el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 30 de noviembre de 2011

30/ 11: CAGE


Finalmente y tras buscarla muchos años, pude conseguir esta gema semi-oculta de la Tercera Era de Oro de Marvel, la de Bill Jemas y Joe Quesada, la que apostaba fuerte al comic de autor y proponía –desde el sello MAX- versiones más jugadas y más adultas de los íconos heroicos de la editorial. Así aparece esta saga de Cage en 2002, y Luke Cage ya nunca será el mismo. Ese Cage que vimos en Alias y hoy vemos en algún título de Avengers no se parece en nada al de los ´70 y ´80, sino más bien a este, al que Brian Azzarello y Richard Corben redefinieron a principios de este milenio.
El argumento no es nada del otro mundo: Luke Cage cae en medio de una guerra entre tres bandas de delincuentes que se disputan el control sobre un sector muy pobre de un barrio que parece ser el Bronx. Se mete medio a presión, rosquea con unos, rosquea con otros y al final deja que se maten entre ellos. Nada demasiado original ni demasiado heroico. La gracia está en cómo Azzarello desarrolla esta trama a través de las 110 páginas que tiene para trabajar. Hay varios puntos sobresalientes en el guión (que levanta un vuelo con el que el argumento no puede ni soñar), pero yo destaco dos:
El primero tiene que ver con el propio Luke Cage, con su evolución como personaje, con la forma en que Azzarello define su personalidad y Corben redefine su apariencia. Acá despunta un Cage heavy de verdad, un tipo con el que no querés tener ningún problema, porque –menos sacar un chumbo y bajarte de un corchazo- es capaz de hacerte cualquier cosa. Hábil para rosquear con los malvivientes, implacable para sacar información, ganador con las minas, maduro como para no dejarse ganar por la bronca que le genera el mundo injusto en el que se mueve, este Cage es un jugador realmente temible, un recio, un duro que opera al margen de la ley y no tiene miedo de enchastrarse hasta el alma para que gane la justicia. O por lo menos SU justicia.
Lo otro muy notable es cómo Azzarello arma el contexto, cómo nos mete en este submundo hostil y cuasi-salvaje, cómo maneja los códigos y hasta la forma de hablar de este lumpenaje al límite del cual él (graduado de Bellas Artes de la ciudad de Chicago) no forma parte ni remotamente. Sin embargo, como en 100 Bullets, sus gangstas se sienten reales, genuinos, no son estrellas del hip-hop con mansiones carísimas haciéndose los pibes chorros en un videoclip. Los “ballers” de la barrita de Clifto son pibes chorros de verdad y lo mejor de todo es que Azzarello no los caricaturiza ni los estigmatiza. De hecho, se toma el laburo de dejarte pensando en lo chota que es la vida de esos pobres pibes, eternamente condenados a un status quo de violencia, criminalidad, ignorancia y ninguneo por parte de las autoridades, simplemente por ser negros y pobres. Es gente, claro, pero molesta, porque huele mal y se porta peor. Y el resto, en vez de preguntarse por qué huelen mal y se portan peor, opta por la fácil: hacerlos mierda y barrerlos abajo de la alfombra, para que no jodan más.
Lo que sí es un poco caricaturesco es el dibujo del maestro Richard Corben. Pero es siempre así, no sólo en Cage. Acá el ídolo va de una punta a la otra, de una estética realista y careta tipo Steve Dillon, a viñetas más mugrientas y retorcidas tipo Robert Crumb. Y todo eso sin perder coherencia, sin que parezca que hay más de un dibujante, sin que el ojo se distraiga de la historia que nos quieren contar. Los hallazgos de Corben en materia de dibujo y narrativa son unos cuantos (el tiroteo del cuarto episodio y la trifulca del quinto son impresionantes), pero el esfuerzo principal del maestro está puesto en los climas. Y ahí entra en juego un ancho de espadas, que es el color de José Villarrubia, el poeta del photoshop. No sé si fue Corben o el propio Villarrubia, pero alguien tuvo la brillante idea de darle al color más protagonismo que en el comic promedio. Además de poner los colores (magníficos, de punta a punta), Villarrubia agrega unas texturas perfectas, que ensucian el dibujo de Corben y a la vez lo levantan. Entre dibujo, color y texturas, Corben y Villarrubia logran climas sencillamente asfixiantes, que se te impregnan y te acompañan incluso cuando terminás el libro. Un deleite.
Y bueno, cuando te den un poquito de desconfianza Barack Obama, Beyonce, Lenny Kravitz y todos esos negros ricos y glamorosos, acá te va a estar esperando Cage para mostrarte otra visión, más jodida pero más honesta, de la realidad de los afroamericanos en las grandes urbes yankis. Power, man.

martes, 29 de noviembre de 2011

29/ 11: KING OF NEKROPOLIS


Hora de reencontrarnos con uno de los fetiches de este blog, el genio croata Danijel Zezelj. Esta vez la felicidad es doble: no sólo tengo en mis manos una nueva novela gráfica escrita y dibujada por el ídolo, sino que además se trata de una edición argentina, a la que casi cualquiera que se lo proponga puede acceder sin mayor dificultad.
Lo más importante es, ante todo, la calidad de King of Nekropolis. Y por suerte estamos ante una obra realmente excelente, rica en lecturas, en climas, en silencios, y con un guión que nos muestra a Zezelj en un nivel altísimo, muy por encima de lo que habíamos visto (a principios del año pasado) en Rex. Acá, el croata nos cuenta un drama familiar conmovedor, profundo, complejo, pero disfrazado de hard boiled. De las 96 páginas que tiene la novela, más de 70 siguen a rajatabla los preceptos del hard boiled, aunque sin femme fatales. De pronto, el guión pega un giro impredecible y la relación entre los personajes se modifica de golpe (aunque con total coherencia) para que ya nada sea lo mismo. Así, las últimas páginas se convierten en un panorama que se abre hacia la incertidumbre, la perplejidad y –lo mejor de todo- las secuencias más jugadas, más honestas, más fuertes de la novela.
Zezelj dosfica perfectamente la información, de modo que, cuando revela su jugada maestra, el lector haya tenido la chance (en mi caso desaprovechada) de haber deducido la verdad antes de que los personajes la expliciten. Para lograrlo, mecha con maestría los flashbacks a la infancia y juventud de Azz (¿homenaje a Azzarello?), el protagonista de King of Nekropolis. Los flashbacks le agregan sustancia y complejidad a la trama y más carnadura humana a un protagonista que –de otro modo- resultaría demasiado frío y desapasionado. Y cuando llegan las revelaciones, impactan de verdad, te sacuden en tu asiento mientras pensás “No! ¿En serio? Qué boludo, cómo no me di cuenta!”.
El único defecto que se le podría achacar a King of Nekropolis es que cuenta en 96 páginas una historia que bien podría haberse contado en 32. Zezelj elige un ritmo exasperantemente pachorro, casi de cine francés. El croata se juega muchísimo a crear climas con silencios, miradas, paisajes... viñetas y viñetas, páginas y páginas, en las que la acción no avanza. Pero logra su cometido: te pone nervioso, te mete en la historia, transmite con fuerza su mensaje de memoria, verdad y justicia, te deja pensando acerca de la libertad, la identidad, lo que dejamos cuando nos vamos de este mundo... y además prescinde casi por completo de la machaca. En toda la novela habrá... siete u ocho viñetas en las que se reparten piñas, patadas o fierrazos en la cabeza.
Por supuesto, toda esta triquiñuela de estirar con los climas, silencios y paisajes funciona porque todo está dibujado como la hiper-concha de Dios por un Zezelj inspiradísimo, que una vez más nos regala con ilimitada generosidad su pasmoso dominio sobre el claroscuro. King of Nekropolis está llena de cositas de Alberto Breccia, del primer Enrique Breccia, de José Muñoz... todos los grandes del claroscuro conviven en esta ciudad en la que manchas negras, espacios blancos, esfumados y fotos retocadas se entrelazan en una danza extrema, de increíble fuerza expresiva e inenarrable belleza plástica.
Y aún así, toda esa magia no alcanza para opacar el principal logro de Zezelj en esta obra que es el armado de las secuencias, la elección de los planos, la forma en que plasma la acción, las elipsis, todo lo que hace al ritmo del relato sorprende y gratifica incluso más que el hipnótico despliegue gráfico de un dibujante a esta altura superdotado.
Con trabajos como este, Danijel Zezelj hace méritos para que sus fans no lo veneremos sólo como a un eximio dibujante, sino también como a un historietista completo, a un narrador totalmente afianzado, con control molecular sobre el medio en el que incursiona. Larga vida a este Rey y ojalá esto venda mucho y pronto se editen más trabajos de Zezelj en Argentina.

lunes, 28 de noviembre de 2011

28/ 11: LA HORA DEL FAN SERVICE


No, tranqui... No se viene un post lleno de dibujos de minas en bombacha y corpiño. Este es fan service de otro nivel, es convertir a los fans y lectores del blog en protagonistas de un nuevo (y probablemente último) post acerca del tema de las traducciones. Los comentarios que dejaron en estas últimas semanas fueron tantos y tan interesantes, que me generaron ideas que quería compartir en este espacio.
Lucas Fulgi, por ejemplo, hacía mención a las editoriales que traducen traducciones y recordaba (aunque sin precisión) un manga traducido desde el inglés al español.
Eso es MUY frecuente. En todo Occidente hay editoriales crotas que, en vez de contratar traductores que sepan japonés, ponen a cualquiera a traducir del inglés una edición yanki de ese mismo manga, o más fácil: a retocar la traducción española para cambiarle algún localismo. Una anécdota poco conocida es la de la edición argentina de Bone, que duró muy poquito, allá por 1998-99. El traductor era el mismísimo Carlos Trillo (!) y no traducía al castellano leyendo a Jeff Smith, sino que trabajaba a partir de la edición italiana que –según el maestro- tenía diálogos brillantes. Yo no lo puedo afirmar porque siempre leí Bone en inglés, pero –en principio- me parece un delirio traducir un comic yanki a partir de una traducción italiana.
Inevitablemente, íbamos a caer en el debate acerca de traducir o no los nombres de los comics. Sobre ese tema, Gustavo Ippolito decía “Ni hablar con la moda esta de mantener los nombres en inglés de las ediciones locales de revistas yankis. ¿Qué necesidad de ponerles "Amazing Spider-Man", Avengers o "Identity Crisis" cuando son títulos perfectamente traducibles? Claro, entiendo que así se deben ahorrar un dolor de cabeza en retoques de tapa”.
No, no es tanto para ahorrarse dolores de cabeza, sino para ahorrarse unos mangos. De nuevo, las editoriales crotas eligen –con deleznable criterio- dejar los nombres de las revistas en inglés para no pagarle a un diseñador gráfico por crear un logo parecido al de Identity Crisis, pero escrito en castellano. Para mí, esa es la única explicación válida.
Pablo Zambrano ensaya otra. Dice “muchos mangas y manhwas de Ivrea cuyos títulos eran perfectamente traducibles (Fushigi Yugi o Nabi, por ejemplo), supongo que los dejaron en sus respectivos idiomas por una cuestion de que eran más cortos y marketineros”. Y yo, claramente, no estoy de acuerdo. Si el título hace mención a algo (no a alguien), para mí hay que traducirlo. Y cuando no se traduce, es para ratonear unos pesitos, no por una cuestión de marketing, a menos –claro- que sea un título recontra-consagrado, que todo el mundo conoce en su idioma original. Dragon Ball, ponele. No hace falta ponerle “Bola de Dragón”... aunque en la edición catalana lo hicieron! En Cataluña, Dragon Ball se llama “Bola de Drac”.
Pero el resto de los títulos (Rurouni Kenshin, Vagabond, Monster, Death Note, Saint Seiya...) si no son nombres propios, de personas físicas, me parece fundamental que se traduzcan al idioma en el que se van a consumir. Por ahí estoy loco, pero me parece más marketinero “El Cuaderno de la Muerte” que Death Note. Porque mucha más gente entiende de qué carajo estamos hablando con sólo ver el título. Los ponjas están en otra situación: para ellos sí, es mucho más marketinero ponerle a los mangas nombres en inglés que en japonés, porque el inglés les permite saltar hacia afuera de la islita. Es el trampolín para llegar al resto del mundo y los tipos piensan cada producto a partir de su impacto GLOBAL. Pero que nosotros nos enteremos de que existe tal manga a partir de un título en inglés, no quiere decir que en el habla hispana deba consumirse con ese título.
Pero esto es todo ideológico, son detalles sumamente opinables. Nada de esto hace a lo importante, que es la calidad (a mi juicio, bastante pobre) de la mayoría de las traducciones que consumimos los hispanoparlantes.
Y me quedé sin espacio para meterme con otro debate, que tiene que ver con las traducciones (o no) de los nombres de los personajes. Quedará para la próxima...

