el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 31 de marzo de 2011

31/ 03: RUTA 22


Volvemos a un clásico duelo de la historieta: Argumento vs. Guión. Y el ejemplo que tengo para hablar un poco de este tema es esta novela gráfica escrita por Roberto Von Sprecher. Acá se ve clarísimo cómo un buen guión sirve para compensar e incluso para disimular la falta de un buen argumento. El argumento de Ruta 22 es… cachitos de la vida, breves anécdotas, alguna peripecia de un tipo del cual sabemos poco. Era un pendejito en 1958, un muchacho en 1976 y un señor ya maduro en 2008. Con esos elementos, Von Sprecher se las ingenia para armar un guión atrapante. No magistral, porque le falta el sustento de un argumento sólido, pero sí repleto de momentos interesantes, de climas, de diálogos profundos… El recurso mejor utilizado es el ritmo: Estas secuencias de la infancia y la juventud del protagonista se entrelazan a lo largo de toda la historia de un modo muy ganchero. Cada flashback termina donde tiene que terminar y –con firuletes virtuosos- el guionista consigue que no parezcan recuerdos aleatorios, medio traídos de los pelos (al estilo Family Guy), sino que cada secuencia del pasado resuene en las secuencias del presente. No es fácil, pero Von Sprecher lo logra.
Como todo relato que rompe la linealidad, Ruta 22 exige bastante atención de parte del lector: te tenés que concentrar para percatarte de cuándo la narración salta para adelante o para atrás en el tiempo e identificar a varios personajes en tres etapas distintas de sus vidas. Pero tranqui, que no es una cosa críptica ni excesivamente pretenciosa. Simplemente hay que prestarle atención, no tragar la papilla pre-masticada. Y disfrutar esos pases mágicos del guión, que están tan buenos que –como decía en el arranque- hacen que se note poco la ausencia de un argumento poderoso. El final, por ejemplo, es de esos finales que suelen coronar a obras con argumentos pulenta. Von Sprecher logró meterle un final fuerte y emotivo a un relato en el que la estructura clásica de principio-desarrollo-fin no existe, o casi.
Pocas de las pinceladas virtuosas del guión habrían llegado a buen puerto sin la complicidad de un buen dibujante, que sintonizara la misma onda del guionista. Von Sprecher encontró en Nacha Vollenweider una socia ideal: el trazo de Vollenweider es abierto, por momentos etéreo, muy jugado a los climas, con momentos de altísimo vuelo poético y plástico (la doble página del carnaval, por ejemplo, con esas manchas tipo Luis Scafati). A la vez, estamos ante una dibujante a la que no le cuesta para nada ponerse en función de la narrativa, establecer bien las secuencias, variar los planos, facilitarle al lector este laburo de reconocer a algunos personajes en tres etapas distintas de sus vidas… Por momentos cuesta creer que son dos autores y no uno sólo, porque la simbiosis entre Roberto y Nacha es muy notable. Lo único que no me termina de cerrar del estilo de Vollenweider es que mete demasiado. Por ahí en la misma viñeta hay tres o cuatro técnicas de entintado: grises aplicados con aguada, masas negras aplicadas con pincel, cross-hatchings logrados con plumín y esfumados logrados con cepillo. Su dominio de todas las técnicas es muy bueno, pero a veces con mucho menos se consigue un resultado más contundente.
Ruta 22 es un comic que juega con sus propias reglas. Si te gusta la historieta argentina arriesgada, con ganas de experimentar y de escaparle al “más de lo mismo”, seguro te va a interesar. Tiene introspección, nostalgia, romance, algún tinte político y varios de esos momentos mágicos que uno asocia con los recuerdos de la niñez. Como diría el más grande, “pisa el acelerador”…

