el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 30 de noviembre de 2013

30/ 11: MARSUPILAMI Vol.1

A mediados de los ´80, el maestro André Franquin llegó a un acuerdo con la editorial Dupuis para recuperar los derechos sobre el Marsupilami, el carismático bicho mitad mono mitad leopardo que creara allá por los ´50 para una aventura de Spirou y Fantasio. Así, el legendario historietista se puso al frente de Marsu Productions, un sello editor independiente que, desde 1987, lleva publicados 26 álbumes protagonizados por este extraño animal y su familia.
Para este primer tomo, Franquin co-escribió el guión con Greg (el mismo Greg que trabajó junto a Hermann en los álbumes de Comanche) y puso los dibujos a cargo de Luc Collin, más conocido como Batem, un notable dibujante nacido en el Congo Belga, quien se quedaría muchos años a cargo de la serie.
La Cola del Marsupilami (título del álbum que inició la colección) tiene un sólo problema: es MUY introductorio. Es un álbum claramente apuntado a los lectores que nunca habían leído las historietas de Spirou en las que aparecía el Marsupilami y no estaban para nada familiarizados con el bicho, sus habilidades, su familia y su habitat, la increíble selva de Palombia, que es casi un personaje más en esta saga. Entonces, todo lo que sucede en este álbum es eso: una forma elegante de presentarnos a los personajes, de mostrarnos cómo funciona el mundo en el que se desenvuelve el Marsupilami, mediante una aventura muy menor, sin consecuencias, sin profundidad y sin mayor tensión dramática.
Para que el artificio funcione, Franquin y Greg le ponen muchas pilas a la construcción de dos personajes que van a volver en los álbumes posteriores: el experto cazador Bring M. Backalive (un yanki que vendría a ocupar el rol del villano) y el Capitán Bombonera, un trucho encantador al que los traductores de Norma hacen hablar (más o menos) como un argentino. Lo cual no es muy loco, porque desde el primer momento Franquin dejó en claro que Palombia quedaba en algún lugar de Sudamérica... aunque yo sinceramente nunca me imaginé que fuera en Argentina. O capaz que los autores belgas le pusieron otro acento y el traductor español (Narciso Fradera) dijo “si es sudamericano, pongámosle acento argentino”, andá a saber. Lo cierto es que la mímica del habla argenta tiene aciertos y errores. Me encantaría leer este libro en francés, a ver cómo habla el Capitán Bombonera (que dudo que se llame así en la versión original).
El guión no va a pasar de ahí: de un intento frustrado por parte de Bring M. Backalive por capturar a un marsupilami. Es una aventura entretenida, con diálogos muy graciosos, excelentes secuencias mudas, mucha acción y no mucho más. El dibujo de Batem hace esfuerzos sobrehumanos para reproducir la magia gráfica del maestro Franquin, y la verdad es que cuando dibuja al Marsupilami, lo logra con jerarquía. La diferencia entre un genio (como era Franquin) y un muy buen dibujante (como es Batem) se nota en otros aspectos, como por ejemplo el lenguaje corporal y las expresiones faciales de los personajes humanos, que no tienen ni en pedo la gracia de los que dibujaba Franquin. Ahí, el trabajo de Batem está al nivel de un buen autor franco-belga de historieta infanto-juvenil, pero lejos de las glorias que pelaba Franquin en sus álbumes de Spirou, o en sus series más personales, como Gaston Lagaffe o Ideas Negras. El color de Vittorio Leonardo es excelente, más sutil, más moderno y más versátil que los coloristas que trabajaban con Franquin en su etapa al frente de Spirou.
Tengo un par de álbumes más para leer y reseñar el mes que viene, a ver para dónde agarra la serie “solista” del Marsupilami, una vez que el nuevo equipo creativo ya presentó al elenco y al contexto elegido para estas nuevas aventuras de la alucinante criatura creada en 1952 por ese genio inconmensurable del Noveno Arte que fue André Franquin.
¿Palombia será argentina? Me quedé tildado con esa boludez...

viernes, 29 de noviembre de 2013

29/ 11: MONDO

Hoy cortito, porque tengo poco tiempo.
Mondo, la última creación del maestro Ted McKeever para Image, es otro delirio sin pies ni cabeza. A pesar de esa tapa horrenda, con una foto apenas retocada, el dibujo del comic propiamente dicho no puede ser mejor: es un McKeever al que le sobran los recursos, las técnicas, la cancha para plasmar lo que se le dé la gana con la simple combinación de blanco y negro. Si leés comics por los dibujos, seguro ya te lo compraste y ni bien lo terminaste le juraste lealtad eterna a McKeever, a quien seguirás hasta el fin de tus días, incluso si el día de mañana se dedica a dibujar guiones de Howard Mackie, Terry Kavanagh o Armando Fernández.
Ahora, si lo que te interesa de una historieta es el guión, vas muerto. Ojo: no es que a McKeever no se le ocurran ideas. El tema es cómo las muestra, cómo las orquesta a la hora de desarrollarlas y darles algo así como un cierre, o un sentido. El primer tercio de Mondo está muy bien. Presenta a los personajes, describe el status quo, nos sitúa en un mundo bastante parecido al nuestro y abre la puerta por la que entra el elemento fantástico que le va a permitir... tener como protagonista a una especie de Hulk amarillo que rompe cosas y no sabe hablar. Una vez que Catfish se convierte en el Hulk amarillo, las escenas que protagoniza empiezan a ser cada vez más raras e intrascendentes, mientras McKeever desarrolla un segundo plot (el del intendente corrupto que quiere hacer mierda a la maravillosa Venice Beach), un tercer plot (el del satélite que va a impactar contra la Tierra) y un personaje descolgado pero carismático, la atractiva Kitten Kaboodle.
De alguna manera bastante tosca y por demás predecible, estas puntas argumentales, estos personajes y alguno más que ni viene al caso mencionar, confluirán en las últimas 14 páginas de Mondo, no para explicar nada de lo que hasta ese punto no se explicó, sino sencillamente para protagonizar una secuencia estridente, grandilocuente, casi de blockbuster pochoclero de Hollywood. En el medio de este mega-bolonki, McKeever mecha algunos díalogos graciosos e ingeniosos, como para asegurarse de que el lector nunca se tome en serio todo este carnaval de la bizarreada. El resultado final suena a capricho, a una colección de excusas chotas urdidas por McKeever para dibujar lo que él tenía ganas de dibujar, más allá de si con esas escenas, o esas imágenes, o esos climas, se arme o no una historia más o menos sólida.
El año pasado, cuando me tocó reseñar otra obra reciente de McKeever escrita por él mismo (12/02/12) me encontré con un argumento críptico, pretencioso, muy jugado a los simbolismos y a la davidlyncheada más extrema. Me lo fumé mansito. Ahora, un segundo guión de McKeever que no me convence. Conclusión: no compro más obras del ídolo escritas por él mismo, por lo menos por un largo tiempo. Una lástima, porque me jacté durante años de bancarlo a muerte. Pero así no da, por más que el dibujo sea glorioso de punta a punta.

jueves, 28 de noviembre de 2013

28/ 11: SAM PEZZO: SHIT CITY

Vuelvo a visitar al maestro Vittorio Giardino y a la vez vuelvo atrás en el tiempo, para descubrir una historieta de 1983, bastante anterior a Jonas Fink, que fue la que vimos hace poquito (el 5 de este mes).
Sam Pezzo es el típico detective de serie negra, un tipo duro, reservado, del cual no sabemos absolutamente nada. Una auténtica tábula rasa. Si hay algo atractivo en Pezzo serán las cosas que le sucedan por involucrarse en un caso bastante retorcido, porque él, pobrecito, tiene cero onda. La aventura, a su vez, se hace muy complicada al pedo. Todos traicionan a todos, todos tienen su agenda secreta y nadie tiene reparos en cagar a nadie. Lo cual estaría bien si todo se explicara de modo más... orgánico. A lo largo de estas 46 páginas, Giardino se esfuerza para que todo el tiempo pasen cosas, para que el ritmo no decaiga y a cada escena tranqui le suceda rápidamente una de acción. Y hay muchas escenas fuertes, generalmente muy logradas. El problema es que mete tantas que muchas terminan por no tener un verdadero peso en la trama. Lo cual ayuda, además a que la historia se termine por comprimir mucho sobre el final, cuando Giardino se da cuenta de que se acerca la página 46 y hay que cerrar todo lo que queda abierto. Así es como nos presenta revelaciones importantes, diálogos y acciones fundamentales para el sentido de la trama, incluso en la última página y –te juro que es posta- en la última viñeta. No hay lugar para un epílogo, para un final más distendido. La historia se estiró tanto con los tiros y las persecuciones que de verdad termina por resolverse en el último cuadrito del álbum.
Dentro de estos tropiezos en cuanto al timing de la novela, se puede rescatar la construcción de algunos personajes secundarios, el ritmo que hace que la historia nunca se empantane, y no mucho más. Shit City se pasa un poquito de retorcida, no deja ni una rendijita por donde filtrar un chiste o una secuencia más relajada y –lo más grave- le sobran elementos para la extensión que tiene. No te digo que leerla sea un garrón pesadillesco como morfarte 13 horas arriba de un micro sin aire acondicionado, en el que no te dan ni un alfajor piojoso y encima te pasan películas de Francella. Pero tampoco es una obra a la que le sobren los aciertos en materia de guión.
¿Por qué es interesante este álbum de Sam Pezzo? Porque es en blanco y negro y nos permite ver otra faceta del dibujo de Vittorio Giardino. Acá, el maestro combina su línea clara, elegante y sofisticada, con un laburo majestuoso de claroscuro, reminiscente en varios pasajes de lo que hacía el inmenso Guido Crepax. Imaginate a Edgar-Pierre Jacobs entintado por Crepax y enseguida te vas a hacer una idea bastante cabal de lo que pela Giardino en Shit City. En algunas composiciones (no en la resolución de las figuras ni de los fondos), Giardino me hizo acordar al Horacio Altuna de El Loco Chávez, tal vez porque Sam Pezzo se parece muchísimo al periodista hincha de Racing. Como en todas las obras de Giardino, la narrativa es clásica y cristalina, claramente inspirada en la de los maestros de la línea clara de Marcinelle. Pero lo más notable es, sin dudas, lo bien que el autor se adapta al blanco y negro, la cantidad de recursos que pone en práctica para suplir la falta de color y sacarle todo el jugo posible a la (aparentemente) simple lógica binaria de “lo que no es blanco, es negro”.
Si sos fan de los detectives de la serie negra, seguro conocés los climas y los ambientes en los que se mueve Sam Pezzo y leiste historias mejor resueltas que esta. Ahora, si te hiciste fan de Giardino con Little Ego, Max Fridman o Jonas Fink, probablemente no conozcas este increíble laburo en blanco y negro del maestro de Bolonia. En ese caso, y si lo ves barato, no dejes de visitar Shit City.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

27/ 11: SEX REPORT (DIARIO DE UN PUTERO EN JAPON)

