el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 30 de abril de 2012

30/ 04: DC COMICS PRESENTS SUPERMAN: SECRET IDENTITY Vol.1

Lo mejor de los muy añorados TPBs para pobres de DC era cuando reeditaban una historia originalmente publicada en dos libritos prestige. Era una saga completa, y además dos prestiges de 48 páginas sumaban 96 páginas de historieta, con lo cual no había lugar para meter avisos. Lo siguiente mejor es esto: una mini de cuatro prestiges, reeditada en dos TPBs para pobres. En ese formato, me tiré de cabeza sobre esta obra de 2004 que en aquel entonces dejé pasar y que tiene un gancho irresistible: guión de Kurt Busiek, dibujos de Stuart Immonen, el team-supreme de las inolvidables ShockRockets y Superstar.
El planteo es muy raro. Un pibe nace en nuestro mundo (no en el DCU), en un pueblito de Kansas, hijo de un matrimonio de apellido Kent. Para joder, los padres lo bautizan Clark, y el chico es cuasi-estigmatizado por llamarse igual que Superman. Los tíos le regalan comics, muñecos y remeras del personaje, sus pocos amigos lo gastan a morir, y su vida en el pueblito de Picketsville no es un infierno, pero tampoco se la cobran barata. Hasta ahí, es casi gracioso. Pero cuando van apenas 9 páginas, Clark Kent descubre que... sí, adivinaste: tiene los poderes del más famoso superhéroe.
De ahí en más, Busiek planteará la enésima saga de “un tipo con superpoderes en el mundo real”, con dos agregados interesantes: por un lado, el tránsito de la adolescencia a la adultez de Clark; y por el otro, la constante referencia a las cosas que Kal-El y su alter ego hacen en los comics y que en el mundo real no se pueden hacer, porque resultan insostenibles. Acá no hay Metropolis, claro, por eso nuestro Clark en algún momento deja de ser Superboy y se va a vivir a Manhattan. Pero hay una Lois (la enésima Lois con la que sus amigos le tratan de hacer gancho) y hay un amor entre ella y el chico de Picketsville, muy bien presentado por Busiek.
Pero lo más interesante (por lo menos en esta primera mitad) es que en el mundo real, Superman no tiene contra quién pelear. Hay una secuencia bastante áspera en la que es capturado por una agencia del gobierno que lo quiere estudiar, pero Clark se escapa rápido y con alguna pista (por ahora mínima) acerca del posible origen de sus superpoderes. Pero la machaca dura... dos páginas, y no confronta con ningún ser humano. Simplemente hace mierda la base donde estaba prisionero. O sea que el rol de las piñas, los rayos e incluso de la acción en general, por ahora es muy menor y eso define el tono de la obra que –repito, por ahora- se mueve en el terreno de la introspección con destreza y con atención por detalles que le permiten parecer infinitamente más realista que casi cualquier otra saga de chabones que vuelan con capas y trajecitos ajustados.
Por el lado del dibujo, tenemos a un Immonen inspiradísimo, comprometido a full con la obra, y potenciado por una técnica muy interesante, en la que se ve con claridad el trazo del lápiz del ídolo canadiense. Supongo que será lápiz escaneado, reventado en el photoshop, con las masas negras aplicadas en forma digital, en un layer aparte. El propio Immonen colorea la historieta, así que tiene a su disposición otro arsenal poderosísimo para poner al servicio del dibujo y sumarle expresividad. El lápiz a la vista y los aciertos de Immonen a la hora de potenciar los climas con el color se combinan de un modo tan perfecto, que en algunas viñetas parece sobrevolar la magia del genial Gene Colan. Visualmente, Secret Identity es una maravilla, una referencia ineludible para los fans del dibujo académico-realista.
Veremos cómo remata la trama el maestro Busiek en la segunda mitad de la obra. Por ahora, esto pinta muy interesante y acumula los suficientes hallazgos para aspirar a un lugarcito entre las grandes historias alternativas del inagotable Hombre de Acero. Prometo entrarle pronto al Vol.2.

domingo, 29 de abril de 2012

29/ 04: EL CAPITAN ESCARLATA

Sí, yo pensé lo mismo que vos: una historieta basada en la clásica serie de marionetas de Gerry y Sylvia Anderson. Bueno, no. Lo único que tienen en común ambos Capitanes Escarlata es el nombre. Y en una de esas, hasta es casualidad, porque el comic es de autores franceses y andá a saber con qué nombre se conoció en Francia aquella serie que nosotros veíamos en aquellas mañanas setentosas en blanco y negro.
Mirá este team-up: escribe David B., el autor de L'Ascension du Haut-Mal, y dibuja Emmanuel Guibert, el autor de La Guerra de Alain. Dos tipos más que consagrados, dueños de una obra muy personal, acostumbrados a trabajar como autores integrales, forman equipo durante 60 páginas y se ensamblan tan bien que hay que esforzarse para digerir la noción de que esto tiene dos autores y no uno sólo. Sé que soy minoría, pero a mí me aburrió bastante L'Ascension du Haut-Mal (de hecho, no la pude terminar) y con La Guerra de Alain no me fue mucho mejor. Tengo en la mira otras obras de David B. que me parecen muy atractivas, pero justo su clásico indiscutido, el que lo puso en el Olimpo de los grossos, a mí no me enganchó para nada. Con El Capitán Escarlata, este referente se reivindica. Acá sí, me encontré con un guión que me atrapó de principio a fin.
A ver: un barco pirata que navega por los cielos de París, hombres de la burguesía que desaparecen para aparecer con la cabeza cambiada –literalmente- a bordo del barco pirata, filibusteros que siguen en pie una vez que han sido decapitados, la contraofensiva policial a bordo de un zeppelin, tormentas mágicas... Evidentemente acá hay una aventura de gran intensidad y de un vuelo creativo poco frecuente. El protagonista está basado en el escritor Marcel Schwob, autor de un cuento (que se reproduce en el libro) cuyo argumento tiene bastante que ver con el de El Capitán Escarlata. Marcel es el típico intelectual, la típica rata de biblioteca, súbitamente fascinado por la audacia de estos piratas del viento. Su vida y la de Monelle, su novia, una chica con extrañas percepciones y un coraje inmenso, cambiarán para siempre a lo largo de estas páginas. El propio Capitán Escarlata, pese a su condición sobrenatural, también es un personaje muy bien trabajado, al igual que el comisario que intentará ponerle fin a sus felonías.
Lo más interesante del libro, sin dudas, es que nunca sabés qué puede llegar a pasar, cómo se pueden llegar a resolver los misterios y los conflictos que plantea el guión. David B. te envuelve con astucia en una trama donde reconocés fácilmente un montón de elementos (tributarios de las clásicas novelas de Jules Verne, Emilio Salgari y demás) mientras te sorprendés con un montón de otros elementos que nunca antes te habías encontrado.
Emmanuel Guibert está a cargo del dibujo, la tinta y el color. Acá opta por un dibujo realista, con bastante referencia fotográfica pero a la vez mucha síntesis, con un trazo grueso, muy expresivo, al que complementa con sutiles esfumados, texturas y ese efecto tan lindo de la línea entrecortada, que en un punto amaga con desaparecer. El color está a tono con la intensidad y la extrañeza que propone el guión, puesto de un modo que por momentos recuerda a Hergé y por momentos al Viejo Breccia, aunque me parece que son demasiadas las páginas en las que Guibert opta por limitar su paleta a un sólo color. La narrativa no parece francesa: ninguna página tiene más de nueve cuadros, en esas páginas de 9 cuadros se impone la grilla de Watchmen, hay muchos primeros planos y hasta planos detalle de las manos, los cañones o la máscara del Capitán Escarlata. El balance de la faz gráfica es sumamente positivo.
Y el del tomo en general también, claro. Tenemos una aventura con fantasía, misterios, romance, violencia y un clima nebuloso, de un misticismo cautivante que te invita a subirte a un bondi que nunca sabés dónde te puede dejar. Ahora más que nunca, quiero conseguir las otras obras de temática más aventurera firmadas por David B.

sábado, 28 de abril de 2012

28/ 04: MECACHENDIE

Al igual que el año pasado, este año me toca conducir la presenta-
ción del nuevo libro del prócer chileno Alberto Montt, que se va a realizar mañana en la Feria del Libro. Esto va a ser a las 20:30 en la sala María Esther De Miguel, y va a contar con la participación de la actriz y stand-up comedian Malena Pichot. Y como el año pasado, no puedo ser tan cararrota de ir a conducir la presentación de un libro que no leí, así que no hay opciones: hoy sólo podía leer Mecachendié.
Dos noticias, una buena y una mala. La buena: Mecachendié es una joya del humor gráfico latinoamericano, ya no actual, sino de todos los tiempos. Una lectura recontra-recomendada, incluso para la gente que habitualmente no consume historieta o humor gráfico. La mala: al igual que el libro anterior (¿Quién es Montt?), Mecachendié es una selección de los mejores chistes publicados por Montt en su blog. De la Flor no edita los chistes en orden, sino que elige 120 chistes grossos y con eso arma los libros. O sea, no se puede hablar de una evolución estética o temática en el trabajo del autor, porque los chistes son de distintas épocas. En una palabra, todo lo que pueda decirse de Mecachendié coincide demasiado con lo que ya se ha dicho de ¿Quién es Montt?, porque son –en la práctica- lo mismo.
Por ende, en vez de reiterarme y/o regurgitarme a mí mismo, prefiero quedar como un chanta que zafó con una pseudo-reseña y recomendarte que leas (o releas) el texto acerca de ¿Quién es Montt?, que se publicó acá en el blog hace justo un año, el 29 de Abril de 2011. Es uno de los 10 posts más leídos desde que existe el blog, con lo cual sospecho que no debe ser demasiado catastrófico. Con eso leído, seguro vas a tener una idea cabal de por qué me cebo tan mal con Alberto Montt y por qué recomiendo enfáticamente la adquisición de Mecachendié.
Será hasta mañana. Y si podés venirte a la Feria, no te pierdas la presentación, que va a estar buena!