domingo, 27 de noviembre de 2011

27/ 11: DMZ Vol.8


Esta vez me aguanté poco y nada para retomar la durísima historia de esta New York convertida en zona de guerra gracias a la imaginación y la mala leche de Brian Wood y Riccardo Burchielli. Y una vez leído el tomo, llego a esta conclusión: maten a Matty Roth, ya. Es lo que no funciona en esta serie, ya no tengo dudas. Claro, es el protagonista, y por cómo se viene armando la trama, lo más probable es que en el próximo tomo, o a más tardar en el Vol.10, al que hagan mierda sea a Parco Delgado. Pero el que se merece morir ya y dejarle el protagonismo a otro personaje más copado, es Matty.
En este tomo, cuando reaparece su padre (después de varias sagas en el banco de suplentes) y lo inciniera en público, Matty pega un nuevo giro impredecible, pero además reprobable, imposible de bancar. Ya sabemos que es un pichi, un veleta que va para donde sopla el viento. Aún así, en la saga Hearts and Minds se va al carajo, mal. Y no sé si Wood tratará de recuperarlo, pero ya no me interesa. No dejo de comprar DMZ sólo porque deben faltar no más de cuatro tomos para el final y porque Wood escribe demasiado bien, y la temática me interesa demasiado. Los méritos para que uno mande a esta serie a la mierda están, y los hace todos Matty Roth, el protagonista, nada menos.
El primer arquito del TPB es una historia marginal, sin Matty, ni Zee, ni Parco, ni nadie. Está muy buena, es una historia dura, trágica, profunda, jodida... que se podría haber contado en muchísimas menos páginas. Leída en TPB, está todo bien. Te comprometés con la trama, seguís a full al personaje central (un ex-policía que perdió a su familia), vas para adelante más rápido que en un comic normal, pero sin sufrir. Ahora, el pobre gil que leía esto en su formato original de revistita con 22 páginas de historieta, se habrá querido matar: tres meses de tu vida y 9 dólares de tu billetera para leer... tres fetas de nada! Tres cachitos de una historia chiquita, con cero peso en la trama global, y encima dibujada por Ryan Kelly, que no es choto, pero está a años luz de ser un virtuoso o un distinto.
Y después sí, la más extensa Hearts and Minds, donde de nuevo ganan por goleada el bajón y la desesperanza. El Vol.7 situaba a Matty y al resto del elenco en un contexto más bien político, lo cual pintaba interesante. Se ve que para Wood era un embole, y en este tomo ya vuelven las tropas armadas, los combates en las calles, las explosiones y todo el bolonki de los primeros tomos, pero ahora con Matty metido ya no como testigo sino como protagonista (y en una de esas, artífice) de las matanzas. Hay algo así como un sustento ideológico para combatir, por lo menos por parte de “los buenos”, pero todo está enchastrado con mentiras y corrupción, que ya no vienen sólo del lado de “los malos” (el gobierno de los EEUU, los medios masivos y el hiper-conglomerado Trustwell). O sea que de aquel tono esperanzador del Vol.6, no quedaron ni los más mínimos vestigios. Esta serie volvió a ser –como al principio- una lectura heavy metal, más dolorosa que una picadura de avispa en un huevo.
De Ryan Kelly (dibujante del primer arco) no vamos a hablar mucho más. Cualquier cosa, chequeá la reseña del Vol.2 de Northlanders, donde lo vimos en equipo con Wood, allá por principios de 2010. Y del compañero Burchielli ya hemos hablado muchísimo, pero tengo que repetir algo que comenté la vez pasada: qué pena que este tipo no aproveche las páginas de poquísimas viñetas para lucirse más. El tipo es bueno, narra bien, no necesita chorear fotos para crear un entorno absolutamente verosímil, pero por algún motivo, le escapa al lucimiento como las gatas a Pepe le Pew. ¿Será que no se considera ni remotamente virtuoso? ¿Será que lo adoctrinan a latigazos para que no se olvide jamás de que la estrella de DMZ es Brian Wood? ¿O tendrá poquísimo tiempo para laburar y por eso cuando hay pocas viñetas zafa con dibujos más grandes, pero sin ponerles ninguna dedicación extra? Un misterio...
Estirada hasta el infinito, con un protagonista patético y una temática de difícil digestión, DMZ ya dejó de figurar entre las series indispensables. La banco hasta el final, pero no la recomiendo con el fervor religioso de los primeros tomos.

sábado, 26 de noviembre de 2011

26/ 11: LANGER FOR EXPORT Vol.2


Entre tsunamis, Obamas, gripes porcinas, wikileaks, franjas de Gaza y elecciones en varios países, los últimos... dos o tres años fueron generosos en materia de sacudones impactantes para los que observan la política y la sociedad desde una óptica más global. Uno de esos es Sergio Langer, quien reincide en la editorial peruana Contracultura con un segundo libro de chistes centrados en las noticias, en la actualidad candente de esta fosa séptica a la que algunos llaman “planeta Tierra”.
Este segundo tomo se diferencia del primero principalmente porque tiene muchos chistes basados en la realidad peruana, con menciones a la política, el espectáculo y hasta la gastronomía del país hermano, que seguramente si no sos peruano te costará entender. Otros chistes son más globales, se pueden entender en cualquier lugar de Latinoamérica, aunque no tengan localismos argentinos (sospecho que estos fueron reemplazados por localismos peruanos para esta edición). Los que no fueron reemplazados son los localismos españoles, en chistes y tiras que parecen realizados por Langer a pedido de algún medio de la Madre Patria.
Y por supuesto están los chistes que se entienden en cualquier país: los yankis hiper-obesos y su culto absurdo a los chumbos, los curas pedófilos, las atrocidades infinitas entre árabes y judíos, el daño sostenido al medio ambiente, la ambición desmedida de un capitalismo caníbal, la idiotez enlatada que venden los medios masivos, el boom fuera de control de Twitter y Facebook, el festival interminable de los políticos que mienten en campaña, el racismo, la pobreza... todos temas a los que Langer sigue de cerca hace años y en los que ya está descomunalmente afilado, siempre listo para entrar con los tapones de punta, a quebrar a la hipocresía, a la farsa, a la corrección política que sólo sirve para tapar abusos e injusticias.
Entre ese alud de chistes, se colaron dos historietas: una excelente, de la serie Clase Media (que sale en Barcelona) y una de dos páginas, Valium, con un dibujo impresionante, pero con un guión que apenas arrima a lo aceptable. El resto son chistes de una o dos viñetas, dibujados en estilos distintos. Acá vemos desde un Langer light, casi de línea clara, hasta un Langer visceral, poseído por un pincel salvaje, que potencia su expresionismo hacia el carajo y más allá. Incluso en estos chistes dibujados más al extremo, a la pincelada bestial, Langer gana en equilibrio al agregar las tramas mecánicas, otro rubro en el que el dibujante de La Nelly está cada día más canchero.
Y bueno, para seguirla, te tendría que contar los chistes y ya sabés que no da. Sólo me falta recomendar fervientemente este libro a todos los cultores del humor corrosivo, venenoso, de irreductible mala leche. Y envidiar sanamente a los amigos peruanos, que tienen la posibilidad de conseguir fácil y barato trabajos de Langer que acá, en su país, conocemos sólo los fans más hechos mierda.