Este es uno de los mangas más raros que leí en mi vida. A lo largo de más de 400 páginas, el periodista, actor pono y mangaka Hiromi Hiraguchi cuenta historias protagonizadas por él mismo en las que encuentra avisos (clasificados o no) en los que se ofrece sexo por dinero, contacta a quienes los publica y acude a hoteles, saunas, prostíbulos y demás salas de dudosa profilaxis de Tokyo y alrededores para acostarse con prostitutas y compartir sus experiencias con el lector. Se me dirá “Es muy parecido a Paying for it, de Chester Brown”. Sí, la idea es MUY similar. Pero a) Hiraguchi lo hizo antes, b) el tono es totalmente distinto y c) Hiraguchi se esfuerza por dibujar bien, mientras Brown se esfuerza por dibujar mal.
La cagada que tiene el libro es que no hay forma de leerlo de una sentada, ni siquiera de una sentada larga, porque las historias (ninguna supera las 6 páginas) son casi idénticas entre sí. Todas se repiten mucho, con mínimas variaciones en cuanto a las tarifas de las putas, si la chupan con o sin globito, si están gordas o esculturales, cómo acaba Hiraguchi, y algún diálogo que el cliente mantiene con la “proveedora”. La estructura de las historietas es siempre igual, nunca pasa nada raro, no hay sorpresas. A veces a Hiromi no se le para, a veces la prostituta es vieja, fea o huele mal, pero básicamente el mismo “sketch” se repite una y otra vez a lo largo del tomo. Hasta los dibujos son parecidos. Y esto se debe a que Hiraguchi realizó esta investigación de campo en forma de comic para ocho revistas distintas dedicadas al ocio de los adultos, revistas en las que estas eran las únicas historietas, y aparecían de a una por mes, o por quincena. Leídas así, deben ser graciosísimas. Todas de un saque, corren serios riesgos de aburrirnos un poco.
Lo más interesante es que todo está contado en un tono alegre, festivo. Olvidate de la sordidez y la desazón que uno asocia normalmente a la prostitución. La mayoría de las putas a las que frecuenta Hiraguchi son minas casadas que encontraron la forma de meterle los cuernos a sus maridos y –de paso- ganarse unos mangos. Ninguna es borracha, ni drogadicta, ni está cagada a piñas por un cafishio violento, ni ejerce la prostitución en contra de su voluntad. El mangaka enseguida entabla un trato cordial con las putas, sin esa solemnidad, o esa frialdad casi ascéptica que uno imagina que rodearía a esta actividad en una sociedad tan pacata como la japonesa. Hiraguchi la pasa bárbaro, se nota que tiene un amor genuino por el sexo con profesionales, y nos transmite a los lectores esa diversión, a veces un poquito salvaje, pero nunca heavy, ni perturbadora. Incluso, a pesar de lo grotesco de su dibujo, logra producirnos algún que otro zumbido en la entrepierna.
El dibujo es bizarro, mal. Está claramente enrolado en la tradición humorística del manga, mucho más cerca de un Fujio Akatsuka o un Akira Narita que de los mangakas más publicados en Occidente. En realidad, parece una especie de Philippe Vuillemin, o un dibujante español de los más zarpados de El Víbora, o un Angel Mosquito muy sacado, con unos cross-hatchings pasados de rosca. Lo que mejor dibuja Hiraguchi son sus propias expresiones faciales y su principal virtud como historietista es bancarse páginas de muchas viñetas chiquititas, en las que mete mucho dibujo y mucho texto sin que quede un empaste horroroso ni mucho menos. Quisiera leer otras obras de este autor, sin dudas.
Uno que no consume ni consumió nunca los servicios de una prostituta tiene el prejuicio de que pagar para ponerla es denigrante para uno y para la mina cuyos servicios contrata. Hiromi Hiraguchi, por el contrario, vive el sexo pago como una pasión, como un hobby, como un tema que definitivamente le encanta como para especializarse a full, y por lo menos en estas anécdotas que reúne en Sex Report, lo vemos disfrutar a pleno, sin tapujos y sin ese velo de cosa lumpen, sucia, prohibida o peligrosa que –para los que la vemos de afuera- pareciera ser el mundo de las prostitutas. Las historias son entretenidas, intensas, no se parecen a ningún otro manga que hayas leído y para que no se te hagan reiterativas, hay que leerlas con varias pausas, mechándolas con otras lecturas.

lunes, 25 de noviembre de 2013

25/ 11: EL SABIO DE SION

Brian Janchez vuelve a incursionar en el terreno de la autobiografía, con historietas de 2009, en las que narra (entre otras cosas) un viaje que lo llevó durante varios meses a Israel.
Para mi gusto, el libro arranca flojito, con unas… 14 primeras páginas que apenas me lograron arrancar alguna sonrisa. Es la previa, lo que le sucede a Janchez antes del viaje, más un par de páginas ya ambientadas en Israel. Después la puntería de Brian levanta bastante y se multiplican las anécdotas graciosas y/o bizarras, apuntaladas por los comentarios ácidos y las observaciones mordaces que caracterizan a este autor con innegable talento para satirizar las boludeces de la vida cotidiana.
No te voy a decir que de la página 15 hasta el final sólo hay historietas brillantes, porque seria una mentira atroz. Pero seguramente lo mejor del libro está en ese segundo tramo de El Sabio de Sión, en el que a Brian le toca vivir situaciones más interesantes y en el que –quizás sin querer- incluye mucho más al lector, lo capta mucho más y lo hace sentir parte de la infrecuente experiencia que significa ser argentino y vivir seis meses de 2009 en la ciudad israelí de Migdal Haemek. Las similitudes y diferencias entre lo que vivió (y comió) Janchez en estos seis meses y lo que vivió (y comió) el resto de su vida son el principal sustento para esta crónica atravesada principalmente por el humor costumbrista.
El dibujo de Janchez no está en su mejor momento. El autor abandona su trazo más despojado, más minimalista, y mete en cada viñeta muchos detalles, mucho laburo en los fondos y abundante texto. Y si bien acierta cuando aplica grises para diferenciar los planos y destacar ciertas figuras por sobre otras, en general, estas páginas de ocho cuadros se ven muy, muy sobrecargadas de elementos, algo que por momentos llega a entorpecer la fluidez del relato. Además, al dibujar tantas cosas (objetos, edificios, ropa, etc.) queda bastante claro que este Janchez modelo 2009 dibujaba algunas cosas muy bien y otras de modo bastante precario. Lo cual no siempre hace ruido, porque todo está puesto en función de un grafismo básicamente caricaturesco, pero a veces (sobre todo cuando aparecen autos) llaman la atención por la falta de cuidado en el “rediseño”. El avión que dibuja Brian, en cambio, no se parece en nada a ningún avión que haya existido jamás, pero está buenísimo.
Y mirá lo que son las cosas…El Sabio de Sión termina en la página 36 y el librito sigue, para incorporar una segunda versión de las crónicas del viaje de Janchez a Israel, presentadas en forma de textos que el autor publicó en su blog. Y en esas páginas finales, en las que desaparece el dibujo y sólo queda la opción de engancharse con los textos, me sorprende gratamente un historietista que es, además, un muy buen escritor. A su afilada observación, Brian suma también un talento para el absurdo, que no se ve en sus historietas pero que enriquece muchísimo a sus escritos. La crónica tiene más sentido, permite hilar mejor los sucesos, nos invita a meternos aún más de lleno en las vivencias del autor que la mayoría de las anécdotas contadas en forma de historieta. Así que ni se te ocurra hacerle zapping a ese tramo final donde no hay dibujos, porque te vas a perder varios de los momentos más cómicos y más incisivos del libro.
Entre la ingenuidad y la mala leche, entre las ganas de dejar un registro de lo que ve y vive y las ganas de romper las pelotas, un Brian Janchez de sólo 23 años generó esta obra breve, aunque de gran intensidad y desbordante honestidad. No es su trabajo formalmente más logrado (de hecho, hoy dibuja mil veces mejor), no todas las situaciones que elige contarnos son efectivas o graciosas, pero la idea de compartir esa experiencia tan definitiva con sus lectores, evidentemente funcionó. Si seguiste El Sabio de Sión cuando se serializó en la web, o si sos fan de este personalísimo autor argentino y disfrutaste de las otras dos obras que componen su “trilogía judía” (Sloishim y McKosher), no dejes de comprarte el librito.

domingo, 24 de noviembre de 2013

24/ 11: EL HEROE Vol.1

A esta altura de la vida,hablar bien de David Rubín es bastante redundante. Está clarísimo -me parece- que estamos frente a un creador consumado, a una bestia del relato gráfico, un historietista quintaesencial más que calificado para convertir en fans devotos de su obra a los lectores de comics de todos los palos, sin distinción. Vengas del comic europeo más fino, del comic de superhéroes más cabeza o de la militancia otaku más cerrada,es casi imposible que leas un par de páginas de Rubín y no te dejes seducir por el talento avasallador de este inconmensurable gallego de Galicia.
En esta, su obra más extensa hasta la fecha, Rubín se embarca en una reversión del mito griego de Heracles, en dos tomos de más de 300 páginas cada uno. Es la obra con la que el autor decidió "casarse" con la historieta, abandonar sus laburos en el campo de la animación y ponerle toda la pasión a la realización de novelas gráficas. Esta primera parte de El Héroe refleja ese momento, en el que Rubín se libera, se entrega de lleno a la historieta y detona como nunca antes. A cargo del guión, el dibujo, el color y las letras, sin restriciones de espacio y con un argumento básico heredado de uno de los mitos más famosos de Occidente, el gallego deja en el tablero varios años de su vida (y eso que trabaja asombrosamente rápido) para obsequiarnos una obra maestra, un clásico inmediato.
Rubín reimagina la Grecia clásica para incorporarle elementos de nuestro presente: motos,celulares, maquinaria, publicidad y programas de mierda que se jactan de invadir la intimidad de las celebridades. Son meros adornos, porque Heracles termina por resolver cada desafío del modo que ya conocemos por la mitología griega, pero le dan a la historieta un toque de modernidad, de riesgo, de bizarreada bien entendida. Por supuesto, las proezas de Heracles dan pie a un sinfín de situaciones que el héroe resolverá por la vía de la machaca, y si te gustan los comics de chabones musculosos que se cagan a trompadas con monstruos indecibles, esto te va a volar la cabeza, mal. Por suerte también hay secuencias (y hasta episodios enteros) en los que Rubín deconstruye la figura del héroe, lo obliga a pensar por qué hace lo que hace, a qué intereses sirve, que hay detrás de esa figura noble, altruista, amada por las masas y temida por los villanos. Como te imaginarás, son reflexiones que se aplican no sólo a la vida de este hijo bastardo de Zeus, sino también a los superhéroes creados en el Siglo XX, a los que Rubín tiene estudiadisimos, porque vienen de las historietas que él consume, las que le dieron el impulso para hacerse historietista.
No quiero ahondar mucho en el argumento porque -repito- en su esencia es el que todos conocemos, el de las 12 pruebas de Heracles, complementado con algunas indagaciones más profundas en la psiquis del personaje y con momentos un poquito más zarpados. Y no sé cómo empezar a describir la faz gráfica de El Héroe. Esto es... demasiado. El dibujo, la puesta en página, el color... todo es belleza, todo es potencia expresiva fuera de control, en todo se ve la mano de un tipo que mamó hectolitros de historieta, toneladas de artes plásticas, hectáreas de celuloide. Rubín se va al carajo muchas veces, en muchas direcciones distintas. Para el lado de Jack Kirby, para el de Bruce Timm, para el de Jeff Smith, para el de Paul Pope, por momentos pela recursos de la historieta humorística, resoluciones gráficas de los dibujantes de la escuela valenciana (la de Miguel Calatayud y Daniel Torres), por algún lado se cuela Pablo Picasso, por otro David B, o Charles Burns, el color no tiene nada que ver con cómo pintan ninguno de los mencionados... Esto es deleite, impacto, emoción en estado puro. No tiene sentido describirlo. Hay que verlo y enloquecer.
Recién voy a leer el Vol.2 bien entrado el 2014, pero sinceramente no creo que vaya a derrapar. Por eso, desde ya voy desempolvando la chapita de Historieta Perfecta para colgársela a El Héroe, una verdadera joya del Noveno Arte que la está rompiendo en todos los países donde se edita, un poco para darnos la razón a los que llevamos años predicando a David Rubín como un nuevo genio del arte que más nos gusta.