viernes, 27 de abril de 2012

27/ 04: GOTHAM CENTRAL Vol.3

Otro tomo pulentoso, con nueve episodios de la serie que supo jerarquizar al mainstream de DC en la primera mitad de la década pasada. Esta vez, no hay que padecer a los horrendos dibujantes que nos infligieron en el Vol.2 y eso sin dudas se agradece. Tenemos tres episodios dibujados a cuatro manos por el glorioso Michael Lark y el más que correcto Stefano Gaudiano y este último formará equipo con varios entintadores para cuatro episodios más. Al Gaudiano solista se le notan un poquito más los hilos de la marioneta: cuando mete referencias fotográficas (o sea, cada vez que tiene que dibujar fondos mínimamente elaborados) lo hace de modo muy obvio, no integra las fotos al dibujo con la misma cancha que Lark. Y rompe más veces la grilla de cuatro tiras, que para Lark era casi sacrosanta. Igual se la re-banca, incluso cuando le cambian los entintadores cada 20 páginas, algo que –me imagino- debe ser frustrante (cuando no irritante) para cualquier dibujante. En definitiva, los siete episodios escritos por Greg Rucka cuentan con el respaldo de dibujantes o de primera línea, o de segunda, pero compenetrados, poniendo huevo.
Ed Brubaker, el otro guionista de la serie, acá aporta apenas un arco de dos episodios, protagonizado por Josie Mac y con Catwoman como figura invitada (fijate cómo el término “figura” me permite no definirla ni como villana ni como heroína). La historia es realmente excelente y combina a la perfección un intenso misterio policial con un gran desarrollo de personajes. Y a nivel dibujo, Brubaker también se sacó la lotería: le tocó trabajar con Jason Shawn Alexander, a quien ya vimos en alguna antología de Dark Horse y en alguna aventura de Hellboy. El estilo de esta bestia no se parece en nada al de Lark, ni en el dibujo ni en la narrativa. Va más bien para el lado de Michael Gaydos o –en sus mejores momentos- Dave McKean. Como esos referentes, no se abstiene de laburar sobre fotos incluso los primeros planos de las caras, pero labura de verdad, no chorea con el Flicker como tantos otros ladris. Y sobre todo, tiene mucha onda, mucha personalidad. Otro hallazgo.
¿Qué onda los guiones de Rucka? A ver, el arco más extenso, el del Doctor Alchemy, es de una crueldad desmedida. Acá los buenos pierden por goleada, después de dejar la vida para tratar de revertir la maldad que este enemigo de Flash le hace a un pobre policía de Gotham. Es una historia tensa, con bastante machaca, pero sobre todo retorcida, perversa y triste.
Su arco de dos episodios (titulado simplemente “Corrigan”) es bien de procedimiento. Acá no importa tanto contra quién va la cana, ni cómo resuelve el caso, sino cómo zafa Crispus Allen de quedar pegado en un crimen por una tramoya de un policía corrupto. En las dos historias tiene mucha, demasiada chapa Reneé Montoya, que en el tomo anterior casi no aparecía y a la que Rucka va a seguir potenciando hasta convertirla en The Question (error garrafal, pero bue).
Me queda un unitario, Lights Out, que cuenta cómo la policía de Gotham decide deshacerse de la batiseñal. El conflicto es arduo, espeso, complejo, pero se resume así: el comisionado Akins no confía en Batman y sostiene que la cana no puede exhibir abiertamente su vínculo con un justiciero que opera por afuera de la ley. Y lo sostiene a full, eh? La escena final, en la que el bati-oreja sale de las sombras para aclarar los tantos con Akins es sencillamente brillante.
Y no hay más. Bueno, sí, queda un cuarto tomo que todavía no leí. Y por supuesto, la recomendación para que te enganches con Gotham Central y la banques hasta el final, porque es una cátedra ejemplar de historieta policial, de historieta de “gente normal” en un mundo repleto de super-freaks, y de historieta 100% de autor inserta en un mainstream en el que mandan el pochoclo, la estridencia y el más de lo mismo. Papa MUY fina.

jueves, 26 de abril de 2012

26/ 04: CORAZONES ROLLIZOS Vol.1

Esto me lo compré por lo raro: un autor al que no conocía, alemán radicado en Francia, que arma una antología de relatos cortos (cinco en este tomo y cinco en el Vol.2) con onda de comedia urbana, actual, y protagonizados por chicas gordas. Sí, las rellenitas, las entradas en carnes, esas eternamente discriminadas por no parecerse a las chicas de los afiches publicitarios, esas que sufren en silencio por esos tipos que sólo les dan bola cuando todas las flacas los mandaron a cagar.
Jean-Paul Krassinsky se sumerge en el mundo de las chicas gordas, pero tranqui, sin ir al extremo. En ninguna de las historias aparecen esas gordas gigantescas, que ocupan casi dos asientos en el bondi. Las de Krassinsky son gorditas light (valga el oxímoron), pensadas para no desagradar. De hecho, son las heroínas de todas las historias. En todos los remates, las gordas quedan bien paradas y terminan por darle una lección a los varones que las seducen en plan “mesa de saldos” o a las flacas que las basurean. Con bastante ingenio y sin romper nunca el verosímil, Krassinsky le da a cada corazón rollizo un final bastante feliz.
La primera historia es la más cómica, donde menos importa explicar racionalmente lo que pasa. Gana el disparate y gana bien. La segunda es medio border, es casi una advertencia: acá la protagonista es bastante jodida. Tiene motivos, claro, pero igual es jodida. La tercera es la más dramática si se quiere, la menos festiva a pesar de que tiene secuencias muy graciosas, sobre todo las protagonizadas por Axelle, la amiga de la gordita protagónica, que tiene menos tacto que la Venus de Milo. La cuarta es flojita, predecible, sin ningún condimento que la destaque.
Y la quinta es la mejor escrita. “Sandy” parece seguir los lineamientos convencionales de “pibe ganador usa a la gordita copada de pañuelo para llorar y de yegua para galopar sólo cuando su novia titular –y flaca- le corta el rostro”, pero en las últimas viñetas pega un vuelco magnífico, rematado con fina ironía por Krassinsky. Sobre el final está, claramente, la historieta más atractiva (iba a decir “redondita”, pero sería una redundancia) del tomo.
Nada de esto es fundamental, aclaremos. No encontré en Krassinsky a un nuevo ídolo al que sumar al panteón (ya más superpoblado que Tokyo) de los Dioses del Noveno Arte. Sus historias tienen cosas lindas, la última me encantó, pero no me cambió la vida ni mucho menos. Lo que más me interesó fue, claramente, el enfoque, la consigna. Después, la ejecución... no está mal. Y por supuesto me parece chota la decisión de Glénat de respetar a rajatabla el formato francés y publicar estas 10 historietas en dos tomos y no en uno sólo, que sería mil veces más coherente.
A nivel dibujo, Krassinsky es correcto, aunque no se termina de decidir. Por momentos va hacia la línea clara, por momentos quiere ensuciar como Blain y Blutch, hay personajes más caricaturescos y otros más realistas... una mezcla que al principio suena medio rara y termina de cuajar más cerca del final del tomo. Como tienen bastante peso (cuac!) la temática romántica y las emociones, es imprescindible que los personajes se expresen con fuerza y con onda, sobre todo en los primeros planos. Eso a Krassinsky le sale bastante bien. En sus mejores viñetas, sus personajes tienen la expresividad de los de Gerard Lauzier o de Frederik Peeters. Como todo álbum pensado para el mercado francés, tenemos muchas viñetas por página y un festival de fondos recontra-laburados. Y una novedad, sumamente bienvenida: Krassinsky inventa una nueva forma de mostrarle al lector que un personaje está borracho. En la página 52 (dentro de la destacadísima “Sandy”) experimenta con un recurso visual que yo jamás había visto y que le sale perfecto.
“Lo importante es lo de adentro”, dijo Jack el Destripador, y Krassinsky baja línea en el mismo sentido. Su fin último, más que impactar con historietas devastadoras es –sospecho- que no vuelvas a ver con los mismos ojos a las chicas que ostentan unos kilos de más. En ese sentido, recontra-cumple.

miércoles, 25 de abril de 2012

25/ 04: HELLBLAZER: INDIA

Este es –hasta ahora- el mejor tomo de Hellblazer desde que llegó Peter Milligan. Al igual que el tomo anterior, arranca con un arco de cuatro episodios dibujado por el italiano Giuseppe Camuncoli y cierra con dos episodios a cargo de Simon “la Bestia” Bisley, que además ilustra todas las portadas.
La primera saga es redondísima: John quiere resucitar a... alguien que murió en una saga anterior (no se lo spoileemos a los que todavía no se engancharon con la serie) pero está muy manchado de atrocidades y necesita purificarse. Por eso viaja a la India, a la ciudad de Mumbai, un lugar extraño, en el que el plano espiritual anda medio revuelto y donde se va a encontrar con productores de Bollywood, gurúes truchos, sabios ancestrales y demonios de enorme poder.
Es una saga trepidante, repleta de momentos escabrosos, con los excelentes diálogos de siempre y con dos agregados muy notables: por un lado, el contrapunto entre la cultura occidental y la oriental. Constantine cree que los conjuros funcionan igual en todas partes, pero resulta que no, que en Oriente las cosas se hacen distinto, el viaje de las almas al Más Allá es distinto y de pronto nuestro hechicero de la B Metropolitana se da cuenta de que no la tiene tan clara como creía. Por el otro lado, Milligan no se olvida de lo otro que hace grossa a esta serie: la bajada de línea socio-política. Entonces vincula al villano con la época en la que India era una colonia del Imperio Británico y los milicos al servicio de Su Majestad hacían lo que se les cantaba las reales pelotas con los pobres hindúes.
Lo único medio inexplicable es cómo, de la nada, se aparece en Mumbai y se le prende de la... gabardina a nuestro ídolo Epiphany Greaves, la joven alquimista que hasta el tomo anterior era un personaje secundario y acá ya cobra un rol muchísimo más protagónico. Okey, la minita está caliente con el veterano, pero de ahí a irse a la India a buscarlo, es un poco demasiado. Por suerte se ve que Milligan tiene muy claro lo que quiere hacer con este personaje, o sea que suma mucho tenerla ahí, revoloteando alrededor de John, ya sea para darle una mano cuando la cosa se pone espesa, o para verduguearlo por su avanzada edad.
Y si a vos lo que te gusta es el aspecto socio-político de Hellblazer, la segunda saguita, con John de nuevo en Londres, te va a partir la cabeza. Acá, al maestro Milligan se le ocurre una nueva manera de contarnos lo intrínsecamente hijos de puta que son los conservadores ingleses y encuentra la forma de meter en el medio a Constantine, a Sid Vicious, a varias entidades místicas, a patotas skins y barrabravas y hasta un flashback a 1979, cuando John era joven y punk y se veía venir la oscura época de Margaret Thatcher como Primer Ministro del gobierno británico. Son 44 páginas brillantes, con violencia, drogas y recuerdos de otras épocas en las que los pibes escupían a los músicos a los que veneraban al ritmo de Anarky in the U.K.
Mínima mención al laburo de los dibujantes. Camuncoli, excelente como siempre. Una vez más, dibuja a Constantine demasiado joven, pero se luce al dibujar la India y sobre todo al demonio hindú, perfectamente coloreado (con colores planos y estridentes) por Patricia Mullvihill. Y lo de la Bestia ya está totalmente fuera de escala. Olvidate de Lobo, de Slaine, de Judge Dredd, de todo. Comparado con esto, todo lo que dibujó Bisley antes de Hellblazer es basura pochoclera con gusto a esteroides en mal estado. Acá aparece el Bisley definitivo, el más completo, el más maduro, el que mejor narra, el que mejor fluye. Okey, no entinta ni colorea. No hace falta, prefiero que lo coloree Brian Buccellato y que la Bestia se concentre en los lápices, porque nunca dibujó ni se vio mejor. Y además dibuja al ídolo como un cincuentón hecho crosta, como debe ser.
Si en algún momento dudaste de subirte al bondi de Hellblazer manejado por Milligan, no lo dudes más. Es un viaje de ida alucinante, jodido, hipnótico, doloroso, truculento y muy gracioso. Milligan ya está cerca de convertirse en el guionista que más números escribió de esta serie y donde te descuides, se puede llegar a convertir en el mejor. Te lo juro por Nergal.