viernes, 25 de noviembre de 2011

25/ 11: INCOGNITO Vol.2


Allá por Marzo de 2010 (para mí, hace como mil años) reseñé el Vol.1 de esta maravillosa serie publicada por el sello Icon, la línea creator-owned de Marvel. Casi todo lo dicho aquella vez coincide con lo que tengo para decir esta, así que recomiendo repasar aquella reseña.
Esta vez, la diferencia más notoria es que hay menos slice of life. Ed Brubaker y Sean Phillips mandan a Zack Overkill, el protagonista de la saga, a tratar de encontrar a otro doble agente, Simon Slaughter, quien se infiltró tiempo atrás en la agrupación terrorista Level 9 y ahora está por asumir el control de la misma. Para que la operación llegue a buen puerto, Zack tiene que aparecer jugando claramente para el lado de los malos, y la trama se centra sobre todo en eso: en la reinserción de Zack en el hampa, su regreso a los tugurios, los prostíbulos, los clubes de pelea clandestinos, las covachas peligrosas donde se juntan los post-humanos que viven por afuera de la ley. Eventualmente llegarán el encuentro con Slaughter y la resolución de otra línea argumental, relacionada con el origen de Zack, muy bien explicado por Brubaker en el tomo anterior. Pero lo que más páginas ocupa, lo que parece interesarle más a los autores es este descenso del protagonista a las profundidades de la ilegalidad, descripto a fondo, sin escatimar momentos sumamente heavies y perturbadores.
Como vimos en el Vol.1, todo funciona tan bien principalmente gracias al gran trabajo que hace Brubaker a la hora de construir al protagonista, un tipo jodido, violento, por momentos malo de verdad, al que el guionista nos muestra en una especie de tránsito involuntario hacia algo así como una persona, si no buena, por lo menos redimible. De la mano de la agencia secreta S.O.S., Zack trata de hacer buena letra, de sublimar sus instintos más corruptos, pero de pronto la orden de arriba es “volvé al lado oscuro y comportate de nuevo como un hijo de mil putas, así nadie sospecha que seguís operando para nosotros”. Y ahí va Zack, no confundido, pero sí con un dilema ético permanente, muy manifiesto y muy interesante.
Estamos ante una historieta de chabones musculosos con superpoderes, pero que no se parece en nada a las típicas epopeyas de héroes contra villanos. Acá la mano viene de keruza, con traiciones impredecibles, runflas malignas, información que se filtra por todos lados y una sensación mucho más de thriller, o de novela de espionaje que del clásico comic de superhéroes.
Buena parte del mérito le corresponde al maestro Sean Phillips que, de nuevo, pela una labor notable, con grandes hallazgos en la narrativa y un trazo fuerte, vigoroso, en el que se cuelan cositas de Kevin Nowlan, Duncan Fegredo y el ídolo de Phillips, el inolvidable Jorge Zaffino. Phillips crea climas densos y ominosos en las escenas tranqui y estalla como una supernova cuando el guión le abre las puertas al kilombo, ya sea por el lado de la machaca (que hay bastante) o en esa especie de orgía, en la que Zack empieza revolcándose con tres yiritos y termina... nah, mejor no te cuento cómo termina. El color está a cargo de Val Staples y es correcto, pero sospecho que esto publicado en blanco y negro tendría prácticamente el mismo atractivo y el mismo impacto que publicado a color.
Difícil engancharse en este segundo tomo de Icognito y entender todo, así que mi recomendación es arrancar cuanto antes con el primer libro. Ed Brubaker y Sean Phillips son una dupla a esta altura insumergible, a la que da gusto seguir en esta rara, oscura y adictiva historia de un ex-supervillano convertido en agente secreto.

jueves, 24 de noviembre de 2011

24/ 11: SHOWCASE PRESENTS THE HOUSE OF MYSTERY Vol.3


Sí, no aprendo más. Me fumé otras 520 páginas de historietas de misterio de DC de principios de los ´70, esta vez de la serie más conocida, coordinada por el maestro Joe Orlando. Y es más de lo mismo, a full. Ya conté varias veces que debería ser muy difícil escribir historietas para estas revistas, en tanta cantidad y con tantas restricciones. Por eso no es para escandalizarse cuando uno nota cómo se repiten alevosamente un par de fórmulas en los argumentos. Una ya la vimos mil veces: el avechucho inescrupuloso mata/ estafa/ se saca de encima a alguien para su propio provecho, y al final pasa algo sobrenatural, inesperado, con lo cual el avechucho termina empomado, pagando muy caras sus transgresiones. La otra es esta: un tipo hace un pacto con Satanás para obtener prevendas o poderes especial y al final Su Satánica Majestad lo garca con la letra chiquita del contrato. Y eso se repite una y mil veces.
Salvo alguna que otra joyita perdida de Len Wein o de Steve Skeates, los guiones son chatos, con poquito vuelo. Abusan de la ambientación histórica (sobre todo el Siglo XIX), pero creo que es porque la mayoría de los guionistas desconocían la época en la que vivían. Los guiones ambientados en el presente (principios de los ´70) parecen de los ´50: no hay mujeres en roles protagónicos, no hay negros, recién en el último episodio se hacen cargo de que existe el rock... De hecho, cuando House of Mystery pasa a ser una revista de 100 páginas, cada número incluye –además del material nuevo- varias reediciones de historietas de los ´50 y ´60, y te das cuenta de que son antiguas por el dibujo nomás, porque los guiones casi no evolucionaron. Como siempre, entre tanta idea gastada se cuela alguna de esas que hoy se podrían estirar 60 números en alguna serie de Vertigo, por supuesto “desarrollada” y resuelta en no más de 11 paginitas.
Por suerte hay muy buenos dibujantes que reman en el océano de polenta para que esto llegue a buen puerto. Como ya vimos el año pasado en House of Secrets, estas revistas se nutrían en buena medida de la mano de obra barata y confiable que venía de Filipinas. Ahí están, entre muchos mediocres bienintencionados y verduleros irredentos, el maestro Alfredo Alcalá en un nivel increíble, un inspiradísimo Néstor Redondo, un sólido E.R. Cruz, un Tony De Zuñiga que experimenta y la rompe y –en un puñadito de historietas- el Maradona de Manila, el distinto, el virtuoso, el vanguardista, el descomunal Alex Niño. The Witching Hour tenía como gancho a Alex Toth, y House of Mystery tiene como abanderado a Alex Niño, que no está ni a palos todos los números, pero cuando aparece, te detona las retinas con sus claroscuros mágicos y su línea recontra-estilizada. Un nerdgasmo, diría Kick-Ass.
Por afuera de Filipinas, aparecen también algunas lindas colaboraciones de Berni Wrightson, un Frank Thorne muy limitado, muy cabeza, los chistes de Sergio Aragonés, material antiguo pero hermoso de Jack Kirby y Carmine Infantino, una historia muy bien dibujada por Ramona Fradon, otra maravillosa de Ralph Reese (¿qué será de la vida de ese tipo, que en los´70 dibujaba tan bien?) y dos cortitas del legendario Frank Robbins, prendido fuego, en una performance infinitamente superior a la que le vimos cada vez que trató de dibujar comics de superhéroes. Todo eso, por supuesto, reeditado en blanco y negro, sin el color de los ´70 que era más horrendo y pesadillesco que cualquier criatura de las que aparecen en estas historietas.
Este tomo salió a principios de 2009 y desde entonces, DC no reeditó más material de House of Mystery. Y está bien. Si alguien quiere leer más de tres Showcases de esta revista (más de 1500 páginas) es porque tiene serios transtornos mentales. Por ahí, llevando la receta del psiquiatra, en alguna comiquería yanki te venden baratas las revistitas de los ´70...

miércoles, 23 de noviembre de 2011

23/ 11: ICARO Vol.1


Ayer tuvimos un team-up entre un francés y un yanki y hoy redoblamos la apuesta: un francés y un japonés! Y de nuevo el francés escribe y el otro dibuja! ¿Qué saldrá de esta mezcla? ¿Un manga dibujado en sentido oriental, con guionista francés? Muy bizarro... Pero las especulaciones se terminan cuando te diga que el guionista francés es Moebius y el dibujante japonés es Jiro Taniguchi. Ya está, la reseña podría terminar ahí. El peso de esos dos nombres es tanto, que juntos me van a hacer colapsar el blog, si no la internet entera.
A ver: si no te dicen que lo escribió Moebius, Icaro se lee como un manga normal. La narrativa es típicamente japonesa y seguramente fue pensada 100% por Taniguchi. La acción va lento, el dibujo se cuelga para mostrarnos escenas pachorras, en las que no pasa nada, hay mucho énfasis en el movimiento, en las miradas, en los climas... Este tomo tiene más de 150 páginas y lo que sucede es más o menos lo mismo que lo que sucede en... 45 páginas de un comic yanki, o 30 de un comic europeo. O sea que estamos ante un relato muy, muy descomprimido, como casi todos los que dibuja Taniguchi.
La premisa del guión está muy bien: un chico que nace con el poder de levitar y crece bajo la supervisión de milicos y científicos, hasta que ya de grande (y con el poder de vuelo ya absolutamente desarrollado y controlado) hace un primer intento por escapar de su cautiverio y ver qué corno hay afuera de ese mega-instituto de ciencias naturales. El personaje central casi no habla, pero el eje –por ahora- no está tan puesto en Icaro, si no que los que llevan adelante la historia son sus captores: los científicos, la Teniente Coronel (una mujer homosexual de rasgos duros y personalidad durísima) y la hermosa y copada Yukiko, una integrante del equipo que investiga a Icaro y que desarrolla una relación especial con el chico volador. Además de la dinámica entre Icaro y estos personajes, hay un conflicto muy bien llevado que tiene que ver con humanos artificiales con el poder de auto-detonarse. Seguramente en el segundo (y último) tomo este elemento se integrará mucho más a la trama central, la que gira en torno a Icaro. Por ahora, la mezcla entre ciencia-ficción tranqui, runfla política heavy y relaciones interpersonales complejas, funciona muy bien. Veremos cómo se resuelve todo en el segundo tomo.
Mientras tanto, mientras todo avanza a un ritmo parsimonioso, la pulenta, lo que te mantiene soldado al libro, es el dibujo del sensei Taniguchi, grosso por donde se lo mire. El ídolo dibujó esta historieta entre 1997 y 2000, o sea que es anterior a varios de sus grandes hitazos, donde el dibujo está un poquito más redondeado. Todavía se parece un poco (no mucho) a Katsuhiro Otomo u a otros referentes del seinen ochentoso. Pero está la magia, el despliegue, la inverosímil capacidad de Taniguchi para que las escenas fluyan con naturalidad, para plasmar esos paisajes y esos decorados repletos de detalles microscópicos (que al estar editado en tamaño de TPB yanki se ven más y mejor) y para balancear las masas de blancos y negros, sin privarse de hacer uso y abuso de las tramas mecánicas, colocadas como los hiper-dioses. Las secuencias mudas, el sueño de la mamá de Icaro con el que abre el libro, las escenas de acción, todo está más que perfecto. Por si faltara algo, varios de los trajes que luce Icaro tienen el toque inconfundible de Moebius, pero dibujados por Taniguchi. Doble placer.
Mencionaba que esto está editado como TPB yanki y cabe agregar que –por algún motivo que ignoro- nunca se publicó en castellano. Además la editorial que lo publicó en EEUU se fundió hace años, con lo cual los dos tomos de Icaro son muy difíciles de conseguir. Yo tuve culo y conseguí baratos los dos tomos en inglés, pero la desesperación ya me estaba haciendo evaluar la posibilidad de comprarlos en italiano o francés. Por ahora, se recontra-justifica cualquier atrocidad que tengas que cometer contra tu tarjeta de crédito para sumar a Icaro a tu colección.