sábado, 23 de noviembre de 2013

23/ 11: HELLBLAZER: THE DEVIL´S TRENCH COAT

Anteúltimo recopilatorio de la serie más larga y más emblemática de Vertigo, que durante 25 años nos detonara la cabeza mes a mes. Este TPB reúne ocho episodios escritos por el maestro Peter Milligan y clava en el número 291, a sólo nueve del final. Esta vez no hay unitarios dibujados por Simon Bisley (al que disfrutamos sólo en las portadas) porque a) son dos arcos argumentales de cuatro episodios cada uno, muy enganchados, sin margen para meter un unitario en el medio y b) en simultáneo con estos números salió un Annual íntegramente dibujado por Bisley, que se recopila en el próximo tomo.
El primer arco no está mal, pero no es la gloria, ni mucho menos. Como el título lo sugiere, se centra en el sobretodo de John Constantine, la pilcha vieja y maloliente, enchastrada de magia oscura y fluídos aún más oscuros durante décadas de uso intensivo por parte de nuestro hechicero urbano favorito. El sobretodo, alejado de John, cobra vida, mata gente, manipula a incautos… cualquiera. Un giro sumamente inverosímil, porque además, uno que sigue a Hellblazer, asumió desde siempre que no se trataba de UN SOLO sobretodo, sino de varios muy parecidos entre sí, como las capas de Batman o las gorras de Corto Maltés. De hecho, contás la cantidad de veces que (a lo largo de 290 números) Constantine terminó con el breto hecho mierda, destrozado en jirones, que todo el planteo de Milligan pierde sustento.
Por suerte la saga no se queda en eso, sino que avanza muchísimo en un complejo entramado de relaciones entre John, Piffy, Gemma (la sobrina de John) y Terry Greaves (el capo mafia padre de Piffy). Este microclima venía levantando temperatura hace ya dos tomos (desde Bloody Carnations, reseñado el 03/05/12) y en este TPB va a explotar. Para el segundo arco de cuatro números, Milligan sube la apuesta y además de impactarnos con los volantazos que le pega al elenco protagónico, tenemos una saga tensa, filosa, al límite, con John de nuevo descendido al Infierno, no a jugar el clásico con IndeBendiente, sino contra un demonio un poquito más heavy, el siempre asombroso First of the Fallen. Este segundo tramo tiene mucho más sentido, más onda, mejores diálogos, más revelaciones increíbles y miles de guiños a los lectores de larga data: Milligan parece dispuesto a hacerse cargo de TODO lo que vivió John de la mano de los guionistas anteriores y eso sólo ya representa un desafío colosal. Bancárselo, encima, es un logro titánico para el inglés.
Por el lado del dibujo, Giuseppe Camuncoli dibuja casi todos los episodios a un nivel altísimo. De a poquito mete un grafismo más extremo, como si se diera cuenta un poco tarde de que se trata de un comic de terror bien al límite, y empiezan a aparecer trazos más extremos, más oscuros… casi como si dibujara Danijel Zezelj, pero entintado con una técnica totalmente distinta a la del croata. Lo mejor de Camuncoli está en la narrativa y en las expresiones faciales, donde capta detalles muy sutiles y muy adecuados para todas esas páginas en las que los personajes charlan entre sí y se psicopatean. Los suplentes son bastante crotos, no merecen siquiera ser mencionados. Entiendo que poner a Bisley a dibujar un cachito de una saga que estaba a cargo de Camuncoli puede resultar muy arriesgado, y también estoy seguro de que en Vertigo tendrían que poder contar con dibujantes mejores para cubrir los baches en las series regulares.
Para el final del tomo, Milligan le pone un cierre definitivo a un plot, el del gemelo demoníaco de Constantine, que viene de arrastre desde la época de… Paul Jenkins, creo, y al de la muerte de los padres de Gemma, que también venía colgado hacía años. Y deja pavimentada la ruta hacia un final que promete ser memorable. Sólo con el tamaño de ese último TPB (con un Annual y nueve números de la ongoing) se me frunce un poquito el orto… Lo dejo para el 2014, sólo por lo duro que va a ser despedirme de este amigo (garca y peligroso como pocos, pero amigo al fin) que me acompaña desde 1988.

jueves, 21 de noviembre de 2013

21/ 11: AQUABLUE Vol.1-3

De nuevo me cebé mal con una seguidilla de álbumes cortitos y me bajé varios al hilo... Esta vez le entré de lleno a los primeros tres libros de Aquablue, una serie francesa que tuvo muchos tomos, de los cuales en España se publicaron sólo tres (creo).
Thierry Cailleteau y Olivier Vatine inician en 1996 esta epopeya de ciencia-ficción con un propósito clarísimo: responder al embate del manga y el comic de superhéroes, que ya habían iniciado su expansión por toda Europa, en detrimento del comic europeo más fino, de más impronta autoral. Hoy hay varias series europeas pensadas para seducir a la gente que sólo lee comic mainstream yanki o ponja y no te toca ni con un puntero laser a un Vittorio Giardino, un Carlos Giménez o un Jacques Loustal. Pero en 1996 había muy pocas y eso es lo que hizo atractiva a Aquablue.
En el inicio, la saga de Aquablue parece el enésimo refrito de Superman o Tarzan: el bebé que sobrevive de milagro a la tragedia que acaba con los suyos, cae (también de milagro) a un habitat extraño, que no tiene mucho que ver con el suyo, donde es adoptado y criado por una raza de seres totalmente distintos a él. Por suerte, para la página 25 Cailleteau pega un volantazo y la serie agarra para otro lado, con tintes más políticos, con una bajada de línea ecologista muy manifiesta, y por supuesto con villanos muy hijos de puta para que se justifique luchar, matar y morir. No sé cómo corno termina Aquablue, pero estos primeros tres tomos me sedujeron con su ritmo ganchero, su diversidad de personajes y la fuerza de los conflictos.
Lo choto es que los autores tratan de imitar en la superficie varios rasgos del comic americano, con puestas en página arriesgadas, etc., pero el argumento es tan ambicioso que se quedan cortos con el espacio. En las primeras 44 páginas pasa lo que en un comic americano normalmente pasa en 88, y eso significa... muchos cuadros por página e infinitos globos con extensos diálogos, dos cosas que patean para el lado contrario de lo que buscan Cailleteau y Vatine. En los dos tomos posteriores se controlan un cachito más, y ponele que cuentan en 44 páginas lo que un autor yanki promedio contaría en 66. También en los Vol.2 y 3 se reparte mejor el protagonismo: la trama pasa menos por Nao (el huérfano humano criado por los anfibios de Aquablue) y más por un elenco muy bien logrado, en el que gana terreno una especie de Han Solo italiano, que grita “Mamma Mía” y es fan de la pizza y la Juventus, al que al principio detesté y con el correr de las páginas me cayó mucho mejor. Incluso los villanos tienen onda, profundidad y escenas en las que se indaga coherentemente en sus motivaciones.
En la base del dibujo de Vatine están Jean-Claude Mézieres y Philippe Caza, dos referentes ineludibles del comic francés de ciencia-ficción. Pero claro, el autor mira mucho a autores yankis, para darle a su trabajo ese toque impactante, flashero... y ahí aparecen cosas de Berni Wrightson en la iluminación, cosas de John K. Snyder, de Sam Kieth (el Vol.3 tiene escenas enteras que parecen dibujadas por Kieth), de los españoles que en los ´90 publicaban en Marvel U.K. (Carlos Pacheco, Oscar Jiménez, Salvador Larroca, Rafa Fonteriz) y de la época en que Kevin Eastman y Peter Laird dibujaban a las Tortugas Ninja. El cóctel es raro pero funciona, y lo más interesante es que no se lo ve a Vatine como un clon berreta de ninguno de los artistas mencionados, sino como un tipo que busca, que investiga, que abreva en fuentes en las que la mayoría de sus contemporáneos no abrevaban. Para el Vol.3, cuando mejora ostensiblemente el color (que al principio es medio pedorro), la faz gráfica de Aquablue se vuelve definitivamente sólida.
Algún día y en algún idioma leeré los dos tomos que me faltan de Aquablue y me enteraré cómo cierran Cailleteau y Vatine esta atractiva historia de choque de culturas, de misticismo y naturalismo vs. explotación capitalista y colonialismo. No es una historieta perfecta ni mucho menos, pero tiene un ancho de espadas que es su clara intención de divertir, de entretener al lector. No se propone más que eso y eso que se propone, lo logra con creces. Si de pedo la ves completa, sumergite.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