martes, 24 de abril de 2012

24/ 04: THE SHOW MUST GO ON

Esto es demasiado bueno para ser real. Más de 200 páginas de historietas de Roger Langridge (el genio neozelandés radicado hace muchos años en Londres) es más de lo que cualquiera puede soportar sin salir a afanar metales para hacerle un monumento en la plaza más cercana. Roger Langridge es el Dibujante Supremo, el historietista más completo que yo haya visto en muchos años. Leerlo es como leer la historia del comic. Es reencontrarse con George Herriman, E.C. Segar, Cliff Sterrett, Frank Willard, Billy DeBeck, Al Capp, Walt Kelly, Jack Davis, Bil Elder, Wally Wood, Jack Cole, Basil Wolverton, obviamente Robert Crumb... Langridge es una lámpara de Aladino con un montón de genios adentro, una bestia de la viñeta que sabe demasiado y a la que todo le sale demasiado bien. El expresionismo al palo, el control molecular sobre el grosor de la línea, los cross-hatching enfermizos, las tramas mecánicas, el claroscuro, los grises, el color directo, el timing para la comedia, las splash pages, las páginas con 16 viñetas... Todo lo que debe hacer bien un dibujante que aspira a ser considerado un virtuoso, Langridge lo hace perfecto. Hasta pareciera que le sobra, que lo hace de taquito.
Este libro reúne toda su obra dispersa, publicada en antologías o revistas semi-under, mayoritariamente a lo largo de los ´90. Es un compendio de todas las obsesiones, delirios y bizarreadas que Langridge hizo para hinchar las bolas, no para pagar las expensas, y se nota. Las historias irradian libertad, disparate, humor absurdo de gran nivel, homenajes a los maestros, parodias a los verduleros e incluso, en las aventuras de Mugwhump, asistimos al nacimiento de un género nuevo, el Género Langridge, que es el que le valió al neozelandés la posibilidad de ponerse al frente de los comics de los Muppets, a los que encaró como un comic 100% de autor. Hay mala leche, ironía fina y alguna grosería... pero también ternura freak, planteos existencialistas y dilemas éticos. Por supuesto que al lado de su talento como dibujante el Langridge guionista pasa un poquito desapercibido, pero sólo porque dibuja indescriptiblemente bien. Como guionista es realmente maravilloso.
En algunos de estos disparates forma equipo con Gordon Rennie, un guionista que lleva más de 15 años acumulando éxitos en el Reino Unido, pero que nunca se lanzó a la conquista de otros mercados. Del trabajo en conjunto entre Rennie y Langridge salen dos de las mejores historietas del tomo: la bizarrísima Kabuki Kid (con artes marciales, robots, masacres en pueblitos onda Far West y teoría marxista) y la fundamental Dr. Spin, una brillante y descarnada sátira los comics de superhéroes, sus kilombos de continuidad, su eterno reciclaje de plots y sus sagas gradilocuentes que amenazan todo el tiempo con re-escribir la historia “para siempre”. Repletas de chistes, pero también de ideas grossas, las 32 páginas de Dr. Spin (dibujadas por Langridge como la hiper-concha de Dios) valen lo que pagues por todo el libro.
Esto es un prodigio. Un libro para comprar, leer, atesorar por siempre y no prestar jamás a nadie. Un libro lleno de vitalidad, de personajes memorables, de aventuras limadas, de situaciones cómicas muy originales. Un libro pensado para rescatar material raro o disperso, que termina por funcionar como un totem sagrado, un testimonio del inmejorable nivel alcanzado por ese prócer del Noveno Arte, que aún hoy tiene muchos menos fans de los que merece (y eso que mojó en proyectos más populares, como los comics de los Muppets, lo nuevo de Popeye, una serie de Thor, casi todos los Big Books de Paradox Press, etc.). Roger Langridge, amigo viñetófilo. Un maestro de los maestros al que recomiendo seguir a muerte, a donde vaya. Si hay que nadar hasta Nueva Zelanda, todo bien.

lunes, 23 de abril de 2012

23/ 04: AVENGERS, LA PELICULA

¿Te acordás qué hice yo el último lunes de Abril de 2011? Fui al pre-estreno de la peli de Thor. ¿Y hoy? Lo mismo, pero de los Avengers.
Como siempre, caí al cine sin tener demasiada idea de quiénes actuaban, quién dirgía, quién escribió el guión, sin ver los trailers... No hay forma de que estas películas me emocionen como para seguir la previa, el día a día, esa cuenta regresiva cuasi-eterna hacia el día del “sensacional estreno”. La experiencia dice que si llego con bajas expectativas me voy más contento del cine y esta vez se aplica la regla general.
Me reconfortó enterarme (no hoy, sino hace un mes, ponele) que el director era Joss Whedon. Nunca fui fan de Buffy, ni vi siquiera sus otras series, pero sé que los fans lo consideran un director muy afín al comic, y sus tomos de Astonishing X-Men me parecieron entre muy buenos y excelentes. Whedon metió muchísima mano en el guión (se nota todo el tiempo) y eso hace que los 142 minutos que hay que fumarse adentro del cine sean una inversión menos riesgosa que la de los productores que le metieron 220 palos verdes a este tanque. Experto en diálogos brillantes y momentos intimistas, Whedon se puso al frente de una película que redefine el concepto de “blockbuster”. Al lado de Avengers, cualquier otra peli de Hollywood supuestamente grandilocuente, repleta de machaca y efectos especiales, parece una de esas pelis argentinas de chicos que toman cerveza y hablan de minas sentados en el cordón de la vereda.
No quiero contar el argumento y no sé cómo hacerlo. Por ahí ya sabés que todo gira en torno a Loki, quien viene a Midgard a chorearse el cubo ese que tenía HYDRA en la peli del Capitán América. ¿Para qué lo quiere? Para abrir un portal interestelar y habilitarle una hermosa invasión a la Tierra a una raza de guerreros alienígenas (unos Predator del Nacional B) con cuyo líder Loki tiene una linda runfla. SHIELD (que hasta ahora viene usufructuando el cubo en su propio beneficio) lo quiere recuperar y con la excusa de que fue birlado por un tipo un toquecito poderoso, Nick Fury y los suyos se ponen las pilas para reunir a todos los muchachos pulentosos que aparecieron en las pelis anteriores. Por supuesto, al principio todos desconfían de todos, vuelan unas cuantas trompadas entre los buenos, y después se impone el concepto de equipo, que lleva a los Avengers a la victoria.
¿Qué no hay en la peli? Historia de amor, por suerte, ni media. Otros héroes, o pistas de que estén por aparecer otros héroes, tampoco. Son los del afiche: Iron Man, Thor, el Capi, Hulk, Black Widow, Hawkeye y Nick Fury (que casi no entra en combate). Sí tenemos una última secuencia en la que el líder de la invasión alienígena resulta ser un vasallo de un villano mucho más heavy, que –sospecho- hará de las suyas en una eventual secuela. No lo quiero nombrar: que alcance con decir que al lado de este pibe, Videla gana el Nobel de la Paz.
¿Y qué sobra? Primero, machaca. Nunca viste tanta acción en una peli de superhéroes. Ni tanta destrucción, tantas cosas que se rompen o explotan. Se podría haber contado lo mismo rompiendo menos cosas y revoleando menos trompadas (aunque algunas son memorables). Sobran los buenos diálogos (hay chistes para reirse a carcajadas). Y sobran los actores. Gwyneth Paltrow, exquisita los tres o cuatro minutos que aparece. Mark Ruffalo (a quien nunca había visto), me pareció un capo y su Bruce Banner me recontra-convenció. Tom Hiddleston (Loki) está mejor que en la peli de Thor. Samuel L. Jackson, glorioso. Y Robert Downey Jr. se sigue superando a sí mismo. El día que no quiera hacer más películas de Iron Man, hay que tirar la armadura a la basura, porque sin él abajo, se desploma.
Tarea pendiente para la secuela: que tenga un poquito más de peso Thor (el único que no protagoniza una secuencia definitiva, icónica, de esas que le dan infinita chapa a los personajes) y reforzar el plantel de héroes, porque van a luchar contra un hijo de puta que a Hawkeye y a la Widow se los morfa en 15 segundos, como si fueran bizcochitos Don Satur. Y asegurarse de que Whedon se quede. No lo suelten por nada del mundo. Este tipo entiende a los personajes, sabe adaptarlos a un universo más “real” y ya demostró que con tiempo y presupuesto puede detonar la pantalla grande en una hecatombe de acción, machaca y efectos que va a ser difícil de olvidar para los fans de los superhéroes.
Ah! Y nadie dice “Avengers Assemble!”.

domingo, 22 de abril de 2012

22/ 04: SKY DOLL: SPACESHIP COLLECTION

En este hermoso TPB, los grossos de Marvel recopilaron los dos tomos de historias cortas de Sky Doll que salieron en Francia después de los tres tomos oficiales de la saga. Para ser una antología, esta no ofrece tanta diversidad, primero porque todas las historias están ambientadas en un universo cerrado, cuyas reglas básicas el lector ya conoce. De hecho, muchas de las historias intersectan en algún momento de la saga principal. Y segundo porque todos los guiones están escritos por Bárbara Cánepa, por Alessandro Barbucci, o por los dos juntos. O sea que los padres de la criatura abrieron el juego, pero sin resignar en lo más mínimo el control sobre un universo del que –evidentemente- sabían mucho más de lo que nos contaron en la trilogía original. Veamos cómo les fue.
La primera es una linda, inteligente, sutil historia protagonizada por Noa y dibujada por el italiano Matteo De Longis, cuya estética está bastante pegada a la de Barbucci. La segunda es casi un chiste largo, con un argumentito que no daba ni a palos para ocho páginas. El dibujante es otro italiano, Claudio Acciari, que directamente es un Barbucci de la B Metropolitana, un clon desmejorado del creador de la serie, que abusa de los efectos del color aplicados con la computadora.
Vamos para Francia, que hay papa fina. La tercera historia tiene un argumento también chiquito, al que –para que se aguante ocho páginas- Barbucci y Cánepa complementan con un muy buen desarrollo de personajes. El dibujo es de un francés, Pierre-Mony Chan, muy bueno y no tan tributario del estilo de Barbucci, sino más cerca de una estética de comic-book yanki. Lady Club Driver es otra historia co-escrita por Barbucci y Cánepa, que al revés de las anteriores tiene demasiado plot para ocho páginas. La aventura está buenísima, pero habría quedado mejor si se hubiese desarrollado a lo largo de cinco o seis páginas más. Para dibujarla convocaron a un francés, Riff Reb´s, con un estilo radicalmente distinto al de la mayoría, más para el lado de André Franquin. Un capo del cual quiero conseguir más trabajos hoy mismo.
Para cerrar el primer tramo, otro francés, el bastante aburrido Bengal, dibuja una historia chata, apenas inquietante. Y cierra el propio Barbucci, que dibuja con muchas pilas (y muchas ganas de experimentar y probar técnicas y enfoques limados) un guión de Cánepa bastante menor.
El segundo tramo, centrado en la Papisa Ludovica y su hermana Agape, también abre con una colaboración entre Bárbara y Alessandro, muy rara, muy experimental, con unos dibujos totalmente pasados de rosca y una narrativa que por momentos parece la de Katsuhiro Otomo. MUY intenso. Después viene una aventura menor pero muy linda protagonizada por Roy, dibujada como los dioses por Mikael Bourgoin, otro francés. Y enseguida otra historia rara, muy dialogada y con un final muy impactante, dibujada por el chino Benjamin, con su habitual virtuosismo, pero sin basarse en fotos.
Le sigue una historia flojita, dibujada por el serbio Gradimir Smudja, un autor bien tercerón, que lo poco que dibuja bien se lo afana alevosamente a Juan Bobillo. Y la más chota del tomo, Blood Red Shoes, dibujada por otro francés, Afif Khaled, con menos destreza que un pingüino empetrolado. Para cerrar, una joyita desbordante de lirismo, onda, gracia y crueldad, mucha crueldad. Escribe Cánepa y dibuja un genio total: el español Enrique Fernández.
Si sos fan de Sky Doll, no lo dudes un segundo. Si querés descubrir a cuatro o cinco dibujantes grossos, tampoco. Y si querés comprobar con tus propios ojos cómo Marvel se animó a publicar comics en los que se ven claramente pijas, conchas y sexo sadomasoquista con látigos, dildos y chiches varios, tampoco.