miércoles, 30 de marzo de 2011

30/ 03: S.C.I. SPY


Después de Six From Sirius y Slash Maraud, ¿cómo resistirse a otra saga de ciencia-ficción de Doug Moench y Paul Gulacy? No sé, pero cuando salió originalmente (en Vertigo) casi todos se resistieron y la saga pasó bastante desapercibida. Por suerte, los autores retuvieron los derechos y ahora Image recopiló la miniserie en un hermoso TPB, que con un poco de suerte venderá mejor que las revistitas.
De todos modos, es medio injusto comparar a S.C.I. Spy con aquellos clásicos ochentosos por un simple motivo: No hay forma humana de que hoy en día Gulacy dibuje como en aquel entonces. Hoy el dibujo del ídolo no sólo atrasa un poco (ya no están de moda los discípulos de Steranko, Russ Heath y Dan Adkins), sino que además perdió fuerza y hasta algo de su identidad. En las caras del protagonista por momentos parecen colarse trazos de Jordi Bernet, que no quedan lindos mezclados con el estilo Gulacy. Y la minita por momentos quiere parecerse a las chicas de los típicos comics noventosos de Image y eso tampoco garpa, para nada. Aún lejos de los 9 puntos habituales, Gulacy nos regala en este libro un montón de secuencias extraordinarias, muy bien planificadas y ejecutadas. No es el Gulacy al que veneramos los fans de Master of Kung-Fu, pero sigue siendo un capo de la narrativa, el dibujo realista de aventuras y la ciencia-ficción.
Al maestro Moench, en cambio, se lo ve afilado como en los buenos tiempos. Su protagonista, Sebastian Starchild, es el típico héroe ochentoso: canchero, rebelde, medio arisco, siempre propenso a cuestionar las órdenes de sus superiores, pero copado, buen tipo, sin miedo a jugarse la vida mil veces para salvar a medio universo, sin pedir nada a cambio. La trama recontra-funciona. Tiene acción a patadas, conspiraciones, intrigas, espionaje, piñas, rayos, genocidios, chistes, garches, persecuciones, giros impredecibles, villanos todavía capaces de pelear por la redención, planes de uno y otro bando bastante lógicos… Lo único que no termina de cerrar, el único factor 100% inverosímil, es la cantidad de peligros de los que zafan los buenos casi sin despeinarse. Posta, a Starchild le falta untar las tostadas con anthrax, nomás. Es el único riesgo que no corre a lo largo de estas casi 150 páginas plagadas de peligros imposibles y trampas hiper-mortales. Moench se cuida bastante de mostrarnos que los agentes de S.C.I., incluso los que no tienen implantes robóticos, cuentan con una tecnología mega-avanzada y super-pulenta que es casi siempre la que le permite a Starchild salir ileso de los mil y un kilombos en los que se mete. Pero igual es mucho.
La tecnología juega un rol importantísimo en la saga, y si no sos fan de la ciencia-ficción te podés llegar a aburrir con tanto tecno-chamuyo. Pero es parte de lo que hace tan atractivo al mundo en el que se desarrolla la aventura. Además, si sos fan de la ciencia-ficción, lo vas a amar, porque Moench se mete con un montón de tópicos clásicos sin regurgitar ninguno: nano-bots, invasiones alienígenas, bebés criogenizados, implantes robóticos, clones infinitos, androides, wormholes y agujeros negros, y hasta una inteligencia humana transplantada a una hiper-computadora capaz de controlar a las fuerzas de seguridad de media galaxia. Esto es un verdadero festival de la ciencia-ficción, con ideas como para dos largometrajes de Star Trek o tres álbumes de Valérian.
S.C.I. Spy es un comic de entretenimiento, sin más pretensiones que las de divertirnos y hacernos flashear un rato. Pero es un muy buen comic de entretenimiento y si te gustan las historias de espionaje con naves espaciales y alienígenas, le vas a levantar un monumento a estos dos próceres que trabajan juntos desde los ´70 y muy rara vez defraudan.

martes, 29 de marzo de 2011

29/ 03: LOS MEJORES 13 EPISODIOS DE GOLGO 13 Vol.2


Bueno, por fin una cuenta regresiva que funciona! Se suponía que las seis historias de este segundo tomo iban a ser mejores que las siete del primer tomo, porque era una especie de ranking, una cuenta regresiva hacia el episodio que –según los lectores japoneses- es el mejor de la longeva serie creada por Takao Saito a fines de los ´60. Y la verdad es que acá vemos un par de obras maestras del gekiga, que se podrían contar tranquilamente sin meter en el medio a Golgo 13 y aún así nos emocionarían por su potencia y su dramatismo.
La primera historia del libro (o sea, la que ocupó el sexto puesto en el ranking) está entre mis favoritas: El Testamento de Mao Zedong (de 1981) es un thriller apasionante, en el que Saito tira una increíble cantidad de data acerca de la infancia de Duke Togo, más conocido como Golgo 13. Por supuesto, no es muy verosímil que a un chiquito de sólo 3 años le pase en tan poco tiempo todo lo que –según esta historia- le pasa a Golgo, pero la trama del presente es tan atrapante y la resolución tan impactante, que se puede dejar pasar un poco de fruta en el flashback. Esta historia además retoma puntas de una del tomo anterior, la de la novelista inglesa que quiere convertir a Golgo 13 en protagonista de uno de sus libros.
La segunda es decididamente menor: el rol de nuestro francotirador favorito es chiquito, casi intrascendente, y todo el énfasis está puesto en un drama humano medio pavote: la obsesión y la envidia de un violinista genial que se está volviendo loco y quiere ver fracasar al nuevo capo del violín, que además es ruso y comunista. El dibujo es excelente (al igual que en la historia anterior), pero el guión es lineal y predecible.
La tercera es otro thriller sorprendente, esta vez más orientado a lo científico. Son casi 120 páginas en las que no podés respirar. Y lo más grosso: acá Golgo es el bueno! O mejor dicho, para salvarse a sí mismo, termina por salvar miles y miles de vidas humanas! Y algo más grosso aún: Saito rompe totalmente la fórmula. Acá nada se resuelve cuando Golgo mata a alguien. El mercenario resuelve a la Batman, con intelecto, con habilidades científicas que –por ser él- sospechamos que siempre tuvo, pero que nunca había pelado. Una vuelta de tuerca muy, muy interesante.
La cuarta historia es una joya del gekiga, un relato tenso, repleto de obsesiones y traiciones, en el que Golgo virtualmente no aparece. El protagonista es un viejo policía que investiga un asesinato misterioso, que lleva décadas sin resolverse y que también podría estar vinculado a la infancia de nuestra máquina de matar. Una verdadera novela gráfica (más de 140 páginas), realmente terrible, compleja y asfixiante.
La quinta pareciera ser una de las muy, muy primeras historias creadas por Saito. Es del ´69, año en que se empezó a editar la serie, y el dibujo está mucho más crudo que en los otros episodios. El guión tampoco es gran cosa, con lo cual supongo que el atractivo debe pasar por el valor histórico de la historieta.
Y la elegida como la mejor de todas, es la excelente Kensaku Azuma, el Japonés. Otro relato centrado en la investigación y en datos borrosos acerca del pasado de Golgo 13, esta vez con el periodista estadounidense Mandy Washington (que volverá varias veces) como hilo conductor de la trama. Acá el dibujo, especialmente en los flashbacks, brilla como pocas veces, y –de nuevo- Duke Togo tiene un rol menor, casi más de testigo que de protagonista. Como en todas las novelas de investigación, a veces los datos clave aparecen medio traídos de los pelos, pero esto no llega a hacer ruido, ni a empantanar la fuerza dramática de la trama.
Golgo 13 es la nada misma. Es un chabón sin onda, ni sentimientos, ni conflictos internos, ni nada. Casi no habla, casi no se agarra a trompadas, en algunas aventuras casi no aparece. Negocia tarifa, cobra en efectivo y boletea a quien haga falta, o a quien lo moleste/ persiga/ cuestione. Se me ocurren pocos personajes tan unidimensionales. Y aún así, no sé cómo, funciona a la perfección, como vehículo para que el sensei Saito cuente, década tras década, un montón de historias alucinantes. Ojalá haya Golgo para rato.