20/ 11: X-STATIX Vol.4

“La verdad es que todo fue tan extraño, tan extraño al fin”, cantaba un grande de la música. Y es lo que siento cuando termino (por fin) de leer este bizarro experimento de Peter Milligan y Mike Allred, apañado en su ambición rupturista por Joe Quesada y Bill Jemas, la dupla responsable de la Tercera Era de Oro de Marvel.
“Yo podría haberlo hecho mejor”, decía el mismo grande en el mismo tema, y es lo que debería sentir Allred respecto de su trabajo en este último tramo de la serie. Este TPB tiene ocho episodios de los que el ídolo dibuja siete y la verdad es que está a años luz de lo que dibujaba en los primeros números de esta serie (cuando se llamaba X-Force) y mucho más lejos aún de lo que vimos en la más reciente iZombie. La desprolijidad no está en el flujo narrativo, ni en la puesta en página, ni siquiera en la composición de las viñetas, ni en la anatomía, ni en las caras. Básicamente las tiradas a chanta groseras están en los fondos, que brillan por su ausencia casi siempre, y en el acabado, en los detalles del entintado, que se ve precario, atolondrado, despachado con fritas para cumplir con la fecha de entrega, sin ningún cariño ni respeto por la labor del dibujante (que a su vez está entre los entintadores que meten garfio en sus páginas). Una pena, porque un montón de aspectos de la faz gráfica de la serie, empezando por el diseño de los personajes, es alucinante.
“Como siempre vuelvo a ensayar”, se escucha también en la misma canción del mismo grosso, y eso es lo que podría decir Milligan acerca de esta serie. Desde el primer momento esto fue un laboratorio, un espacio de experimentación donde el guionista inglés pudo probar un enfoque radicalmente distinto sobre el ya gastado tema del grupito de jóvenes mutantes que pelean contra... algo. En este tomo, abre el fuego con un arquito de dos episodios que indaga un poco en Vivisector (a priori, el personaje menos interesante de los que quedaron en pie tras la saga anterior) y de paso se mete con el tema de ser diferente, ya sea por ser mutante o por ser gay, como el mencionado Vivisector. Está muy bien, aunque los dibujos de Nick Dragotta (que reemplaza a Allred en el segundo episodio) le dan a la historia un tinte grotesco que el guión no tenía.
Y después, el cierre de la serie. Se viene un arco ambicioso, de seis capítulos, en el que Milligan enfrenta a X-Statix con los Avengers en una especie de remake bizarra de aquel famoso enfrentamiento entre los Avengers y los Defenders. Además de los muchos guiños a aquella epopeya setentosa, el guionista sorprende con un gran manejo de los Avengers clásicos, con diálogos graciosos y filosos, repletos de ingenio y a la vez fieles a la esencia del Capi, Iron Man, Thor, Hawkeye, etc. Y por si faltara algo, casi sobre el final y como quien no quiere la cosa, tira algunas puntas acerca de Doop, el enigmático bicho verde acerca del cual no sabíamos absolutamente nada. Ya sólo por eso, esta saga es más que satisfactoria.
“Hay un bumerang en la city, mi amor; todo vuelve, como vos decís”, dice la misma canción, y hacia Milligan y Allred vuelve el aplauso de los fans a los que nos gusta leer comic de autor disfrazado de mainstream, con espacio para ideas que no son las obvias, con apuestas fuertes, con riesgos, con momentos que te dejan helado porque no podés creer que estás leyendo lo que estás leyendo. Por supuesto hubiese sido genial que la serie tuviera otra periodicidad, como para que Allred pudiera cuidar más el dibujo. Pero también podría haber sido peor: lo podrían haber rajado para darle la serie a un pecho frío tipo Salvador Larroca o a un clon choto de Jim Lee como los que pululan en tantos títulos de DC. Y también podrían haber metido a los “héroes” de X-Statix en otras colecciones mutantes, a tratar de encajar en los cánones habituales de esos comics, lo cual también habría sido una aberración. Por suerte eso no sucedió, seguramente por un acuerdo entre Milligan y los capos de Marvel que estos últimos decidieron honrar.
No hay vuelta que darle. Cada vez que pienso en la Marvel de Jemas y Quesada, fue amor, fue amor...

martes, 19 de noviembre de 2013

19/ 11: DEMASIADO HUMANO

Prometí volver a visitar pronto al maestro Enrique Sánchez Abulí y acá estoy, dispuesto a cumplir con la promesa. Lamentablemente me toca reseñar uno de sus trabajos menores, una historieta breve (44 páginas) que –si bien tiene algunos hallazgos- no entra ni por casualidad en el podio de los mejores trabajos de este prócer español nacido en Francia.
Como la seminal The Long Tomorrow, Demasiado Humano nos sumerge en un clima de novela hard boiled, potenciado por una ambientación futurista en la que los autos vuelan y los humanos tienen robots inteligentes a su servicio. El principal hallazgo de Abulí es ese: cómo utiliza etos elementos de ciencia-ficción para maquillar a una historia ya vieja, muy trillada, como es la del sosías y la sustitución de identidades. El accionar imprevisible del robot 3015 (apodado “Zombi” por su amo) es la rendijita por la que se filtra la sorpresa, y por ende la tensión, en una trama muy obvia, que transita lugares comunes que ya vimos mil veces. Si nos ponemos en ortivas, Zombi podría no estar y la historia se resolvería de un modo muy parecido. Sin embargo, al ser el robot el que narra todos los sucesos en primera persona, Abulí logra que nosotros, los lectores de carne y hueso, nos identifiquemos con 3015 y hasta lo veamos como el protagonista del relato.
Fuera de esa magia tan poderosa que logra darle infinita onda a un cacho de metal y cables, no hay mucho más para rescatar en cuanto al guión. No hay grandes personajes secundarios, no aparecen esos juegos de palabras gloriosos tan típicos de Abulí y para agregarle ironía al desenlace, el guionista recurre a una casualidad demasiado inverosímil. Ya de por sí, el truco de “dos tipos que no se conocen pero que son virtualmente idénticos y obviamente van a quedar frente a frente” me llena las bolas. No me cerró cuando lo usó Hugo Pratt en La Casa Dorada de Samarkanda, no me cierra ahora y no me va a cerrar nunca. En el cine o en la tele, ponele que suma, porque le permite a un mismo actor representar dos papeles muy distintos en una misma obra. Pero en historieta... dejame de joder. A cualquier guionista serio se le tiene que ocurrir algo mejor para vincular a dos personajes y hacer que uno viva la vida del otro.
La papa fina acá está en el dibujo, a cargo del impresionante Toni Garcés, un dibujante que no tiene mucha producción y que la rompió allá por fines de los ´80 y principios de los ´90 en las revistas de la editorial Norma. Garcés es como un hermano menos dark de Christophe Chabouté. Tiene ese mismo grado de expresionismo, le gusta jugar en esa misma línea entre el realismo y el grotesco, pero en vez de hacerse adicto a los climas depresivos u opresivos y derramar hectolitros de tinta negra sobre cada página, Garcés mantiene una especie de “línea clara” y la complementa con un trabajo colosal en la aplicación de los grises con tramas mecánicas. Muchas de las cosas que inventó Garcés hace casi 30 años hoy se ven en dibujantes “raros” como Brandon Graham, James Stokoe o Kwaichang Kráneo, por eso siempre está bueno revisitarlo, ya sea en este trabajo o en los que él mismo escribe los guiones (Museum y U, la Grieta Móvil, esta última a todo color).
Demasiado Humano está bueno si sos completista de la obra de Sánchez Abulí, si comprás por nostalgia cualquier cosa con ese olor ochentoso a Cimoc o Cairo, o si todavía no descubriste a Toni Garcés y no te hiciste fan de este alucinante historietista catalán, hoy bastante olvidado por los viñetófilos y muy volcado al diseño y la ilustración. Entretenido sí, fundamental ni en pedo.

lunes, 18 de noviembre de 2013

18/ 11: IL CAVALIER DI GOMMASGONFIA

Como te darás cuenta con sólo ver la portada, esto no es otra cosa que la edición italiana de El Caballero del Piñón Fijo, cuasi-clásico ochentoso de Carlos Trillo y Cacho Mandrafina. ¿Para qué quiero una obra de Trillo y Mandrafina en edición italiana? Y, para no lanzar. La verdad es que la edición argentina (publicada hace unos años por Página/12) es tan horripilante, está tan mal impresa, en un papel tan choto, que da vergüenza ajena. Prefiero tirarla a la mierda o regalarla (a alguien que no se sienta ofendido) y quedarme con esta hermosa edición que está en el idioma de mis bisabuelos, pero tiene un tamaño excelente, un papel zarpado , una encuadernación y una impresión de lujo y una portada alucinante creada especialmente para este álbum. La edición argenta traía también las historias mudas que Cacho y Carlos hicieron para SuperHum®, pero tampoco estaban todas. Así que, al Averno.
La historieta en sí está muy bien. No araña la gloria simplemente porque es una obra de Trillo y Mandrafina, que tienen –para sus obras en conjunto- un listón altísimo, colocado allá arriba por joyas insuperables como Cosecha Verde o Peter Kampf lo Sabía. En ese contexto, el Caballero del Piñón Fijo, aún con todas sus virtudes, se convierte en una obra menor, no al nivel de Dragger (que quizás sea la más floja de las colaboraciones de la dupla) sino más bien al nivel de El Husmeante. Un nivel al que –claramente- no cualquier equipo creativo puede aspirar.
El Caballero del Piñón Fijo se basa en un contraste profundo, definitivo: el protagonista es una especie de deshollinador alienado, que cree ser el heroico protagonista de una epopeya repleta de nobleza e hidalguía, al mejor estilo de Don Quijote de la Mancha. El resto de los personajes, sin embargo, habitan un mundo muy real, muy sórdido, con los pies sobre la tierra de 1985-86, que fue cuando se realizó la historieta. Las doncellas a las que intentará rescatar el Caballero serán, en realidad, cabareteras; y los artefactos míticos de poder ancestral serán generalmente drogas. Por ese extraño reino de mafiosos y corruptos, el Caballero vivirá su alucinación montado en su fiel bicicleta Silver, y se esforzará por cumplir su misión bajo la mirada burlona del resto, que se da cuenta de que se trata de un pobre infeliz con serios trastornos para percibir la realidad.
Las breves aventuras se suceden unas a otras hilvanadas por una trama mayor, y están contadas por Trillo con una distancia irónica, a veces excesiva, como quien se pasa de listo. Para subrayar el factor satírico o paródico, una pequeña orquesta de tres personas interrumpe cada tanto el relato para cantar estribillos graciosos, que básicamente dicen lo mismo que ya sabemos, y además agregan una cuota de humor y de extrañeza a una historia que ya de por sí tiene un clima raro, por esto de estar protagonizada por un tipo sensiblemente desfasado de la realidad. Como estamos en los ´80, hay tetas, drogas, bastante violencia (casi siempre mostrada de forma caricaturesca) y hasta un viaje por una caverna que se ve exactamente como una gigantesca cavidad vaginal. Esta obra pertenece sin dudas a la vertiente malalechística del inolvidable Carlos Trillo y como tantas obras del autor, no deja demasiado margen para la esperanza, o para los finales felices. La sordidez, las miserias, las traiciones y la abyección moral de los personajes serán las que se queden con la porción más grande de la torta, mientras que el ideal heroico que corporiza el Caballero será cruelmente denostado.
El dibujo de Mandrafina está muy emparentado con el de las historias mudas: pocos fondos, muchos espacios blancos, expresividad exacerbada en los primeros planos y un especial cuidado en el lenguaje corporal, exagerado al borde de la pantomima para lograr un efecto entre cómico e inquietante. Por supuesto, Mandrafina brilla en la ejecución del claroscuro (su especialidad), logra un excelente equilibrio entre todos esos espacios blancos y sus siempre certeras manchas negras, y logra un ritmo narrativo de enorme fluidez, similar al de una película antigua, en blanco y negro y casi sin diálogos, a pesar de que los diálogos son muchos y Trillo rara vez le pide menos de ocho viñetas por página. Si no tuviera guión, esta historieta también sería un lujo para nuestras bibliotecas sólo por la inspiración y la magia que pela Cacho a la hora de dibujarla.
Algún día se hará justicia, y El Caballero del Piñón Fijo tendrá en nuestro país la edición que se merece. Mientras llega ese día, no está mal deleitarse con la edición italiana, que conserva perfectamente los chistes, adapta con criterio los juegos de palabras y transmite a la hora de la lectura la misma sensación de diversión, delirio y originalidad que cuando la leímos en castellano en la Fierro, hace casi 30 años.

