló Racing, nada más, que la remó decorosamente en el primer semestre y dio bastante lástima en el segundo.
Como siempre, la meta para el 2014 es ir por más, no sin antes agradecerles a todos los que de alguna manera contribuyeron a que yo haya tenido un año tan lindo, tan satisfactorio. A los 1865 “megusteadores” del Facebook, a los 456 seguidores del blog y a los lectores, que entre fieles y ocasionales suelen andar todos los meses por los 26 o 27.000. Esta cruzada delirante sigue un año más y está bueno sentirse acompañado, incluso por los subnormales/ intolerantes/ fachos/ trolls y demás fauna con la que habitualmente compartimos este espacio virtual. Un espacio que –repito por enésima vez- es ante todo un espacio de libertad, donde todos podemos expresarnos a nuestras anchas. En este blog no hay filtros ni nunca los va a haber. Y lo mismo corre para el tema de la guita. Acá no hay guita de por medio. No busco auspiciantes, no vendo ni venderé nunca espacios en el blog y quiero que esto siga así: libre y pobre, como los perros callejeros.
Ahora sí, se larga oficialmente la Quinta Temporada de 365 Comics por Año. Va a ser un placer compartirla con los que se quieran quedar un año más, haciendo el aguante del otro lado de mi monitor. ¡Feliz 2014 para todos!

lunes, 30 de diciembre de 2013

30/ 12: SWEET TOOTH Vol.5

No podía dejar que se terminara el año sin retomar esta serie, a la que tenía abandonada desde un ya lejano 25/08/12. Injusticia asboluta, porque (como todos los lectores de Sweet Tooth, creo) venía muy cebado con las intrigas y los cliffhangers malignos que nos había dejado Jeff Lemire en el tomo anterior.
Ya muy cerca del final (el próximo TPB es el último), Lemire dedica tres de los siete episodios de este tomo a contarnos una historia ambientada en el extremo norte de Norteamérica en 1911. Es una historia tensa, violenta, muy jodida... y además nos muestra cómo y por qué nace en ese momento un bebito con osamenta de ciervo, destinado además a transmitir una plaga que puede acabar con la humanidad toda. En ningún momento Lemire nos aclara que esto mismo sucedió casi 100 años después, cuando nació Gus. Pero la data está, los antecedentes ya existen. El canadiense le pone toda el alma a esta historia, como para que uno se enganche con personajes que no son los de siempre, y en vez de dibujarla él, se la sirve en bandeja a su amigo Matt Kindt. Y Kindt la dibuja así nomás, a los santos pedos, con un cuidado milimétrico en la narrativa y un “me chupa un huevo” absoluto en el dibujo y el color. La verdad que yo no esperaba una performance desbordante de elegancia y virtuosismo, como tampoco esperaba este dibujo tan básico, tan crudo, tan al filo del mamarracho.
Tan personal, tan visceral y tan al límite es lo de Kindt, que cuando das vuelta la página y arranca el arco dibujado por Lemire, parece que estuvieras leyendo un comic de... Phil Jimenez, o Mike Kaluta. Digo, en el contraste. No es que Lemire haya empezado de golpe a dibujar careta, respetando la anatomía clásica y demás. El canadiense se mantiene firme en su estilo despojado, a veces rústico, sumamente expresivo, en ese registro en el que rápidamente el dibujo pasa a un segundo plano para darle todo el protagonismo a la narrativa, que es perfecta. Lemire es un maestro a la hora de manipularnos mediante el armado de las secuencias. Logra ponernos nerviosos, hacernos sufrir, relajarnos, maravillarnos, esperanzarnos, shockearnos... Nos lleva y nos trae como a unos muñecos de trapo, fáciles de zangolotear.
El guión tiene su infaltable cuota de giros impredecibles, de momentos tremendos, de revelaciones impactantes y sobre todo de una constante sensación de peligro, que rara vez decae. Esta vez se desactiva el juego de la road movie: todo sucede en un radio de pocos kilómetros, siempre en torno al bunker al que accedieron los protagonistas en el tomo anterior. Y aún así, casi sin moverse de esa base, Lemire se las ingenia para –una vez más- sumar personajes interesantes y descartar a otros, que garpan más muertos que vivos. Lo único que no me cierra mucho es que en muy poco tiempo (van apenas 32 episodios) Gus pasó de nene a muchacho. Al principio, Lemire lo dibujaba como a un nene de 9 ó 10 años y ahora parece tener 13 ó 14. Me gustaba más cuando era más borreguito (diría un cura pedófilo).
Y así como Jeff Lemire no quiso estirar más de la cuenta esta obra maestra y decidió terminarla en el n° 40, yo elijo no estirar al pedo esta reseña. Lo más importante ya está dicho: Sweet Tooth avanza hacia su último tomo a un ritmo trepidante, sin desviarse nunca de ese rumbo inicial, marcado por la aventura al palo, la violencia, la mala leche y la forma siempre sorprendente de hilvanar las historias de un elenco de personajes complejo, variado y de enorme profundidad. Dentro de unos meses, llegará la hora de comprobar si el final está al nivel de las glorias acumuladas hasta el momento por esta gran serie.

domingo, 29 de diciembre de 2013

29/ 12: EL VIEJO

Una vez más, el blog le abre sus puertas a la producción de los otros países de Latinoamérica, esta vez con un comic uruguayo de particular interés porque está co-editado por un sello charrúa y uno argento, lo que lo hace fácil de conseguir de este lado del charco.
El libro reúne 30 historietas muy breves (la más larga tiene cuatro páginas), originalmente publicadas en Freeway, una revista de tendencias, moda y cultura que se distribuye en forma gratuita en bares, centros culturales y boliches de Montevideo. En ese espacio, apuntado básicamente a jóvenes con buen nivel de educación y de ingresos, el guionista Alceo dio vida a El Viejo, junto al dibujante Matías Bergara (a esta altura, un fetiche de este blog). El Viejo es un tipo que físicamente parece un sesentón, pero a partir de los años en los que ubica las anécdotas que narra, podemos deducir que en realidad anda por los cuarentaipico (como yo). También es un crítico inmisericorde, sin reparos a la hora de masacrar las obras de los artistas, aunque sean amigos suyos (como yo); prefiere escuchar música en su casa, a oscuras y poniendo discos, en lugar de padecer las incomodidades y la estupidez colectiva de los conciertos masivos (como yo); no conoce la nostalgia (como yo) y considera que el amor de pareja es un chamuyo insostenible (como yo). O sea que me identifiqué bastante con el personaje, a pesar de que Alceo se esfuerza para que nos caiga mal.
La gracia de la serie es esa: ver al Viejo hacer atrocidades, demostrar su total falta de códigos, su soberbia, su desprecio por los gustos y pasiones de los demás, su mala leche a prueba de balas... y que nos resulte divertido y hasta querible. Se trata de un comic de alta incorrección política, en la que este tipo extravagante, distante, elitista y cínico, es el héroe, es el capo, es el personaje al que casi todo le sale bien y al que los hechos (que obviamente responden a una lógica farsesca y no realista) le dan la razón. Además del humor cáustico, Alceo despliega un notable manejo del absurdo y un amplio abanico de referencias a la música, el futbol, el cine, la tele y los hábitos de consumo del presente y de los ´80, que es la época a la que volvemos cada vez que el Viejo protagoniza algún flashback. También hay guiños comiqueros limados (de Larguirucho y Condorito a Jean Grey y la fauna de las comiquerías) muy bien puestos.
Lo mejor que tiene Alceo (que logra los mejores resultados en las dos historietas que en vez de dos páginas tienen cuatro) es que es un guionista impredecible. Cuando ya leiste más de 20 historias de El Viejo, creés que ya tenés decodificada la fórmula, que ya no hay más sorpresas, y de algún modo Alceo te vuelve a sorprender y a descolocar, siempre desde su talento para el humor. Quiero leer más obras suyas. Ah, y además de las historias de El Viejo, el libro trae otras seis historias muy cortitas (también de dos páginas) en las que Alceo trabaja sin personajes fijos, y con referencias (y chistes muy crueles) más centrados en la temática cinéfila. Ahí también hay hallazgos, dibujados por Richard Ortiz, un muy correcto seguidor de los lineamientos estéticos del mainstream yanki.
En el resto del tomo (es decir, en todo el tramo protagonizado por el Viejo) tenemos a Bergara en un gran nivel. A veces, se lo ve trenzado en una dura lucha contra la cantidad de cuadros y la cantidad de texto que tiene que meter, pero casi siempre se disfruta de un Bergara a sus anchas, al que se le nota que la está pasando bien mientras dibuja las animaladas que escribe Alceo. El estilo del dibujante muta hacia la caricatura y se aleja bastante de lo que vimos en Dengue, Acto de Guerra o El Graf Spee. Acá hay más primeros planos y en cada uno de ellos Bergara sube mucho la apuesta en materia de expresividad, para acentuar los rasgos y la comicidad de los personajes y las situaciones. Cuando se le ocurren buenas ideas para zafar de dibujar fondos, las pone en práctica, y uno nunca siente que le están mezquinando algo en materia de dibujo. En parte porque hay un muy buen trabajo en el color, que es casualmente lo que a mí menos me cerraba de Dengue. Acá no sólo Matías colorea mucho mejor que en aquella novela gráfica (reseñada el 25/10/12) sino que en algunas historietas le habilita la paleta digital a su hermano Ismael, que es un verdadero virtuoso en este tema. No estaría mal que el próximo trabajo de Bergara a color estuviera 100% coloreado por su hermano.
Desde la siempre copada Montevideo, Alceo y Bergara me hicieron reir y hasta identificarme con un personaje nefasto, amargo, jodido, irredimible e irreivindicable. Si te gusta esa vertiente del humor sin barreras, o si seguís fielmente a este joven y talentoso dibujante uruguayo, no dejes de visitar a El Viejo. El año que viene, más Matías Bergara en el blog.