lunes, 28 de marzo de 2011

28/ 03: WHAT IF…?


Hoy no sé por qué, pensaba en las diferencias entre los sistemas de producción de historietas de Francia y EEUU. Son tradiciones tan, pero tan distintas, que cuesta creer que estemos hablando de lo mismo. Y se me ocurrió una boludez, que es imaginarme qué habría pasado con Astérix si en vez de haber sido creado por franceses (o casi, porque Uderzo nació en Italia) en 1959, hubiese sido creado por yankis, dos décadas antes.
Para empezar, Astérix sería la estrella de una gigantesca editorial, que cambiaría de autores como de calzoncillos. Ya sólo los expertos recordarían los nombres de los creadores y se los mencionaría sólo en algún articulito sobre un ejemplar de la primera aparición que se subastó y cambió de manos por sumas siderales.
Astérix tendría no menos de dos series mensuales: Astérix y Adventures of Astérix. También una miniserie que recuenta su origen, Gaul of Steel. Y una que refleja otra continuidad, basada en los dibujos animados: Astérix Adventures. Y millones de especiales, novelas gráficas, etc.
Obélix también tendría una serie mensual, o mejor dos: Obélix y Obélix: Origins, con historias de cuando era joven y ya tenía los poderes de la poción mágica. Y cada tanto, alguna miniserie.
Los demás galos de la aldea (e incluso los piratas) tendrían miniseries o especiales, porque cuando les dieron series regulares les fue más o menos y las cancelaron. Muchos de los villanos (que volverán una y mil veces) también serían protagonistas de varias historietas.
Por supuesto, todos habrían viajado a otros planetas, a dimensiones paralelas y a otras épocas históricas, para los infaltables team-ups con Oumpah-Pah, Iznogud, Lucky Luke y demás creaciones más o menos relacionadas.
Los distintos líderes rebeldes que resisten la invasión romana en los distintos álbumes de Astérix tendrían un super-grupo, la Freedom League Europe, obviamente con serie mensual y eventuales spin-offs.
Otra serie exitosa sería Druid Academy, en la que Panoramix entrena a jóvenes de distintas aldeas rebeldes a los que les ve pasta de futuros druidas y les enseña las artes místicas y los secretos de la poción mágica.
Julio César y su séquito de políticos y militares romanos tendrían su propia serie, pero en el sello MAX, o Vertigo, con dibujos más oscuros y argumentos centrados en torno a la rosca política, con asesinatos, torturas y orgías.
Todos los personajes tendrían su Year One, arcos argumentales ambientados en sus primeras escaramuzas contra los romanos, su primera exposición a la poción, etc. El Year One de Abraracurcix, además, narraría cómo llegó a jefe de la aldea, cómo conoció y cortejó a Karabella, y demás info que no es en absoluto relevante, pero sirve para llenar páginas.
Por supuesto, cada tanto vendrían los crossovers grandilocuentes que amenzarían con sacudir el status quo. Uno de ellos, Age of Vercingetórix, re-escribe la continuidad para mostrarnos qué pasaría en una realidad en la que los galos nunca se rindieron ante el César. War of the Gods enfrenta a Tutatis y demás dioses galos con los dioses romanos, egipcios y vikingos. No Man´s Land mostraría a la aldea devastada por un cataclismo, Civil War a los galos peleados entre ellos por temas políticos, y así, hasta llenar más de 70 años de ingente producción, sin salir nunca de un mismo concepto inicial, que obviamente sería imitado –con mínimas modificaciones- por decenas de otras editoriales.
¿Funcionaría? En EEUU sí, claro, no hay ninguna duda. ¿Se sostendría el interés de los lectores más de siete décadas? Sí, de algunos. Y de sus hijos y sus nietos, claro, porque esto abarcaría a varias generaciones. ¿Estaría bueno? Y, no. Habría breves momentos copados, de conjunciones casi astrales entre personaje + guionista + dibujante, pero no existiría ni por accidente la magia de los álbumes de René Goscinny.
Se me ocurren miles de preguntas más, pero me quedo con una: Si se lo sometiera a la misma fórmula de explotación que se somete desde los ´30 a Superman y Batman, ¿amaríamos a Astérix tanto como lo amamos? ¿Lo seguiríamos teniendo allá arriba a pesar de los insulsos (cuando no inmundos) álbumes que escribe Uderzo? Te la dejo picando…