viernes, 15 de noviembre de 2013

15/ 11: WONDER WOMAN Vol.1

Muy de a poquito, sigo con mi exploración del nuevo Universo DC, el que se presentó hace ya más de dos años. El reboot de Wonder Woman me interesó básicamente porque el guionista a cargo era Brian Azzarello, un tipo que –a priori- no tenía absolutamente nada que ver con el personaje y su mitología. La apuesta garpó con creces: no sólo Azzarello logra imponer su sello, la calidad de sus diálogos, el espesor de sus tramas y la profundidad de sus personajes, sino que además la nueva versión del ícono cierra por todas partes. Y lo más loco: le va bien. Contra todos los pronósticos, Azzarello no se tuvo que ir de la serie tras un puñado de episodios porque no vendía una chota, o porque cada 15 minutos alguien de arriba le decía “No, capo, esto no se puede hacer en un comic mainstream de superhéroes, y menos en uno protagonizado por un personaje cuya película estamos intentando poner en marcha”.
Y la verdad es que eso es muy notable, porque la versión de Azzarello es radicalmente distinta a las anteriores. De la WW de George Pérez, toma dos elementos: la fuerte presencia de los dioses de la mitología griega y la figura de una chica humana (en este caso embarazada nada menos que de Zeus) como compañera de aventuras para Diana. Todo lo demás, no lo habíamos visto nunca. El clima de la serie, por lo menos en el arranque, no es tan superheroico. Hay machaca en todos los episodios, pero porque no puede faltar, no porque sea demasiado importante. La atmósfera imperante es la de un drama familiar… con la salvedad de que se trata de la familia de Zeus, el más pulenta de los dioses griegos, a quien Azzarello le da un rol nuevo y muy interesante en el origen de Diana. La esposa, las amantes, los hermanos y los hijos (reconocidos y bastardos) del rey del Olimpo rosquearán, se amenazarán, se manipularán, conspirarán los unos contra los otros y armarán complejas estrategias para quedarse con el trono, porque –acá está lo más jugoso- Zeus desapareció y nadie sabe dónde está. Mi corazonada: Zeus está en el vientre de Zola y piensa resucitar en forma de bebé cuando esta dé a luz.
Además de Zola, el único personaje que por ahora no blanquea ningún vínculo con la mitología es el enigmático Lennox, que seguro oculta algo grosso. Entre todos estos personajes se tejen diálogos y situaciones muy atractivas, con conflictos fuertes (e impredecibles) siempre a flor de piel. Si tengo que criticar algo, me parece que Azzarello se zarpa con al cantidad de personajes que presenta en este tomo. Obvio: es el primero de una nueva era y es lógico tener que presentar a un nuevo elenco. La cagada es que no llega a desarrollarlos a todos y algunos (especialmente los centauros y Strife) están un poquito desaprovechados, como si sólo sirvieran para generar UN impacto grosso en el lector.
Por el lado del dibujo, sale a la cancha como titular Cliff Chiang (a quien ya vimos colaborar con Azzarello en un lejano 20/06/10), muchísimo mejor que en aquel tomo de Dr. Thirteen. Salvo alguna pifia menor en las expresiones faciales, Chiang está en un gran nivel, sólido en la narrativa, generoso a la hora de dibujar fondos, afilado para las secuencias de acción (que no eran su fuerte) y canchero en una estética que pareciera ser una simplificación del trazo de Arthur Adams, con la misma plasticidad, pero sin todas esas rayitas microscópicas que hacen que el ídolo dibuje un comic cada 8.500 años. Lamentablemente, los dos últimos episodios del tomo caen en manos de Tony Akins, ese dibujante mediocre y sin alma al que ya nos fumamos un par de veces en comics de Vertigo. Hay que reconocer que Akins se esfuerza por no dar lástima, y pone más que en los otros trabajos que le vimos. Pero se nota que trata de imitar a Chiang, se notan mucho los yeites que pela para no dibujar fondos, y en general el nivel gráfico baja mucho, justo en dos episodios en los que pasan cosas grossas y Azzarello introduce a varios personajes importantes. Ojalá en los próximos tomos haya muy poco o nada de Tony Akins, porque la química entre Azzarello y Chiang funciona demasiado bien y es una lástima ver cómo se desactiva para que entre un suplente que no está a la altura.
Esto, por ahora, tiene todo para ascender a una categoría por la que yo siento una insuperable debilidad: comic de autor adentro del mainstream. Wonder Woman es un comic sin crossovers, donde Azzarello ni siquiera se hace cargo de que Diana es parte de la Justice League, ni del romance con Superman, ni de nada. Repito: por ahora. El rol de Wonder Woman como superheroína está totalmente desenfatizado y todo gira en torno a su alcurnia, a las funestas consecuencias del accionar irresponsable de Zeus, que sembró más vientres que Maradona y dejó vacante una herencia incluso más jugosa que la que va a dejar el Diego cuando culmine su estadía entre los mortales. Si no sos fan de Wonder Woman, porque lo que conocías del personaje no te gustaba o no te interesaba, este es EL momento para meterte los prejuicios en el orto y darle una posibilidad. Azzarello y Chiang hacen méritos más que suficientes como para que quieras apostar por SU versión de este septuagenario concepto, al que ya muchas veces le cantaron “no va mássss”.

jueves, 14 de noviembre de 2013

14/ 11: CUORI DI CARNE

Retomo el tema del sexo, con un recopilatorio de historias cortas de la italiana Laura Scarpa, englobadas por la temática sexual. Realizados entre 1998 y 2000, estos 14 relatos breves (ninguno supera las seis páginas) son bastante soft para ser porno y bastante zarpados para ser eróticos. Algunos casi prescinden por completo de los elementos centrales del porno (primeros planos de penetraciones, genitales y eyaculaciones) a tal punto que podrían publicarse no en Genios ni en Billiken, pero tranquilamente en una revista “careta” tipo Gente o Noticias. Por otro lado, las historias que sí apelan a los elementos típicos del porno, los desenfatizan bastante. No está ese morbo, esa cosa perversa, caliente, pegajosa, de lujuria pasada de rosca con la que uno se encontraba en las historias cortas de la Kiss Comix, por citar una revista de historieta porno que todos leímos (con una sola mano) alguna vez. Probablemente porque las historias de Cuori di Carne están contadas por una mujer, con una sensibilidad distinta de la del típico pajero que consume comic porno, es que no pegan tan fuerte las escenas intencionalmente hot, en las que Scarpa sale decidida a parar pijas y humedecer conchas.
Se me dirá “te lo están vendiendo en una colección llamada Clásicos de Erotismo, se supone que es algo más light que el porno”. Y yo diré que sí, que entiendo perfectamente la diferencia entre erotismo y pornografía, pero que si en la segunda página me ponés un plano detalle de una poronga eyaculando, estamos hablando claramente de lo segundo. Con eso en mente (no con la poronga, sino con la convicción de estar frente a una obra abiertamente porno) uno esperaba bastante poco de los guiones. En cinco páginas rara vez se pueden escribir obras maestras y menos cuando todo tiene que ir para el lado del garche. Sin embargo, Scarpa me sorprendió. Primero por lo que decía antes de cómo desenfatiza elementos porno que podrían garpar muchísimo a la hora de hacerle zumbar la entrepierna al lector. Y segundo porque en esas situaciones atípicas, que le escapan a la obviedad hegemónica del género, la autora encuentra algunas escenas realmente atrapantes, profundas, originales, dignas de una historieta prestigiosa, de fuerte impronta autoral. Ahí rescato y destaco a 144, In Ginocchio, Lunedí, Sotto le Stelle, y la mejor de todas, Caro Roberto.
Entre los recursos que maneja Scarpa para restarle impacto y morbo a las escenas hot que nos relata, el más notable es la puesta en página, siempre generosa en cantidad de viñetas, donde no escasean las grillas de 12 cuadros y los trucos narrativos heredados de maestros que nada tienen que ver con el porno, como Miguelanxo Prado o Carol Swain. Y lo otro muy raro, el otro recurso del que Scarpa abusa un poco, es el cambio constante en su estilo gráfico. La autora varía mucho el registro de un unitario a otro y recorre estéticas que por momentos la acercan a un Montesol, por momentos a un Alfredo Pons, más adelante a un Alex Varenne, a Ana Miralles, y por supuesto a los citados Prado y Swain. En este amplio abanico, se ve como constante un inmejorable criterio para la aplicación de los grises, un gran dominio del claroscuro (no sé por qué cuando laburó con Trillo lo hizo a color, porque esto se ve mucho más interesante) y un gran talento para estilizar, para interpretar y darle expresión (y a veces vuelo poético) a estas personas (más personas que personajes) cuya intimidad nos expone.
Cuori di Carne no te cambia la vida, no te hace ni mejor lector, ni mejor ser humano, ni mejor pajero, pero está bien para descubrir (si no la conocías) a Laura Scarpa y para ver a qué tiene gusto el porno cuando la mano que desviste a los personajes es una mano de mujer.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

13/ 11: AYER NO HUBO NADA

Acá en Lima ya son las dos de la matina, o sea que en Argentina serán como las cuatro…
Y no, no pude escribir ni media reseña, a pesar de que tengo dos libros leídos.
El día se fue complicando y terminé en un cine (el mismo donde vi la peli del Capitán América en 2011) en el que re-estrenaron The Crow, para festejar que James O´Barr está acá para participar en Lima Comics. El propio creador de The Crow presentó la peli, contestó preguntas del público (muchísimo) y yo me entretuve bastante, si pensamos que es un film que ya había visto en cine dos veces, hace mil años.
Mañana sigue el build-up hacia Lima Comics y el sábado y domingo de 10 a 20 explota el evento en el MAC (Museo de Arte Contemporáneo) de Barranco, con entrada libre y gratuita. El horario es medio un delirio, por eso es absolutamente imposible que haya reseñas en el blog durante el finde. Trataré de postear jueves y viernes, eso sí.
Gracias por el aguante y si andás por Lima o aledaños, venite el finde al MAC, que además de James O´Barr va a haber mucha más papa fina.