sábado, 28 de diciembre de 2013

28/ 12: ALL-STAR WESTERN Vol.1

Este es un título de los New 52 que no me generó la menor desconfianza porque, claro, era la continuación directa de Jonah Hex, la serie que más me interesaba de las que llegaron al momento del reboot. Sin embargo, al leerlo me encuentro con que, si bien la presencia de Justin Gray y Jimmy Palmiotti garantiza una continuidad con lo que a mí me gustaba, hay tres cambios muy notables.
El primero es casi cosmético: Jonah Hex, el cazarrecompensas más jodido del Oeste, ahora opera en el Este. Justo cuando la revista incorpora la palabra “western” a su nombre. Y no en cualquier ciudad. Ahora un Hex un poquito más maduro desensilla en una joven Gotham City, un dato que Gray y Palmiotti aprovecharán para vincular sutilmente a esta revista con las muchas series de Batman y demás justicieros de Gotham.
El segundo es más llamativo. En vez de tener a Jordi Bernet como dibujante principal y un amplio elenco de invitados rotativos, All-Star Western opta por un único dibujante, y así es como Moritat tiene que pisar el acelerador a fondo para cumplir con las entregas de los seis episodios que incluye este TPB. Moritat es una gran opción para dibujar esta seríe, porque es un estudioso de la obra de Jean Giraud, un referente definitivo para todo lo que sea comic de cowboys o cualquier otro comic ambientado en EEUU en la segunda mitad del Siglo XIX. La cagada es que, al ritmo de 20 páginas por mes, Moritat no llega a reproducir la magia de Giraud y termina por bajar su nivel, hasta hacerse casi irreconocible. Sobre el final no vemos ni por accidente los hallazgos que pela el dibujante en el primer episodio y si se hace tolerable es por la categoría que pela el colorista Gabriel Bautista, que entiende perfecto lo que Moritat está tratando de hacer, e incluso lo que no logra hacer por tener que dibujar a los pedos.
Y el tercer cambio es el más radical. Lo mejor que tenía la revista de Jonah Hex era que estaba compuesta casi exclusivamente por episodios autoconclusivos, historias breves, que en muchos casos podían leerse en cualquier orden y aún así entenderse sin ninguna dificultad. Bueno, eso quedó atrás. Ahora la revista nos invita a seguir una saga con un continuariola infinito, en la que cada arco o línea argumental empalma con otra, de modo que siempre haya cosas pendientes para que Hex resuelva en un futuro episodio. Esta vez, está todo bien estructurado. La llegada de Hex a Gotham, los primeros casos que le toca resolver, el vínculo con el Dr. Amadeus Arkham, la trama de corrupción que empieza a quedar expuesta... Ojalá los guionistas puedan bancar esta forma de narrar a lo largo de varios TPBs.
Por ahora, lo mejor es cómo se adapta Hex al nuevo entorno, cosa que Gray y Palmiotti utilizan para bajar una línea sutil acerca del progreso y sus costos para la gente común, que –en grotesco contraste con la “prosperidad” de la pujante Gotham- la pasa bastante mal. Y lo más choto es la pérdida del realismo. Veníamos bien, con un grim´n gritty denso, shockeante, lindo, y de pronto sobre el final, cuando Hex cae en lo que años más tarde será la Baticueva, nos encontramos con que se tiene que enfrentar a... un murciélago de más de tres metros de altura. Y encima le gana fácil. Esto en el Oeste no pasaba....
El TPB incluye también los back-ups de All-Star Western, que son dos, ambos escritos por Gray y Palmiotti. Por un lado, una nueva versión de El Diablo que no me interesó en lo más mínimo, y que se salva por los dibujos del maestro Bernet, que no podía faltar. Y por el otro, un personaje nuevo, Barbary Ghost, una chica oriental que va a impartir justicia en San Francisco. Sin ser una genialidad, esta tiene un guión clásico y muy sólido, mientras que Phil Winslade cumple muy decorosamente en la faz gráfica, incluso sin dejar el 100% de lo que puede hacer este virtuoso británico.
En síntesis, All-Star Western se parece poco a la revista de Jonah Hex, pero por ahora está muy interesante, por momentos muy bien dibujada, y -lo más importante- sigue fiel a la esencia truculenta y perturbadora que Jimmy Palmiotti y Justin Gray supieron imprimirle a la caripela más fulera del Oeste.

viernes, 27 de diciembre de 2013

27/ 12: THIRTEEN

Vamos por más cero comments. Hoy, la recorrida por la historieta europea me lleva a Inglaterra, al año 2002, cuando el maestro Mike Carey aprovecha el bachecito entre Lucifer y Hellblazer para mandarse una saga de ciencia-ficción para la revista 2000 A.D.. Si dentro de la bibliografía de Carey parecía que Inferno (reseñada el 11/08/13) era una rareza, Thirteen es una bizarreada hecha y derecha.
Esta es una saga de un poquito más de 80 páginas, en la que Carey plantea una aventura al palo, a todo o nada, con mucho ritmo y muchísima acción, en un estilo medio hollywoodense, con el impacto como principal objetivo. Todo gira en torno a Joe Bulmer, un punga, un malviviente de la B Metropolitana, con un leve poder telekinético. Al principio de la historia, Joe entra en contacto con una misteriosa bolita que amplifica groseramente sus poderes, y ahí empiezan sus problemas. Porque claro, esa bolita no cayó en sus manos porque sí, si no que tiene que ver con una intrincada trama que involucra no a una, sino a dos razas alienígenas que están ocultas entre los humanos.
Dentro de un contexto estridente y pochoclero, Carey se las va a ingeniar para darle mucha onda y bastante profundidad a Joe y a Daksha, otra chica con poderes psíquicos que lo va a ayudar. También encuentra espacio para lucirse con los diálogos (con muy buenos chistes, generalmente subidos de tono) y para pegarle un sacudón potente e impredecible a la trama, cuando faltan diez páginas para el final. Por supuesto los buenos zafan de peligros medio imposibles, los malos se mandan cagadas medio inexplicables, o tienen muy mala suerte... no esperes un gran cuidado por conservar algún tipo de verosímil, porque está claro que esa no es la prioridad. La gracia es vibrar al ritmo de una historia trepidante, que no da tregua y en la que a Joe y Daksha le pasan un montón de cosas grossas. Si la encarás por ese lado, sin mayores pretensiones, seguro te vas a divertir un buen rato.
Ahora, si no te interesan en lo más mínimo las aventuras de un margineta con poderes, ni te divierte ver cómo la Londres del presente es invadida por bichos, naves y armas futuristas, igualmente Thirteen te puede llegar a atrapar por el lado del dibujo. Esto está todo dibujado por Andy Clarke (lo vimos en un TPB de Batman & Robin el 31/10/12) en un nivel altísimo. Clarke es un dibujante de estilo realista al que le encanta meter un montón de rayitas mínimas, esas que metía todo el tiempo Travis Charest para que se notaran menos sus afanos a Jim Lee, o las que metía Doug Mahnke cuando buscaba lucirse en algún trabajo puntual. La anatomía de Clarke no es ni tan grotesca como la de Mahnke ni tan fría como la de Charest. El inglés, así de virtuoso y puntilloso como lo vemos, se esfuerza por darle mucha plasticidad a los cuerpos, mucha expresividad a las caras (cosa que no se veía en su arco de Batman & Robin) y el resto, es todo bonus track. Sus monstruos son tremendos, los fondos están donde tienen que estar, invariablemente bien trabajados, sus armas y máquinas están perfectas (yo lo pondría de una a dibujar una saguita de Iron Man) y –por si faltara algo- la narrativa está muy cuidada. El color de Chris Blythe apuntala con criterio el laburo de Clarke y –a tono con la espectacularidad del guión- detona en casi todas las secuencias una pirotecnia de efectos digitales muy impactantes pero finolis.
Esto está editado en EEUU por DC, en la época en la que co-producía álbumes con la 2000 A.D., así que no debe ser tan difícil de conseguir. Y está bueno para leer a Mike Carey en una obra más distendida, menos pretenciosa, más pensada para entretener al lector que para cambiarle la vida. O para deleitarse con el gran laburo de Andy Clarke, un dibujante a tener muy en cuenta por los fans del dibujo académico-realista.

jueves, 26 de diciembre de 2013

26/ 12: ¿DONDE ESTA EL POLACO?

Hace casi tres años, cuando estábamos muy cerca del final de la primera temporada del blog, me topé con una novela gráfica escrita por Fabio Zurita, que a priori no prometía gran cosa. Una vez que la leí, me pareció alucinante y empecé a ponerle fichas al siguiente trabajo del guionista. Muchos meses después, por fin lo tengo en mis manos.
¿Dónde está el Polaco? es una novela gráfica mucho más ambiciosa que El Pollo. En sólo 48 páginas (interrumpidas varias veces por carátulas innecesarias), Zurita se propone contarnos la historia de la hinchada del Deportivo Morón, con énfasis en el período 1973-1984, años en los que –postula el autor- cambia radicalmente el perfil de este grupo de fieles seguidores del Gallito. Por supuesto, también cambia radicalmente el contexto socio-político de nuestro país, porque en el medio pasa nada menos que la más feroz dictadura militar de nuestra historia. Zurita no se resiste en lo más mínimo a la tentación de entrelazar estos dos relatos: de pronto, la práctica cotidiana de los hinchas de Morón se choca contra un nuevo estilo de represión policial y lo que era una violencia chiquita, de entrecasa, pasa a ser una violencia omnipresente, que regirá de ahí en más todos los actos de las barras y de la policía.
Obviamente en 48 páginas no se puede desplegar el andamiaje teórico, la investigación de campo y los datos duros que hacen falta para comprobar este postulado claramente sociológico que propone Zurita, y ese es el punto débil de la novela. Si tuviera 100 páginas, se entendería mucho más que el autor le dedique varias a explicarnos qué crímenes cometió la dictadura, qué iban a hacer las Madres a la Plaza, o cómo reaccionó la gran masa del pueblo cuando Galtieri anunció la recuperación de las islas Malvinas. En este contexto, en el que hay que apretar todo, por ahí eso no hacía falta. Lo cierto es que, entre lo que muestra, lo que explica y lo que sugiere, la novela transmite la sensación de querer abarcar demasiado.
Lo más interesante es, claramente, la temática. Nunca hubo (en Argentina, no sé si en otros países) historietas que se metieran a fondo con la problemática de las hinchadas o barras bravas del futbol. Nadie indagó a fondo en su configuración, en sus motivaciones, en los mecanismos de liderazgo... y en ese aspecto es donde Zurita logra convertir los goles por los que esta hinchada lo ovaciona. El guionista apuesta a meterse en la psiquis de un grupito, el “núcleo duro” de la barra, a mostrarlos en una dimensión realmente compleja, por momentos muy humana y por momentos muy primal, muy salvaje. El Polaco al que alude el título no es ni por asomo el personaje más trabajado. Es apenas el hincha al que Zurita elige como hilo conductor, para contar varias cosas que le suceden entre los ´60 y el presente y que son relevantes para esta crónica de la evolución de la hinchada de Morón, pero no desde la óptica del propio Polaco, sino desde afuera. Sin duda, lo mejor que hace Zurita es no plantear la trama en términos de buenos vs. malos, sino mostrar esta escalada de violencia de modo muy realista y en un contexto dominado por la marginalidad, pero que también tiene espacio para vínculos más solidarios, más sólidos que la mera pasión por una camiseta.
El dibujo de Francisco Baron acompaña muy bien al guión. Tiene el grado correcto de expresionismo, sabe resaltar desde el grotesco ciertos gestos y actitudes extremas de los protagonistas, muestra un buen equilibrio entre masas negras y espacios blancos, y lo más difícil: se banca dibujar muchos cuadros por página, varios de ellos superpoblados por verdaderas multitudes de hinchas, policías, manifestantes, etc.. En las pocas secuencias en las que Zurita permite que el dibujo lleve adelante el peso del relato, Baron sale muy bien parado.
A mí, el tema de las barras bravas me produce bastante escozor y seguramente es uno de los muchos motivos por los que hace casi 20 años que no veo futbol en una cancha. Sin embargo, de pibe fui MUCHO a ver a Racing (y a Ferro, cuando Racing estaba en la B) y siempre me intrigó cómo se armaron y cómo funcionaban estos grupúsculos extremos, estos talibanes del tablón que –incluso para un boludo de 14 años- era obvio que no operaban con las mismas reglas que el resto de los espectadores de cada partido. Por ese lado me enganchó ¿Dónde está el Polaco?. La vertiente más socio-política del guión de Zurita, me atrapó un poco menos, tal vez porque uno ya leyó demasiadas historias sobre lo mal que la pasó la gente cuando gobernaron los milicos. Nunca Más.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