domingo, 27 de marzo de 2011

27/ 03: DC COMICS PRESENTS BATMAN Vol.3


Y bueno, me comí el amague… Después de leer el segundo tomito le levanté el pulgar al Batman de Ed Brubaker y me zambullí en el tercero convencido de que iba a leer un grossísimo final para una saguita que había empezado casi bien y se había puesto muy, muy power. Sin embargo, este tramo final (por lo menos en lo que respecta a esta reedición, porque Brubaker siguió al frente de la serie bastante tiempo más) se precipitó rapidito y sin dejar demasiado por los acantilados de la intrascendencia.
El primer episodio más o menos promete: acá nos enteramos por qué el mafioso Lew Moxon se la juró a Thomas Wayne hace 25 años, lo cual a su vez explica por qué Moxon y su apetitosa hija Mallory están operando contra la empresa de Bruce Wayne, por ahora de manera más o menos legal. La historia le otorga todo el protagonismo (y varias toneladas de chapa) al finado Doctor Wayne, pero Brubaker la pilotea con clase para que todo eso repercuta y tenga una resonancia genuina en la secuencia del presente, la protagonizada por Batman.
El segundo episodio es la nada misma: reaparece Zeiss, el brazo armado de los Moxon, Batman lo confronta cuando éste está por boletear al capo de otra banda de gangsters, luchan y Zeiss se escapa. Posta, no hay nada más. Ah, sí, un loco disfrazado de Papá Noel que mata gente, al que Batman se cruza en un sólo cuadrito, en la anteúltima página. El tercer episodio resuelve todo el tema de Zeiss, a partir de la providencial aparición de un cadáver envuelto en una alfombra. Acá hay un acierto: lo que por la vía de la machaca parecía no resolverse nunca, se termina por resolver por la vía de la investigación, por supuesto con una dosis no tan mínima de machaca. Zeiss termina adentro, Batman le declara la guerra a Lew Moxon y su hija y listo, a otra cosa.
El último episodio se centra –ahora sí- en el asesino psicótico vestido de Papá Noel y es muy menor. Tanto que el conflicto central es “Batman sigue obsesionado con detener el crimen, mientras Sasha trata de convencerlo de que se relaje un toque y festeje la Navidad como el resto del mundo”. Repugnante, mal. Aunque claro, las escenas de contrapunto entre Bruce y Sasha están muy bien escritas y del esgrima verbal entre ambos salen los mejores diálogos del tomito. De hecho, Sasha es el único personaje secundario con un mínimo de peso, o de desarrollo, en los cuatro episodios, cosa que en los tomos anteriores no pasaba, porque el juego estaba mejor repartido. Acá no, y eso aburre un poco.
El dibujo de Scott McDaniel está más Image que nunca. En estos numeritos le cambian los entintadores y le ponen unos salvajes que llenan algunos cuadros con rayitas tipo Rob Liefeld, que siempre quedan muy mal. McDaniel sigue fiel a su narrativa extremista, de angulaciones muy jugadas, combinadas con pifias monumentales en las proporciones anatómicas de los personajes. Y si bien busca puestas en página efectistas y explosivas tipo Todd McFarlane, se repite mucho menos que el creador de Spawn y sale mucho mejor parado en las escenas tranqui, las que tienen que plantear los climas y hacer avanzar la trama sin recurrir a la machaca. Pero por supuesto, donde McDaniel se divierte es cuando estalla la violencia. Si te olvidás de los músculos que no existen, de los brazos y cuellos que se alargan y acortan sin ton ni son, sus peleas son vibrantes, intensas, llenas de acrobacias fumadas y patadas que parecen coreografiadas.
Me gustaría darle otra oportunidad al Batman de Brubaker, pero para hacer eso me tendría que internar en una saga infinita y complejísima como es Bruce Wayne: Murderer?, y su secuela Bruce Wayne: Fugitive. Lo cual no pienso hacer para no morfarme los chotocientos crossovers con otras series que no escribe Brubaker y que no me interesan en lo más mínimo. Si en esta colección (la de los TPBs para pobres) se reeditan más adelante otros episodios de Brubaker que retomen el plot de los Moxon y demás, cuenten conmigo. Si no, ya fue.