martes, 22 de noviembre de 2011

22/ 11: I AM LEGION


Vuelvo a un clásico de este blog: comic francés traducido al inglés. Pero esta vez hay una excusa casi convincente: el dibujante es yanki! Sí, ya sé... eso no hace que la historieta sea menos francesa, pero bueno, la verdad es que los yankis sacaron los tres tomos juntos en un libro que conseguí a muy buen precio y nada, no me iba a perder la oportunidad de leer completa esta saga de la que había leído sólo el primer tomo.
La verdad es que el guonista Fabien Nury apostó fuerte: metió terror, policial, espionaje y bélico, más un toque romántico, en una misma historieta, en sólo 170 páginas. Y además ambientó la historia en la Segunda Guerra Mundial, o sea que tuvo que investigar todo un contexto histórico. Un desafío colosal, del cual Nury salió recontra-victorioso, en andas de una hinchada que lo ovacionó de pie.
La trama tiene la complejidad justa: si se enroscaba más, nos perdíamos entre tantos personajes, tantos cambios de locación, de identidad y de lealtades. Si la diluía un toque, quedaba algo estirado, o excesivamente centrado en el gore, los asesinatos y las torturas. No quiero ser muy específico para no spoilear, pero digamos que todo gira en torno a un experimento de los nazis para utilizar en su favor los oscuros poderes de los “strigoi”, unos seres sobrenaturales a los que generalmente llamamos por otro nombre. Los buenos vendrían a ser los ingleses, que van a tratar de desmantelar la movida de los nazis, por supuesto sin saber que se enfrentan a algo sobrenatural.
Los personajes son muchos y muy variados, pero si tengo que elegir a un protagonista y bancarlo en todas, creo que me quedo con Stanley Pilgrim, el policía inglés a cargo de la investigación, que arranca con un asesinato medio extraño y termina con una conjura global, con millones de vidas en juego. Pilgrim demuestra todo el tiempo estar a la altura de unas apuestas que no paran nunca de subir, pero además no es el clásico héroe. No es el tipo atlético, copado, o que se las sabe todas. Nury se esfuerza para que lo veamos como a un tipo común metido en un kilombo muy, muy poco común. No quiero ahondar, realmente, porque toda la trama está atravesada por un montón de misterios, de personajes que juegan a dos puntas, de situaciones que se resuelven de modos tan impactantes, que si agarrás el libro manejando cierta data, sin duda va a perder emoción.
De todos modos, supongo que la mayoría de los lectores argentinos que le entren a I am Legion no lo harán por los méritos (sobrados) del guión, sino por el hecho de que lo dibuja el impresionante John “el Facha” Cassaday, otro que hizo méritos de sobra para ganarse el aliento incondicional de una hinchada gigantesca. Cassaday va por la figurita difícil del álbum para cualquier dibujante yanki, que es el libro para Francia, y va por triplicado. No prueba a ver qué onda con un tomito de 46 páginas, se juega la vida en una epopeya de 170, complicada por donde se la mire. Por la ambientación, porque requiere un equilibro sutil para no irse a la mierda con la sangre y el gore, por la cantidad de personajes y obviamente por la cantidad de viñetas por página que exige el guión de Nury. Por momentos, sobre todo en el primer tramo de la saga, el espacio para el lucimiento del Facha es ínfimo y su dibujo se ve apretujado entre miles de viñetas repletas de diálogos. Y aún así, el co-creador de Planetary pela y brilla como pocas veces, como para dejarle en claro también a los franceses que estamos frente a uno de los mejores dibujantes de estilo académico-realista que tiene hoy el Noveno Arte. Los colores de Laura Martin son fundamentales para sostener y potenciar los climas y para redondear un paquete que, desde lo visual, es absolutamente demoledor.
Vértigo, truculencia y volantazos impredecibles, en un guión formidable que cruzó el Atlántico para aterrizar en el tablero de una bestia asesina que la rompió de punta a punta. Los fans del comic europeo y los del comic yanki tienen un maravilloso motivo para encontrarse, para converger en una historieta que –me juego la chota- les va a encantar a ambos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

21/ 11: “IS VERY DIFICUL”, DIJO TEVEZ


Retomo el tema de las traducciones, y se me siguen ocurriendo obstáculos, puntos oscuros que te complican el proceso de traducir, sobre todo del inglés al castellano, que es lo que yo más hice.
Un problema que sólo existe a la hora de traducir historietas es que el castellano ocupa más lugar que el inglés (y el francés, más que el castellano). El inglés es un idioma riquísimo en monosílabos: millones de palabras fundamentales se escriben con tres o cuatro letras. El castellano requiere más letras para decir lo mismo. Por ahí encontrás una, dos, 100 palabras que son más cortas que su equivalente en inglés. Pero en el total del texto, el castellano requiere más espacio. Y en el comic, el espacio es tirano, porque el globo de diálogo, o el bloque de texto, vienen prefijados, integrados al arte original. No se pueden agrandar ni achicar. Entonces, una opción es achicar la tipografía (a riesgo de que el lector necesite lupa para leer los diálogos) y otra es reemplazar palabras por otras similares que requieran menos letras, sin cagarse demasiado en lo que quiso decir el autor original. De esa necesidad de “ahorrar letras” surgió “Bicho Azul”, por ejemplo, en reemplazo de Escarabajo, que tenía bastantes más letras que Beetle.
Un momento de mierda, molesssto, incómodo, llega cuando te das cuenta de que en inglés no hay diferencia entre “vos” y “usted”. Arrancaste toda la traducción haciendo que los tipos se traten de vos, o de tú, y de pronto uno le dice al otro “Mr. Richards” y se te cayó la torre de naipes al carajo. Hay que empezar de nuevo, pero ahora hablando de usted. Lamentablemente, la única forma de deducir si dos personajes angloparlantes se tutean o no, es si se llaman por el nombre de pila, o por “Mr. Algo”. En inglés no existen dos cosas que acá usamos mucho: una, llamarnos por el apellido, pero tratándonos de vos (“Che, Mendoza, dice Zapiola que la tenés adentro”) y otra, tratarnos de usted entre amigos (“¿Cómo anda maestro, qué se cuenta?”).
Los angloparlantes, además, tardan más en tomar confianza y tutearse. Compañeros de trabajo de la misma edad y la misma jerarquía se tratan de usted durante años, por ejemplo. Y el paso del usted al vos es muy explícito: -Mister Richards... –Call me Reed, please –Okey, I´m Benjamin. Acá ese protocolo es mínimo: -Ehhh, disculpe... –Disculpá -Ah, sí, disculpá: ¿sabés si acá para el 151?. Ni hace falta informarle al otro cómo te tiene que llamar. Sabe que te puede tutear, y eso alcanza. Después, si te dice chabón, flaco, loco, boludo o Reed, problema suyo. Ese momento en el que Reed dice “call me Reed”, suele traducirse como “llámame Reed” (que suena feo, poco natural), en vez de como “me podés tutear”. El tema del usted y el vos es un detalle menor, pero que requiere mucha atención.
Son muchos los puntos a tener en cuenta para salir mínimamente bien parado del kilombo que significa traducir un texto de un idioma a otro, pero seguramente lo más importante es 1) conocer a fondo el idioma original y sus distintas mutaciones regionales y socio-culturales, 2) manejar de taquito y sin fisuras el idioma en el que se va a consumir la traducción y 3) conocer a fondo el tema en el que te estás metiendo. Yo me divertí mucho traduciendo historietas, pero en momentos en que tuve que parar la olla, también traduje manuales de pianos electrónicos, balances de empresas, tarjetas de felicitación y bizarreadas varias. Y “feliz día, mami” lo entiende cualquiera, pero las funciones de un órgano Yamaha no, y ahí me las vi negras. Tuve que arremangarme y luchar contra tecnicismos que sólo manejan los que la tienen muy clara en el tema de pianos y sintetizadores, y yo no sé ni leer un pentagrama. Por supuesto, te sorprendería saber la cantidad de tipos y minas especializados en traducir manuales de pianos y balances de empresas que terminan por traducir comics, películas y dibujos animados.
Por eso, reitero por enésima vez mi recomendación, que es romperse el culo para leer las historietas en su idioma original. No es fácil (de hecho, yo ya me resigné a no aprender nunca a leer en japonés), pero sigue siendo menos frustrante y más barato que fumarse las traducciones en las que suelen meter mano iletrados, improvisados y verduleros varios.

domingo, 20 de noviembre de 2011

20/ 11: DMZ Vol.7


Después de demasiados meses, vuelvo a esta serie de Vertigo en la que Brian Wood y Riccardo Burchielli imaginan una nueva guerra civil estadounidense, con New York en el medio del kilombo. No quiero extenderme en explicaciones acerca del planteo y los personajes, así que te invito a hacer click en la etiqueta de DMZ y –en todo caso- repasar las reseñas de los seis primeros tomos.
En el Vol.6, el status quo de la serie cambió radicalmente y se sumaron dos nuevos personajes con mucho protagonismo: Parco Delgado y la mamá de Mattie Roth. De ellos dos, sólo Parco será central en este tomo. Un tomo que arranca con una historia tensa, profunda e impredecible en la que Mattie, lejos de la DMZ, se mete entre los soldados de ambas facciones que co-existen en Staten Island, cerquita de Manhattan. El dibujante, Kristian Donaldson, es bastante limitado, pero la historieta igual funciona.
Después tenemos una saguita de cuatro episodios que marca el regreso de Mattie a la isla, ahora gobernada por Parco Delgado. El argumento es bueno, pero está un poco estirado. Y tiene un problema menor, pero a la larga potencialmente jodido: Mattie, que arrancó siendo un pichi y juntó mucha chapa a lo largo de los seis tomos anteriores, acá vuelve a ser el gil, el pendejo crédulo, fácil de manipular, que va para donde sopla el viento, para donde le dicen que vaya los que la tienen más clara que él. Ahora tiene barbita y uan actitud de duro, de guacho recio que no se come ni la punta, pero en esta saga lo vuelven a forrear como en los primeros tramos de la serie. Recién cuando faltan cuatro páginas para el final del arco, Mattie muestra algo de esa chapa acumulada y le canta las cuarenta a Parco. Así, logra terminar el tomo con algo más que un empate decoroso, pero durante casi toda la duración del mismo padecimos (además de su habitual falta de onda) su vuelta al comportamiento pusilánime y errático del principio.
Es jodido bancar una serie en la que el protagonista resulta tan poco atractivo y contra ese escollo lucha Brian Wood episodio a episodio. Para el final del principal arco de este tomo, hay un nuevo cambio en el status quo y veremos cómo se desenvuelve Mattie en esas condiciones que él mismo generó. El problema es que siempre arrancamos remando de atrás, porque es un personaje bien desarrollado, bien pensado, pero con mucha menos onda que el protagonista promedio de cualquier serie de Vertigo.
Por suerte está también Zee, a la que Wood le otorga el protagonismo exclusivo del unitario que cierra el tomo y que –una vez más- es excelente. Si hasta acá Zee tenía mucha chapa, ahora ya es algo así como la Elemental de la Chapa, sin dudas el alma de DMZ. Este unitario está dibujado por Nikki Cook, la enésima fan de Paul Pope que intenta con poco éxito dibujar como el ídolo, y tiene algunos errores de anatomía y algunas caras medio fuleras. No es un horror, pero tampoco está bueno.
Y en el arco central, lo tenemos –cómo no- al tano Burchielli, muy comprometido, con muchas pilas en la narrativa, aunque no muy diestro a la hora de aprovechar la posibilidad que le da Wood de dibujar menos cuadros por página. Este arco tiene muchas páginas de una, dos o tres viñetas, y Burchielli no se juega a impactar con virtuosismo, ni a pelar nada que no haya pelado ya en los episodios en los que el guión le dejaba menos espacio para su lucimiento personal. Se limita a cumplir muy decorosamente, sin mezquinar, al nivel de siempre, que es dignísimo.
DMZ sigue por la senda de la especulación política, de la guerra vista desde la óptica de las víctimas, de la runfla y la ambición por un lado y el dolor y la desesperanza por otro. Una lectura densa, por momentos dura, pero siempre original, arriesgada y satisfactoria.