sábado, 21 de abril de 2012

21/ 04: STARGAZING DOG

Takashi Murakami (Tokio, 1 de febrero de 1963) es un artista plástico contemporáneo de origen japonés. Licenciado en la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio, desde 1993 comienza entonces a ser reconocido dentro y fuera de Japón gracias a su alter ego Mr. DOB, y sobre todo por su particular síntesis entre el arte tradicional y contemporáneo japonés y el arte pop norteamericano. Hoy en día es considerado el Andy Warhol nipón y sus trabajos pueden verse tanto en los más prestigiosos museos, como en carteles de publicidad de cualquier porquería.
Pero hay otro Takashi Murakami, otro japonés con el mismo nombre pero distinta profesión, que es quien, en 2009, firmó el manga que hoy nos ocupa. Stargazing Dog, con sus escuetas 125 páginas, fue un manga de culto, muy exitoso dentro del nicho del gekiga, una atractiva mezcla entre el género del slice of life y la road movie, y luego convertido en un largometraje con actores. El Takashi Murakami que hoy nos interesa se propone narrarnos la historia de un perro, Happie, y su relación con un hombre al que sólo conocemos como ”Daddy” (Papi). De un planteo tan sencillo como este, Murakami saca una genuina maravilla, una pequeña y conmovedora obra maestra.
A primera vista, el tema de la obra es la lealtad incondicional de este perro (copado, pero con menos luces que la lancha del contrabandista) y este padre de familia cuarentón y medio gruñón. Eso está y está magníficamente plasmado. Pero hay más: cuando se da vuelta la tortilla y Papi se queda sin nada, sin laburo, sin familia, con un serio problema cardíaco y cero centavos en el bolsillo, Murakami nos invita a reflexionar acerca de la sociedad en que vivimos: en cómo todos somos –en un punto- engranajes reemplazables, a los que el sistema descarta sin ningún reparo a la primera de cambio. Nadie se solidariza con Papi, nadie le hace el aguante, nadie frena su descenso hacia la tragedia. Sólo un perrito lo acompaña hasta el final, firme como rulo de estatua, testigo privilegiado (aunque desorientado) de la transformación de un hombre de familia respetable en un croto misérrimo al que nadie quiere cerca.
Cuando el final de Papi y Happie ya está escrito, Murakami dedica las últimas 44 páginas a meterse en la psiquis de Kyosuke Okutsu, el asistente social que investiga el caso de Papi y su perro. Okutsu, huérfano desde chico y criado por su abuelo en una casa de campo, también tuvo un perro muchos años, pero su relación fue muy distinta a la de Papi y Happie. Tarde pero seguro, Okutsu se replantea un montón de cosas, mientras Murakami revela qué fue de la vida de los otros personajes que se cruzaron con Papi y Happie a lo largo de la novela.
El dibujo de Stargazing Dog –digámoslo de una vez- no es un prodigio ni mucho menos. No estamos ante un virtuoso del dibujo, ni por casualidad. Nuestro Takashi Murakami es un dibujante original, que no intenta clonar ni a los referentes del shonen ni a los autores fundamentales del gekiga, y al que se le notan a primera vista algunas limitaciones. No en la narrativa, que es excelente, muy occidente-friendly, sino en el dibujo en sí, que no está pensado para agradar a la vista del lector, sino para ponerse al servicio de una historia muy real y por momentos muy dolorosa. Pero no creas que es un dibujo choto, o que produce rechazo. Simplemente cuesta un toquecito entrarle porque no es ni demasiado bonito ni demasiado elegante. Tampoco importa demasiado cuando –como decía- Murakami pone el dibujo al servicio de un guión tan, pero tan bueno.
En definitiva, Stargazing Dog es una excelente novela gráfica, pensada para emocionarnos, y sobre todo para invitarnos a la reflexión. Un triunfo categórico del manga anti-pochoclo, a años luz de lo que se suele ver en los grandes semanarios japoneses, pero infinitamente recomendable.

viernes, 20 de abril de 2012

20/ 04: LA FERIA DEL LIBRO SE LARGO-YA

Ayer inauguró la ya clásica Feria Inter
nacional del Libro (una vez más, en el predio que la Sociedad Rural tiene en Palermo) y no está mal repasar un poquito con qué te podés llegar a encontrar si vas a buscar historietas.
Este año no está el stand de Francia, donde yo suelo comprar historietas en francés (mi tarjeta de crédito, agradecida). Y de los que tradicionalmente estaban siempre, el otro stand que no vas a encontrar es el de Ivrea, que este año no fue.
La mayoría de los stands donde hay historietas están agrupados en el Pabellón Azul. Por afuera de ese sector, vas a encontrar a Ediciones de la Flor (con un montón de novedades, entre ellas la novela gráfica que ganó el Premio Ñ de Historieta), Colihue (con la desactivada pero clásica colección Enedé), Granica (con los libros que Barcelona les dedicó a Diego Parés, Sergio Langer y Puto!) y V&R, la editorial que edita las Tragedias del Rock, colección a la que se sumó la biografía de Bob Marley de Diego Agrimbau y Dante Ginevra.
Pero vamos al Azul. Ahí está Pictus con tres lanzamientos grossos: un nuevo tomo de Jim, Jam y el Otro (de Max Aguirre), un nuevo tomo de Alina y Aroldo (también de Max) y el primero de Escuela de Monstruos, la serie de El Bruno que es hitazo en la Billiken. También vas a encontrar a Continente (la empresa que trae de España los álbumes de Tintín) y a LARP, que promete muchos mangas nuevos y acaba de lanzar YMIR, una antología de 180 páginas en las que publican a los ganadores de un concurso de historietas, su primera edición de material argentino.
También están la distribuidora Plan-T (la que importa el material español de DC), La Revistería (con un stand un 50% más chico que en años anteriores y con mucha presencia del material de Ivrea), la comiquería Génesis (de San Isidro), la editorial Deux, que comparte stand con Nueva Idea (para los que todavía creían que Muñones no tiene nada que ver con ECC Sudamérica), Historietas Argentinas (con toda la línea de Doedytores y mucho material más, básicamente clásicos e importados) y un stand muy grande y bien diseñado casi todo ocupado por OVNI Press (también con muchos lanzamientos grossos para aprovechar la peli de los Avengers) pero incluye también al Espacio Moebius, que participa con sus propias publicaciones (de Lucas Varela, Gustavo Sala, Carlos Nine, etc.) y con material de otras editoriales como Común, Loco Rabia y Universo Retro, entre otras.
En muchos de estos stands arrancó la maratón de artistas grossos que van a firmar sus libros. Hoy estuvo Liniers en el stand de OVNI/ Moebius y mañana sábado, estará El Bruno en el de Pictus. Imposible nombrar a todos los que están anunciados. Lo que sí se puede enumerar (así cada uno agenda las que le interesa) son las charlas y presentaciones de libros. A ver:
Este domingo (22 de Abril) a las 17 hs, en la sala Victoria Ocampo, hay entrevista abierta al maestro Horacio Altuna, que será conducida nada menos que por Juan Sasturain. Golazo.
El sábado 28 se presenta el libro ganador del Premio Ñ de Historieta junto al jurado del premio (Altuna, Fernando Calvi, Juan Carlos Kreimer y Daniel Divinsky) y los autores galardonados. Esto es a las 16:30 en la sala Victoria Ocampo.
El domingo 29 a las 20:30 se presenta Mecachendié, el nuevo libro del genio chileno Alberto Montt, con la presencia del mismísimo y la participación especial de Malena Pichot (la loca de mierda). Esa me toca conducirla a mí, en la sala María Esther de Miguel.
Y la otra que voy a estar presentando es la de Decur, que viene con el exitazo de Merci bajo el brazo y tendrá como invitados a Gustavo Sala y a la escritora y periodista Raquel Garzón. Esto es el domingo 6 de Mayo a las 16:30 en la sala Jorge Luis Borges.
Nos vemos por ahí.