25/ 12: EL VECINO Vol.3

Final para esta ambiciosa obra de Santiago García y Pepo Pérez. O casi, porque sobre el final de este tomo me entero de que en la revista El Manglar salieron varias historias cortas de El Vecino, que van entre el Vol.2 y este, y que no están recopiladas en libro.
Lo importante es que el final me gustó bastante. Por lo menos el guión. Si el Vol.1 se jugaba bastante a la comedia y el Vol.2 se volcaba fuertemente hacia el drama, para este tomo final Santiago García opta por un camino intermedio y convierte a El Vecino en un slice of life, con cuatro protagonistas (Javier, José Ramón, Lola y Rosa) a los que vemos preocuparse básicamente de lo mismo que nosotros: laburar, llegar a fin de mes, encontrar un rumbo copado para sus vidas, pasarla bien, ponerla de vez en cuando... El hecho de que Javier sea además un famoso superhéroe (dato que manejan los cuatro protagonistas) pasa a ser sumamente menor.
Cuando García empieza a explorar la veta de la explotación comercial de Titán y entra en escena el fabricante de merchandising del superhéroe, la trama levanta muchísimo. Cuando se centra en las escenas más intimistas y habla de inseguridades, celos, histeriqueos y cuernos, tampoco está mal. Ojo, no cobra barato: hay que fumarse MUCHAS páginas de gente hablando para llegar a las escenas más fuertes. Pero por suerte los diálogos están muy bien y el guionista los usa para darle más tridimensionalidad a los personajes, tanto a los cuatro protagonistas como a los secundarios, entre los que se destacan Fermín y Daniela. En general, si te olvidás de que Javier es Titán y te dejás llevar, te vas a sentir cómodo, como si fueras un amigo más de este grupito, y vas a compartir las alegrías y las angustias de estos pibes y minas muy reales (en parte por sus defectos), con los que es muy fácil identificarse.
Lo que más tira para atrás no es el hecho de que en casi 130 páginas la gran mayoría sean diálogos. El tema es que a Pepo Pérez se le ocurrió cambiar bastante su estilo gráfico y el que eligió... me gusta bastante menos que el de los tomos anteriores. Para empezar, todo el tomo está en blanco y negro, excepto algunas secuencias en las que aparece Titán y ahí sí, le pintan el traje de rojo. Un bajón, porque el color de los dos primeros tomos estaba muy bien y se complementaba perfecto con esa onda Dupuy-Berberian-Peeters que tenía el dibujo de Pérez. Por otro lado, esa estética no está más! Pérez la abandona en favor de un estilo más sucio, más suelto, que le permite liquidar mucho más rápido cada página. Pérez entra en la onda de dibujar poquísimos fondos y de plantear el entintado como si no hubiera lápiz previo, eso que le queda tan bien a Joann Sfar y tan mal a tantos otros. Los personajes no pierden expresividad, pero ahora son menos lindos, menos redonditos y más crudos. La faz gráfica de este tomo no es precisamente bajonera ni chota, pero me queda claro que es un salto que Pérez se anima a dar porque le fue bien con los tomos anteriores y especula con que el lector va a querer comprar el final de la historia, aunque el dibujo no tenga el mismo cuidado (inmenso) que veníamos disfrutando hasta ahora.
Como conjunto, como balance de los tres tomos, El Vecino terminó por resultarme más raro que bueno. No está nada mal y por momentos es realmente excelente. El tema es que tanto Santiago García en el guión como Pepo Pérez en el dibujo saltan sin red más de una vez y pegan volantazos que no sé si eran necesarios, con los que me cuesta estar de acuerdo. El viraje al drama urbano en el Vol.2, el pase a blanco y negro en el Vol.3... entiendo que son riesgos que los autores eligen asumir convencidos de que eso les va a aumentar el potencial expresivo de la obra. Sin embargo, me parece que lo que mejor funcionaba era el planteo (gráfico y temático) del principio y que no hacía falta ni pegarle esos sacudones ni estirarlo más de 250 páginas. “Son decisiones”, diría Miguel Angel Russo.

martes, 24 de diciembre de 2013

24/ 12: Y: THE LAST MAN (DELUXE EDITION) Vol.5

A pedido de los lectores, hice trampa y me bajé en Diciembre este libro que un amigo (e ídolo, pero no lo voy a nombrar para que no digan que canchereo) me regaló a fines de Septiembre.
Tenían razón los que decían que el final era inolvidable y también los que decían que el final era triste y a la vez conmovedor. Yo agrego que es muy impredecible, que como mucho, en rapto de genialidad preclara, podés llegar a deducir cómo explica Brian K. Vaughan el genericidio. Pero no el final posta, lo que sucede en los tres o cuatro últimos episodios cuando todos los personajes principales confluyen en París. Y ni hablar de ese epílogo ambientado 60 años en el futuro, que te deja helado, porque no lo ves venir ni en pedo.
Lo único que no me cerró es el rol de Alter, la jefa de la milicia israelí, a la que Vaughan hace jugar durante un largo trecho de villana principal de la serie. La mina es una máquina de hacer turradas, se encarga de boletear a dos personajes importantísimos en la trama, tortura a otros tantos... y finalmente, cuando pierde, pierde de un modo medio ridículo y desaparece, sin pedir revancha, sin patalear. Muy loco. En realidad, si vamos a fondo, esta serie tiene un planteo tan extremo, tan zarpado, que no necesitaba un villano grosso. A lo largo de los 60 episodios, nunca faltaron las peripecias ni los peligros para que Yorick, su monito y sus aliadas tuvieran que transpirar a full la camiseta, y por ahí alcanzaba con eso, no hacía falta UNA conchuda sacada y perversa, dispuesta a llegar a las últimas consecuencias... y menos si se iba a ir al mazo con sólo perder el primer mano a mano contra Yorick.
Lo bueno es que a nuestro héroe las victorias le salen caras y así es como al final gana la melancolía, en esas tres páginas finales (antes del epílogo en el futuro, claro) casi sin textos pero pletóricas de emoción. Y este último tramito, el que nos lleva a conocer a un Yorick ya octogenario, está lleno de momentos perfectos, secuencias en las que Vaughan cierra un montón de cosas que quedaron abiertas, plots importantes, puntitas menores, un poco de todo, y todo con mucha precisión, con el inmejorable equilibrio entre drama y comedia que vimos en toda la serie. El final-final, lo que pasa en las últimas cuatro páginas, también está muy jugado a lo emotivo, e incluso a un cierto vuelo poético que se contrapone (en una de esas, incluso se burla) del tono serio, casi científico, que prevalece en todo este tomo.
Esta vez, sobre 12 episodios, tenemos sólo dos dibujados por el maestro croata Goran Sudzuka, el suplente de lujo que tenía Y: The Last Man. Una verdadera pena, porque obviamente en esas páginas están los mejores dibujos del tomo. En todo el resto tenemos a la titular Pia Guerra, que ya no da tanta pena como en los primeros tomos y por momentos me logró conformar. Sus mejores viñetas son primeros planos, en los que logra reproducir algunas cositas de capos como David Lapham, o el recordado Eduardo Barreto, aunque la mayoría de las veces no hay magia que alcance para que nos olvidemos de que Guerra es de la B, y –creo- lo va a ser siempre. Me imagino TODA la serie dibujada por Sudzuka y me derrito (nah, en realidad me derrito porque hace como 35 grados).
Entre 2002 y 2008, Y: The Last Man conquistó muchos premios prestigiosos y una horda de fans (de ambos géneros) que aún hoy la reivindican como una serie fundamental, definitiva, sin nada que envidiarle a Sandman o The Invisibles. Y está muy bien. YTLM le aportó a Vertigo varias cosas que no tenía: ciencia-ficción blanda y distópica, un cierto clima de comedia costumbrista, elementos de la road movie, y además muchas cosas de las que sí eran habituales en los comics de este sello como la acción y la aventura para adultos, con niveles elevados de sexo y violencia, y sobre todo con un cuidado impresionante en los diálogos, un rubro en el que Vaughan saca mucha ventaja. Lo más probable es que Y: The Last Man se siga reeditando en uno y mil formatos hasta el fin de los tiempos, con lo cual sobrarán las oportunidades para engancharse y disfrutarla. Lo importante es que no la dejes pasar, porque de verdad es muy grossa.

