el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 2 de octubre de 2011

02/ 10: GIPSY Vol.1


Después de un mes en el banco de suplentes, vuelve a este blog el comic europeo, y lo hace con el primer tomo de una serie que data de principios de los ´90, pero a la que yo jamás le había dado bola, hasta hoy. Gipsy es una creación del belga Thierry Smolderen, un caso curioso, ya que antes de triunfar como guionista había tenido una destacada carrera como crítico y periodista especializado.También (me entero por este libro) toca la guitarra en una banda de jazz. Y a la hora de formar equipo con un dibujante que plasme gráficamente sus historias, Smolderen se sacó la lotería: le tocó nada menos que Enrico Marini, el suizo de ascendencia italiana, a quien hace 20 años no conocía ni el loro, pero que a partir de sus dos series con Smolderen (esta y Olivier Varese) ascendió en pocos años al Olimpo del comic europeo.
Lo que más llama la atención en estos primeros trabajos de Marini es, claramente, la brutal influencia de Katsuhiro Otomo, casi en la delgada cornisa que separa a la influencia del afano frente-march. La narrativa de Marini no tiene nada que ver con el manga, en parte porque se tiene que fumar página tras página de nueve viñetas (y alguna que otra de diez), en parte porque dibuja pensando en el color, pero sobre todo por la forma en que construye la secuencia, que es 100% europea. La composición de la viñeta tampoco nos remite para nada a los típicos autores orientales. Pero la superficie, el acabado del dibujo y especialmente las caras (que tienen mucho peso, porque desde el primer día Marini se subleva a los dictámenes que exigen poquísimos primeros planos a cualquier dibujante que quiera triunfar en el mercado franco-belga) son increíblemente parecidas a las que dibuja Otomo. Entre su inusual cantidad de primeros planos y su asombroso parecido con el creador de Akira, Marini no tardó nada en aparecer como algo novedoso, distinto, en un punto hasta revolucionario. Y la apuesta garpó, ya que en muy poco tiempo se convirtió en un favorito de los fans.
Todo lo raro y lo innovador que aportaba Marini a la faz gráfica, Smolderen se lo mezquinaba al guión. Ojo, no es un mal guión, en absoluto. Pero no tiene nada que no hayamos visto ya mil veces, ni un sólo salto al vacío, ni una toma de riesgos. El belga va a lo seguro, a lo que sabe que funciona: una aventura en un futuro post-holocausto, en el que casi todo el hemisferio norte está cubierto de hielo, un protagonista intempestivo, canchero y con códigos éticos muy flexibles, que no le impiden hacer trampa, robar ni matar, bastante violencia, cosas que explotan a la mierda, un garche en las fronteras del porno, mucho ritmo, y una trama por encima de la trama, que se explorará seguramente en los tomos posteriores. Es justo decir que Smolderen combina con éxito todos esos elementos tan típicos, y los entreteje para armar una historia atrapante, fuerte, satisfactoria.
Por suerte le da bastante bola también a Oblivia, la hermana de Tsagoï (que así se llama el Gipsy), el único personaje más o menos distinto, más o menos difícil de encasillar en las tipologías obvias de este tipo de aventuras. Oblivia no es heroína, no es villana, no es interés romántico y no es damisela en peligro. Está ahí porque no tiene a dónde ir, y viene con su propia historia, con una onda que no tiene nada que ver con la de su hermano y en el contrapunto (por ahora incipiente) entre la jovencita y el protagonista Smolderen encuentra sustancia para enriquecer a un puñado de secuencias (un poquito) más tranqui. Falta explorar toooda otra faceta de Gipsy que es cómo se organiza y cómo funciona este mundo semi-congelado. Por ahí más adelante. En este tomo, la data que nos ofrece el guionista es muy poca, apenas la indispensable para entender qué hace Gipsy, por qué se enfrenta a quienes se enfrenta y de qué juega la Hechicera, el otro personaje al que –uno intuye- Smolderen se propone desarrollar.
Tengo un par de tomos más sin leer, así que pronto veremos si esto se queda en la machaca estridente y el vértigo trepidante, o si de a poquito la balanza se empieza a inclinar hacia los personajes, sus motivaciones y las relaciones entre ellos y con el mundo en el que les toca vivir. Y por supuesto, a estar atentos al dibujo, a ver cuándo se produce ese crack en el que Marini deja de hacerse la paja con Otomo para pelar su estilo actual, mucho más personal y –para mi gusto- más interesante.

2 comentarios:

Ideas dijo...

Andres te felicito por el Blog es una entrada diaria deliciosamente obligada.
Te dejo mi blog que esta recien estrenado, mas adelante la idea es agregarle cuentos y mas cosas.
www.ideasdemillugares.blogspot.com
Gracias y un abrazo.

Maximiliano dijo...

En "El Escorpion" Marini la termina de romper, se va al carajo y no vuelve mas, por suerte.