jueves, 19 de abril de 2012

19/ 04: AMERICAN VAMPIRE Vol.1

Por fin me siento a leer esta serie iniciada en 2010, de la que tanto había oído hablar. Si alguna vez te preguntaste de dónde sacó chapa Scott Snyder para escribir Swamp Thing o Batman, acá están todas las respuestas.
El vampiro americano es un nuevo tipo de vampiro, nacido en nuestro continente y con nuevas reglas. El sol, en vez de dañarlo, le da poder. No lo afectan las cruces, ni los ajos, sino el oro. Su momento de mayor vulnerabilidad es en las noches sin luna. Y además pela deformaciones muy extremas en las manos (hiper-garras) y la boca (hiper-colmillos).
El primero de los dos arcos reunidos en este TPB (escrito por el célebre Stephen King, sobre conceptos creados por Snyder) narra el origen del primer vampiro americano. Ambientado entre 1880 y 1912, acá vemos como Sweet Skinner pasa de ser un ladrón inescrupuloso a un asesino insaciable e imparable, gracias a la sangre de un vampiro británico que lo altera por completo. El héroe es Jim Books, un abnegado sheriff que dedicará su vida a intentar -sin éxito- ponerle fin a las tropelías de Skinner. Es una saga muy bien escrita, que le escapa a la tentación fácil de repetir cinco o seis clichés típicos del western, pero con vampiros de por medio. Lo más importante es, por un lado el clima ominoso, de incertidumbre y terror (con muertes y resurrecciones escabrosas), y por otro lado la procesión interna de Books, que quiere ser verdugo, pero termina por ser víctima de la voracidad de Skinner.
El segundo arco (ya escrito por Snyder) nos lleva a la Los Angeles de 1925, para conocer a Pearl Jones, una chica que trabaja duro para forjarse una carrera como actriz de cine (mudo) en el incipiente Hollywood, pero va a terminar vampirizada por una camarilla de chupasangres europeos muy sádicos y depravados. Convertida en vampiro americano, Pearl no va a parar hasta vengarse de estos hijos de puta y en el medio va a correr muchísima sangre. Sweet Skinner reaparece, ahora en un rol secundario, como un tipo ni bueno ni malo, que le tira data a Pearl acerca de las habilidades y limitaciones de la criatura en la que se convirtió. Acá hay menos dilema ético y más machaca: Pearl era más buena que Lassie y ahora le dieron motivos para estar muy, muy cabrera. Fin, nada más que explicar. Snyder adorna esta trama con muy buen desarrollo de personajes, pero esencialmente es una trama sencilla, lineal y hasta un punto predecible.
Tanto Snyder como Stephen King le sacan un jugo maravilloso a los períodos históricos que les toca visitar en sus historias. Como su nombre lo indica, American Vampire reparte el protagonismo entre los vampiros y America, que es como los yankis le dicen a EEUU. La historia del país está perfectamente ensamblada con la de los chupasangres y ese debe ser el principal hallazgo de la serie.
Aunque no el principal atractivo, claro, porque la gran masa del pueblo se la habrá comprado para ver a King escribir –por primera vez en su colosal carrera- un guión de historieta, y yo me la compré para gozar a lo guanaco con los dibujos (¿Qué digo dibujos? Recontra-dibujazos!) de Rafael Albuquerque, el magistral brazuca que cada día dibuja mejor. En las secuencias de Hollywood, Albuquerque trabaja en su estilo clásico: claroscuro bien definido y narrativa a la Howard Chaykin. Pero en las del Lejano Oeste va más allá: entrega un lápiz más sucio, con un entintado menos protagónico y a eso le aplica aguadas. La narrativa no se parece tanto a la de Chaykin, porque hay muchas escenas en las que Albuquerque decide ir más lento, dedicarle más viñetas al desarrollo de cada acción. En ambos casos, los resultados son estremecedores, en parte gracias al espectacular trabajo del colorista Dave McCaig. Realmente una gratísima sorpresa, porque no me lo imaginaba a Rafael tan dotado para una historieta tan macabra, tan tétrica, tan violenta y tan shockeante. Ya está, ya me quedó claro que el talento de esta bestia no conoce límites.
Si leíste muuucha historieta de terror, no creo que American Vampire te cambie la vida. Pero está muy bien escrita, se mete muy bien con la historia yanki y tiene unos dibujos demasiado buenos para un comic que se edita una vez por mes. Hincale el colmillo, nomás, que recontra-garpa.

miércoles, 18 de abril de 2012

18/ 04: PAOLO PINOCCHIO

Este hermoso tomo editado en España reúne todo el material de Paolo Pinocchio realizado por Lucas Varela: lo que salió en Estupefacto, lo que salió en Matabicho, cositas que acá sólo se vieron en Fierro y alguna boludez extra, creada especialmente para esta edición (que por cierto pronto va a salir también en Francia).
Como sucede cada tanto, las historias podrían ser giladas sin ton ni son, meras pseudo-excusas para que Varela haga gala de su pasmoso virtuosismo a la hora de dibujar. Pero no. Acá hay mucho más que un dibujante genial pasado de rosca. Hay un tipo que se copa contando historias y que con el correr de las mismas logra estructurar un universo 100% original (con guiños a cosas que todos conocemos, como los cuentos de hadas, el Inferno de Dante Alighieri o las epopeyas clásicas de la fantasía medieval), que funciona con sus propias reglas, con su propia e intransferible lógica interna.
Varela maneja todo el tiempo un tono paródico, en el que cada tanto (en los momentos justos) deja ver que en realidad se está cagando de risa de los relatos cuyas estructuras toma prestadas. Por supuesto, las situaciones que atraviesa Paolo son tan bizarras que resulta imposible creerle a Varela cuando imposta esos diálogos intencionalmente anticuados, excesivamente floridos y pomposos. Ahí uno ve al autor guiñándonos un ojo, una especie de “bancá, que ya viene el remate gracioso, o la guarangada, o la bizarreada”. Lo cierto es que la aventura no le da respiro al muñeco miserable, advenedizo y mitómano que protagoniza el libro y son aventuras muy bien llevadas.
Qué loco que un tipo que demostró desde tan joven poder escribir con absoluta solvencia sus propios guiones, desarrollar historias, personajes y hasta un universo, haya apostado tanto y tan fuerte por el trabajo con guionistas. Okey, uno supone que dibujar guiones de Trillo, Agrimbau, Alejo Valdearena, Marcelo Birmajer o Gustavo Sala debe ser un privilegio y un placer y un honor y una chapa extra a la hora de colocar el material en medios importantes de acá o de afuera. Pero Lucas demostró sobradamente que no depende de ninguno de estos grossos para generar buenas historias. El tipo es un prodigio como dibujante (y como artista plástico y como diseñador gráfico) y además se la re-banca como guionista, porque tiene cosas para contar y sabe cómo hacerlo. Lo mejor es que aún así deja todo en cada página cuando le toca dibujar guiones ajenos. Impresionante.
En Paolo Pinocchio se ven claramente todas las genialidades gráficas de Varela: su línea que mezcla prolijidad con putrefacción, su manejo del color y de las texturas, su planificación casi cristalina de cada página, su imaginación desbordante a la hora de crear bichos, monstruos y paisajes limados y hasta su dominio de las tipografías y los globos y bloques de texto.
Ojalá algún día se edite también acá un libro que reúna todo el material de Paolo y ojalá Lucas retome pronto a este, su personaje más querido por los fans. ¿Por qué ama la hinchada a un personaje tan excecrable como Paolo? Eso no lo sabe ni Varela. Yo sospecho que por la alucinante calidad de estas historietas.

martes, 17 de abril de 2012

17/ 04: FANTASTIC FOUR Vol.2

Ah, bueno... El primer tomo de Fantastic Four por Mark Waid estaba buenísimo, pero este está mucho mejor. Pero MUCHO mejor! De hecho, la saga de seis episodios Authoritative Action ya está en mi Top Five de las mejores historias de los FF de todos los tiempos, así, de una.
El tomo arranca con ese arco, con Reed y sus compañeros en Latveria, decididos a hacerse cargo del país del Dr. Doom ahora que este se hundió en las fosas del Averno. ¿Superhéroes al frente del gobierno de un país? Ya lo vimos otras veces, no? Pero esto es distinto. Esto es casi perfecto, al nivel (o un toque por encima) de la época de Warren Ellis en The Authority. “Siempre hacemos la mitad del trabajo –dice Reed- Le ganamos a Victor, pero no reparamos sus daños. Va a volver, ¿para qué fingir que no? Y cuando vuelva, va a venir a recuperar su tecnología, su fortuna, su soberanía y su inmunidad diplomática para volver a lastimarnos. La idea es que esta vez, cuando vuelva, se encuentre con que no le dejamos nada”.
Con esa idea, Reed toma las riendas de una nación, la da vuelta en pocos días y, claro, las fuerzas de las Naciones Unidas, que jamás se indignaron cuando Latveria era gobernada por un genocida hijo de mil putas, se escandalizan porque un ciudadano de los EEUU tomó el poder y vienen con todo a apurar a los FF para que se retiren. La consigna promete machaca, pero poquita. Y si hay una falencia es esa, las excusas que inventa Waid para que vuele alguna trompada en cada episodio. Por supuesto son mil veces más ricas las escenas en las que los héroes evalúan el dilema moral en el que están metidos por tratar de neutralizar el “canuto de poder” que mantiene siempre peligroso a Doom.
El final, en el que uno de los cuatro cae muerto, no se lo cree nadie. Sabés que muy pronto va a volver. Y de eso se trata el arco siguiente, los tres episodios de Hereafter, la saguita en la que los FF van al Cielo a negociar con Dios para que resucite a... quien cayera muerto en Latveria. Esto está un toquecito estirado, pero viene bien, porque Waid dedica bastante espacio a reflexionar acerca de las consecuencias de lo que hizo Reed en el arco anterior. Y al final pasa lo que todos queríamos que pasara, aunque nunca te imaginás cómo.
Para el final, dos episodios claramente en joda, co-protagonizados por Johnny y Spider-Man, como para descomprimir un poco. Acá tenemos una excelente dosis de chistes de esos que Waid siempre supo meter en sus comics y si bien no pasa nada relevante, la lectura se hace sumamente llevadera.
De los 11 episodios que ofrece el libro, Mike Wieringo está a cargo de cinco, los tres de Hereafter y los dos con Spidey. Y realmente, lo que pela acá no tiene límites. La expresividad de las caras, el lenguaje corporal, las escenas de acción, la atención a los detalles, los climas... Wieringo se envuelve con la bandera de “la imaginación al cuadrado” y en cada cuadrito pone todo y mucho más, como hizo casi siempre en los pocos años que duró su ejemplar carrera como historietista.
Pero la saga más grossa, Authoritative Action, viene con una sorpresa interesante. Por primera vez desde que tengo memoria, veo dibujos de Howard Porter que no me desagradan. No está al nivel de lo de Wieringo, obviamente. Pero al lado de lo que hacía en la JLA o Underworld Unleashed (por citar otros proyectos que le tocó compartir con Waid), esto está muy, muy bien. No le pidas que arme buenos climas, porque no tiene idea, pero por lo menos no hay casi errores en la narrativa, no escasean los fondos, no hay tropiezos graves en la anatomía y las caras más o menos zafan, a pesar de que las entinta el (a mi juicio muy precario) Norm Rapmund. O sea que, de alguna manera, esta serie logró que un verdulero irredento como siempre fue Porter, buscara la redención. No sé si en su trabajo inmediatamente posterior, que fue Flash, junto a Geoff Johns, se la bancó o reincidió en sus habituales crímenes de lesa historietidad. Pero en Fantastic Four cumplió muy dignamente.
Faltan un par de tomos para terminar la recorrida por todo lo que hicieron Waid y Wieringo en esta serie. Dudo que me vaya a encontrar con una saga tan bien escrita como Authoritative Action o con una tan emotiva como Hereafter. Pero vamos a intentarlo. De eso se trata FF hace más de 50 años: de aventurarse hacia lo desconocido en busca de cosas nuevas y alucinantes. ´Nuff said!