sábado, 19 de noviembre de 2011

19/ 11: RELATOS INSOLITOS DE SAMURAIS


Viene rara la mano con Hiroshi Hirata. El primer libro que leí, Héroes Anónimos, me resultó aburrido. El segundo, Orgullo de Samurai, me resultó hipnótico y fascinante. Hoy arremetí con un tercero, y la mitad de las historias me encantaron y la otra mitad casi me duerme, como si en vez de un comic fuera un lexotanil o un disco de Entre Ríos. Este tomo no brinda información acerca de las fechas en las que el sensei Hirata creó estas historietas (cosa que sí constaba en los otros), así que es imposible trazar una evolución, o ubicar este material en el contexto de las obras ya leídas. No sabemos si es anterior, posterior, paralelo... Pero vamos a las historias en sí, a ver con qué nos encontramos.
La primera se titula Lucha Contra las Inundaciones en el Feudo de Oogaki y es más aburrida que un reality show de vegetales. Acá Hirata mete toneladas de texto para contarnos hechos reales en orden cronológico, como si fuera un tratado histórico ilustrado. El dibujo es espectacular, pero el conflicto, la trama queda sepultada bajo el desmesurado aluvión de datos históricos.
El Incidente de Sakai tiene 32 páginas y podría tener 8. Arranca bárbaro, con una extensa secuencia de brutal acción, casi sin textos, se precipita en el medio, entre infinitas escenas protocolares, repletas de diálogos innecesariamente extensos, y levanta muchísimo al final. Es increíble como el mismo tipo que te deja estupefacto con su destreza narrativa, desplegada en esas primeras 11 gloriosas páginas, después te manda a dormir con secuencias densas al pedo, mal armadas, con la información mal distribuída. Muy raro...
La tercera historieta, El Incidente de Kashima, es sin dudas la peor. El conflicto no está bien planteado, no es interesante, no se desarrolla de modo atractivo, nada. Lo único que hay (y mucho) son escenas de tremenda violencia, con unas decapitaciones virulentas, que te hielan la sangre, dibujadas como los dioses, pero en un contexto en el que perturban más de lo que impactan.
Pará... ¿dije que la tercera era la peor? No, la cuarta es peor. El Clan de los Kanamori tiene los mismos problemas a la hora de plantear el conflicto, pero además es más aburrida. Hablan, hablan, hablan... y al final nunca sabés si el tipo acusado de ser un ninja infiltrado entre los vasallos del daimio era o no un ninja.
Mohee el Sirviente arranca una levantada. Es la historia de ambientación más cercana (1882), y acá ya se empieza a hablar de política, de derechos humanos, de una sociedad moderna que le da la espalda a las estructuras feudales tan presentes en la obra de Hirata. Y por primera vez aparece un personaje femenino con peso, la compasiva y valiente señora Chie. Esta historia, además, tiene las tres últimas páginas más shockeantes y tremendas que leí en mucho tiempo, una secuencia muda escalofriante en la que un tipo decapita a otro... con sus propias manos.
La sexta historia, Goemon el Hatamoto, sin ser brillante, es redondita, dinámica, dura lo que tiene durar, es profunda, violenta, muy humana y muy real. Está tan buena que podría incluirse sin desentonar en Orgullo de Samurai.
Y cerramos con otra historia de orgullo y abnegación, la bravísima Orden de Acuñación de Moneda, en la que un ronin casi indigente se enfrenta nada menos que al poder del dinero. El final es impredecible y conmovedor, pero lo mejor es cómo Hirata retrata al poder del dinero, en esa escena rayana en el grotesco en la que las minas se meten unos lingotitos de oro en la argolla y se excitan como si estuvieran garchando. El propio Iemochi, el encargado de emitir la moneda, es el que más desprecia el culto al dinero, con lo cual Hirata relativiza su rol de villano en la trama que, sin duda, es la mejor resuelta del libro. Y el dibujo pega un salto cualitativo importante respecto de las otras historietas (que ya eran notables), así que esta última es una verdadera maravilla.
Sigo sin poder resolver el misterio de Hiroshi Hirata, pero pienso volver a intentarlo pronto.

viernes, 18 de noviembre de 2011

18/ 11: DC COMICS PRESENTS GOTHAM NOIR


Volvieron los superhéroes, o casi. Porque Gotham Noir no es un comic de superhéroes. Es un Elseworlds en el que Ed Brubaker y Sean Phillips recrean la mitología de Batman en clave de hard boiled. Los comics de Batman, a través de los años, siempre tuvieron alguna mínima conexión, algún guiño, alguna intertextualidad (diría un académico) con la novela policial americana de los años ´30. En Gotham Noir eso se hace carne, pasa a ser lo central, lo definitivo.
Brubaker mete a Batman como personaje secundario en una historia donde están el ex-policía convertido en detective privado (más cerca de la botella de whisky berreta que de su familia), las femme fatales, los aprietes mafiosos, la corrupción política y un asesinato que salpica a medio mundo y tiene bastante de crimen pasional, con un garche prohibido escondido entre los pliegues del misterio. El detective al que se le vendrá la noche (y pocas veces la noche de Gotham fue más dark que en esta obra) es el mismísimo James Gordon, encargado de narrar la historia a través de excelentes bloques de texto, fieles al estilo clásico de Raymond Chandler, Dashiell Hammett y demás (aunque no todos escribían igual, claro). También tenemos muy buenas versiones de Selina Kyle (gatienzo, mal), Harvey Dent, el Jefe Zucco y hasta un magnífico origen alternativo para el Joker. Los roles de Batman y Bruce Wayne son chiquitos, pero coherentes, no se los ve demasiado metidos a presión.
Como suele suceder cuando Brubaker y Phillips se meten en la temática hard boiled, la historia es brava, áspera, y el pobre Gordon (que ya viene medio chapita por haber peleado en la Segunda Guerra Mundial) va a cobrar de lo lindo y a quedar varias veces al límite de la muerte, de la locura y –el límite que a él más le dolería cruzar-de la ética. Pero con huevos infinitos, juntará coraje para llegar al fondo del entuerto y para ganarse a un aliado fundamental en su cruzada contra los corruptos, que obviamente es Batman, en un efecto de espejo que refleja lo sucedido en Year One, cuando era el bati-oreja el que necesitaba a un cana honesto de su lado.
El dibujo no está al nivel de los mejores trabajos de Sean Phillips, pero bueno, son 64 páginas con muuuchas viñetas por página (casi nunca menos de 7). Seguramente hoy, 11 años después, con la dupla con Brubaker más afianzada, Phillips haría un trabajo mucho mejor. Igual esto está muy bueno, en parte gracias a la magia cromática del maestro Dave Stewart.
Como complemento, tenemos un unitario del Batman posta, que es parte de la recordada etapa de Brubaker junto a Scott McDaniel, esa cuyo primer año repasamos durante 2011 en este blog, gracias a las reediciones en TPBs para pobres. Acá de nuevo hay un rol importante para Catwoman y de nuevo vemos a McDaniel poner garra, sorprender con planificaciones de alto impacto, salir bien parado de desafíos narrativos complicados, y a la vez pifiarle a la anatomía de modo casi sistemático. El guión es básico: el enésimo regreso de Batman al callejón donde fueron asesinados sus padres, el obvio replanteo de “quién soy, por qué, cuándo dejé de ser Bruce para ser Batman” y giladas varias, esta vez con la variante de que el mensaje final, el broche, no es dark ni ominoso, sino esperanzador. Pobre Brubaker, no sé si sabía que tres meses después lo iban a rajar para darle cabida a la aberrante Hush, saga que catapultaría a la serie mensual de Batman a las ciénagas de la más fétida inmundicia.
Si no te compraste Gotham Noir cuando salió en formato prestige en 2000, aprovechá esta edición que es buena y barata. Esa historieta realmente vale la pena, más allá de que el paso de Brubaker por la serie regular haya sido algo desparejo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

17/ 11: 24, 31, ETC...


A pesar de su nombre choto, 24, 31, etc... era –a priori- un libro irresistible, porque ofrece cuatro historietas completas de Joaquín Cuevas, uno de los dos o tres autores más importantes del fértil panorama de la historieta boliviana. Cuevas es un clásico de las antologías y tener un libro 100% suyo reviste un enorme atractivo, es casi una obligación moral. El problema es el material que se eligió y cómo está editado.
El libro arranca con una historieta de 24 páginas realizadas en 24 horas y sin guión. Imaginate lo que es eso: bizarreadas sin pies ni cabeza, dibujo sacado con fritas, poquísimos cuadros por página, interrupciones al relato para que el autor aparezca a contarnos lo mucho que le cuesta mantener el ritmo de una página por hora, etc. La idea de hacer un comic de 24 páginas es buenísima. Lo que no está tan bueno es publicar ese comic en un libro, porque es un trabajo que no representa a la obra de Cuevas, no tiene ni por casualidad la calidad de las otras obras del autor. Me acuerdo que hace varios años un grupito de autores yankis (entre los que estaban Scott McCloud y Erik Larsen, entre otros) hicieron el jueguito de las 24 páginas en 24 horas y de ahí salieron algunas cosas más que dignas. De este desafío que superó Cuevas salieron 24 páginas torpes, precarias, con buenos dibujos mal acabados y puestos al voleo, no en función de un relato interesante. Ahí se nos fueron la mitad de las páginas de este tomito...
Otro desafío que afrontó Cuevas fue el de realizar 31 páginas en 31 días, para un blog. Ahí le fue muchísimo mejor. Casi todas las planchas son autoconclusivas y el autor va variando los temas: hay autobiografía (obvio), pero también hay comedias, delirios y bajadas de línea. Gracias al gran aprovechamiento que hace Cuevas del soporte digital, abundan los buenos dibujos, en el estilo más conocido del autor. Acá el problema es la edición: son historietas claramente pensadas para ser publicadas a color y en el traspaso a blanco, negro y grises, pierden buena parte de su encanto. Igual se disfrutan los guiones, que son redonditos e ingeniosos, y los trucos narrativos a los que apela Cuevas para sacar todos los días una página con buen guión, gran dibujo y espectacular color.
Y si lo que más te gusta de Cuevas son los trucos narrativos, lo que viene después te parte la cabeza: es una historieta realizada con la técnica de “lienzo infinito” (esa de la que tanto hablaba McCloud), en la que Joaquín encuentra su mejor forma, donde explotan con más fuerza su habilidad increíble como narrador y su manejo del lenguaje de la historieta. Por supuesto, se disfrutaría mucho más si fuera un desplegable, impreso de un sólo lado, pero bueno, publicada así (como historieta de 9 páginas) también es devastadora.
Esto es, en síntesis, un libro de rarezas, de sobras, de cosas extrañas, que a veces se parecen poco a lo que hace normalmente Joaquín. Y si bien estamos hablando de un referente ineludible de la historieta latinoamericana contemporánea, no me parece acertado que este sea el primer material de Cuevas que se recopila en libro. Me parece que daba para publicar estas cosas mucho más adelante, cuando ya estén editadas todas las obras importantes (y un par menos relevantes) de la carrera de Cuevas. Para empezar, yo hubiera ido a las historietas más conocidas (las de las antologías) y si la mayoría está pensada para color, hay que editarlas a color.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