sábado, 26 de marzo de 2011

26/ 03: LA CIUDAD DE LOS PUENTES OBSOLETOS


A ver, intentemos esta suma: Craig Thompson + Seth + Lucas Varela + Max. ¿Qué sale de esto?. Seguramente un dibujante visualmente exquisito, con un trazo perfecto, hermosas composiciones de páginas y viñetas, perfectas combinaciones de freakeada y ternura, o de delirio y observación de la realidad. Y además un gran narrador, un gran arquitecto de secuencias. Todas esas virtudes (y algunas más) aparecen en este trabajo, la primera novela gráfica del ilustrador y dibujante Federico Pazos, de breve “pazo” por la Comiqueando Clásica, allá por el 2000, creo.
A lo largo de 130 páginas, Fede Pazos nos regala un container lleno de emociones, todas potenciadas por los climas que crea casi sin la menor dificultad gracias a su tremendo dominio del dibujo. Un dibujo de inusual virtuosismo, pero puesto 100% al servicio del relato, de modo que a las pocas viñetas ya estás totalmente compenetrado con la extraña “road movie” de Paco. Hay un par de momentos en los que el dibujo es tan, pero tan perfecto, que te colgás a mirarlo, a apreciar cada detalle, y te desenganchás unos instantes de la trama. Pero enseguida Pazos te vuelve a meter en la historia, vuelve a llevarte de las narices por la sinuosa senda por la que avanza el argumento.
Un argumento raro, retorcido ya desde el vamos. Paco dice dirigirse a la estación de trenes y, de hecho, lo vemos bajarse del subte en Retiro (hasta ahí, todo lo que dibuja Pazos se parece MUCHO al mundo real). Pero acto seguido, en vez de un tren se toma un micro. ¿Qué pasó ahí? Nunca se explica. Más adelante nos enteramos de que la ciudad de los Puentes Obsoletos está en una isla, pero Paco nunca cruzó mares ni ríos. ¿Cómo llegó? Tampoco lo sabemos. Seguramente, la respuesta del autor será “el viaje es una metáfora”, o algo así. Está claro que lo importante no es tanto la lógica dura, externa, sino lo que le pasa por dentro al protagonista, su periplo interior. Por eso tiene sentido que la “aventura” esté plagada de momentos extraños, caprichosos, escenas que no se termina de entender qué aportan a la trama, más allá de acumular personajes estrambóticos y –lo que les da sentido- nuevas experiencias y emociones vividas por Paco.
El viaje, las transiciones, las peripecias, están tan bien contadas que poco importa si no son obvias, o si Pazos no las remata con una moraleja, o si no se explica qué saca Paco de cada situación difícil que atraviesa. Mi único problema serio es con el final. Unas… 10 ó 12 páginas antes de que terminara la novela, empecé a sospechar que la historia no estaba cobrando un rumbo lógico, que pudiera llevarla a un desenlace convincente. Y lamentablemente, acerté. El final no es un final. Es una última página que juega de final, simplemente porque no hay ninguna más hasta donde se acaba el libro. Pareciera que Paco (¿o Pazos?) se cansara de no entender, de devanarse los sesos para desentrañar una lógica demasiado extraña. Así es como dice “a la mierda, aguante la ilógica” y se manda a atravesar un mar sin olas, vestido y sin demasiada idea de qué rumbo tomar para llegar –suponemos- a Astromburgo, la ciudad donde –allá por la página 25- empezaron a sucederse las bizarreadas sin explicación.
Si te lográs abstraer del bajón que significa un no-final, La Ciudad de los Puentes Obsoletos es un deleite infinito, un lujo que nos podemos dar y que es menester celebrar hasta hacer papel picado todos los libros de Domus y Deux que pueblan las mesas de saldo de la Avenida Corrientes. Espero ansioso una nueva novela de Fede Pazos. Si la termina antes del final de esta década, mucho mejor. Y si le pone un final a la altura del desarrollo (y del dibujo), el mundo entero se pondrá de rodillas ante él para coronarlo como al nuevo Genio del Noveno Arte.

viernes, 25 de marzo de 2011

25/ 03: MANHUNTER Vol.1


Esto es lo que se dice un título con historia. Con el nombre de Manhunter, DC publicó muchísimas series (y hasta amagues de series), a veces con título propio y otras como complementos o back-ups, con los resultados más disímiles: desde joyas del Noveno Arte hasta abortos infumables, imposibles de leer sin lanzar. Y –fiel a la tradición de la editorial- los distintos guionistas se las ingeniaron para vincular de alguna manera a los distintos conceptos aparecidos bajo ese nombre, lo cual -por efecto lógico de la acumulación- se hace cada vez más difícil. O sea que no estamos frente a un título sencillo de abordar para ningún guionista.
Esta vez (2004) le tocó el turno de ponerse el buzo de D.T. a Marc Andreyko, el “ayudante de campo” de Brian Michael Bendis que tenía muchos intentos fallidos por labrarse una carrera propia en el ámbito del guión de historietas. Y con un equipo recién ascendido y sin figuras, Andreyko hizo historia a lo largo de una serie condenada desde el vamos a no vender, pero sostenida en el Previews por el aliento de una hinchada influyente: los críticos y los otros guionistas, que se la pasaban hablando maravillas de lo que Andreyko hacía en Manhunter. Una vez más, tenían razón.
La Manhunter de Andreyko es Kate Spencer, una abogada divorciada, conflictiva, fumadora empedernida, que no putea como un camionero sólo porque la revista no tenía el loguito de Vertigo. Pronto se rodeará de un asistente homosexual y de un ex-esbirro de distintos supervillanos y más tarde el elenco se completará con Cameron Chase (la del D.E.O., ¿la ubicás?) y con el mismísimo Obsidian, quien formará pareja con el asistente de Kate. En su identidad como justiciera enmascarada, la protagonista irá a cubrir por las malas esos agujeros legales que permiten que peligrosos supervillanos salgan libres una y otra vez luego de que los capturan los héroes. ¿Pena de muerte para los villanos? Sí, Andreyko se hace cargo de lo espinoso del debate, pero también se esfuerza para mostrarte por qué no tiene sentido dejar vivos a salvajes antropófagos e irredimibles como Copperhead, por ejemplo.
Después de este arco que nos presenta a Kate y su misión, la trama ganará muchísima complejidad. Me falta leer sólo el Vol.2, pero los posteriores nos muestran una serie que tiene poquísimo que envidiarle a la magistral Starman de los ´90: personajes muy bien trabajados, perfecta y lógica interacción con el Universo DC en términos poco predecibles, un clima y una onda totalmente propios… Sin ser una joya fundamental, Manhunter fue una de esas series realmente placenteras de leer entre tanta porquería que nos escupió el mainstream en la década pasada (y que era caviar comparado con lo que nos está escupiendo en esta).
Uno de los puntos en los que Manhunter pierde en la comparación (forzada y arbitraria, claro) con Starman es en el dibujo. Acá tenemos al español Jesús Sáiz poniendo mucho huevo, pero lejos del nivel de un Tony Harris o un Peter Snejberg. Sáiz es un dibujante correcto, cumplidor, que no apuesta ni al virtuosismo ni a la estridencia pochoclera y aún así sale bien parado. Me da la sensación de que, cuanto más monstruosos son los villanos y más truculentas las escenas, mejor dibuja el español, con lo cual estaría piola verlo al frente de un comic 100% de terror. Se nota y se agradece su esfuerzo por enfatizar que, además de superhéroes, en el DCU viven personas normales, con rasgos y contexturas más cercanas a las de la gente que vemos todos los días en el mundo real. La Los Angeles de Sáiz se parece sólo por momentos a la Los Angeles del susodicho mundo real, pero bueno, después vendrán otros dibujantes que la captarán mejor.
Gran primer tomo para una gran serie, que me trae excelentes recuerdos, y la alegría de ver reverdecer a un concepto que había sido tan bastardeado que poco faltó para que DC lo barriera abajo de la alfombra. Y gran trabajo de Marc Andreyko, que no sé qué está escribiendo ahora, pero tiene que volver urgente a explicarle a un montón de verduleros cómo se escriben justicieros urbanos creíbles y queribles.