lunes, 16 de abril de 2012

16/ 04: LOLITA HR Vol.2

La puta madre, cómo me ensarté! Agarré este libro convencido de que iba a leer el final de la saga que empezó en el Vol.1 (lo comentamos a fines del mes pasado) y me encuentro con que 1) Acá no termina la historia, sino que se corta en un cliffhanger jodido como enema de chimichurri. 2) En España nunca se editó el Vol.3. 3) El Vol.3 no existe, jamás se publicó en ningún lado. En Francia, la serie se reeditó en 2009 con otro nombre (A-Doll.a) pero nunca fue más allá del segundo tomo. O sea que hay dos opciones: o Delphine Rieu y Javi Rodríguez se están tomando demasiado tiempo para terminar el tercer tomo, o me cagaron como de arriba de un puente, con un sorete grandote, espeso, digno de un rotweiller empachado.
Me queda un consuelo bastante pelotudo, y es que este tomo está bárbaro. Me puedo colgar varios párrafos con elogios para Rieu y la forma dinámica y atractiva en la que hace avanzar las tramas, en la que define cada vez mejor a los personajes y en la que baja una línea muy filosa, muy a tono con el futuro distópico que presenta y a la vez muy jugada para el lado de la verdad, la memoria y la justicia.
También puedo hablar maravillas de Javi Rodríguez, de su increíble solvencia narrativa, la gran expresividad de sus primeros planos y esas viñetas en las que la cámara se aleja, vemos a los personajes de cuerpo entero y nos deleitamos con ese magnífico dominio del lenguaje corporal, claramente aprendido del maestro Beto Hernández.
En fin, hay mucho y muy bueno para rescatar de este tomo (y el anterior), pero no te quiero cebar al pedo, porque la recomendación es NO comprar por nada del mundo esta serie, por lo menos hasta que se edite el final. Una lástima que no la hayan seguido. Hasta acá venía muy, muy bien.

domingo, 15 de abril de 2012

15/ 04: AIR Vol.4

Ulllltimo tomo de esta extraña serie de Vertigo que duró apenas 24 episodios y que se animó a ser tan distinta a lo habitual, que dejó afuera a un montón de gente.
El primer episodio del tomo no cuenta absolutamente nada. Es básicamente un repaso por lo que ya vimos en los tres TPBs anteriores, probablemente pensado por la guionista G. Willow Wilson para captar nuevos lectores, gente que se sumara a leer la serie desde ahí, y entendiera todo sin leer los 17 episodios previos. Zafa, como siempre que los argumentos de Air más que aire hacen agua, con unos diálogos fastuosos.
Después viene un arco de tres episodios un toquecito estirado, pero muy entretenido. Acá sigue sin reaparecer el plot de la conspiración y –con la historia de amor ya resuelta- hay que inventar otra cosa. No hay drama: Wilson urde dos tramas de viajes espacio-temporales con paradojas bizarras y demás, que involucran a Jules Verne y a Antoine de Saint-Exupery, este último famoso aviador, además de autor de El Principito, claro. Estas son historias exquisitas, finoli-finoli, con un tinte neilgaimanesco, poco énfasis en la acción y muchos aciertos en el desarrollo de los personajes secundarios. Probablemente lo mejor de Air.
Ahora sí, se viene el cierre, y en los tres episodios finales Wilson retoma el plot de la conspiración, de la lucha entre “los buenos” de Clearfleet y “los malos” de la logia Etesian, que se quieren quedar con la prodigiosa tecnología de la hiperpraxis. Este tramo es un poco más predecible: vos sabés que todo va a terminar con una confrontación directa entre Blythe y Benjamin Lancaster (el jefe de los malos), aunque con un concepto tan limado como el de la hiperpraxis, no sabés cómo se va a resolver. Y se resuelve de un modo muy raro, anómalo, diría yo. Estamos hablando de gente con el poder de reinterpretar el mundo, de redefinirlo. No valen las piñas ni los tiros (aunque hay varios), la lucha es entre símbolos, planos dimensionales, concepciones metafísicas. Nada que ver con nada que te imagines.
Esta última saguita deja espacio también para un flashback más al pasado de Amelia Earhart, nos muestra la muerte de un gran personaje secundario y cierra con un moñito lujoso para aquellas secuencias que Blythe protagonizara junto a Saint-Exupery en el arco anterior. O sea que hay bastante más que “la lucha definitiva a todo nada entre la heroína y el villano”.
La verdad es que, entre una cosa y otra, Air arrimó a un empate más que decoroso (un 3-3 contra Brasil de visitante) y si bien no es una de esas series a prueba de balas que se pueden recomendar ciegamente a cualquier tipo de lector, es un comic que tiene pasta para cautivar, para que te interese el tema y lo que le pasa a los personajes, incluso cuando el desarrollo de algunas tramas o de algunas secuencias resulte demasiado extraño. Buena parte de esta chapa le corresponde al gran dibujante M.K. Perker, al cual no pienso seguir elogiando (ya lo hice con creces en las reseñas de los tres primeros tomos), al que espero encontrar pronto en otras historietas, porque me convenció en serio.
Ojalá alguien descubra un motor de hiperpraxis, se lo ponga a todos los bondis de la Capital y resulte que yo tengo poderes de hiperprax para controlarlos... ¿Te imaginás qué lindo? Te concentrás, reinterpretás la realidad para que en vez de las seis de la tarde sean las cuatro de la matina y llegás de Congreso a Belgrano en 15 minutos, palo y palo por Córdoba...

sábado, 14 de abril de 2012

14/ 04: NEGRO

Este espectacular e imprescindible tomo recopila tres historias del maestro Baru, uno de los grandes nombres que dio el comic francés en los últimos 25 años. Baru se metió en el mundo de la historieta ya mayor, con 35 años, pero desde mediados de los ´80 no para de generar excelentes historias, distintas, personales y –por lo menos para mi gusto- sumamente interesantes.
Los dos primeros relatos de este libro están integrados dentro de un mismo universo: un futuro nada lejano (cuatro o cinco años) en el que la derecha francesa se radicalizó, blanqueó abiertamente su racismo y construyó muros que marginan ya no cultural o económicamente sino físicamente a los suburbios, los barrios humildes que rodean a las grandes ciudades, en los que viven buena parte de los laburantes que día a día se dejan la vida para que las ciudades funcionen. Para que este futuro termine de oler a distopía, en los suburbios no se consiguen preservativos y medio mundo tiene VIH, mientras que del otro lado de las murallas, la gente recibe la vacuna contra el SIDA y garcha con total libertad.
Las dos historias transcurren durante la noche de año nuevo, aunque de distintos años. En Francia, la noche del 31 de Diciembre es tradicionalmente la noche en la que todos los jóvenes salen de joda y casi todos la ponen. Imaginate qué lindo fin de año pasás si no tenés forros y para llegar a los boliches donde hay levante tenés que cruzar una muralla custodiada por milicos que tienen orden de dispararte. Dentro de este contexto distópico, el autor de la gloriosa La Autopista del Sol arma dos tramas del sub-género “jóvenes a la deriva” en el que los chicos intentarán pasarla bien a pesar de todas estas limitaciones, incluso si se tienen que jugar la vida.
Con no pocas diferencias, estas historias me hicieron acordar a Deadenders, la serie de “jóvenes a la deriva en un futuro opresivo” que escribía Ed Brubaker en Vertigo allá por el 2000-2001 y con la que le fue bastante mal. Baru realizó estas historias antes de que se editara Deadenders, así que si hubo choreo (cosa que dudo), el sospechoso es Brubaker.
La tercera historieta no está ambientada en el futuro, sino en el pasado, a principios de los ´90, cuando todavía la pica entre la Irlanda católica y el resto del Reino Unido se dirimía a corchazos, cuchillazos o bombas en las duras calles de Belfast. Baru nos cuenta una aventura trepidante protagonizada por una banda de rock inglesa, con un par de integrantes irlandeses, pero del lado protestante. Hay machaca, tiros y una muy lograda historia de amor que atraviesa (y a su vez es atravesada por) todos estos conflictos políticos y religiosos. O sea que no es exactamente un comic documental, o de denuncia, sino que se nutre de un contexto socio-político puntual para darle más sustancia a la historia y un filo más jodido a los conflictos que plantea.
A nivel dibujo, Baru se autodenomina discípulo de José Muñoz, pero la verdad es que su trabajo tiene poco que ver con el del genio del claroscuro. Baru maneja el blanco y negro de modo magistral, pero a diferencia de Muñoz, lo complementa con grises, texturas, esfumados, casi como si fuera un comic a color pasado a blanco y negro. Yo lo veo más como una mezcla rara entre José María Beroy y Christophe Chabouté, con algo del Pasqual Ferry de la primera época, también. Baru también califica a su grafismo de “nervioso”, pero lo que se ve en la página muestra un cuidado milimétrico en cada pincelada, cada trazo, cada fondo, cada aguada. Lo que sí es furibundo, visceral, descontrolado, es el ritmo narrativo que impone Baru. El tipo le imprime vértigo y emoción incluso a las escenas tranquis. Y cuando hay acción, la historia explota. Su dibujo expresivo al mango, combinado con su ritmo para narrar dan esa sensación de kilombo, aunque me queda claro que Baru tiene todo bajo control.
Sin descuidar la acción ni la comedia, Baru se mete con la xenofobia, la violencia y la intolerancia. El resultado son excelentes historias de slice of life con compromiso social, romance y machaca que sólo se le podían ocurrir un autor demasiado bueno como para encasillarlo en un género. O dos.
Ah, please que Macri no lea nunca las dos primeras historias de este tomo...