lunes, 23 de diciembre de 2013

23/ 12: SPIROU ET FANTASIO Vol.46

Este álbum es de 1998, cuando los álbumes de esta longeva serie todavía seguían una numeración y hasta ponían grandotes los números en las portadas. Eso se termina precisamente con este libro, Machine qui Reve, que es el que marca el final de la extensa etapa de Tome y Janry al frente de las aventuras de Spirou y Fantasio. La dupla venía de una seguidilla de 13 álbumes muy exitosos y con la chapa de haber logrado revivir a una franquicia que para 1984 parecía condenada a la extinción.
Sin embargo, con Machine qui Reve, los autores saltaron al vacío y probaron algo nuevo, algo que la crítica aplaudió, pero que el público no se bancó. La controversia fue tanta que Tome y Janry se bajaron de la serie y se quedaron con las planchas autoconclusivas de Le Petit Spirou (vimos un tomo el 19/09/13). ¿Qué hicieron estos zarpados? ¿Convirtieron al botones en superhéroe, en samurai, en travesti de los lagos de Palermo? No. Algo peor. Se olvidaron de que Spirou es un ícono de la historieta infanto-juvenil y plantearon la aventura en términos de historieta para adultos.
Machine qui Reve ofrece una trama compleja, sórdida, muy arriesgada. Fantasio y Spip prácticamente no aparecen y todo gira en torno a Spirou, que se somete a un extraño experimento propuesto por una corporación científica medio sombría. Hay secuencias oníricas, el clima se enrarece y de pronto Spirou es una especie de peligroso fugitivo, perseguido por la policía, desesperado, al borde de la locura. El climax llega cuando Spirou queda cara a cara con… un clon de sí mismo, y los autores toman la audaz decisión de… no te lo puedo contar. Es una historia bladerunneresca, con tiros, persecuciones, ambientada en una ciudad crepuscular y con lluvias… no parece en absoluto el típico álbum de Spirou. Por si faltara algo, en los álbumes anteriores Tome y Janry le habían dado chapa a una chica, Seccotine, que había aparecido poco en los álbumes de los autores anteriores. Ahora, nos enteramos de que Seccotine en realidad se llama Sophie y se pasa buena parte de esta aventura tirándole onda a Spirou, que por supuesto no se hace mucho cargo. Nunca leí Soda (un policial con toques de comedia también escrito por Philippe Tome), pero cada vez que algún especialista franco-belga habla de Machine qui Reve, la vincula con esta serie, con la que aparentemente tiene varias similitudes.
En la faz gráfica, también hay decisiones extremas. El estilo de dibujo de Janry es mucho más realista. Sin llegar a los extremos de un André Juillard, ahora se parece más a la estética de Dany, por poner un ejemplo. Spirou no aparece nunca con su traje de botones ni su característico sombrerito rojo y las zanjas entre las viñetas (y los márgenes de las páginas) están todas pintadas de negro, para resaltar la sensación de que esto es definitivamente más dark que la aventura promedio de Spirou. Como en sus otros álbumes, Janry sorprende con su amplia variedad de trucos narrativos, todos de clara inspiración cinematográfica, y sobre el final se manda una que no le habíamos visto nunca: dos páginas (17 viñetas seguidas) sin un solo fondo. A tono con la onda sombría y crepuscular del guión y el dibujo, la paleta de colores de Stephanie De Becker se basa mucho en los marrones, los grises y los azules oscuros y fríos. Visualmente esto está buenísimo pero –de nuevo- no se parece en nada a los otros álbumes de la serie.
Y bueno, a veces la timba sale bien y a veces sale mal. Si no, no sería una timba. Esta vez el osado experimento de Tome y Janry se encontró con un público que no les hizo el aguante y se terminó una etapa gloriosa para esta serie, que a raíz de lo sucedido con este álbum se iría seis años al freezer. Este año, en que Spirou sopla las 75 velitas, me pareció interesante comentar uno de los álbumes no sé si mejores, pero sí importantes en la larga carrera del botones. Habrá más Spirou en 2014, acá en el blog.

domingo, 22 de diciembre de 2013

22/ 12: CASANOVA: AVARITIA

O en realidad, Casanova Vol.3, como para retomar coherentemente esta serie a la que hace casi dos años que tenía abandonada.
Con Avaritia, el prolífico Matt Fraction propone un regreso a las fuentes, a la saga llamada Luxuria (que también vimos en 2011), y es un regreso por dos lados distintos. En primer lugar, la vuelta de Gabriel Bá como dibujante, tras un Vol.2 en el que se hizo cargo del dibujo su hermano gemelo, Fábio Moon. Y en segundo lugar, volvió la onda más compleja, más intrincada, más exigente para con el lector. Gula (el Vol.2) no te daba exactamente la papilla masticadita en la boca; por el contrario, tenía varios saltos al vacío realmente arriesgados. Avaritia se va al carajo bastante más seguido y por momentos nos obliga a prestar MUCHA atención para seguir esta historia laberíntica, que va para adelante, para atrás y para los costados.
Si leíste mucha ciencia-ficción (especialmente a Michael Moorcock) quizás esto te resulte una nimiedad. Básicamente, si lo reducimos a su mínima expresión, el argumento de Avaritia sería: Casanova Quinn, mezcla entre James Bond y Nick Fury de un mundo hiper-tecno, recorre infinidad de realidades paralelas y en todas tratará de boletear a Luther Desmond Diamond, antes de que este evolucione hasta convertirse en el peligroso villano Newman Xeno. En el medio pasan un montón de cosas más: muchas de estas realidades son obliteradas en escenas cataclísmicas, hay peripecias, escapes imposibles, runflas espúreas, amor heterosexual y del otro, una batalla en la que un robot gigante hace mierda media New York, canciones, peleas, garches y la inminente despedida del papá de Casanova, que tiene cáncer y se está por morir. Ah, y también muy buenos diálogos de los cuales los mejores se los lleva Luther.
Con todo esto, Fraction arma un cóctel explosivo y encima lo condimenta con muchas referencias a lo que sucedió en los tomos anteriores (no se te ocurra empezar a leer Casanova por acá) y con referencias meta-comiqueras, es decir, comentarios en los que los personajes se hacen cargo de estar viviendo dentro de una historieta. Casanova te propone frenesí, descontrol, violencia, sexo y mala leche, en un contexto de espionaje y ciencia-ficción al límite, con conceptos muy arriesgados y generalmente muy originales. Por eso la banco a full.
Ahora, si nada de eso te resulta atractivo (y en ese caso, es momento de serios replanteos en tu vida), Casanova tiene un ancho de espadas guardado en la manga, que es el dibujo de Gabriel Bá. Gabriel es el más filoso de los gemelos, el que opta por esa anatomía medio "blocky" que nos recuerda por momentos a la de Mike Mignola. También es el que simplifica muchísimo los rasgos faciales hasta llegar a un punto donde los personajes son expresión pura, como en Dupuy y Berberian, Frederick Peeters o Pablo Túnica. A la síntesis de su grafismo, Bá le contrapone una prodigiosa capacidad de meter muchos elementos en cada viñeta, muchas viñetas por página, y bancarse sin tropiezos secuencias muy complejas, donde hay que ser muy capo para que la narrativa fluya sin hacer ruido ni marear al lector. Gabriel es fan del claroscuro extremo, pero no se nota: acá está perfectamente complementado por la colorista Cris Peter, que entiende y potencia a niveles cósmicos el trazo atípico del gemelo brazuca.
Si ya estás adicto a Casanova, seguro que te compraste Avaritia ni bien salió. Si todavía no entraste al vicio, arrancá cuanto antes con el Vol.1 y aprovechá para ponerte al día, porque todavía no se sabe cuándo empieza la cuarta saga de esta increíble creación de Matt Fraction y Gabriel Bá, que tanta pasión genera en sus hinchas.

sábado, 21 de diciembre de 2013

21/ 12: CINEMA PANOPTICUM

Este libro tiene un solo problema y es que se lee muy rápido. Son unas 80 páginas de historieta que te duran… 10 minutos si hacés el esfuerzo de leerlas lo más lentamente posible. Una contradicción absoluta, porque una de las cosas que más llama la atención es la inhumana cantidad de tiempo que el suizo Thomas Ott dedicó a la creación de cada una de estas imágenes, hilvanadas en estos cuatro relatos y la secuencia que los contiene. Por otro lado, lo que más jugo da a la hora de reseñar esta obra es el análisis del estilo pictórico del maestro, o la simple exégesis del mismo. Y eso ya lo hice el 14/04/11, cuando comenté una antología de historias cortas de Ott. Por eso, necesariamente va a quedar una reseña corta, centrada sobre todo en los argumentos que motorizan a las cuatro historias de Cinema Panopticum, más algún comentario más que quizás se filtre.
Todo el libro está planteado en base a una grilla de cuatro viñetas, centradas dentro de una página en la que bien podrían entrar seis. No es grave, nunca sentís que Ott se está tirando a chanta, o que te está mezquinando dibujos. Por suerte no se aferra ciegamente a la grilla de cuatro cuadros, sino que a veces –cuando el guión lo requiere- opta por tres o dos viñetas, obviamente más grandes y más laburadas.
La secuencia de enlace, con la nenita curiosa (y pobre) como protagonista es de una belleza infrecuente y transmite una ternura que no suele verse en los comics de Ott. La primera historia autoconclusiva, The Hotel, es una obra maestra. Tensa, hipnótica y con una vuelta de tuerca en el final totalmente sorprendente y genial. Esas 16 páginas valen lo que pagues por todo el libro.
En las 16 páginas de The Champion, el suizo se mete con la estética de los luchadores enmascarados, pero le da un giro a la temática para introducir conceptos metafísicos, más allá de la machaca entre chabones musculosos. El final pega muy abajo, donde duele un rato largo, y si bien no es del todo impredecible, es definitivamente conmovedor.
The Experiment está planteada en tono de comedia freak, con un humor bastante negro, bastante cruel, que no impide que el desarrollo de la trama nos ponga nerviosos. Probablemente sea la historieta menos impactante del tomo, la más fácil de leer y de digerir. Es graciosa, es macabra, tiene una curva dramática muy atractiva, pero no llega a ser brillante.
The Prophet tiene una página más que las otras (17) y está apenitas estirada. Acá, por debajo de la “aventura”, subyacen temas más profundos, que tienen que ver sobre todo con la alienación de la gente en las grandes ciudades, y cómo las boludeces cotidianas que captan toda nuestra atención nos impiden darnos cuenta de cosas más grandes que también suceden y que registramos cuando ya es muy tarde. De nuevo Ott le juega muchas fichas al final y este es sorprendente y redondísimo.
Ni hace falta agregar –me parece- que todo esto está dibujado como la hiper-concha de Dios por un genio fuera de control, un maestro con un estilo 100% personal, que maneja de taquito una amplísima gama de recursos técnicos, narrativos y expresivos tan únicos e increíbles que lo convierten en una especie de alienígena. Ver un par de viñetas de Thomas Ott significa enamorarse en el acto de este virtuoso del comic, insuperable en la ejecución, pero también infalible a la hora de plantear y desarrollar las historias.
No te meto más fichas para que te compres Cinema Panopticum por el tema que ya mencioné, que es lo rápido que se lee. Ahora, si lo que te interesa del comic son los dibujos o si –como yo- lo encontrás en oferta a buen precio, no lo dudes un segundo. Esto es papa finísima y por momentos roza la categoría de Historieta Perfecta.