miércoles, 23 de marzo de 2011

24/03: LAS AVENTURAS DE FEDE Y TOMATE Vol.1


Hoy la vida me hace trampa: al viajar de Oeste a Este, voy a tener un día de 22 horas. Yo respondo con más trampa aún: todavía estoy en Perú, donde son recién las 10 de la noche del 23, y aprovecho el ratito pre-salir de joda para leer un comic muy breve y postear una reseña también breve, como para zafar.
Las Aventuras de Fede y Tomate es un comic para chicos chiquitos, de hasta 8 ó 9 años. Se publica en un formato pequeño, aunque la extensión no es taaan breve: son 46 páginas de historieta. Claro, al ser páginas chicas, ninguna tiene muchas viñetas y eso es lo que hace que –en la práctica- no haya tanto para leer. Eso y el hecho de que, al ser historieta 100% infantil, los autores se cuidan de que haya poco texto en cada globo y pocos globos por página. Con todas esas limitaciones, estamos ante un cuento gráfico que va para adelante, con una presentación de personajes, el desarrollo de una situación y su resolución, todo hilvanado de forma clara y concisa, pero sin subestimar al lector.
El guionista de Fede y Tomate no es otro que Luciano Saracino, ese que asomara tímidamente en 2007 con King Cop y que desde entonces no paró de ganar terreno, tanto en la historieta como en sus tareas de literato e investigador en el área del cine fantástico y de género. La apuesta de Saracino en Fede y Tomate es a la imaginación: sabe que esto lo van a leer chicos que se imaginan mucho más de lo que viven, que acumulan muchas más experiencias a través de los dibujos animados y los libros de cuentos que a través de la vida misma. Chicos que, por supuesto, no se van a cuestionar hasta qué punto es absolutamente imposible que Fede y su gato hagan las cosas que hacen en este comic, sino que lo van a disfrutar desde la ilusión, desde el candor, desde el “dale que…”. El chico que lee la historieta no sólo quiere ser Fede: durante 46 páginas ES Fede, y eso es un enorme mérito del guionista.
La otra apuesta de Saracino es –me parece- a introducir a sus pequeños lectores en el mundo del relato gráfico al que llamamos historieta. Tal vez por eso mete -uno atrás del otro y sin guardarse nada- globos de diálogo, globos de pensamiento, bloques de texto, onomatopeyas, imágenes que reemplazan a los textos dentro de los globos y demás metáforas visuales que el chico decodifica naturalmente mientras aprende –sin darse cuenta, claro- a leer el alucinante idioma del comic. La “docencia” de Saracino es sutil y efectiva: lo comprobé con mi sobrino de cuatro años y medio, que no sólo leyó varias veces el librito de Fede y Tomate, sino que entendió todo y de ahí en más se animó a leer otras historietas.
Pero el gancho en un comic para chicos es siempre el dibujo y ahí es donde resulta fundamental el enorme esfuerzo de Gerardo Baró, un autor que viene de la ilustración, pero que trae a cuestas un incuestionable amor por el Noveno Arte (y si no, chequeá sus trabajos en el blog Vivo con mi Madre). Baró, además de narrar todo con extrema claridad, tiene que contar un comic de acción sin dibujar violencia y tiene que transmitir sensaciones de peligro sin dibujar nada tétrico ni escabroso. Explicame cómo se hace eso… Bueno, Baró me lo explicó en estas páginas. Y además tenés que dibujar lindo. Incluso los malos tienen que ser redonditos, espumosos, amistosos. Y ahí Baró se zarpa: su diseño de personajes es 100% ganchero, muy atractivo para el ojo infantil acostumbrado al dibujo animado, bastante cercano en estilo al de un montón de ilustradores de cuentos para chicos, pero a la vez personal, sin olor a clon ni a refrito. Los colores, las texturas, los planos que elige para contar, su forma de trabajar la línea cinética, todo parece obra de un tipo que tiene 130 historietas publicadas y hasta donde yo sé, esta es la primera.
Si querés quedar como un duque con un niño, y de paso corromperlo para que se una al lado oscuro de la Fuerza, Las Aventuras de Fede y Tomate son una gran opción. Si además llegás a leerte la historieta de keruza, en un viaje en bondi, o en una pausita de 10-15 minutos, te vas a ver transportado a esas mágicas tardes de la infancia en las que todo podía suceder y estabas dispuesto a creer en cualquier cosa que te sacudiera la modorra de estar muy al pedo en tu casa. No sé si te emocionará a pleno, pero seguro te va a hacer pasar un lindo rato.