martes, 12 de noviembre de 2013

12/ 11: SEXO E UNA COISA SUJA

Hacía bastante que no teníamos comic brazuca en el blog, y acá volvió, nada menos que con un libro del maestro Angeli, uno de los más grandes referentes de la historieta humorística a nivel mundial, hoy muy volcado a la producción de dibujos animados.
El libro se titula (en criollo) El Sexo es una Cosa Sucia y nos ofrece unas 70 páginas de chistes e historietas breves basados en la siempre fértil temática sexual. Sin tapujos y sin apelar a la guarangada más shockeante, Angeli recorre un montón de prácticas sexuales, desde la intimidad de la pareja típica hasta perversiones bastante heavies, por supuesto siempre en clave de humor. Hay sexo con prostitutas, con muñecas inflables, con dildos, con menores de edad, con animales, con ositos de peluche, con hortalizas, con viejas chotas y hasta con musulmanes.
La proporción entre historietas breves, tiras de pocas viñetas o chistes de un solo cuadro favorece a estos últimos, con lo cual la lectura se hace muy rápida. Estamos ante un libro que dura poco, aunque se disfruta a full. En las tiras y en las historietas breves, lo más notable es el timing para la comedia del maestro Angeli. Y en los chistes de un solo cuadro, obviamente se destaca más la calidad del dibujo. Acá me encontré con una novedad. Yo siempre había visto a Angeli en blanco y negro, o pintado con colores planos, de un modo bastante básico. En este libro, que es a todo color, me encuentro con trabajos coloreados digitalmente con mucha sutileza y mucho criterio, y sobre todo con muchos trabajos coloreados a mano por el propio dibujante, en los que se revela como un GROSSO de la acuarela. Es realmente asombrosa la dimensión, la fuerza, el vuelo que le agrega el color a los dibujos de Angeli. De pronto esa estética cabeza, chocante, bien virada hacia el grotesco de un Sergio Langer o un Philippe Vuillemin, adquiere a través del color una nueva impronta, más elaborada, más fina, más artística, si se quiere. Angeli convierte al color en un recurso expresivo más y lo utiliza al máximo para potenciar el impacto de sus dibujos.
No me quiero extender al pedo, porque no es mucho más lo que tengo para decir, y no da para que me ponga a contar los chistes. Simplemente dejo constancia de la enorme satisfacción que me produjo descubrir a Angeli como colorista de sus propios trabajos y la gracia que me causó su incursión en esta temática, a la que jamás esquivó en sus trabajos anteriores, pero a la que acá le encontró una veta muy especial y muy lograda. ¡Aguanten los chistes de pija y concha!

lunes, 11 de noviembre de 2013

11/ 11: LA SUPERVIVIENTE Vol.1

Hace poco se editó en España el integral de La Superviviente, un majestuoso hardcover con los cuatro álbumes realizados por el maestro Paul Gillon entre 1985 y 1991. Me pareció atractivo, pero antes de decidir si comprarlo o no, elegí ver qué onda el Vol.1, que tenía comprado y en la pila del material sin leer, en la edición de Toutain, un sello por el que uno tiene un especial cariño. Por supuesto, había leído esta historieta cuando se serializó en las páginas de Zona 84, pero eso fue hace tanto tiempo, que lo único que me acordaba era que había una mina que andaba en bolas y a la que se empomaba un robot… lo cual, por otra parte, describe a no menos de cinco o seis historietas de las que se publicaban en las antologías españolas de los ´80…
Es medio injusto juzgar a una obra por su primer cuarto, es cierto, pero la verdad es que después de leer estas primeras 45 páginas, no me dan muchas ganas de clavarme el hardcover de 180. El planteo no es super-original, ni mucho menos: una chica sobrevive de casualidad a un extraño holocausto que destruye a todos los seres vivos de la faz de la tierra. Ahora la bella Aude vagará por una Francia devastada, en busca de… no se sabe bien qué. Hay un detalle con potencial para salvar las papas: la historia transcurre en el futuro (el año 2007, que para nosotros ya es pasado), cuando la humanidad ya lleva varios años conviviendo con robots que realizan múltiples tareas en las grandes urbes del planeta. Esto le da a Gillon la posibilidad de que Aude interactúe con otros personajes (artificiales, pero personajes al fin) en las 37 páginas que tarda en aparecer un segundo sobreviviente. L a secuencia final, esas nueve páginas con las que cierra en tomo y que giran en torno a la aparición de Stan, son –sin duda- lo mejor de esta primera parte de La Superviviente.
El resto se queda a mitad de camino. Gillon toma una idea fuerte y grandilocuente (la súbita extinción de la vida en nuestro planeta) y se propone explorarla mediante un ritmo pachorro, de contemplación, con mínimas chances de que surja la aventura, sin peligros reales para la protagonista. Tanto se aburre Aude, que las escenas más impactantes llegan cuando la vemos masturbarse en la soledad de un cine, o hacerse masajear por un robot con una especie de apéndice pseudo-genital entre las piernas. La verdad que, si tenés un planteo tan atractivo como “recorrer un mundo en el que se murieron todos” (o sea, un Y the Last Man al cuadrado), dedicar páginas y páginas a la introspección y las pajas de la protagonista es una especie de despilfarro. Seguramente, un guionista (no hace falta un Brian K. Vaughan) le habría sacado más jugo a las consignas lanzadas por Gillon.
Por suerte el maestro compensa ampliamente con su labor en la faz gráfica, que se ve estupenda. Gillon la descosió durante décadas en el estilo académico-realista, con un apego por la tradición de Alex Raymond para nada frecuente en el comic francés. En La Superviviente, vemos a un Gillon que parece una especie de Ernesto García Seijas entintado de modo un poco más zarpado, más extremo, como si lo entintara Gustavo Trigo, ponele. Para retratar a la París post-holocausto, Gillon mete mucha, pero mucha foto, muy trabajada, muy bien integrada a su grafismo. Lo choto es que desaprovecha bastante el hecho de que esto transcurre casi 25 años después de la fecha en la que fue dibujado. Los elementos “futuristas” , que podrían ser miles, son pocos y no demuestran demasiada imaginación en su diseño, al igual que los robots, que parecen tomados de películas de los años ´60.
En general, La Superviviente me pareció una historieta a contramano. Donde el contexto sugiere zarparse con la aventura, Gillon se zarpa con los garches y las pajas. Y donde la ambientación te habilita a zarparte con el diseño de edificios, naves y artefactos, Gillon se zarpa metiendo fotos retocadas. Por ahí en el global de las 180 páginas esto es lo más flojo y la historia completa aprovecha mucho mejor las dos o tres buenas ideas que se esbozan en este tomo. Pero este tramo, estas primeras 45 páginas, sólo me cierran para disfrutar del dibujo de un maestro de la narrativa clásica, que domina con jerarquía la anatomía femenina, los climas, el color y el ritmo pausado y contemplativo. A la “falta envido” que supone gastarse los mangos que vale el integral, por ahora respondo “no quiero”.

domingo, 10 de noviembre de 2013

10/10: RUNAWAYS Vol.1-3

Ayer me comí dos horas de demora en Ezeiza, así que aproveché para bajarme los tres tomitos de Runaways al hilo, en vez de dosificarlos a lo largo de los varios días que me voy a quedar acá en Lima. En total son 18 episodios, un poco mucho para lo que tiene para contarnos Brian K. Vaughan, pero se hacen entretenidos.
Guarda: no esperes ni por casualidad leer algo al nivel de Saga, Ex Machina o Y the Last Man. Esto es un comic mainstream correcto, con mucho más desarrollo de personajes que machaca (de hecho, hay poca machaca), con excelentes diálogos y una trama que… para chicos de 16 años debe ser alucinante y para uno que es grande no está mal. Lo más atractivo es el planteo: seis chicos de entre 11 y 17 años descubren que sus padres son supervillanos, miembros de una secta oculta que tiene una runfla siniestra con unos alienígenas re-heavies y que están metidos en millones de cosas turbias, desde narcotráfico y prostitución hasta magia negra y manipulación de genes. Esa idea garpa a full. Después, el verosímil se estira demasiado, porque resulta que estos chicos tienen poderes, los descubren todos el mismo día y deciden usarlos… para ayudar a la gente, en un intento por compensar el mal que hicieron sus padres, a los que tratarán de destruir, o por lo menos de frenar. Esa segunda instancia del planteo de la serie la impulsa medio de prepo en una dirección mucho menos interesante y más trillada. Por ahí era más jugoso explorar cómo viven los hijos de los supervillanos en otro contexto, más “de entrecasa”, sin dejar de lado los conflictos (que podrían ser muchos y muy atractivos) pero sin lanzar a los borregos en una improbable cruzada por el Bien.
Aún con esa consigna, Runaways es divertida y hay un par de giros copados. Vaughan no se apura por integrar sus creaciones al Universo Marvel y por supuesto se resiste a meter a los chicos en los habituales crossovers. Ni siquiera se tienta en meter al Profesor Xavier, aún teniendo mutantes en su elenco. Apenas en dos episodios, aparecen un toque Cloak & Dagger, para una aventurita menor, casi sin consecuencias.
Por el lado del dibujo, en 16 de los 18 episodios tenemos a Adrian Alphona, un dibujante… no malo, pero poco inspirado, bastante del montón. Se ve que en algún momento alguien se da cuenta de que lo mejor que hace Alphona es resaltar las expresiones faciales de los personajes, y en un momento empieza a mirar (y a copiar de modo no muy alevoso) al máximo referente de las expresiones faciales en el comic de superhéroes: el maestro Kevin Maguire. El Alphona de los últimos episodios, con esas caras “a la Maguire” rema a full su notoria falta de originalidad y sus escasos huevos a la hora de plantear la narrativa gráfica.
Los episodios restantes los dibuja el portadista de la serie, Takeshi Miyazawa, a quien el origen japonés se le ve en la superficie del dibujo, pero no en la narrativa. Miyazawa no es un genio ni mucho menos, pero después de tantas páginas del “más de lo mismo” de Alphona, es un respiro que viene bien. Además este es un comic de 2003 pensado para ser leído por adolescentes, con lo cual cualquier cosa con olor a manga resultaba un hallazgo por parte del coordinador, el amigo C.B. Cebulski.
Runaways es una muy linda serie para introducir a chicos de 13 o 14 años en la lectura de comics de superhéroes, sin ir a la obviedad de basar todo en los íconos de la Golden y Silver Age. Vaughan tira ideas novedosas, las desarrolla lo mejor que puede y logra un comic con buen ritmo, donde entran las conspiraciones, la comedia , el romance y el misterio, como para suplir la dosis bastante moderada de violencia. Si estás a full con Vaughan y querés todas sus obras, dale una chance, que no está mal. Y si te interesa ver cómo se arma un grupo de superhéroes adolescentes 100% nuevo, con conceptos nuevos, sin colgarse de las tetas de los que ya existen, Runaways también te va a atrapar.

sábado, 9 de noviembre de 2013

09/ 11: EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JECKYLL Y MISTER HYDE