16/ 11: SWEET TOOTH Vol.3


Hora de reencontrarme con otra de esas series de Vertigo realmente tremendas, dolorososas, de difícil digestión. En estos tres tomos, Jeff Lemire ya se aseguró de que suframos más que un hincha de Gimnasia, duhaldista y con herpes en la poronga. No quiero contar de nuevo el planteo argumental de la serie, en todo caso clickeá en la etiqueta y repasá las reseñas de los tomos anteriores.
Lo importante es que en este tercer arco Lemire avanza muchísimo los plots pendientes. De a poco, habilita data sobre Gus y su familia, que escaseaba y mucho, y en cualquier momento vamos a saber cómo se relaciona esto con las causas de la pandemia que devastó al planeta. Toda esta investigación está llevada adelante por un personaje que cobra muchísimo protagonismo en este tomo: el científico hindú Singh, con rasgos parecidos a los de Anoop Singh, te acordás? Aquel hindú al que el FMI mandaba para asegurarse de que Argentina cumpliera con las medidas que nos llevaron a ser uno de los países con más pobreza y más desocupación del planeta. Ese deleznable sicario jugaba claramente para los malos. Este, no sabemos. Es un personaje que se mueve en un terreno de atractiva ambigüedad, al que seguramente Lemire le reserva un rol importante en la saga, y al que usa para bajarle data al lector, como en ese unitario que abre el tomo, un magistral (y atípico) homenaje a Marv Wolfman y George Pérez. También hay bastante desarrollo para Doug Abbot (hasta ahora, el más hijo de puta de los villanos) y su hermano Johnny, para el jodido Glebhelm y para algunos secundarios más. Pero el protagonismo sigue en manos de Gus, cada vez más maduro y decidido, y de Jepperd, al que Lemire termina de definir y –ya que está- le pega otro golpe de extrema crueldad.
Hay miles de ejemplos del talento y la solvencia de este joven autor canadiense, pero me quedo con uno: al final del quinto episodio de los seis que recopila este TPB, Doug Abbot le revela a Jepperd que su hijo, al que él creía muerto, está vivo. Es un híbrido y está en cautiverio. Ahí vos decís “llega a ser Gus y me corto la chota en fetas y le mando una por correo a Lemire”. A Lemire le quedan 22 páginas para impedir que su buzón se llene de sobres con fetas de chota de los lectores y además le tiene que dar un cierre al arco más ambicioso desde que arrancó la serie. ¿Cómo lo resuelve? Posta, no te lo puedo contar, pero es malignamente genial e impredecible.
Así como el Vol.2 era más pachorro, porque Gus estaba inmovilizado por los villanos, este es el más dinámico, el más jugado a la acción, y por supuesto el más violento. Lemire no se olvida de los climas intimistas ni de las secuencias tranqui, que tanto le dieron de morfar en sus obras anteriores. Están y la rompen. De hecho, el primer episodio es eso, ni más ni menos. Pero después se viene la machaca y la verdad es que pocos autores del palo indie norteamericano se bancarían dibujar la cantidad de tiros, piñas y cuchillazos que dibuja Lemire en este tomo.
El dibujo está un poquito... no sé si descuidado, pero por momentos, muy acelerado. A Lemire le sale bien, su estilo da para sacar páginas con fritas, para entrarle duro y parejo con la tinta, sin calentarse mucho en bocetar toda la página a lápiz. De todos modos, pela planificaciones tan arriesgadas, tan milimétricas, que es obvio que –aunque no las bocete- tiene las páginas recontra-meloneadas. Y cualquier rasgo de excesiva sencillez o incluso de precariedad que pueda tener el dibujo, desaparece cuando entra en juego el color, obra del maestro José Villarrubia. El español radicado en EEUU es en gran medida responsable de que el trazo zarpado, el expresionismo al límite que pela Lemire se vista de gala, gane en texturas, en climas, en profundidad, en impacto y en belleza. Son tantos los coloristas de Vertigo que merecen ir en cana, que lo de Villarrubia es triplemente loable y destacable.
Una vez más, un tomo de Sweet Tooth me deja mal, alterado, dolido, juntando fuerzas para no entrar a la web y leer en scans los episodios posteriores. Es una lucha, pero contra comics de este nivel, la pierdo con gusto.

martes, 15 de noviembre de 2011

15/ 11: BURMA CHRONICLES


Pobre pibe Guy Delisle... Compite con Joe Sacco a ver quién viaja a los lugares más chotos del planeta. Si no leiste la reseña de Pyongyang (página 51 del segundo libro del blog) te recomiendo leerla antes de seguir con esta...
¿Ya está? Bueno, Burma Chronicles cuenta las andanzas de Delisle en Birmania, el país al que la dictadura militar que lo gobierna desde fines de los ´80 decidió llamar Myanmar y al que en los países anglófonos se conoce como Burma. Como en Pyongyang, el autor combina las no-aventuras típicas del comic autobiográfico con un montón de información acerca de la vida en Birmania, su geografía, su cultura, su religión, su gastronomía y –sobre todo- los serios problemas de pobreza y desigualdad social, olímpicamente ignorados por un régimen totalitario que encarcela y tortura a quienes se le plantan en la vereda de enfrente.
La gran diferencia era que en Pyongyang (capital de Corea del Norte, si te llevaste Geografía a Octosto o Juliembre) el canadiense se encontraba con una población totalmente adoctrinada para apoyar de modo acrítico las excentricidades de la élite gobernante, mientras que en Birmania se encuentra con una población que está muy al tanto de las prevendas, los chanchuyos y las inequidades del régimen dictatorial, pero no tiene huevos para reaccionar. La gente agacha el lomo y sigue como siempre, clavada en el atraso y el oprobio, mientras la única líder opositora (galardonada con el Premio Nobel de la Paz) lleva décadas condenada a un arresto domiciliario que le impide aparecer en público y conducir al pueblo hacia la rebelión, o forzar una salida democrática.
En el medio, Delisle analiza (sin meterse demasiado a fondo) el rol de las Naciones Unidas, las potencias centrales, las multinacionales, los países vecinos y las organizaciones no gubernamentales que están presentes en Birmania, todas defendiendo sus propios intereses, excepto las ONGs, que gambetean como pueden las restricciones de la dictadura para ayudar a paliar las deficiencias sanitarias, educacionales y nutricionales de la gran masa del pueblo birmano, abandonado a su suerte por la cúpula militar.
Y aún así, Burma Chronicles no es un comic abiertamente socio-político. Lo Delisle es más abrir grandes los ojos y decir “boludo, no puedo creer que pase esto” que armar la barricada y erigirse en improbable oposición a la dictadura. ¿Por qué? Porque tiene otras cosas que hacer: viajar, conocer, acompañar a su esposa (que trabaja para Médicos Sin Fronteras), criar a su hijito Louis, dar clases de animación y –por supuesto- dibujar historietas, que de eso vive. Todas esas actividades de Delisle, su vida social, su ocio, etc., comparten protagonismo con la faceta “testimonial” de la obra y van casi siempre para el lado contrario, es decir, para el lado de la comedia costumbrista y de choque de culturas. Que además es el terreno donde el canadiense la tiene más clara. El equilibrio entre ambas cosas está tan bien logrado que probablemente sea lo más interesante de la obra. ¿Algo para criticar? Sí, es un poco larga. Son más de 260 páginas y te tiene que interesar demasiado el tema para fumártelas todas sin decir “uh, loco... ¿falta mucho para que vuelvan a Francia?”.
El dibujo, una vez más, es excelente. Bajo la aparente sencillez del trazo de Delisle se ocultan un virtuoso del lápiz, un gran observador y un narrador nato. Esta vez se nota claramente que los grises están aplicados con técnica digital, sin ese truquito para que parecieran puestos a lápiz que vimos en Pyongyang. Y de nuevo suman muchísimo a las composiciones tanto de las viñetas como de las páginas. En general, toda la faz visual se ve mejor y más sólida que en las obras anteriores de Delisle, como si de pronto hubiese recibido una transfusión de sangre de Miguel Gallardo, además de la influencia más obvia, que es la de Lewis Trondheim.
Si te interesa conocer la remota, exótica y cuasi-aislada Birmania de la mano de uno de los grandes autores de la historieta francófona actual, Burma Chronicles es un trip del cual no te vas a querer bajar ni a palos. Mingalaba!