23/03: AMIGAS LAS TRES


Pablo Velarde es uno de los dibujantes más interesantes de los muchos que surgieron del prolífico under español de los ´90. Un under entre comillas, porque el nivel era MUY pro y porque los estilos de dibujo no iban tan al choque como los de las décadas anteriores. En todo caso era (y de eso los argentinos algo entendemos) un under producto de la escasez de medios donde trabajar profesionalmente. Ya sobre el filo del milenio, Velarde fue uno de los tantos autores jóvenes en sumarse a la renovación de la legendaria revista el Jueves (hogar de Grouñidos en el Desierto y Quotidianía Delirante, entre otros títulos que han pasado por el blog) con una serie pensada para explorar en son de joda el universo femenino.
Y sí, esa perspicacia, esa comprensión de las minas que uno asocia con autoras como Maitena o Claire Brétecher, también aflora en un señor, en este caso Pablo Velarde, que crea tres estereotipos muy interesantes para hacerlos jugar no sólo a la sitcom sino también a esquemas humorísticos variados e innovadores. La amiga con mayor protagonismo es Lourdes, la militante feminista, la mina rebelde que no compra el mundo que la sociedad falócrata y retrógrada le quiere vender. Obviamente es el cerebro del trío, el personaje al que Velarde le reserva las reflexiones más agudas y varios de los papelones más estridentes. Luisa es la bimbo, la linda con burbujas en el cerebro. Todo le cuesta menos por estar buena y eso la hace una mina satisfecha con su vida, pero no por eso menos cínica a la hora de intercambiar humillaciones con sus compañeras de elenco y sus ocasionales chongos. Y finalmente Lorenza es la bestia, la marimacho que sale con motoqueros a ponerse en pedo y agarrarse a trompadas. No le pidas que reflexione, porque no le da. Lo suyo es un efecto cómico más físico, más primal, una especie de Demonio de Tasmania en un cartoon de la Warner.
Cada historia de las Tres Amigas se desarrolla en una única página, a veces con sólo cuatro viñetas y casi siempre con más de 8. Velarde pela distintos formatos: la narrativa típica, dos líneas paralelas, versiones contradictorias de un mismo suceso, un esquema de encuesta (en el que diferentes personajes responden a las mismas preguntas), otro de pasatiempos (con laberintos y enigmas en joda) y un montón de trucos más que le permiten meter no uno sino muchos chistes por página. Son pocas las historietas que avanzan linealmente hacia un remate gracioso en el último cuadro. Casi siempre hay mucho más.
¿De qué se ríen este tipo y sus tres amigas? De la vida actual, básicamente. Del mercado laboral choto e injusto, de la crisis de los valores tradicionales, del sexo sin amor, del consumismo pelotudo, de la obsesión por las dietas, la moda y la belleza, de las giladas que se ponen de moda gracias a la tele, de las boludeces que hacen los tipos para levantarse minas y viceversa… esas cosas que –creo- nos causan gracia a todos. Por eso este libro está tan repleto de situaciones muy, muy graciosas, perfectamente exageradas por el dibujo de un tipo que maneja de taquito todos los recursos del humor y la comedia.
El estilo de Velarde tiene cositas en común con otros autores de su generación, como Albert Monteys y Javier Olivares, pero su esencia, su base, es una mezcla explosiva entre Charles Schulz y Dupuy y Berberian. Sin duda leyó también a los grandes del humor español, como Jan y Francisco Ibáñez, pero su línea es muy, muy moderna y recontra-estilizada. Tanto cuando se colorea a sí mismo como cuando trabaja con coloristas, logra excelentes resultados: el color siempre le suma, siempre le juega a favor del dibujo.
No estamos ante un comic que parta en pedazos la historia del medio, pero si te gusta la comedia costumbrista, o si querés saber qué opinan las mujeres de la vida cotidiana, Tres Amigas te va a hacer pasar momentos muy grossos, a fuerza de humor, mala leche y muy buenas ideas, todo condimentado con un dibujo de excelente calidad. Argolla power!