viernes, 13 de abril de 2012

13/ 04: S.H.I.E.L.D. Vol.1

¿Alguna vez pensaste que en un comic de Marvel ibas a oir hablar de conceptos tales como la Ciencia Mayor, la Matemática Muda, la Verdad Silente, las Artes Ocultas, la Alquimia Secreta, la Iluminación Total, la Muerte del Caos o el Motor de la Máquina Humana? No, verdad? Y menos en profundidad, en serio. Si encima te digo que los protagonistas de esta serie son Leonardo Da Vinci, Isaac Newton, Nostradamus y Nikola Tesla, supongo que me recomendarás enfáticamente que deje de consumir drogas duras, por lo menos los días de semana.
Lo cierto es que, gracias a la chapa acumulada en otras series, algún demente dejó que el maestro Jonathan Hickman hiciera acá lo que se le cantaran las bolas y pocas veces la aplicación del criterio lírico-genital dio mejores resultados. Gracias a un personaje-trampa (pensado para atrapar al lector, captar rápidamente su atención y meterlo de lleno en una trama complejísima) Hickman se da el lujo de explorar toda una faceta inexplorada de la Historia de la Humanidad, hábilmente mezclada con la mitología del Universo Marvel. ¿Alguna vez se te ocurrió que los antiguos egipcios podrían haber repelido una invasión de los Brood? ¿O que Galileo Galilei pudo haber encontrado una forma para que la Tierra zafara del hambre de Galactus en el año 1582? A Hickman se le ocurrió todo eso, más una logia a nivel mundial más antigua que Cristo, una ciudad oculta por sobre Roma y un pichón de Celestial traído a nuestro planeta desde el sol por el propio Da Vinci y con eso (más un montón de pistas grossas de lo que pasará en el Vol.2) armó una saga de 12 números cuya primera mitad es memorable.
Lo más raro es que no hay gancho. Casi no hay acción, no hay personajes reconocibles para el lector habitual de Marvel... esto va para otro lado. Lo más ganchero deben ser las secuencias en las que Howard Stark (papá de Tony) y Nathaniel Richards (papá de Reed) se enfrentan a Nikola Tesla, también conocido como “Night Machine”, y padre a su vez de Leonid, el chico con el que Hickman nos invita a identificarnos. El resto es runfla, conspiraciones, data muy elaborada acerca de para qué sirve el conocimiento, hacia dónde evoluciona la Humanidad y cómo evitar que se termine el mundo. Hay malos, hay buenos, hay sutiles referencias a otras ideas ya vistas en el Universo Marvel, pero la posta es que nunca leíste nada parecido al SHIELD de Jonathan Hickman. Y andá a saber si alguna vez Marvel vuelve a publicar un comic tan jugado y tan distinto a todo como es este.
El dibujo corre por cuenta de Dustin Weaver, un excelente dibujante al que ayudan mucho la dupla de coloristas integrada por Christina Strain y Justin Ponsor. La puesta en página de Weaver es formidable y no hay un sólo cuadrito en el que no se rompa el culo para sorprender con algún fondo, máquina, vestimenta, arma o vehículo alucinante. Visto así, a color y con todos los efectos gráficos que te puedas imaginar, esto es genial. Yo sospecho que en blanco y negro, el dibujo pelado de Weaver debe ser más... no quiero decir “del montón”... menos impactante. Por ahí sería una especie de Brent Anderson más moderno, más jugado a la hora de la composición de las viñetas y las páginas. Es raro ver a un tipo con un estilo tan ganchero, tan atractivo, en un comic no oscuro porque no es necesariamente dark, pero raro, totalmente inusual para el mercado yanki.
Y bueno, Hickman lo hizo. Un comic de misterio y conspiraciones, con un poquito de machaca, revelaciones increíbles y una apuesta muy riesgosa: la de crear dentro del mainstream (o casi) un comic inteligente, que invite al lector a pensar desde otra óptica tanto la historia del mundo como la del Universo Marvel. La palabra clave acá es “pensar”. Y eso hace de SHIELD un comic valiosísimo y sumamente recomendable.

jueves, 12 de abril de 2012

12/ 04: CRIMINAL MACABRE OMNIBUS Vol.1

Ufff... qué trip! Casi 400 páginas al hilo de Criminal Macabre, la serie de Steve Niles que Dark Horse publica desde 2003. Esto de que los libros tengan cada vez más páginas me está matando, cada vez es más difícil bajarme uno por día. Pero por otro lado está buenísimo. Yo conocí a Criminal Macabre por una historia corta en una antología, después vi el primer TPB barato y me lo compré, y después me olvidé, o no le di bola. Años más tarde salió este masacote y ahora tengo en un sólo broli aquella historia corta, la saga que tenía en TPB y tres aventuras más: una de 26 páginas, una de 96 y una de más de 100. Ahora sí, me olvido de Cal McDonald y sus misterios por un largo tiempo, pero tranquilo, porque tengo todo lo que me interesa tener.
Por si no lo ubicás, Cal McDonald es una especie de versión cabeza de John Constantine. Es un detective expulsado de la policía por borracho y drogadicto, que resuelve crímenes en los que suelen estar implicados vampiros, hombres lobo, momias, demonios que poseen gente (o cosas) y monstruos varios. El tipo sabe ocultismo, pero en vez de cancherear tipo Constantine, de hacerles la sutil, de psicopatearlos, opta por cagarse tiros y trompadas con las criaturas de la noche. Como Hellboy, o the Goon, pero sin más superpoderes que la inconciencia absoluta, producto del alcohol y las drogas.
Cal McDonald cobra de lo lindo, pero siempre sale entero, en parte gracias a su amigo y cuasi-guardaespaldas Mo´lock, un muerto resucitado con mucho aguante y mil veces más serio que Cal, que se la pasa profiriendo chistes y guarangadas sumamente ingeniosas. Casi todas las historias respetan el formato del policial, en el que un detective investiga uno o varios crímenes, sigue pistas, interroga a sospechosos, etc., excepto la última, Supernatural Freak Machine, la más extensa. Acá Niles opta por una estructura más típica del comic de superhéroes: un villano al que Cal derrotó en el pasado vuelve para vengarse de nuestro no-héroe. No es la fórmula que mejor funciona en esta serie, lamentablemente, si bien la historia dentro de todo es entretenida.
El resto son muy buenas historias policiales, que rápidamente viran hacia la machaca sobrenatural. La primera tal vez sea la menos lograda, pero ya a partir de la segunda (la cortita, la primera que leí yo) las tramas son redondísimas, las amenazas funcionan perfecto, el ritmo se hace más impredecible, más ágil, y por supuesto Niles conoce mejor a los personajes, con lo cual se mete más y mejor en sus cabezas. Si me tengo que quedar con una, elijo la tercera, Love Me Tenderloin, la de 26 páginas, que creo que es la que mejor combina misterio, investigación, machaca, desarrollo de personajes, bizarreada y chistes de humor negro y mala leche.
Las tres primeras historias están dibujadas por el monstruo Ben Templesmith, co-equiper de Niles en la mucho más famosa 30 Days of Night. Como es su costumbre, Templesmith se caga olímpicamente en los fondos. Mete una texturita de photoshop, dos rayas, una mancha, y a comerla. Ni se le ocurre que se tiene que matar en los fondos... como un ciego en el colectivo, que ni se esfuerza por hacerse el dormido, porque sabe que nadie le va a pedir el asiento. Con Templesmith pasa lo mismo: ¿quién le va a exigir que se rompa el culo en los fondos a un tipo que dibuja esas caras, esos dientes y que tiene ese manejo del color? No seamos ridículos...
Las dos sagas finales están a cargo de Kelley Jones, dibujante emblemático de los ´90. Jones es un virtuoso, de eso no hay dudas. Si quisiera, podría ser un clon perfecto de Berni Wrightson. Pero no quiere. A él e gusta el kilombo, la machaca, el grotesco. Ir al extremo, generar revulsión. Su talón de Aquiles son las minas. Cuando le salen lindas, se nota que están copiadas de fotos. Cuando se nota que no están copiadas de fotos, le salen feas. Y no le pidas que tengan la misma cara de una viñeta a otra, porque no le sale. A veces ni siquiera los varones conservan los rasgos faciales de una viñeta a otra. Igual lo banco.
Un policial con terror, machaca y chistes no es algo fácil de hacer. Steve Niles lo hizo y le salió muy bien. Aguante Criminal Macabre.

miércoles, 11 de abril de 2012

11/ 04: EL PREVIEWS DE JUNIO

Bueno, un Previews tranqui. No queda por debajo de la línea de pobreza, pero tampoco es devastador ni mucho menos. Veamos qué anuncian las editoriales yankis para Junio y los meses posteriores.
DC recopila en TPB los primeros 7 números de una de las series realmente interesantes del reboot (son 8 o 9, no más): Demon Knights, la de Demon y Madame Xanadu en las Cruzadas, con guiones de Paul Cornell y dibujantes medio desgarradores (creo que el más digno es el brazuca Diógenes Neves, como para que te des una idea del “nivel”), pero bue... Son 160 páginas a u$14.99, que se garpan sin chistar.
Vertigo lanza el anteúltimo tomo de Scalped, el Vol.9, con otras 144 páginas desbordantes de la mala leche, el suspenso y la machaca que sólo Jason Aaron y R.M. Guéra pueden garantizar. Ahí van otros u$14.99.
Image recopila lo nuevo del glorioso Ted McKeever, Mondo. Son 120 páginas en blanco y negro por u$15.99. No es barato, pero es un libro de formato grande y además trae bocha de bocetos y extras que no estaban en las revistitas en las que se pre-publicó la saga. Adentro!
También sale el primer TPB de Fatale, la serie de Ed Brubaker y Sean Phillips, obviamente de temática criminal y sórdida. Podría ser un choreo y me lo compraría igual, pero son 136 páginas a u$ 14.99, muy razonable.
Bajo la persiana con otro libro de la colección francesa Sept, pero publicado en EEUU por BOOM! Studios. Se trata de 7 Warriors, un álbum que en Francia tuvo buenas críticas (lo cual significa mucho, porque allá no se regalan los elogios) y que se edita en EEUU porque lo dibujó Francis Manapul, el dibujante de Flash, al que vamos a conocer personalmente en Agosto, en Crack Bang Boom! El guión es del francés Michaïl Le Galli (bastante ignoto, por cierto) y el libro trae 80 páginas por u$ 9.99.
Y hubo un sólo libro que me tentó y quedó afuera. O por ahí más, pero estaba desmotivado y ni tomé nota... El que me hubiese comprado si fuera más barato es otro lanzamiento de Image (que este mes se puso todas las pilas que no se pusieron ni Marvel, ni Dark Horse ni un par más de las que habitualmente se quedan con mi dinero): El Diario Rojo de Steven Seagle y Teddy Kristiansen, editado como libro flip y con dos versiones distintas de la misma novela gráfica realizada por la dupla para el mercado europeo. Una es la posta y la otra una especie de remix, o de “director´s cut”. El tema es que la editan en formato de mega-lujo y te cobran u$ 30 por 144 páginas del orto. Nada, espero ver barata alguna vez la edición de Norma (que trae sólo la versión posta) y me la fumo en castellano, aunque duela.
En total, me anoté con cinco libritos y ninguno caro. Por fin un respiro para mi economía y una chance de ahorrar un manguito para reventarlo en Octubre, cuando –después de más de 25 años- vuelva a visitar la Gran Manzana. Aunque seguramente el mes que viene, con el verano yanki a pleno, el Previews volverá a condenarme a la indigencia. Es lo que hay...