viernes, 20 de diciembre de 2013

20/ 12: TERMINUS Vol.3

Tercera entrega de esta exitosa antología, y esta vez me dio la sensación de que se me pasó más rápido, como si tuviera menos material para leer. Veamos con qué me encontré:
Musa nos muestra a Bruno Chiroleu en una sana búsqueda estilística en la que encuentra un registro que –para mi gusto- es el que mejor le sienta. El guión es lindo, redondito, apenas previsible. Se podría publicar tranquilamente en cualquier antología del mundo.
La Nana, de Marianela Martin y Juan Pablo Vaccaro, tiene un dibujo alucinante, cautivante, muy climático. El guión, en cambio, se enreda rápidamente en una vetusta telaraña de lugares comunes y siempre sabés cómo va a terminar.
Cuentos Costeros, de Germán Curti, presenta un argumento chiquito y no demasiado original, dibujado como los dioses. Este muchacho está en un gran nivel y brilla en varios rubros, principalmente en la aplicación de los grises.
Rip Van Hellsing, de Barreiro, Ferrúa y Santana, es una aventura pura y dura, sin ninguna pretensión más que la de la machaca y los cheap thrills, y en ese contexto funciona lo más bien. Tiene ritmo, está bien narrada, es pochoclo de calidad.
¿Viste por qué yo siempre digo que NO hay que poner historietas con continuará en las antologías? Esta vez no están ni Individuo H ni Chess Masters, las dos “series” que continuaban desde la primera entrega. ¿Y de qué nos disfrazamos? De nada: apenas se las reemplaza con pin-ups y breves textos que nos presentan a los personajes (por si alguno no leyó los tomos anteriores, o los leyó y no los entendió).
Martín Almeida aporta una comedia tranqui, para pasar cuatro páginas de distensión y sonrisas... si no leíste nunca 4 Segundos. Si conocés esa obra maestra de Alejo G. Valdearena y Feliciano G. Zecchín, esto te va a parecer un choreo a mano armada, con TODO (hasta la forma de los globos y las tipografías) calcado de aquella mítica historieta.
La de Maximiliano Cabral y Sebastián Sala está muy bien, es interesante y tiene un dibujo muy, muy bueno. Pero –no aprenden, no hay caso- el final no está acá, sino en una entrega futura de la antología.
Y cierra 20 dólares, una breve historia urbana de mugre, venganza y violencia. El guión de Gastón Flores cumple sin descollar y el dibujo es de Lisandro Estherren (el monstruo al que vimos el 24/10/13 en la reseña de Etchenike), que acá también está prendido fuego con las texturas, las aguadas y las manchas de su pincel mágico, aunque se ve más el esfuerzo por integrar su virtuosismo gráfico al relato que intenta llevar adelante. En una palabra: a diferencia de Etchenike, esto se entiende de una, no hay que quemarse las pestañas para decodificar cada viñeta.
Y el resto son ilustraciones muy lindas, pero que a mí, como lector de historieta, me aportan muy poco. A la publicación, le aportan la posibilidad de incluir en la portada los nombres de algunos dibujantes conocidos (Santiago Caruso, Tito Viacava, Emilio Utrera) que por ahí le llaman la atención a algún curioso. Por supuesto uno preferíría ver a esos artistas arremangarse y dibujar una historieta, aunque sea de cuatro o cinco páginas.
El Vol.4 de Términus se publicó a principios de Noviembre y ya lo tengo en el pilón (más bien montaña) de libros para leer en 2014. Volveremos a visitar este refugio para historietistas mayoritariamente jóvenes, a los que les interesa trabajar en los géneros clásicos, sin hacerse los poetas ni bajar línea socio-política.

jueves, 19 de diciembre de 2013

19/ 12: EL VECINO Vol.1+2

Este hermoso libro editado por Astiberri reúne los dos primeros tramos de esta trilogía escrita por Santiago García y dibujada por Pepo Pérez. El Vol.3, al ser más extenso, está editado en un libro aparte.
El primer tramo de El Vecino se podría definir como “el Astro City español”. Se trata de una muy buena historia, con personajes muy reales, muy queribles, y con el detalle de que uno de ellos además es superhéroe. A García no le interesa contarnos las peleas entre Titán y el Dr. Tentáculos, sino indagar en cómo estas alteran la rutina y le complican la vida cotidiana a Javier López (el periodista del diario Cosmos que se transforma en Titán) y a su vecino y amigo José Ramón, a menudo encargado de encubrir al enmascarado para proteger el secreto de su doble identidad. Estas primeras 50 ó 52 páginas, en las que se forma el vínculo entre los vecinos y nos metemos a fondo en sus vidas, es lo que más me gustó del libro. Ver cómo Javier gana como Titán y pierde en su identidad civil porque Lola, la minita que le gusta, desconfía todo el tiempo de él, cómo el retraído José Ramón logra levantarse a Rosa, la vecina copada del edificio, cómo los amigos se complican y se enredan a medida que se acumulan las mentiras para tapar el tema de que Javier es Titán... todo eso me pareció muy divertido, y a la vez bien planteado, creíble (a pesar de los superpoderes), profundo, original, muy satisfactorio.
El segundo tramo pega un giro bastante arriesgado, y ahora García nos invita a seguir a Javier en su descenso hacia el ostracismo y la marginalidad. De a poco, el superhéroe abandona su trabajo, su departamento, a sus amigos, sus combates con los villanos, y sobre el final hasta abandona a las píldoras que le dan sus superpoderes. Para cuando toca fondo, Javier vive en la calle, entre los indigentes, come de los tachos de basura y garcha de vez en cuando con una prostituta heroinómana. Uno de los crotos, el veterano y astuto Martín (otro personaje MUY bien trabajado por García) deducirá el enigma de Javier, mientras que José Ramón, Lola y Juan (su actual novio) buscan la forma de ayudar al superhéroe caído en desgracia. El drama desplaza a la comedia, las peleas ya no aparecen ni de fondo y la historia cobra un cierto cariz de denuncia, busca shockearnos con un testimonio (también muy realista) de lo mal que viven los expulsados de la sociedad. Si en el primer tramo García borroneaba con criterio las fronteras entre buenos y malos, acá directamente las hace desaparecer.
Pepo Pérez se luce en un estilo sumamente francés. En cada página y en cada viñeta se sienten las influencias de Dupuy y Berberian, Gregory Mardon, Christophe Blain... Por supuesto en la pelea grossa entre Titán y el bicho alienígena que mata a su antecesor, la estética le rinde homenaje a la de Jack Kirby. Pero todo el resto de la novela está impregnada de los trazos de estos maestros franceses. Como el típico álbum francés, El Vecino está repleto de páginas con 10 viñetas, y a veces más, muy chiquitas, con poco espacio para el lucimiento de Pérez, y –esto sí es novedoso- con muchos primeros planos y planos medios, y muchas páginas de nueve cuadros con la clásica grilla de Watchmen. Pérez se banca con categoría las páginas de 8.000 cuadritos diminutos, le pone todo a las expresiones faciales y levanta muchísimo toda la faz gráfica de El Vecino cuando incorpora el color, que también nos remite a Dupuy y Berberian, y además está perfecto en todos los tramos del libro, los más luminosos y los más sombríos.
Me falta un dato interesante y es que tanto García (a quien ya nos cruzamos el 09/11 de este año) como Pérez son especialistas en historieta, con muchísimos textos publicados en varias de las revistas “teóricas” más importantes de España. Esto refuerza la sensación que transmite El Vecino de ser una obra en la que todo está pensado de punta a punta y nada está librado al azar. Se trata de dos eruditos, dos tipos que han leído y reflexionado a fondo sobre los géneros con los que decidieron jugar. El resultado es un comic muy intenso, que por cantidad de viñetas y cantidad de texto requiere de más esfuerzo por parte del lector que el típico álbum de 130 páginas, y que me dejó con muchas ganas de entrarle al Vol.3, porque hasta acá los autores mostraron mucha solidez, varias ideas inquietantes y ganas de escaparle al “más de lo mismo”, incluso cuando parten de una premisa tan... básica como “¿qué harías si descubrieras que tu vecino de al lado es un superhéroe?”. Prometo leer pronto el tomo final de la saga.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

18/ 12: THE UNWRITTEN Vol.6

Ufff... Meses y meses sin leer la adictiva serie de Mike Carey y Peter Gross, uno de los pocos éxitos genuinos que tiene hoy el sello Vertigo. Desde el 03/08/12 que no visitaba a Tom Taylor y sus amigos y la verdad es que los extrañaba mucho. Por suerte este es un tomo extra-large, con 10 episodios y mucho para leer.
Cinco de estos episodios integran la saga llamada “Tommy Taylor and the War of Words” y nos muestran la lucha más abierta, más frontal, menos subrepticia entre nuestro joven protagonista y los villanos de la serie, la poderosa secta conocida como “el Cabal”. Acá Tom ya sabe usar los poderes de la ficción y se la pasa tirando los conjuros que Tommy usaba en las novelas escritas por el viejo Wilson Taylor (si no entendiste esta frase, releé las reseñas de los tomos anteriores). Y está bien, pero cansa un poco. Tom actúa como el héroe clásico, los villanos como villanos clásicos, y el único que nos reserva alguna sorpresa es Pullman, el más pesutti de los malos, que durante muchos episodios aburre con su pose de duro y en el último... no te voy a contar lo que hace, pero está muy bien, levanta mucho la puntería.
Si nunca leíste The Unwritten, no se te ocurra empezar por acá. Esta es la batalla a todo o nada entre el héroe y sus némesis, donde se dirimen conflictos que se arrastran desde el Vol.1. También esta lucha crucial, definitiva, tendrá consecuencias grossas en los tomos futuros, porque Carey se anima (con ponderable audacia) a boletear a personajes muy importantes para la saga. Veremos cómo se acomoda todo. El último episodio pide a gritos uno o varios epílogos que pasen en limpio lo que sucedió y cómo se reorganiza el tablero para seguir adelante con la partida, a la que todavía le quedan varios tomos por editarse.
Los cinco episodios que no son parte de esta epopeya son unitarios, casi siempre con dibujantes invitados. El primero ofrece tres secuencias breves de la mano de tres monstruos: Mike Kaluta, Rick Geary y Bryan Talbot nos revelan distintas maniobras del Cabal para lograr, desde tiempos remotos, el control sobre los relatos, que es la verdadera fuente de su poder.
El siguiente unitario lo dibuja Peter Gross, pero casi no se nota, porque lo tapan mucho las excelentes tintas de Dean Ormston, que le imprime su estilo a la historieta. El argumento es una especie de Gilgamesh vs. Caín, pero con muchas puntas que conectan con lo que vimos en el Vol.4.
Gross vuelve para dibujar el tercer unitario, con tintas de Vince Locke, que también pone mucho de su propia cosecha. La historia narra el origen de Rausch, la enigmática titiritera que juega para el equipo de los malos.
El único unitario flojo es el que protagoniza Will Tallis (el verdadero nombre de Wilson Taylor) en la Primera Guerra Mundial, a pesar de los buenos dibujos de Gary Erskine.
Y el último es brillante, porque cuenta algo de lo que ya vimos en la lucha entre Tom y el Cabal, pero desde otra óptica totalmente distinta, y con muy buenos dibujos de Gabriel Hernández Walta. Sólo a un maestro se le ocurre hacer lo que hizo Carey en ese unitario.
Me falta destacar que en los episodios de la saga central el dibujo de Gross se ve mucho mejor que de costumbre porque ahora tiene como entintador a M.K. Perker, el virtuoso dibujante turco al que vimos pelar grandes laburos en Air. La combinación entre Gross y Perker funciona muy bien, y en los mejores momentos me hizo acordar a los números de Shade o de Generation X en los que Mark Buckingham entintaba a Chris Bachalo. Ojalá el turco se quede hasta el final de la serie, porque resolvió el principal problema (quizás el único) de The Unwritten, que era la escasa onda de los dibujos de Gross.
Para el año que viene, tengo ya encanutados un tomo más de esta serie y Tommy Taylor and the Ship that Sank Twice, la primera OGN de The Unwritten, que tiene muy buena pinta. Si te gusta leer, si te fascina el poder de los grandes relatos, si creés que la palabra define al mundo, si alguna vez soñaste con interactuar en el mundo real con tus héroes de la ficción, Mike Carey y Peter Gross te van a atrapar en una red sumamente compleja de aventuras, reflexiones, conjuras y emociones. Ya recomendé mil veces la lectura de esta serie, pero la recomiendo una vez más, porque –como dice Mirtha- el público se renueva.