lunes, 14 de noviembre de 2011

14/ 11: NORTHLANDERS Vol.3


Cuando reseñé el Vol.4 de Northlanders comenté que nunca había visto el Vol.3 y ni sabía qué traía. Bueno, ya me enteré, y la verdad es que el Vol.3 es un librazo de la San Puta. A diferencia de los otros tomos que había leído, no trae una saga extensa dibujada por un sólo artista, sino que reúne varias historias cortas (de uno o dos episodios), todas escritas por Brian Wood y con distintos dibujantes. Veamos.
Arrancamos con una historia de dos capítulos, maravillosamente dibujados por Dean Ormston, un británico al que los fans de Vertigo tenemos muy junado y con el que siempre es un placer reencontrarnos. Acá el personal trazo del británico (por momentos, una bizarra cruza entre Frank Quitely y Jeff Lemire) se ve realzado a niveles gloriosos por el color... que es obra del propio Ormston. Un hallazgo, sin duda, haberle permitido colorearse a sí mismo. El guión de Wood es áspero, incómodo, terrible y muy jugado al contrapunto entre los normandos y los sajones, con énfasis en las diferencias entre las religiones que ambos pueblos profesaban. No faltan las ingentes dosis de violencia, pero acá hay bastante sustancia, bastante elementos muy ricos para el análisis.
Le sigue un unitario, dibujado por el griego Vasilis Lolos, a quien había oído nombrar pero no había leído nunca. Acá me encontré con un verdadero salvaje de la pluma y el pincel, un tipo con un trazo fuerte, expresivo, al límite de perder el control, pero con una muy buena narrativa. A Lolos (y a los próximos dos dibujantes) los colorea Dave McCaig, con gran cuidado y gran énfasis en los climas. El argumento es sencillito: apenas un duelo entre dos campeones que luchan en defensa de sendos señores feudales. Pero Wood aprovecha para meter información sobre las costumbres vikingas, las técnicas de combate, las armas y demás datos que se ve que investigó a full y se le complicaba meter en las historias más ambiciosas.
La tercera historia también tiene dos episodios y es la mejor del tomo, no sólo porque presenta y desarrolla a tres personajes increíbles (Lif, Thyra y Grettr, tres normandas de una aldea en la que los hombres murieron combatiendo a los sajones), sino porque además la dibuja con mega-pilas el genio croata Danijel Zezelj, del que no me canso de hablar maravillas. Por suerte, el colorista McCaig entiende el claroscuro extremo del croata y lo complementa a la perfección: le suma vuelo, profundidad y belleza a un trabajo impresionante. El guión es complejo, intenso, repleto de momentos heavies, con un gran balance entre la machaca sanguinolienta y el desarrollo de personajes mediante notables bloques de texto y excelentes escenas intimistas. Es el tramo del libro con más texto, pero también hay varias secuencias mudas, donde Zezelj se carga al hombro la responsabilidad de llevar adelante el relato, con resultados tan impactantes como hermosos.
Y cerramos con otro unitario que en realidad es una especie de epílogo a la primera saga de Northlanders, la de Sven, y como aquella, está magníficamente dibujado por el italiano Davide Gianfelice. De los cuatro dibujantes, Gianfelice es el más fácil de colorear y McCaig aprovecha para lucirse, a full. El argumento –de nuevo- es muy chiquito, pero desde el guión, Wood despliega su categoría, su habitual crueldad y unos bloques de texto absolutamente brillantes. Espectacular broche de oro para la saga de Sven y para un recopilatorio de Northlanders que entra con holgura a la lista de los imprescindibles.
Qué increíble lo emocionante y alucinante que resulta el mundo de los vikingos visto por un yanki, un inglés, un griego, un croata y un tano...

domingo, 13 de noviembre de 2011

13/ 11: LOST IN TRANSLATION


Además de los informalismos y localismos, lo más difícil de traducir de un idioma a otro deben ser los chistes. En el chiste escrito, cada palabra es tan, tan importante, que cambiar una sóla ya es jodido: imaginate cambiar todas y encima pasarlas de un idioma a otro. En el humor las palabras son graciosas por cómo suenan, por cómo se las ubica en la frase, por cómo se enfantiza a unas por sobre otras, y muchas veces la gracia pasa por cómo se deforman las palabras para convertirse en otras, que adquieren otro significado, otro sonido, otra onda. O sea que ponerse a traducir humor escrito es un sacerdocio, una ordalía para la cual la mayoría de los traductores no están capacitados. Y encima se nota, mucho. El humor verbal traducido por tipos sin gracia no funciona, colapsa por su propio peso. Los mecanismos del humor son sutiles y complejos, al igual que los de la traducción (más o menos respetuosa) de cualquier texto. Si sumamos sutilezas y complejidades y las ponemos en manos de cualquiera, seguramente llegaremos a resultados más catastróficos que los del gobierno de De la Rúa. Me acuerdo hace no muchos años cuando La Nación publicaba Calvin & Hobbes. Los chistes eran... otros! No decían lo mismo que los originales. A veces la idea era parecida, pero el texto no. Y casi nunca me causaban la menor gracia, a diferencia de los de Bill Watterson, que son joyas. En general, si en una traducción encontrás un chiste o un juego de palabras ingenioso o que te hace reir, estás ante un traductor muy, muy bueno.
Otra complicación para el traductor son las referencias culturales. A veces los personajes mencionan a celebridades (de la música, la tele, el cine, el deporte o la política) que son célebres sólo en su país. Y el traductor está en el horno, porque o no los conoce, o los conoce, pero se le complica explicarle a sus lectores de quién carajo están hablando los personajes. Hoy que existe el Google, es más fácil: googleás cualquier cosa que suene a referencia cultural y enseguida sabés de qué se trata. Hace 20 años era bastante más complicado. Yo tuve culo: la primera vez que viajé a la Convención de San Diego, ya estaba trabajando para Perfil y, si bien no sabía cuándo se iban a publicar, ya sabía qué series de DC tendrían edición nacional. En esa convención conocí personalmente a no menos de 50 artistas, algunos de ellos ídolos de toda la vida (Jack Kirby, Moebius, Berni Wrightson, Joe Kubert... infinitos), pero a uno sólo me lo chamuyé para que me diera su teléfono: Era J.M. DeMatteis, el responsable de los magníficos diálogos de la Justice League. Yo leía la Liga mes a mes en inglés y sabía dónde me estaba metiendo. Por eso lo encaré, le hice una breve entrevista (fantochada pura, nunca se me ocurrió publicarla) y al final le dije “Maestro, tengo que traducir tus comics de la Liga, que están llenos de referencias a gente, películas y discos que no conozco”. El tipo, con la mejor onda, me dio su teléfono y me dijo “Cuando estés trabado y no sepas qué mierda poner, llamame”. Y así fue. Yo tenía pocas horas para dedicarle a cada traducción y unas tres o cuatro veces por año, cada vez que me topaba con referencias inexpugnables a boludeces que sólo los yankis conocen, en vez de devanarme los sesos lo llamaba a DeMatteis y el tipo, con paciencia y voluntad, me explicaba de qué carajo estaban hablando los héroes o los villanos.
Después era mi responsabilidad explicarle eso al lector argento, y ahí había dos caminos: la llamadita (un numerito adentro del globo de diálogo con la aclaración escrita por afuera de las viñetas) o la analogía. La analogía es más jodida, porque no es verosímil: O sea, yo sé (porque me lo explicó DeMatteis) que Hollywood Squares era un programa de entretenimientos que acá se conoció como Ta-Te-Show. Y podría hacer que Mister Miracle dijera ser fan de Ta-Te-Show sin traicionar lo que quiso decir DeMatteis. Pero, ¿es creíble que un superhéroe yanki conozca un programa de Telefé conducido por Leonardo Simmons? No, porque si bien uno acepta la convención de que en la edición argentina los newyorkinos hablan en porteño, eso no los hace partícipes de la cultura porteña, ni argentina, ni hispanoparlante. Si la aventura transcurre en EEUU, los personajes NO PUEDEN conocer los programas de Telefé. Como diría Miguel Angel Russo, “son decisiones”...
Más sobre este tema en un próximo post.

sábado, 12 de noviembre de 2011

12/ 11: EL PREVIEWS DE ENERO


Hora de repasar lo que las editoriales yankis ofrecen para principios del año que viene, como para ir eligiendo y armando el canuto de dólares.
Marvel tiene tres libros interesantes: por un lado, el primer ULTIMATE COLLECTION del Daredevil de Ed Brubaker y Michael Lark, un power-broli con 12 episodios, 304 páginas y un precio que me asusta un poquito: u$ 29.99. Veremos si pinta más barato por algún otro lado.
También se anuncia el primer TPB de THE TWELVE, la saga por ahora inconclusa de J. Michael Stracyzynski y Chris Weston. No es caro, son 144 páginas por u$ 16.99, pero prefiero esperar a que haya terminado de publicarse toda la serie, no sea cosa que quede trunca y me clave.
Y por último, se anuncia el recopilatorio de SUPERIOR, lo nuevo de Mark Millar y Leinil Francis Yu, que me ceba, pero no como para pagar u$ 25 el hardcover. Espero el softco.
Dark Horse reedita en un sólo tomo todo TERMINAL CITY, otra joya de Michael Lark, pero escrita por Dean Motter. Son 368 páginas por muy garpables u$ 24.99. Lástima que tengo las miniseries de Vertigo completas y pocas chances de venderlas a u$ 25. Si no, me tiro de cabeza.
Y también sale AFRIKA, hermosa novela gráfica del maestro belga Hermann, que en castellano se consigue, pero carísima. En EEUU también será una obra cara: por sacarla en tapa dura, costará u$ 16, que para un libro de 64 páginas es mucho. Me sigo aguantando las ganas.
DC me sedujo con el primer Showcase de YOUNG LOVE, que reedita las historietas que leían mis compañeras de la primaria en la revista Susy, pero en blanco y negro y sin esas nefastas traducciones mexicanas. Dibujan entre otros John Romita, Mike Sekowsky y Gene Colan, así que entre cebamiento y curiosidad arqueológica se pueden pagar los u$ 19.99 que valen estas 544 páginas.
Vertigo me surte nuevos tomos de HELLBLAZER y de iZOMBIE, dos series a las que no me puedo resistir. Van u$ 14.95 para cada una.
IDW saca un libro muy interesante, WOMANTHOLOGY: HEROIC, que como su nombre lo indica es una antología a cargo de autoras mujeres, entre las que están Ann Nocenti, Gail Simone, Colleen Doran, Fiona Staples y alguna otra. Pero lo sacan en formato grandote y tapa dura y sale u$ 50. A comerla, espero la edición popular.
Image edita finalmente en softcover FRACTURED FABLES, otra antología, pero con trabajos de Mike Allred, Jill Thompson, Terry Moore, Shannon Wheeler, Whilce Portacio, Peter David, Ben Templesmith, Nick Spencer y otros. Son 160 páginas a u$ 19.99 y esta vez sí, compro.
La ignota Amulet Books edita la nueva antología dirigida por Kazu Kibuishi, el creador de Flight. Se titula EXPLORER: THE MYSTERY BOXES y ofrece 128 páginas por u$ 10.95. Negoción.
Dynamite empieza a reeditar el mítico DREADSTAR de Jim Starlin en formato omnibus, con 12 episodios en un mega-broli de 376 páginas. Pinta muy tentador, pero sale u$ 29.99 y es material que tengo completo en revistas. No le puedo dar prioridad, pero no descarto buscarlo a ver si aparece más barato por otro lado.
Y lo de Fantagraphics ya es maligno: reedita en un sólo tomo todas las historias cortas y raras del genial Joost Swarte (tal vez el mejor historietista holandés de la historia). IS THAT ALL THERE IS? es absolutamente fundamental, pero por editarlo a todo culo, me quieren cobrar u$ 35 por un libro de 144 páginas, y no: uno es cebado pero no suicida, ni millonario. Si más adelante se reedita en edición para pobres, cuenten conmigo.
Y no hay más. Se viene un mes casi tranquilo, sin mayores sobresaltos para el bolsillo, aunque me quedo con la vena hinchada por las papongas que –culpa de los formatos lujosos- no me puedo pedir...