martes, 10 de abril de 2012

10/ 04: AIR Vol.3

¿Te acordás de mi famosa frase “tenés más problemas que Medio Oriente”? Bueno, todos los problemas que tenía esta serie y que hicieron duro de digerir el Vol.2 desaparecen casualmente gracias a una saga que se mete a explicarnos... los problemas de Medio Oriente. O algunos, por lo menos, los que tienen que ver con los talibanes, la jihad, las distintas guerrillas pakistaníes y demás grupetes fundamentalistas.
El primer episodio de este extenso tomo retoma la historia de amor entre Blythe y Zain, que reaparece justo cuando nuestra azafata favorita se está revolcando con otro: el Príncipe Gitano, un nuevo personaje muy bien armado por la guionista G. Willow Wilson. De ahí, sin demasiada explicación, Blythe se va a Pakistán, a vivir una saga de tres episodios repleta de tiros y explosiones junto a Mohammad, el hermano de Zain. Allí se enterará de varios secretos, entre ellos la verdadera alineación del misterioso (y ahora cornudo) Zain. Y nosotros tendremos una idea de hasta qué punto la salud de Blythe está en riesgo como consecuencia de su adicción a los psico-fármacos.
Le sigue un interludio en el que prácticamente no pasa nada (hay un flashback al pasado de Amelia Earhart y no mucho más) y los dos episodios finales están llenos de escenas grossas, muy emotivas, en las que se resuelven por un lado la trama romántica, y por el otro el tema de la enfermedad de Blythe. Nos queda en el banco de suplentes desde aquel lejano Vol.1 el plot de la conspiración, de aquellos incansables villanos que intentaban sin éxito quedarse con la tecnología de la hiperpraxis. Este tomo da mínimos indicios de que esa runfla maligna sigue en pie, pero sospecho que en el cuarto y último tomo tienen que volver.
Sin ser la octava maravilla del Noveno Arte, este tramo de la serie recuperó buena parte de la senda perdida en aquel errático Vol.2. Además de excelentes diálogos (que siempre los hubo) hay flashbacks interesantes y reveladores, menos chamuyo místico y abundantes escenas de acción, torturas, drogas y petes. Y aún así, Air no derrapa, no se convierte en un comic “de machaca”, ni se disfraza de cabeza para tratar de sumar un par de lectores más. Esto sigue su línea original, la de un comic distinto, con una forma nada habitual de plantear y resolver los conflictos. Más allá de la prematura cancelación de la serie, en ese sentido se puede decir que la experiencia propuesta por Wilson fue exitosa.
Y es loco que esta serie no haya sumado lectores con el correr de los números, porque si hubiera lógica en el mercado y justicia en el mundo, miles y miles de fans del dibujo realista se tendrían que haber tirado de cabeza sobre este comic simplemente para ver con sus propios ojos los increíbles prodigios gráficos de M.K. Perker. El turco no sólo no falta en ningún episodio (ni siquiera en los de relleno, o en los flashbacks) sino que además arranca bien y no para de mejorar. Para esta altura, ya no sólo parece Travis Charest: le rompe el culo a Travis Charest. Lo único que no cierra es lo que marcaba la vez pasada: cuando dibuja a los personajes de perfil le salen menos realistas, más parecidos a los de Jim Lee que a los de Charest. Y por ahí algún fondo que podría estar y no está. El resto se zarpa de grosso, mérito también del colorista Chris Chuckry, que se acomoda perfectamente, por un lado a los distintos climas que genera la historia, y por el otro al trazo preciso, finoli, pero no por eso menos poderoso del incansable Perker.
Veremos que nos preparan Wilson y Perker para el tomo final. Si siguen por el camino de este tomo, le tengo mucha fe.

lunes, 9 de abril de 2012

09/ 04: IDEOLOGIA EN ESTADO PURO

Hoy, la verdad, no tenía ganas de leer historietas. No me pasa muy seguido, pero de vez en cuando sí. Generalmente hago de tripas corazón, me siento a leer algo y rápidamente se me re-activan las ganas. Hoy ni lo intenté. Dije “me chupa un huevo todo, no tengo ganas de leer, no leo y se acabó”. Apenas avancé un par de capítulos de una novela no-gráfica que estoy leyendo, que me tiene muy cebado.
Pero hay que llenar este espacio y para eso, nada mejor que bajar línea. Encontré este texto que escribí hace unos años. Era una respuesta a una entrevista que me hizo alguien, en la que me preguntaba qué consejos le daría a los pibes que –por ahí cebados por la Comiqueando- querían emprender la aventura de editar una revista. Yo le pedí prestada la guitarra mágica a Aníbal Fernández y escribí:
Creo que lo más importante es que una revista no es un punto de partida, sino un punto de llegada. Hay un proceso previo más bien arduo, que consiste en estudiar mucho, en escribir mucho, en laburar mucho aunque sea en laburos que no tienen que ver con el medio, en meterse A FONDO en el tema sobre el que uno va a escribir, armar bien los contactos, tender redes para estar siempre bien informado (revelación shockeante: no todo lo que sucede está en internet, ni lo que está en internet es lo único que sucede), armar una estrategia comunicacional, una estrategia comercial y una estrategia de ventas lo más coherentes posible, conocer mínimamente las opciones en materia de formatos, impresión, diseño... o sea, no es una joda. Puede ser MUY divertido, pero no es una joda.
Sobre todo cuando uno edita a pulmón, la responsabilidad es enorme y el esfuerzo que hay que hacer, también. Porque uno responde frente a los proveedores, a los colaboradores, a los distribuidores, a los comerciantes, a los auspiciantes y -sobre todo- frente al público, al que le importa un carajo la interna, las excusas, los problemas e incluso los dramas que puedas tener: el lector quiere que la revista salga bien, en fecha y barata. Y si no podés cumplir con eso de modo regular... lo mejor es no comprometerse y no editar, porque debe ser horrible estar TODO EL TIEMPO remando de atrás sin llegar nunca a cumplir con lo que se espera de uno como editor.
Y después, lo obvio: tener las antenas bien paradas, poder seguir de cerca las transformaciones del mercado, los gustos del público, los intereses de los auspiciantes... hay que tener cintura y saber cambiar de rumbo cuando no queda otra, o cuando ves que la cosa va para un lado distinto al que querías ir vos. Una revista no es la fórmula de la Coca-Cola: no sólo se puede perfeccionar y transmutar, sino que se DEBE perfeccionar y transmutar, o sea que la experimentación me parece central. No quedarse NUNCA con la fórmula original, aunque esté buena.
Y una más: no tratar al lector como a un cliente. Los que tratan al lector como a un cliente están siempre al borde de tratarlo como a un boludo. Mi filosofía es que la revista, antes que un negocio, es un patio de juegos. Y si yo abro mi patio y te invito a jugar conmigo, te tengo que tratar como a un amigo, o un compañero de juegos, aunque te cobre entrada en la puerta. Te tengo que tratar de igual a igual, me tengo que asegurar de que entiendas el juego, de que te guste, de que lo quieras volver a jugar, e incluso dejar abierta la posibilidad de que un día, vos me ganes a mí. De que TU idea de cómo se debe jugar sea mejor que la mía, y yo termine por cambiar mi forma de jugar en base a eso. Sobre todo en el palo del comic, donde no hay cánones, ni autoridades, ni títulos universitarios, ni Manual del Buen Comiquero. Eso me parece super-positivo y da para aprovecharlo, porque en una de esas, del otro lado de la revista te está leyendo un tipo que te da 15 vueltas. Y si lo subestimás, no aprendés nada de él. Yo aprendí mucho de los lectores de Comiqueando y de mis alumnos de la EAH... pero los pibes no comen vidrio: si los tratás como idiotas, o si te la creés, ellos se encargan de que el feedback no te llegue nunca y te perdés ese aprendizaje que está bárbaro.
En fin, hacer revistas no es fácil, pero sin duda es apasionante. Pocas cosas me divierten más que llevarme del kiosco una revista que no había leído nunca y descubrir que está hecha con calidad, con respeto, con ingenio, con onda... no me pasa muy seguido, pero es un flash.

domingo, 8 de abril de 2012

08/ 04: LA REBELION DEL EMBLEMA

Cuando uno lee los mangas de samurais de Hiroshi Hirata se convence de que estos tipos perdían fácilmente la cabeza... en sentido literal. Este tomo nos ofrece cinco historias, con más de una decapitación por historia. Una de ellas (obviamente la más brutal), perpetrada a mano limpia, en un combate cuerpo a cuerpo entre dos montañas de músculos cuyas caripelas le forzarían un cambio de pañales a más de un superhéroe.
La primera es una historieta sumamente atípica en la obra de Hirata. El protagonista es un hombre de débil contextura física, pero de una inusitada genialidad intelectual. Es una historia acerca del valor de la palabra, del saber, e incluso de la ideología. Shoin Yoshida (apodado “el sensei”) pone en riesgo su vida una y otra vez por bajar línea, por hablar de los padecimientos de los pobres, de los privilegios de los ricos y de los esfuerzos de los poderosos por mantener este status quo que garantiza “la fiesta para pocos”. Lo más loco es que no habla del capitalismo salvaje del Siglo XXI, sino del sistema feudal. Hirata dota a Shoin Yoshida de una expresividad increíble, nada frecuente en estas historias donde los “héroes” suelen ser guerreros adustos, duros, nada propensos a exteriorizar sus emociones.
La segunda historia tiene un planteo bastante pobretón, relacionado con el kaishaku, que es el golpe con el que un guerrero debe decapitar a aquel que –para resguardar su honor- decide cometer sepukku. De una boludez se hace una bola tremenda, que igual consiguió ponerme nervioso, sobre todo por la crueldad con la que el protagonista mata perros y gatos.
La tercera arranca como la típica historia de conspiraciones, en la que un señor feudal detecta un intento de traición o sublevación por parte de alguno de sus súbditos y lo manda a eliminar. Acá los traidores son –casualmente- los guerreros más pulenta del clan y los que tienen la misión de liquidarlos son casi tan pulenta como ellos. Así es como antes de la mitad de estas 44 páginas, la historia derrapa hacia una de machaca sanguinolienta, de una violencia y una crudeza que te hielan la sangre.
Le sigue la historia que le da nombre al libro y que se sostiene en un conflicto tan ridículo que no te la podés tomar en serio, aunque Hirata maneje bien la tensión y logre impactar con su habitual dosis de combates truculentos y electrizantes. Sólo una sociedad de psicópatas puede castigar a Gengo (el protagonista) por lo que se lo castiga acá. De nuevo, como en Kaishaku, se arma un bolonki infernal a raiz de algo tan mínimo, que uno siente que a la historia le falta sustento. Por suerte es la mejor dibujada del tomo.
Esa tendencia de dejar que un conflicto pelotudo crezca hasta desatar una hecatombe llega al paroxismo en la última historia del tomo, La Mentira, la única que no escribe Hirata, sino Shigeo Furuya. Acá, una discusión entre dos adolescentes acerca de cómo nacen los bebés, termina en una tragedia de proporciones, con muertes, violaciones y un garche cuasi-incestuoso entre hermanastros. De nuevo, la tensión dramática funciona y el dibujo de Hirata cumple, dignifica, fascina y emociona. El problema es –una vez más- el disparador de la historia, no el desarrollo (que es excelente) y no el final, que es previsible pero no por eso menos potente.
Hiroshi Hirata realizó estas historietas en la primera mitad de los ´70, cuando su estilo ya estaba afianzado y más adelante les metió algunos retoques. O sea que, a nivel visual, esto es apabullante. Son páginas y páginas de narrativa perfecta, destreza absoluta en la anatomía, en el balance de blancos y negros y en la aplicación de aguadas y tramas mecánicas. Lo único criticable es lo que señalalmos en alguna reseña anterior: varios personajes masculinos se parecen bastante entre sí y si no prestás mucha atención, te los podés llegar a confundir. Pero este es el Hirata imbatible, el que estudió Frank Miller, el que logró que los fans del gekiga nos aprendiéramos de memoria los usos, costumbres y hasta el vocabulario del Japón feudal.
No jodo más con Hirata por un tiempo largo. Lo prometo. Y si no cumplo, me abro el vientre con una katana y le pido a Antonio, mi vecino del primero B, que me haga el kaishaku.