martes, 17 de diciembre de 2013

17/ 12: MARSUPILAMI Vol.3

Este es el último tomo que tengo para leer del Marsupilami, y además el más raro. Primero, porque con sólo dos álbumes co-escritos con el maestro André Franquin, Greg abandona la serie y la deja en manos de otro guionista increíblemente prolífico. Y segundo porque el nuevo guionista (que no es otro que Yann) se las ingenia para proponer una historia vibrante, divertida, sólida... en la que el Marsupilami tiene un rol absolutamente secundario y podría tranquilamente no estar.
¿En qué estaba pensando Yann cuando Franquin lo llamó para integrarse al equipo? Ni idea, lo cierto es que Mars le Noir es un álbum muy bien escrito, con mucha acción, una aventura compleja, entretenida, muy bien matizada con una fuerte bajada de línea en favor de la ecología. Mars, el personaje que le roba groseramente el protagonismo al titular de la serie, le permite a los autores armar un atractivo juego de opuestos con nuestro bicho favorito, porque si bien es oriundo de Palombia, vivió casi toda su vida en cautiverio, como una atracción más del circo Zabaglione. Y cuando el payaso Noé lo suelte en su jungla natal, Mars descubrirá que tantos años de comodidades, de recibir la comida en la boca, lo convirtieron en un bicho poco apto para sobrevivir en un hábitat salvaje. Ahí está lo más jugoso del guión, cuando Yann y Franquin usan a Mars para responder la pregunta “¿cómo sería un marsupilami si creciera en cautiverio, alimentado y entrenado por los humanos?”. La respuesta es “bastante pelotudo”, pero sin embargo se esfuerzan para darle a Mars una buena cuota de carisma y de ingenio, como para que nos caiga bien a los lectores, aunque no sé si va a reaparecer en los tomos posteriores.
El peligro más grosso, el de la multinacional yanki que quiere construir una autopista que corte al medio la selva de Palombia, será desactivado gracias al accionar de Noé, mientras los dos marsupilamis (Mars y el clásico) quedan relegados a meros testigos de los cataclísmicos sucesos. Los villanos corporativos y sus sicarios, los que toman cartas en el asunto y se internan en la jungla para devastarla, son personajes chatos, unidimensionales, sin pliegues y sin sorpresas. Burdas caricaturas, bah. Por suerte hay pesonajes secundarios ricos y bien pensados, como el propio Noé (que de secundario tiene poco), Zabaglione y Bip y Sarah, los chicos humanos que viven ocultos en la selva.
El dibujo está una vez más a cargo de Batem, que banca perfectamente los trapos en el estilo clásico del maestro Franquin, sin copiarlo, pero sin despegarse de esa estética tan personal, perfectamente idónea para este tipo de aventuras, en las que tiene tanto peso el humor descontrolado. Con la restricción del estilo heredado de Franquin, más el condicionamiento que suponen las numerosas páginas con más de 10 viñetas, Batem podría tirarse a chanta, a cumplir con lo justo, y no le podríamos decir ni mu. Por suerte, el tipo se arremanga y deja todo en estas páginas difíciles de dibujar y también difíciles de colorear, con lo cual las loas se hacen extensibles al colorista Vittorio Leonardo, que hace un excelente trabajo.
Por ahora, me bajo en esta. Quizás más adelante vuelva a visitar a este ícono del comic franco-belga que tanta chapa cosechó a partir de sus apariciones en las aventuras de Spirou. Y hablando de Spirou, no me olvido que prometí reseñar antes de fin de año el último álbum de la etapa de Tome y Janry. La semana que viene, sin falta.

lunes, 16 de diciembre de 2013

16/ 12: SILENCIO (HOSPITAL)

Me gustaron muchas cosas de esta novela gráfica: la idea, la forma en la que están presentados los personajes, la forma en que están dosificados los textos, para darle mucha importancia a los silencios, esa simbología rara que aparece cuando los tipos se convierten en unos seres medio murciélago/ medio cuervo, esa vueltita sorprendente del final, que juega con el primer sacudón grosso que nos pega la novela cuando recién empieza... Hay muchos logros en este guión de Alejandro Farías y sin embargo Silencio (Hospital) no me resultó una lectura del todo satisfactoria, por varios motivos, a saber:
1) Me hubiese gustado ver la novela publicada a todo color, o en un claroscuro más marcado, sin grises ni texturas.
2) No coincidí mucho con las elecciones del dibujante Víctor Zelaya en materia de angulaciones y composición de las viñetas. A veces sí, me parece que hay hallazgos y otras veces no, hay más confusión que buenas ideas.
3) Me parece que el truco de ralentizar la narrativa mediante un mosaico de viñetas muy chiquitas (algunas sólo de texto, al estilo Matt Wagner) funcionaba bárbaro para las secuencias de Pastilla y el Rey, pero tantas viñetas microscópicas en las demás secuencias, me pareció demasiado. Por ahí hacían falta 12 o 16 páginas más para no abusar de ese recurso.
4) Faltó un poco de claridad para plantear mejor cada conflicto. Los personajes están muy bien presentados; los conflictos, no tanto. Y eso se siente sobre todo en la resolución, a la que le falta un poquito más de fuerza. No pido que le den la papilla masticadita al lector, pero por ahí sí establecer de modo más power cada uno de los ejes dramáticos por los que transita la obra.
5) El dibujo de los personajes, sencillo, naïf, aniñado, me parece que daba más para otro tipo de historia. Es raro, porque en las tomas panorámicas, cuando nos muestra la ciudad, los edificios, los departamentos (en la portada, sin ir más lejos), Zelaya acierta con total precisión y se acopla perfecto al clima del guión de Farías. Y cuando dibuja a los personajes, parece que está dibujando una tira cómica, o ilustrando un manual de colegio primario.
Dicho todo esto, aclaro que la pasé bien durante la lectura de Silencio (Hospital), porque me engancharon las tramas, me gustaron los personajes y sobre todo me cerró el tono, esa cosa medio melancólica, por momentos un toque sórdida, pero con margen para que se cuelen el amor, la comedia, la solidaridad y hasta un par de garches lindos, aunque no muy enfatizados.
La semana pasada me topé con otro trabajo del prolífico Alejandro Farías que me resultó una verdadera delicia, original y redondita. Silencio (Hospital) sin dudas es original, sin dudas está bien escrita, pero me hicieron ruido esos detalles que enumeré recién, por eso no la pongo entre las obras indispensables de este talentoso guionista.

domingo, 15 de diciembre de 2013

15/ 12: LAS AGUILAS DE ROMA Vol.1

Este libro lo compré porque lo vi en oferta, no porque le tuviera mucha fe al glorioso dibujante Enrico Marini en su debut como autor integral. Y la verdad es que me sorprendió. Apenas 56 páginas le alcanzaron al suizo hijo de italianos para demostrar que aprendió las lecciones correctas de los guionistas con los que le tocó trabajar en los 20 años que lleva de carrera en el comic franco-belga.
Para su primera serie como solista, Marini no arriesgó con la temática: se tiró a una aventura de ambientación histórica y eligió la época del Imperio Romano, una de las favoritas de los lectores francófonos. Pero fue más allá: uno de los protagonistas de Las Aguilas de Roma, Arminio, el bárbaro germánico que será entrenado para convertirse en un militar romano, es un personaje histórico que existió en la realidad y lo que hará Marini será “barnizar” un poco esa historia real para convertirla en una aventura emocionante para el lector.
Una aventura que –sospecho yo- comenzará a ganar protagonismo a partir del segundo tomo, porque acá Marini se dedica básicamente a plantear la situación histórica en la que transcurre la saga y a presentar a los protagonistas. En este último rubro, la labor del autor es sobresaliente. En no muchas páginas y sin un conflicto fuerte, acuciante, de por medio, los lectores llegamos a conocer a fondo al bravo Arminio, al impredecible Marco y a Tito Valerio Falco, que hasta ahora es el personaje secundario con más peso en la trama. Por supuesto hay varios secundarios interesantes más, principalmente Lucilla, la encargada de llevar adelante el plot que tiene que ver con la intriga palaciega, un componente importante en una primera entrega en la que la machaca, el aspecto bélico que podrían sugerir la portada y el título de la obra, no está tan enfatizado.
Más que en poner a los personajes en situaciones límite en la que todo está en juego, Marini se esfuerza por darles tridimensionalidad a través de escenas de sus vidas cotidianas. Veremos a Marco y Arminio forjar un vínculo, recibir un duro entrenamiento, conocer los placeres de la carne y ganarse amigos y enemigos dentro del entorno de los Falco. Todo esto en el marco de una reconstrucción muy fiel y muy atractiva de esos años (la historia arranca un año antes de Cristo y termina –por ahora- en el año 4 de nuestra era). ¿Se puede prescindir de la épica para contar una historia del Imperio Romano? Sí, Marini demuestra que, como mínimo, se pueden dedicar las primeras 56 páginas de la historia a contar cosas que no pasan por las batallas y donde, si bien hay escenas fuertes, violentas, bastante heavies, la cosa va para otro lado.
En cuanto al dibujo, el suizo también nos reserva algunas sorpresas. No en el color, que está tan perfecto como en los mejores tomos de El Escorpión, sino más bien en el grafismo y en la narrativa. En estos sentidos, Las Aguilas... es el trabajo más europeo de Marini. Acá hay más viñetas por página, más tomas “de lejos”, y más cositas (enfoques, secuencias, detalles) de Hermann y de André Juillard que de Katsuhiro Otomo o Carlos Pacheco, que eran referencias con las que nos encontrábamos muy a menudo en los álbumes anteriores del ídolo.
Este primer tomo de Las Aguilas de Roma tiene como principal atractivo (además del dibujo de Marini, siempre impecable) esta posibilidad de ver cómo dos chicos muy distintos entre sí se convierten en hombres al servicio del Imperio Romano. Uno de ellos prácticamente está cumpliendo su destino, y el otro, por el contrario, lo está desafiando de un modo brutal, lo cual seguramente activará una serie de conflictos muy espesos en los tomos posteriores. Ya me pongo en campaña para conseguir lo que sigue, para ver cómo cosecha Enrico Marini todo lo que sembró en este primer álbum (de 2007) que –repito- lo pone al suizo en la selecta lista de los grandes dibujantes que un día quisieron ser guionistas y pelaron lo que había que pelar. Hace poquito salió en Francia el Vol.4 y pareciera ser que el Vol.5 será el último. Por suerte me quedan muchas páginas por recorrer junto a estos personajes perfectamente delineados por un autor que no dejó nada librado al azar. “Alea jacta est”, dijo una vez un romano al que le gustaba jugarse el todo por el todo...