Hoy se viene otra reseña breve, porque me tocó leer una historieta muy corta. Editada lujosamente en un hermoso libro de tapas duras, esta adaptación del clásico de Robert Louis Stevenson tiene sólo 28 páginas de historieta, algo así como un asalto a mano armada.
Por si faltara algo, excepto la página 1 y la 28, las otras están armadas en combos de a dos, para formar páginas dobles. La 2 y la 3, la 4 y la 5, y así, presentan secuencias y dibujos ubicados espacialmente de tal modo que ambas páginas se leen ensambladas, como si fueran una sola. Esto se podría republicar tranquilamente como una historieta de 15 páginas, 13 de las cuales deberían leerse en el sentido apaisado.
Hecha esa salvedad, estamos frente a una excelente adaptación, pensada por Santiago García, un notable especialista en historieta, con muchísima producción teórica (con su nombre y bajo distintos pseudónimos), al que eventualmente le picó el bichito de escribir sus propias obras. Este era un desafío bravo, porque el realto de Jeckyll y Hyde fue adaptado a la historieta innumerables veces, tanto por autores grossos como por verduleros irredimibles. García logra una adaptación equilibrada, muy dinámica, por supuesto muy sintética, porque tiene pocas páginas, pero básicamente muy efectiva. Me encantó sobre todo el epílogo, en el que García cuenta cosas que nunca antes nos habían contado en las adaptaciones de este clásico de la literatura fantástica.
El ancho de espadas de este libro es, sin dudas, el trabajo del dibujante, el increíble Javier Olivares. Surgido en el fértil under de los ´90, Olivares es un dibujante demasiado europeo para el público argentino, y acá casi no tiene fans. Pero estamos ante una BESTIA, un tipo en cuyo estilo conviven David B. y Pablo Picasso. Esta obra muestra esa impronta casi cubista en el dibujo, con un manejo de la anatomía, la profundidad y el volumen que mucho nos recuerdan al genial pintor español. Fiel a la atmósfera oscura del relato, Olivares se prodiga en trazos fuertes y amplias masas negras, luego complementadas con un trabajo insuperable en el color, donde –ahí sí- no tiene nada que ver con Picasso. Las páginas dobles le dan al autor la posibilidad de plantear secuencias de alto impacto, con dibujos grandes y con una disposición de las viñetas más arriesgada y menos convencional, y por supuesto Olivares responde con unas imágenes de enorme fuerza expresiva y de alto vuelo plástico. Una verdadera belleza.
Poco después de terminada esta obra, García y Olivares se embarcaron en una ambiciosa adaptación de Beowulf, el clásico relato de la tradición oral sajona, pero el dibujante se bajó del proyecto y este se desactivó, hasta que apareció otro genio, David Rubín, y se lo puso al hombro.
No recomiendo este libro, sólo por su excesiva brevedad. Pero a nivel calidad, es glorioso. Habrá más Santiago García antes de fin de año.

viernes, 8 de noviembre de 2013

08/ 11: X-STATIX Vol.3

Intentaré ser breve, porque tengo poco tiempo.
Ahora sí, completé X-Statix y la puedo leer en el orden correcto, es decir, retomando desde donde dejé en la reseña del 15/07/12.
Este es el famoso tomo en el que Peter Milligan se come los mocos. La idea era maravillosa: resucitaba Lady Di, se descubría que era mutante y se unía a los X-Statix para machacar villanos y terroristas. Sin embargo, a alguien de arriba le pareció que la premisa era muy heavy y la difunta princesa del Reino Unido fue reemplazada entre gallos y medianoche por Henrietta Hunter, una cantante pop hiper-famosa, por supuesto inventada por Milligan.
La saga, titulada Back From the Dead, dura seis episodios y recién sobre el final el guionista le saca jugo al hecho de que la protagonista no es princesa sino cantante. Hasta pasada la mitad del arco, Milligan estaba... viendo qué onda, cómo reacomodar las piezas. Y lo mejor que tiene el arco es, precisamente, el final, el tramo que no tenía sentido si la que lo tenía que llevar adelante era Lady Diana.
Previo a eso, el tomo abre con un unitario en el que se suma al equipo El Guapo (el skater de ascendencia latina) y uno centrado en Dead Girl, realmente excelente. Y a lo largo de todo el tomo, Milligan se toma su tiempo para resolver –de modo lógico y pausado- el misterio de Spike Freeman, el enigmático “dueño” de X-Statix. ¿Te acordás cuando leíamos la Liga de la Justicia de Keith Giffen y nos preguntábamos qué onda Maxwell Lord, si era realmente un multimillonario bueno, o si detrás de esa fachada se escondía un garca de terror? Esta serie explora esa misma veta, pero de un modo mucho más zarpado, más radical y más sórdido.
A nivel argumental, este es un gran tomo de X-Statix, con diálogos brillantes, buen desarrollo de (muchos) personajes y excusas casi boludas para que cada tanto explote la machaca y veamos a estos jóvenes en acción. Las peleas no son lo que más le interesa a Milligan, claramente, y por eso está tan bueno que cada una de estas supuestas epopeyas esté manchada con runflas espúreas, que atienden a intereses para nada altruistas.
En los ocho episodios del tomo tenemos a Michael Allred al frente de los dibujos, pero la verdad es que la calidad se resiente mucho respecto de los tomos anteriores, o de lo que hizo Allred en su otra serie regular (iZombie), en la que cada tanto se pegaba un faltazo. Acá el problema no es tanto el dibujo (difícil, si no imposible, que un monstruo como Allred dibuje mal) sino el acabado, el entintado, que a veces se ve tosco y precario, y otras veces cae en ese puntillismo pelotudo de rayitas innecesarias que tantas veces contaminaron la faz gráfica de los comics, sobre todo en los ´90. El propio Allred entinta dos episodios (entre ellos el primero, que es el que mejor se ve), Philip Bond entinta otro, y del resto se hace cargo J. Bone. Todos capos, todos increíbles dibujantes, y todo tienen el mismo problema: ese entintado blandito, con las rayitas tipo Scott Williams en algunas viñetas, y en el resto (en casi todas) la brocha gruesa, un entintado hecho a los pedos, sin cariño, sin vuelo, sin el menor intento por potenciar el trabajo de Allred. Una lástima porque, debajo de esos trazos apurados y sin onda, subyace un gran laburo del ídolo, apoyado como siempre por grandes trucos en la narrativa y composiciones alucinantes en las viñetas en las que aparecen muchos personajes en acción.
Me queda un tomito más de X-Statix, así que por ahí la termino antes de fin de mes.

jueves, 7 de noviembre de 2013

07/ 11: BIFE ANGOSTO Vol.3

Durante 2011 se editó en Argentina un sólo libro de Gustavo Sala, la primera quincena de Enero. Después, nada. Durante 2012, mucho menos que eso: no se editó ningún libro de Sala. Hubo que esperar hasta la Feria del Libro de este año para que los editores se despertaran y nos dieran una nueva dosis de humor a los muchísimos fans del marplatense. En total, pasaron más de dos años entre el devastador Ordinario (lo vimos el 05/04/11) y este tercer recopilatorio de Bife Angosto, que se parece poco al Vol.2 (reseñado el 11/02/11).
La diferencia fundamental es que este tomo no sólo reúne tiras realizadas por Sala para Bife Angosto (su espacio semanal en el Suplemento No de Página/12), sino que además ofrece tiras publicadas en Fierro, El Jueves, el periodico del Festival de Cine de Mar del Plata y en otros medios de los que tienen (o tuvieron) a Gustavo entre sus colaboradores. Y hay bastante material inédito, como ya es costumbre en los libros del ídolo. Esta heterodoxia está muy buena por dos motivos: primero, porque hace ya varios años que Gustavo sube a Facebook su tira semanal para Página/12 el mismo día que sale impresa en el diario. O sea que, los que lo seguimos en esa red social, ya conocíamos la inmensa mayoría de las tiras que reúne el libro. Por ese lado, es un acierto incluir otro material, que uno no vio, o vio hace mucho y no se lo acuerda.
Y por otro lado, las tiras que no fueron pensadas para Página/12 muchas veces exploran temáticas distintas, o están planteadas de otra manera. No es que sea un humor totalmente distinto (como pasa con el Langer de La Nelly vs. el Langer de Barcelona), o que cueste darse cuenta de que se trata de un mismo autor (como pasa con el Diego Parés de Humor Petiso vs. el Diego Parés de Barcelona), sino que los chistes van para otro lado y cuesta más intuir o deducir cómo se van a resolver. Acá Gustavo deja descansar a Charly García, el Indio Solari, Ricardo Iorio o Bono (algunos de sus fetiches, de los que más se repiten en las tiras de Página/12) y por ahí los protagonistas son Perón, Fangio, Juan Sáenz Valiente, Mickey, o un unicornio. O cualquier otra cosa. Esto le renueva el aire al libro (y permite sacarlo más rápido, porque sino, para llenar 91 páginas de tiras habría que esperar 182 semanas, una puta eternidad), sin romper con las consignas básicas y aportando una bienvenida diversidad.
En varias de las páginas inéditas, Sala satiriza con aguda mala leche la interacción que se genera con sus fans en las redes sociales, cuando él postea tiras y los lectores dejan sus comentarios. Ahí hay hallazgos realmente graciosos, y recursos humorísticos distintos, impredecibles, que no se ven en el resto del libro.
En cuanto al dibujo, no hay muchas sorpresas. Hacé click en la etiqueta de Sala, repasá cualquiera de las reseñas de sus obras anteriores y eso se aplica, básicamente, a este tomito. El color de las tiras varía bastante: hay algunas muy bien coloreadas, otras coloreadas medio así nomás y otras que fueron coloreadas para esta edición de modo muy básico (sólo los fondos, y todo con un mismo color). Lamentablemente, los coloristas no aparecen acreditados, excepto Lucas Varela (¿te suena?), quien coloreó los magníficos dibujos de la tapa y la contratapa.
Y si te preguntabas si se iban a animar a incluir en el recopilatorio la polémica tira de David Ghetto (ver artículo del 21/01/12), te respondo que no, que esa tira –para bien o para mal- quedó afuera.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

06/ 11: THOR: THE DARK WORLD

A esta película algunos la denominan “Thor 2”, pero en realidad es más Thor 3. No sólo retoma muchas cosas de la primera peli de Thor (la reseñamos el 25/04/11) sino que también es continuación directa de Avengers (reseñada el 23/04/12): Loki, el tesseract, el Dr. Selvig... todo eso viene del mega- blockbuster de Joss Whedon.
Pero además, estos 112 minutos se la bancan muy bien por sí solos, a fuerza de una dosis zarpada de machaca y emoción. Los guionistas (entre los que está el prolífico Christopher Yost) lograron un gran equilibrio entre la acción, la intriga palaciega, el romance y la comedia, muy bien condimentada con unas cuantas referencias comiqueras, especialmente apuntadas a los fans de la etapa de Walt Simonson. Hay muchas secuencias impactantes, muchas muy emotivas, mueren personajes importantes... pasa de todo. Pero me quedo con una cerca del final, donde a los guionistas se les ocurre una fumanchereada tan extrema que creo no haberla visto en ningún comic. El resultado es una pelea a todo o nada entre Thor y el principal villano totalmente hipnótica y MUY difícil de filmar. Ahí hay un mérito enorme del director Alan Taylor y, como siempre, de los magos de los efectos especiales, que acá dejan la vida. Impresionante también el diseño de producción. Esta peli le rompe el culo A TODAS las anteriores de Marvel en ese rubro. Acá vas a ver criaturas, escenarios, naves, armas y trajes que desafían los límites de la imaginación, que le hacen un upgrade grosero a todo lo dibujado por Jack Kirby, John Buscema, Simonson, Romita Jr.... los que quieras.
El guión tiene muchos logros (darle onda y chapa a Jane Foster ya es, de por sí, una victoria 6-0 de visitante en el Maracaná) y un sólo problema: el plan del villano. El tipo encuentra de casualidad el arma ancestral e imbatible que le va a permitir sumir en la oscuridad a los Nueve Reinos... justo un par de días antes de la Convergencia, cuando se debilita al máximo la barrera entre los reinos, algo que sucede una vez cada 5000 años. Entiendo que eso le da un matiz mucho más épico al combate con Thor, porque es mucho más lo que está en juego. Pero es medio forzado. Y al villano además le falta un poquito de profundidad. Nunca sabemos por qué sueña con hacer mierda a los asgardianos.
Aún así, la interpretación de Christopher Eccleston es fabulosa, oscura y perturbadora, y el malo tiene escenas memorables. Otros actores que secundan a Chris Hemsworth y Natalie Portman y por momentos los opacan son Stellan Skarsgård (su Dr. Selvig es cada vez más grosso), Rene Russo (mucho mejor que en la peli anterior, con pocas escenas, pero importantes), Adewale Akinnuoye-Agbaje (no te quiero decir en qué se convierte este morocho pulentoso, porque es un hallazgo genial), el maestro Anthony Hopkins (con más escenas que en la peli anterior) y Kat Dennings, perfecta en el rol de la sidekick atorranta de Jane Foster, con muchos minutos en pantalla y varios diálogos gloriosos. Y por supuesto, el impagable Tom Hiddleston, que le pone el cuerpo al mejor Loki de la “trilogía”, que levanta chapa como nunca antes, protagoniza los giros argumentales menos predecibles y se roba la película cada vez que aparece.
The Dark World es una peli entretenidísima, que se va al carajo varias veces, siempre bien. Un festival para los ojos difícil de superar, con un peligro grosso y palpable, un gran laburo en casi todos los personajes (que enfrentan conflictos externos e internos, en los que siempre están en juego la integridad y la lealtad), el enorme esfuerzo que significa hacerse cargo de todo lo que pasó en dos largometrajes anteriores y por supuesto, la posibilidad de abrir puertas, tanto para una tercera peli de Thor como para Guardians of the Galaxy, que tiene su prólogo (sorprendente, zarpado, impredecible) en la escena que aparece justo después del elenco. Si te querés quedar hasta el recontra-final, hay una escenita extra más, con un chiste muy gracioso y un moñito para la historia de amor entre Thor y Jane.
Si viste y disfrutaste la primera de Thor y la de los Avengers, no te pierdas esta por nada del mundo.