viernes, 11 de noviembre de 2011

11/ 11: MANO A MANO


Este es un libro raro, de fines de los ´70. En sus páginas se mezclan un montón de historietas cortas, algunas de Carlos Giménez y otras de Alfonso Font. A fines de los ´70, Giménez ya era un número uno en España, pero a Font no lo conocía casi nadie, porque publicaba básicamente en el exterior. Recién en los ´80, con el boom de las revistas de historietas para adultos, este grosso se ganaría un lugarcito en el olimpo del comic español.
Los trabajos de ambos autores (muy amigos entre sí) no se parecen en lo más mínimo. Cada vez que aparece una historieta de Font, es una breve pieza de cuatro páginas, con viñetas grandes, un dibujo muy emparentado con el de los maestros franceses (con Jijé a la cabeza) y argumentos desbordantes de ironía y mala leche. Una especie de anticipo de lo que serán sus Historias Negras, aunque con un dibujo todavía no tan sólido como el que desplegará más adelante, sobre todo en las páginas de Cimoc. Sobre el final hay cuatro planchas de corte más humorístico, realizadas antes que las otras (en 1975), sin textos y con un dibujo un poquito más precario. Eso es olvidable. Las otras cinco historietas de cuatro páginas (todas de 1977) son fundamentales, especialmente Los Protectores y Deficiencia Ficción.
Por el lado de Carlos Giménez tenemos varias cosas distintas: primero, varias historietas de dos páginas, con muchas viñetas por página, y enroladas en temáticas costumbristas, historias ni dramáticas ni cómicas (o las dos cosas a la vez), de ambientación urbana, con un estilo de dibujo muy similar al que Giménez depuraría unos años después en Los Profesionales. Son historietas realizadas en plena transición, pero que no hablan de la represión, ni tocan ningún tema político. Se basan más bien en anécdotas, en personajes pintorescos de la ciudad, a los que seguramente Giménez conoció personalmente. La mejor dibujada es, lejos, Los Demonios Danzan en la Playa.
Y además de eso, hay ocho planchas de una serie llamada La Saga de los Menéndez. Esto está planteado claramente en joda, con un dibujo mucho más exagerado, mucho más próximo al de André Franquin. Cada página es una historia autoconclusiva (un chiste largo) protagonizado por la familia Menéndez, que se parece bastante a la familia de aquel entonces de Giménez. O sea que, una vez más, pero en una tónica totalmente distinta a la de Paracuellos, Barrio, o Los Profesionales, se vuelve a colar la autobiografía en la obra del genio madrileño. Y acá sí, Giménez baja un poquito de línea, sobre temas como el sistema de salud pública o la hipocresía reinante en la sociedad y cómo se traduce en la educación de los chicos. Pero todo eso empalidece bastante frente al dibujo del ídolo, acá totalmente endemoniado, jugado a claroscuros de alto impacto (la octava página parece una de las Ideas Negras de Franquin) y explosivo en la caricatura y el grotesco.
En apenas 48 páginas, Mano a Mano te lleva a pasear por los universos de dos autores, te bombardea con un montón de historias cortas, pasa por varios géneros y te gratifica con algunas historietas de inmejorables dibujos y otras de magníficos guiones. Una rareza, pero de las muy buenas.

jueves, 10 de noviembre de 2011

10/ 11: SCALPED Vol.6


Ah, bueno... La vez pasada, cuando comenté el Vol.5 dije que hasta el momento era el mejor tomo de la serie... Pindonga: este es mil veces mejor! Y no sólo porque dibuja todo R.M. Guéra. Acá, Jason Aaron pega giros zarpadísimos en la historia. Cada episodio, cada página, cada viñetas, además de ser excelente en sí misma, cobra infinita chapa por cómo resignifica todo lo que leímos antes. Aaron le saca al formato serial un jugo increíble, inverosímil. El tipo la tiene excesivamente clara y armó un verdadero mecanismo de relojería, un engranaje que funciona cada vez mejor, aceitado, sin fisuras, de esos que te obligan a releer cada tanto todo lo anterior para ver si el guionista nos está chamuyando, o sacando ases de la manga, o si realmente todas estas maravillas fueron sembradas en los episodios previos. Y sí, Aaron sembró todo lo que cosecha en este tomo.
Acá hace mierrrda, de modo tremendo, a uno de los protagonistas de la serie. Chau, siamo fuori. También se carga a no menos de dos secundarios muy importantes, en el tomo más heavy, más salvaje, más extremo de la serie que redefinió el grim ´n gritty. En este tomo recupera el protagonismo el cada vez más jodido Jefe Red Crow, hay muchísimo desarrollo para Dash Bad Horse y además secuencias en las que se lucen TODOS los otros protagonistas de la saga. Hasta Gina, la mamá de Dash, que murió en el primer libro. Esto es a todo o nada, y Aaron no se guarda nada. Lo único que escasea un cachito en este tomo es el sexo, porque los personajes hacen tantas cosas, la trama avanza tanto y tan de golpe, que ni tienen tiempo para echarse un polvo. Pero igual, aunque sea de fondo, siempre hay alguna puta semi-desnuda tomando merca, como para que no te olvides de que Scalped es el comic más sórdido del mercado.
Tengo muy poquito tiempo para escribir, así que no lo quiero malgastar en una catarata de infinitos elogios, que además son los mismos de siempre. No me puedo ir sin hablar bien de R.M. Guéra, maestro de la mala leche, amo y señor de un trazo crudísimo, muy realista pero con cada vez más espacio para exagerar y potenciar las expresiones faciales. Esa mezcla entre Leopoldo Durañona y Jean Giraud le funciona a las mil maravillas, potenciada por una narrativa infalible, muy parecida a la que usaba Eduardo Risso en 100 Bullets. Como siempre, falta un colorista que ponga un poco más de huevo. Lo de Giulia Brusco no es impresentable, pero el día que esto se reedite en blanco y negro, le prendo fuego a los TPBs a color, sin dudarlo ni 15 segundos.
En fin, en estos seis primeros tomos de Scalped pasó de todo y todo está demasiado bueno para ser real. Si te copa la historieta para adultos fuerte, de alto impacto, con tramas bien enchastradas de corrupción, miseria, violencia y runflas espúreas, este es el Evangelio, la Biblia, el comic que acaba con todos los otros comics. Si te copa todo eso, “aguante Scalped!” es el grito sagrado.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

09/ 11: EL GATO NEGRO Y OTRAS HISTORIAS


Seguimos por el lado del terror y ahora nos acompaña el sublime, el excelso, el insuperable Alberto Breccia. A lo largo de su ilustre trayectoria, el Viejo se abocó muchas veces a adaptar a la historieta obras literarias bastante diversas, a veces solo y a veces junto a algún guionista. Este lujoso volumen reúne cinco cuentos del mítico escritor estadounidense Edgar Allan Poe, padre fundador de la literatura fantástica, convertidos en historietas por otro mito, otro artista inconmensurable que marcó un antes y un después en lo suyo, pero de acá nomás, del Río de la Plata.
Dos de estas adaptaciones fueron realizadas por el Viejo entre 1982 y 1983 y publicadas por primera vez en Italia, en 1985. Una de ellas es la que da título al libro, El Gato Negro, 12 páginas tremendas que nos muestran al Breccia grotesco, caricaturesco, volcado al color, similar al de su increíble parodia de Drácula, pero menos oscuro, con una paleta basada en verdes, marrones y rosados. Lo más notable es algo que llamará la atención en varias de las adaptaciones del genio: la poquísima cantidad de texto. Mientras la mayoría de los autores que parten de obras literarias se enamoran perdidamente de los textos y los respetan al punto de sacrificar el ritmo del relato historietístico, Breccia hace todo lo contrario: se queda sólo con los textos que no pueden faltar y el resto lo tira a la mierda. Muchísimo de lo que Poe dijera con palabras, el Viejo lo dijo con sus dibujos, a tal punto que sus adaptaciones están repletas de viñetas sin texto y a veces hasta de extensas secuencias mudas.
La otra adaptación del ´82-´83 es La Máscara de la Muerte Roja, otras 12 páginas en un estilo muy similar al de El Gato Negro, pero con una paleta de colores más amplia, más festiva. Desbordante de sangre y lujuria, es también la historieta más salvaje del tomo y la única que –además de shockearnos con una historia jodida y macabra- se propone bajar línea socio-política. Y hay orgías, gloriosamente dibujadas.
También a color, pero en los ´90 y para Francia, el Viejo realizó una adaptación (la segunda en su carrera) de El Extraño Caso del Sr. Valdemar, en la que mezcla viñetas totalmente despojadas (en las que acentúa el horror de lo que está sucediendo) con viñetas sobrecargadas, barrocas, llenas de figuras granguiñolescas y colores estridentes por todos lados, incluso dentro de los globos de texto (truquito que también vimos en su Lope de Aguirre, de 1991-92). Tal vez esta sea la menos interesante de las historietas del tomo.
Pero vamos para atrás, a los ´70, que ahí también hubo Poe dibujado por Breccia. En el ´79, y sobre guión de Guillermo Saccomanno, realizó la adaptación de la perturbadora William Wilson, con la particularidad (a mi juicio acertadísima) de transplantar la historia a Buenos Aires, al barrio de Mataderos que tan bien conociera el Viejo. Acá vemos al Breccia más raro, más experimental, con sus pinceladas viscerales, sus manchas y sus texturas fuera de control, sus coqueteos más obvios con las vanguardias de las artes plásticas del siglo pasado. Lo más loco es que, aún con todo esto, la narrativa es ajustada y sin fisuras. El texto, tan exiguo como cuando el propio Breccia se encargaba de los guiones.
Y –no podía faltar- cierra el tomo la versión de Breccia de El Corazón Delator, esa historieta mundialmente famosa, ya publicada hasta en la Condorito. Cualquiera que alguna vez haya dado clases de Historieta se la sabe de memoria, porque todos la usamos para explicar cómo se crea suspenso, tensión, como se manipula la percepción del lector del paso del tiempo, etc. También es una cátedra absoluta de claroscuro, un ejemplo asombroso de cómo se puede contar una historia sin dibujar fondos, otro ejemplo de adaptación despojada, que reduce la presencia de los textos a la mínima expresión... Todo eso y mucho más enseña el Viejo en estas 11 páginas demoledoras y fundamentales.
Si nunca leiste a Breccia, no te recomiendo empezar por acá. Agarrá material un poco anterior, como Sherlock Time o Mort Cinder. De ahí pasá a Buscavidas o Perramus y recién después metete con estas historias más raras, donde el Viejo se iba más al carajo con su expresionismo pasado de rosca, sus climas ominosos y sus constantes innovaciones técnicas. La narrativa siempre es clara, cristalina, bien clásica. Pero en la faceta visual de estos trabajos, suele estallar un Breccia poco apto para principiantes. Ahora, si te resulta atractivo porque sos fan de Poe, preparate porque esto te va a parecer alucinante y a la vez muy, muy raro.
Ah, y lo más raro de todo: varias de estas historietas nunca se habían publicado en Argentina!