sábado, 14 de diciembre de 2013

14/ 12: NORTHLANDERS Vol.7

Final para esta serie con la que el maestro Brian Wood redefinió la historieta histórica, por lo menos para los parámetros del comic yanki, donde nunca hubo una tradición muy importante centrada en este género. En Argentina y en Europa sí, tuvimos muchas historietas de vikingos muy investigadas, con mucho rigor en la recreación del período histórico, etc., pero no sé si alguna tuvo la ambición, la magnitud de lo que hizo Wood a lo largo de estos 50 episodios de Northlanders.
Este último recopilatorio ofrece una historia contada en tres tandas de tres capítulos. Todo se centra en la vida del clan Hauksson, desde su llegada a las inclementes tierras de Islandia en el año 871, hasta su caída en el año 1260. La primera tanda de episodios nos muestra la llegada a Islandia y la dura adaptación al nuevo terreno, complicado por la feroz rivalidad entre los Hauksson y los Belgarssons, una pica que forzará a ambos clanes a adoptar prácticas extremas y sucias, como las que siglos más tarde implementarían los mafiosos. El tramo que va de 871 a 887 es una historia de aguante, de gente que se ve obligada a endurecerse, a hacerse cruel y abyecta para sobrevivir. También de ilusión, de apostarle fuerte a un futuro que quizás estos pioneros no llegaron a disfrutar.
El segundo tramo, que va de 999 a 1000, nos muestra a los Hauksson ya asentados como uno de los clanes más poderosos de Islandia, dueños y señores de tierras, ejércitos, negocios y riquezas. La pica contra los Belgarssons no cede y en el medio aparece un elemento desestabilizador, con el cual estos curtidos guerreros no saben cómo lidiar: la fe católica avanza por todo el mundo y llega a las heladas tierras del norte para forzar replanteos, nuevas alianzas y –obviamente- nuevos negocios.
Hasta acá, los protagonistas de estos dos arcos (Ulf en el primero, Brida en el segundo) eran jóvenes con mucha personalidad, con convicciones muy firmes, pero que en un punto aceptaban los cambios, se adaptaban a las nuevas realidades que les tocaban vivir. Para el tercer arco (el que transcurre en el año 1260), Wood nos propone un protagonista también joven y decidido, pero esta vez Oskar no se adapta a la realidad, sino que hará lo imposible para que la realidad se adapte a él, a sus deseos y a sus caprichos. Manipulado por su mujer y deslegitimado por su padre (lejos, el mejor personaje secundario del tomo), Oskar conducirá a los Hauksson a la ruina, la derrota y la deshonra. Y al final quedarán vivos los ideales, la promesa de una vida mejor en esta isla que queda en el culo del mundo (pero para el otro lado) y que –según Wood- nunca traiciona a los que dejan su sangre por ella.
En promedio, la Trilogía de Islandia tiene menos machaca que otros tomos, y cuando esta aparece está bien integrada al complejo equilibrio que propone Wood entre rigor documental, runfla política y exploración a fondo de las costumbres de estos hombres y mujeres que nos quedan geográfica y temporalmente tan lejos. Si hay que extraer un mensaje, yo diría que lo que el creador de DMZ nos quiere transmitir es que en todas partes y en todas las épocas hay garcas, soberbios, avechuchos, manipuladores, idiotas con poder, valientes, cagones, gente que se desloma para darle una vida digna a su familia, gente que apuesta por sus sueños más limados, gente con convicciones y gente que va para donde sopla el viento. Esta vez, Wood nos transmite el mensaje de un modo bastante sombrío, bastante triste, en historias en las que la esperanza tiene poca cabida y la alegría, ninguna.
El primer tramo está dibujado por el correcto Paul Azaceta, en un estilo adusto, agreste, con influencias de Michael Lark y Jorge Zaffino, entre otros. El segundo tramo está a cargo de Declan Shalvey, otro dibujante sin mayores inconsistencias, al que le falta definir una impronta visual propia, un grafismo que lo identifique al toque. Talento no le falta. Y en el arco final tenemos una vez más al genio croata Danijel Zezelj, en un nivel impresionante, por ahí no tan zarpado como en otros trabajos, sino más comprometido con la narrativa y con el guión. Zezelj impacta con su línea, con su técnica, con el armado de las secuencias, con esos homenajes alucinantes a Sergio Toppi, y felizmente el colorista Dave McCaig se acopla a la onda siempre vanguardista del croata.
No te quiero mentir: The Icelandic Trilogy no es el mejor tomo de Northlanders. Lo cual no significa que, en el global de los 50 episodios y los siete TPBs, no podamos hablar de una serie magnífica, que realmente marcó un antes y un después, y que terminó de poner a Brian Wood en la lista de los guionistas absolutamente imprescindibles que tiene hoy el comic yanki. Gracias Vertigo, gracias Wood, gracias Odin por tanta gloria.

viernes, 13 de diciembre de 2013

13/ 12: PUERTAS DEL EDEN

En realidad esto es el Vol.2 de Edén, la extraña historieta de Kioskerman con la que me topé allá por los albores del blog, un lejanísimo 22/01/10. Recomiendo releer esa reseña.
¿Dije “extraña”? Mejor poné “alienígena”. Edén es una de las historietas más inexpugnables que encontré en mi hondo bucear por los océanos de viñetas. No hay aventuras, no hay conflictos, las tiras no se construyen en base a un build-up hacia un remate humorístico, no hay una continuidad, hay un elenco de personajes rotativos de los cuales no sabemos prácticamente nada... sin dudas, esta tira no se parece a ninguna otra.
Como ya dije la vez pasada, el tema central de Edén son los sentimientos: el amor, la soledad, la nostalgia, los afectos, los pequeños placeres, la fascinación, la introspección… En esta tanda de tiras, aparece un leiv motif que es el amor de pareja y su fruto: un hijo en camino. Sospecho que esto tendrá que ver con situaciones que Kioskerman experimentó en su vida real, pero la verdad, no podría afirmarlo. Casi todas las tiras se basan en un par de frases con bastante vuelo lírico, brevísimos poemas (a veces con rimas), o haikus, a los que los dibujos de Kioskerman acompañan con imágenes que no siempre remiten a lo que pasa por los bloques de texto. A veces los textos no tienen mayor sentido, son frases entre naïf y surrealistas, otras veces son reflexiones u observaciones agudas, precisas, otras veces son frases cursis que parecen sacadas de un tarjeta de felicitación (falta el “Feliz Día, Te Quiero Mucho”), y en algunas tiras (pocas) Kioskerman prescinde completamente de los textos y –ahí sí- cuenta pequeñas historias ambientadas en este mundo idílico y ensimismado.
Lo más raro de todo es que las intenciones de Kioskerman se parecen poquísimo a las de los otros autores de comics y sin embargo este marciano se esfuerza por dominar cada vez mejor los mecanismos narrativos típicos del comic tradicional. En Edén vemos los recursos que habitualmente se utilizan para contar historias humorísticas o dramáticas, pero aplicados a no-historias, que no son ni humorísticas ni dramáticas.
Al dibujo se lo ve mejor que en el tomo anterior, más limpito, ya alejado de aquellos escarceos con la estética de Joann Sfar y más apegado a los clásicos que reformularon unos cuantos códigos de la tira diaria allá por los ´50 ( Charles Schulz, Otto Slogow) y a varios autores del palo indie americano, en su vertiente bajonero-reflexiva (Sammy Harkman, Robert Sergel... esa onda). El color, una vez más tiene mucho protagonismo y está aplicado con criterio y precisión. Me encantaría ver cómo se desenvuelve Kioskerman en otro tipo de historietas, en lo posible escritas por alguien que no sea él.
Esta historieta rara (aunque nunca críptica) se publicó bastante en otros países (Brasil, España, Francia, Canadá), supongo que porque a los editores más vanguardistas, más audaces, les habrá llamado la atención el trabajo de este autor que inventó una fórmula definitivamente novedosa. Genial, no creo. Pero sí muy honesta, muy genuina y sobre todo muy original. Si cada tanto te gusta escuchar voces que dicen cosas distintas en un tono distinto, a años luz del “más de lo mismo”, o si buscás un comic que le pueda llegar a interesar a una minita que habitualmente huye del comic como si transmitiera enfermedades venéreas, no está mal darle una oportunidad a los libros de Kioskerman. “Fui a las puertas del Edén y encontré todo muy bien”, cantaban los Abuelos de la Nada. Por ahí habían leído este librito...