martes, 5 de noviembre de 2013

05/ 11: JONAS FINK Vol.1 y 2

Hoy van dos reseñas al precio de una. Lo que pasa es que entre estos dos albumcitos apenas juntamos 90 páginas y bueno, los leí muy rápido. Están realizados por el maestro Vittorio Giardino con tres años de diferencia (1994 y 1997) y son dos tercios de una trilogía de la que me falta el último tomito. Re-daba para reseñarlos juntos.
La temática es bastante áspera: llega el comunismo a Checoslovaquia y el régimen empieza a “desaparecer” a gente a la que se acusa sin demasiado sustento de ser “contra-revolucionaria” o simplemente pro-burguesa. Así cae en la volteada el profesor judío Arthur Fink, y su familia no tendrá noticias de él durante largos y angustiosos meses. Giardino se centra en los padeceres de Edith, la mujer de Arthur, que fracasa en sus numerosos intentos por obtener información acerca del paradero de su marido, mientras lucha por la subsistencia económica, que cada vez se le hace más cuesta arriba. Jonas, el hijo de los Fink, todavía es un borreguito de 11 años, pero a él también se le cierran las puertas y se le baja el techo. Pronto se verá excluído del sistema escolar y deberá salir a hacer changas para ayudar a su madre a parar la olla.
La primera parte es eso: los sueños de un niño hechos mierda por la persecución política que sufre su familia. Y ya en la segunda mitad, cuando Jonas alcanza la pubertad, algún primer escarceo con el tema del despertar sexual, que pinta para comedia pero –a tono con el resto del libro- rápidamente deriva en tragedia.
El segundo librito ya pinta un poco menos opresivo. Jonas es un poco mayor y logra desenvolverse decentemente en laburitos menores, mientras que su madre (que aparece bastante menos) sigue trabajando por sueldos misérrimos, pero por lo menos sabe dónde está su marido y cuándo lo va a volver a ver. El protagonismo que pierde Edith se lo reparten entre los jefes de Jonas (con un encantador Sr. Slavek al frente) y los amigos de su edad que, más tarde que temprano, se empiezan a acercar. En la segunda mitad del tomito, Giardino le empieza a poner fichas a un posible romance entre Jonas y la joven Tatiana, mientras nos deja entrever cuál va a ser el arma que va a esgrimir Jonas para ganarle definitivamente a sus infortunios: se trata de un pibe MUY inteligente y que desarrolla una fascinación por la lectura y el conocimiento. No tengo idea de cómo termina la saga, pero apuesto a que va por ahí: a Jonas lo va a salvar su intelecto.
El dibujo de Giardino arranca muy arriba y entre un tomo y otro mejora mucho. Por supuesto estamos ante un típico “virtuoso-pecho frío”, un tipo con un manejo apabullante de la figura humana, de la composición, de los fondos, del color... al que no le podemos pedir que le ponga huevo o emoción al dibujo, porque no le sale. Giardino (como André Juillard y tantos otros cultores de esa línea clara, realista y sofisticada, inventada nada menos que por Winsor McCay) es un dibujante de hielo, una máquina infalible, pero sin alma. Su repertorio de expresiones faciales es muy acotado y además las usa poco. ¿Con qué transmite algún tipo de emoción? Con el armado de las secuencias, con la forma en que acerca y aleja la cámara, con los momentos en los que decide meter viñetas mudas, o más grandes, o más chicas. Ahí, no sin esfuerzo, comunica un poco más acerca de lo que les pasa a los personajes y estos no manifiestan en los diálogos. Que están muy buenos, por cierto. Donde se ven un par de tropiezos es en el armado de la página, que a veces nos encierra en un laberinto de textos e imágenes en el que no queda muy claro qué viñeta (o globo) se lee depués del anterior. Por suerte hay poco de eso en el primer tomo y una sóla pifia heavy en el segundo.
De la indignación a la esperanza, la saga de Jonas Fink le escapa a la grandilocuencia, a la estridencia, e incluso a la aventura. Esto se puede leer como una biografía de alguien que no existe, documentada, pausada, estudiada, 100% verosímil. Y de paso nos brinda un montón de información acerca de cómo se vivía en Praga (maravillosamente dibujada por Giardino) en los años ´50 bajo el régimen comunista. Si sos fan de este maestro del comic italiano, tirate de cabeza, que esto está muy bien. Si no lo conocés, no te recomiendo empezar por acá, sino por sus obras más light, o más aventureras, como los álbumes de Max Fridman o Vacaciones Fatales. Tengo sin leer otra obra de Vittorio Giardino a la que prometo entrarle antes de fin de año.

lunes, 4 de noviembre de 2013

04/ 11: SAGA Vol.1

Encaré la lectura de este libro con altísimas expectativas, fruto de los comentarios maravillosos que escuché y de los muchísimos premios que ganó. La verdad, todo muy merecido. Estamos ante una historieta muy, muy bien pensada y que –por lo menos en este primer tomo- no muestra fisuras en la ejecución. Brian K. Vaughan volvió al comic después de un par de años abocado a chorear como guionista de Lost y enseguida recuperó la magia de sus clásicos (Y the Last Man y Ex Machina). De nuevo nos plantea un montón de ideas muy originales, un elenco de personajes muy atractivo y un ritmo narrativo que le va a permitir narrar la historia de modo descomprimido, sin descuidar la caracterización, ni la machaca, ni la indagación en los conceptos que tira como marco fundamental de la serie.
Acá tenemos a un planeta llamado Landfall, que está en guerra hace décadas (o siglos) con su luna, Wreath. Pero ya se dieron cuenta de que es mejor llevar la guerra fuera de sus propios territorios y esta se expande sin control por toda la galaxia. La acción arranca en el planeta Cleave, uno de los tantos mundos contaminados por las eternas batallas entre las dos potencias. Ahí nace Hazel, una bebita fruto de la improbable unión entre Alana, una cínica soldado de Landfall, y Marko, un hechicero pacifista de Wreath. De algún modo (de un modo shakespereano) estos enemigos se enamoraron y huyeron juntos para formar una familia... cuya prioridad es escapar con vida de Cleave, donde son cazados por milicias de ambos bandos.
En todo este primer tramo, Vaughan nos invita a recorrer Cleave de la mano de Alana y Marko, y a sufrir con las peripecias de las que deben zafar hasta conseguir una nave que les permita abandonar este mundo crepuscular, no del todo cartografiado, en el que pasan cosas muy raras. En el medio, conoceremos a por lo menos tres personajes secundarios importantes, y nos reiremos mucho con algunos diálogos muy graciosos, muy afilados, con una dosis de guarangadas y mala leche que no aparecía en las obras anteriores del guionista. Además de los conceptos, lo más atractivo es el ritmo, cuándo y dónde interrumpe Vaughan cada secuencia para dar paso a la siguiente. Esto está pensado de modo quirúrgico, con la (mala) intención de que siempre te quedes con la leche de leer un poquito más, de saber cómo sigue el desarrollo de cada escena, de cada personaje relevante en la trama. Este primer TPB es adictivo a full y una vez que lo agarrás, es realmente difícil soltarlo antes de llegar a la última página.
Esta vez, Vaughan encontró lo que buscó sin éxito en Y the Last Man: una dibujante mujer preparada para jugar en Primera. Este es, sin dudas, el trabajo consagratorio de la canadiense Fiona Staples, muy a la altura de las grossitudes que escribe Brian K.. Staples probablemente arranque sacando fotos a modelos, como hacía Tony Harris en Ex Machina. Pero a partir de eso, hay tanto laburo, tanta creatividad por parte de la autora, que de la foto sólo queda la incuestionable (y por suerte, subyacente) correción anatómica, incluso en poses o ángulos muy complicados. En la superficie del dibujo, se ve eso: dibujo. Un gran laburo en vestuarios, maquinarias y armamentos (todos inventados, porque es un comic de fantasía y ciencia-ficción), unas criaturas alucinantes y una técnica muy interesante para des-enfatizar los fondos y darse el lujo de sugerirlos, más que de diseñarlos. De que no falten, pero que no tengan nunca protagonismo. Staples ilustra los fondos con una técnica digital especial (en algún punto tributaria del chino Benjamin), que les da una impronta medio etérea, y sobre eso superpone el dibujo más fuerte, con la línea mucho más marcada, de los personajes. La verdad que la combinación queda buenísima. Y claro, la posibilidad de ser su propia colorista le da a la canadiense los recursos para pelar cosas raras (y muy impactantes) a la hora de generar efectos de iluminación, explosiones, rayos místicos y demás. Sumémosle un excelente manejo de las expresiones faciales (fundamental para subrayar los aciertos de Vaughan en los diálogos) y tenemos una faz gráfica realmente espectacular, muy por encima de lo que se ve en el promedio de las series regulares que se editan hoy en EEUU.
Saga arrancó con todo: acción, comedia, guerra, sexo, rosca política, fantasía y ciencia ficción. Buenas ideas, buen ritmo, buenos diálogos, buenos dibujos, muchos logros en el armado de las secuencias... Por ahora, esto está más cerca de las obras maestras que del digno entretenimiento. Sin dudas, es el regreso glorioso que esperábamos y merecíamos los fans de Brian Vaughan, a quien prometo volver a visitar pronto.