jueves, 12 de diciembre de 2013

12/ 12: BAKUMAN Vol.3

Ah, bueno... Esta serie arrancó buenísima y no hace más que mejorar. Posta, me pone muy, pero muy contento que Tsugumi Ohba y Takeshi Obata hayan creado esta genialidad, que alguien la haya publicado en Japón y que Ivrea la esté publicando en Argentina, para que yo me la pueda comprar (cuando sale, de vez en cuando) a un precio bastante accesible.
Así como Death Note subvirtió las reglas sacrosantas del shonen pochoclero porque te obligaba a pensar, Bakuman pega otro hachazo de increíble precisión, afilado, tremendo, porque –además de divertirnos- nos hace reflexionar acerca del backstage del manga, es decir, cómo se piensa, cómo se escribe, cómo se dibuja, cómo se edita y hasta cómo se publicita un manga. ¿Cuál es el camino al éxito? ¿Cuál es la combinación de suerte, talento, cálculo, originalidad, onda con los editores, bajada de lienzos para con los fans, etc., que hace falta para que un manga sea masivo, popular, capaz de lanzar al estrellato a sus autores? ¿Cuánto de este gigantesco mecanismo funciona a base de pasión y creatividad y cuándo es hora de poner los pies sobre la tierra y convertir a los artistas en engranajes para que produzcan lo que el público quiere consumir? ¿Hasta dónde es deber del editor bancar a las series nuevas y hasta dónde vale dejar que “el voto del público” decida el futuro de los mangas, como si todo fuera un Bailando por un Sueño?
Sin descuidar el humor, la emoción, incluso la ternura, los guiones de Bakuman hablan de todo eso y –lo más importante- nos incluyen a los lectores en estos debates que son –no tengo dudas- absolutamente fundamentales para entender cómo se maneja la millonaria industria del manga en Japón. El maestro Ohba no te quema la gorra con sus argumentos acerca de cada uno de estos temas de debate, sino que deja que estos fluyan casi naturalmente en los diálogos entre los protagonistas que son, lógicamente, autores y editores de manga, de distintas edades y con distintas formas de encarar esta pasión convertida en laburo.
Y ya que nombro a los protagonistas, este tercer tomo plantea un cambio bastante radical en el elenco de la serie. En un punto, Akito Takagi (alias Shuujin) pasa a ser un personaje secundario, mientras que dos personajes secundarios que pintaban para grossos (Akira Hattori y la cada día más boluda Miho Azuki) pasan a ser tercerones. El rol 100% protagónico se lo queda Moritaka Mashiro y crece enormemente el espacio para que se luzca Eiji Niizuma, el personaje más freak, más excéntrico de la serie. El mejor tramo del libro es el que comparten Mashiro, Niizuma y nuevos secundarios con mucha chapa: Takuro Nakai y sobre todo Shinta Fukuda. El editor Yujiro Hattori también tiene escenas copadas y de a poco empieza a tener más sentido el rol de Kaya Miyoshi, aunque la prefiero así, apareciendo poco y en un papel secundario.
El dibujo del compañero Obata es brillante y capta a la perfección el espíritu lúdico de la serie, ese aspecto entre ingenuo y tenaz de estos chicos que van a luchar hasta el final por convertirse en estrellas del manga. La pasión de Miyoshi por los deportes más físicos le permite a Obata dibujar un poco de acción, como para no anquilosarse entre tantas secuencias de cabezas que hablan y manos que dibujan. Igual dibuja todo a la perfección, con especial énfasis en las expresiones faciales de los personajes, que es donde se juega un poco más a exagerar, a romper las reglas del dibujo más académico.
Entre todas las cosas que me arrancaron carcajadas, sonrisas o simplemente me hicieron sentir bien, no me puedo olvidar de las páginas del final, las “Aclas”, esos glosarios en los que los coordinadores de la edición argentina explican cosas que mencionan los personajes y que por ahí no se entienden fuera de Japón. Esta vez, le dedican varios párrafos a explicar qué es el gekiga, por qué fue importante en la evolución del manga, quiénes fueron sus principales cultores... Sí, maestro. En una publicación de Ivrea, la editorial que en los... diez años que duró la revista Lazer JAMAS le dedicó NI UNA SOLA NOTA a ningún autor de gekiga, ni al mismísimo Osamu Tezuka. Ah, el karma...
Si todavía no te enganchaste con Bakuman, por favor no te la pierdas. La edición nac & pop va por el Vol.4 y hasta ahora el manga no puede ser mejor.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

11/ 12: EL LADO AMARGO

¿Te acordás de los indignados de España, que protestaban contra la lenta pero segura marcha hacia el abismo que les proponían los dos partidos mayoritarios y del que parecía no haber salida? Bueno, varios años antes de que estallara la muchachada, en 2005, Santiago Valenzuela le cantó a la indignación de un modo... por lo menos sorprendente. Con un filo y una mala leche dignos de los artículos polémicos de Arturo Pérez-Reverte y con un talento para la sátira finita, al límite, que me recordó a las mejores historietas costumbristas de Miguelanxo Prado, Valenzuela se lanzó al vacío con una obra audaz, rarísima, totalmente excesiva.
El Lado Amargo consiste en una especie de recopilación de historias cortas que se habían publicado en la revista Tos, hilvanadas con páginas nuevas, creadas especialmente para este libro. Leídas como un todo, estas 90 páginas nos sumergen de lleno en la deteriorada psiquis de Julio César Cienfuegos, un tipejo algo desagradable e increíblemente verborrágico, que dedica cada minuto de su vida a... bajar línea acerca de lo estúpida, miope, grasa y suicida que le resulta la sociedad moderna. Como los chistes de Miguel Brieva, pero sin el recurso de parodiar publicidades o programas de TV. Valenzuela va al hueso: nos propone página tras página de nueve cuadros (hay algunas con menos) en las que sólo vemos a Cienfuegos y su adláter Lázaro caminar por las calles de la gran urbe y hablar, hablar, hablar, hablar... Nunca vi tanto diálogo en una sola historieta, de verdad. Creo que Valenzuela se debe haber acalambrado varias veces en el intento por rotular él mismo todas esas interminables parrafadas de texto, que –es justo decirlo- están muy bien escritas, con el toque justo de delirio para que no se queden en la prédica o el manifiesto pasados de rosca.
Sin dudas, El Lado Amargo es una historieta que lleva su tiempo, que no se puede ni se debe leer de una sola sentada. Hay que clavar la pausa, cerrar el libro, leer otra cosa. Si no, tanto exceso te agobia, te aplasta. La acción es poca y está casi siempre en los segmentos a color que son (creo yo) lo que Valenzuela publicó en Tos. El resto son personajes que apenas se mueven, envueltos en interminables globos, que requieren un tiempo largo para ser leídos. Cada tanto, Valenzuela recurre también a las splash pages (simples y dobles) para plantear otro tipo de composiciones, en las que también lo más importante son los inmensos globos de diálogo.
El dibujo de Valenzuela es raro, me hizo acordar a dibujantes de la MAD, a dibujantes del palo indie yanki, e incluso a Manuel Redondo, aquel pionero de la historieta argentina, que se hizo famoso como dibujante de Sarrasqueta. En los fondos, Valenzuela lima un poquito más y combina realismo con una cierta deformidad intencional, mientras que los personajes son más grotescos, más granguiñolescos, y por supuesto sumamente expresivos. Todas las viñetas (grandes y chiquitas) están atiborradas de elementos: personajes, escenarios, globos y –en algunas secuencias puntuales- bloques de texto compiten sin tregua por el espacio en una historieta barroca, que se jacta de mostrar y decir mucho más de lo que hace falta.
Terminás de leer El Lado Amargo y te convencés de que no sólo al irascible Cienfuegos le faltan un par de jugadores. Santiago Valenzuela también tiene que ir a hacerse ver el bocho por alguien que sepa, porque esta es la obra de un zarpado absoluto, de un obsesivo, de alguien que no sabe de límites, desbordado por sus ideas y por una voluntad inquebrantable para transmitir un mensaje jodido, agresivo, con los tapones de punta desde la primera viñeta hasta la última. Y lo otro que sucede cuando cerrás el libro es que redescubrís el valor del silencio, después de haber sido ametrallado durante 90 páginas por esta máquina de bajar línea junto a la cual a Enrique Pinti le dirían “el mudo”. Enjoy the silence, diría Depeche Mode, y puestos a disfrutar, disfrutemos también de los huevos, de la entrega y de la cruzada quijotesca, satírica y demencial de Valenzuela contra la idiotez, la mediocridad y la oquedad, verdaderos molinos de viento del Siglo XXI.

martes, 10 de diciembre de 2013

10/ 12: DELPHINE

Vuelvo a visitar al maestro Richard Sala y me encuentro con una obra increíble, que se postula para ser el mejor trabajo de la carrera de este genio (no tan reconocido como debiera) del Noveno Arte.
Delphine recrea muchos de los tópicos de los cuentos de hadas: la bella joven dormida a la que sólo el príncipe que la ama puede despertar, la madrastra turra, el bosque prohibido en el que habitan horrores indecibles, espejos extraños, personajes crepusculares y misteriosos... La gracia es que Sala cuenta su historia en el presente, como una especie de transplante a nuestra era del mito de Blancanieves o La Bella Durmiente. Por supuesto a Sala le interesa llevar al límite el lado oscuro de este tipo de relatos, de enfatizar la onda sombría, tétrica, por sobre la onda mágica, idílica y limpita que asociamos (Disney mediante) con estas historias.
El personaje protagónico, al que nunca nadie llama por su nombre, ocupa el lugar que en los cuentos ocupa el Príncipe. Pero claro, al Príncipe en los cuentos se lo ve poco, se ahonda poco en sus motivaciones. Y en Delphine, en cambio, la gran mayoría de la novela gráfica pasa por las peripecias que vive este muchacho en la búsqueda de su amada. Con eso y con varios flashbacks al pasado, a cuando Delphine y su novio compartían la adolescencia, Sala llena las primeras 100 páginas de la obra. Y a primera vista, o en realidad a primera lectura, todo ese tramo no difiere mucho de las típicas historietas de este autor. En general son chicas las que se pierden en bosques siniestros, entran a casas embrujadas o interactúan con freaks deformes y contrahechos, y esta vez es un varón. Pero la onda es esa, la del típico comic de Richard Sala, entrelazado con los clásicos relatos en los que el Príncipe llega al rescate de una chica víctima de un hechizo heavy metal. El giro del final es sencillamente brillante y termina de confirmarnos que Sala, además de ser un monstruo insuperable en el dibujo, el rotulado, la narrativa y la ilustración, es también un gran guionista.
Y ya que menciono las virtudes gráficas del maestro, dejame decirte que la faz visual de este libro es increíblemente bella. Sala detona todo su arsenal, no deja “salismo” sin poner en juego, y logra un resultado majestuoso. De modo 100% intencional, se ajusta por un lado a una grilla clásica de seis viñetas (a veces cinco, cuando hay una doble), y por el otro a una paleta limitada a distintas tonalidades de ocre, a la que el maestro les saca un jugo virtualmente ilimitado, al combinarla con su descomunal manejo de la línea, la mancha, las aguadas y las texturas. En las ilustraciones que separan a los capítulos (es decir, las portadas de las cuatro revistas en las que se pre-publicó Delphine) nos recuerdan que si a Sala lo dejás jugar con TODO el espectro cromático, te pinta la cara, mal. Esas imágenes son de una belleza inusual y muestran con tanta fuerza la impronta del autor que cualquiera que intentara siquiera lograr esas mismas tonalidades, esos mismos efectos, enseguida quedaría expuesto como un vil imitador de Sala.
Con las puteadas, la violencia y un grado de bizarreada jodida y malalechística que rara vez vas a encontrar en un cuento de hadas clásico, Richard Sala urdió una historieta exquisita. Delphine te cautiva en la primera página, te hace dar vueltas como un infeliz por un laberinto extraño y perturbador digno de esos cuentos de Lovecraft en los que el protagonista desciende hacia las fosas sépticas de la demencia, y te suelta de a poquito a medida que se acerca el final y todo se empieza a explicar un poco más. ¿Hay un final de esos en los que todos comen perdices y viven felices para siempre? No te lo puedo contar. Simplemente te cuento que Delphine es una historieta hermosa y fascinante y que todo esfuerzo que hagas por conseguirla va a ser más que remunerado por un rato (no muy largo) de inmejorable lectura. La edición de Fantagraphics en tapa dura está demasiado buena para ser real y ni siquiera es cara. El año que viene habrá más Richard Sala acá en el blog.