martes, 22 de marzo de 2011

22/ 03: LUNA PARK


No, no es una reseña de un concierto de Roxette, ni de Joaquín Sabina. Es una novela gráfica de Vertigo pensada para patearte la cabeza en las más impredecibles direcciones. El guión es de Kevin Baker, un exitoso novelista yanqui que incursionó por primera vez en el campo de la historieta. De ser por él, a quien no conocía, no creo que hubiese comprado el libro. Me dirás “Pero comprar un comic de Vertigo por los dibujantes es más peligroso que recorrer el Parque Indoamericano en pelotas a las cuatro de la mañana”… Puede ser, pero el dibujante de Luna Park es un ídolo al que –por lo menos yo- jamás lo vi dar menos que el máximo. Aguantame, que en un ratito te bato quién es (o leé su nombre en la portada del libro).
Vamos con el guión de Kevin Baker. A lo largo de las casi 160 páginas que dura la novela, todo gira en torno a Alik Strelnikov, un ruso que emigró a los EEUU en busca de una vida mejor y terminó por subsistir a base de heroína y a las órdenes de un capo mafia de la B Metropolitana que pierde terreno día a día en el hampa de Coney lsland. Pero Alik, además de protagonista, es excusa, es conducto para que Baker nos haga saltar por distintos períodos históricos, en los que se repiten varios leiv motifs: los rusos, las guerras, los boludos que quieren ser héroes y no tienen con qué, los genocidas inescrupulosos, los boludos que se enamoran de las minas incorrectas y los traidores abyectos. El mejor de los varios flashbacks es el que nos lleva a la guerra en Chechenia, en la que Alik combate para los EEUU. Ahí es donde Baker más se zarpa y más se compromete con un relato que te desgarra el alma, que te hace mal de lo bueno que está. Toda la secuencia entre Alik y Mariam te mete en una vorágine de emociones tan grossa, que si la historia fuese sólo eso, sería inobjetable.
Y después llega el momento del presente, del estallido de la guerra entre mafias y la entrada en escena EN SERIO de la faceta sobrenatural que Baker insinúa cuando nos presenta a Marina (la mujer actual de Alik) como una tarotisa aguda, que no pifia una. En esa persecución por el Luna Park (antiguo parque de diversiones tipo el Italpark), el rol místico de Marina explota y la/s vida/s de Alik cobra/n un giro totalmente imprevisto y que obviamente no pienso revelar. La sensación al leer ese tramo fue la de “Flaco, venías bárbaro, ¿qué necesidad de hacer una de más?”. Fácil: Baker hizo una de más, pero le salió bárbaro. De pronto varios pasados intersectan con el presente y el drama actual de Alik parece empequeñecerse hasta desaparecer en el contexto del drama mayor. Y –lo único criticable- nunca sabés exactamente cómo termina este pobre tipo porque Baker entreteje y superpone tantas líneas temporales que en un momento el presente deja de serlo. Si lo explico, te cago la sorpresa, así que dejémoslo así.
Y vamos con el dibujante: nada menos que el genio croata Danijel Zezelj, ese al que los editores y críticos bancamos a muerte y la muchachada que comprar comics en EEUU le escapa como si transmitiera enfermedades venéreas con el dibujo. Lo que hace Zezelj en esta obra es inconmensurable. Lo más notorio es que es la primera vez que lo veo colorearse a sí mismo. Yo lo descubrí en trabajos coloreados por los típicos coloristas yanquis. De ahí pasé a sus laburos en blanco y negro, que me devastaron las retinas y ahora me lo encuentro lanzado a la tarea de colorear su propio dibujo y, de nuevo, me caí de culo y reboté 65 veces mínimo. El tipo, aún sabiendo que tenía la chance de complementar su trabajo a tinta con el color digital, no escatimó ni el menor esfuerzo en el dibujo que –como siempre- combina un uso intenso de la referencia fotográfica con unas caras y una dinámica corporal de tremenda (y brecciana) expresividad. Pero además, armó una paleta de colores distinta para cada secuencia y cada época de las que visita el guión, y TODAS realzan su dibujo y se complementan a la perfección con ese claroscuro extremo y visceral que tanto se disfruta en blanco y negro. De lo dark a lo onírico, de las familias laboriosas y esperanzadas a los gangsters corruptos y traicioneros, Zezelj recorre casi todo el Siglo XX con una documentación alucinante y unos climas perfectamente logrados, que potencian enormemente la fuerza del relato. Si comprás comics por el dibujo, este es un libro que YA tenés que tener, porque lo que vas a aprender si te sentás a estudiar a Zezelj no lo vas a aprender nunca en la vida, en ningún otro lado.
Sexo, drogas, guerras, sueños de un mundo mejor hechos añicos, pesadillas más poderosas que el tiempo, amores y desamores, poesía y corrupción. Luna Park te ofrece todo eso y mucho más en una historieta intensa, potente, que te atrapa a full aunque no tengas ni idea de quiénes son y cómo viven los inmigrantes rusos en los EEUU. Papa MUY fina.

lunes, 21 de marzo de 2011

21/ 03: HEWLIGAN´S HAIRCUT


Corría 1990 y Peter Milligan estaba a punto de desembarcar en DC con Shade the Changing Man. Jamie Hewlett, por su parte, ya estaba cosechando infinita chapa con los primeros episodios de Tank Girl. Era un momento de cambios, de movidas extremas en la historieta británica, y el popular semanario 2000 A.D. lo reflejó al darle un hogar a Hewligan´s Haircut, uno de los comics más delirantes de la historia de este medio.
Se trata de una saga corta (para los parámetros de lo que solía escribir Milligan en la 2000 A.D.), apenas 44 páginas, casi todas a color. Y si bien los fans de Hewlett siempre queremos ver muchas más páginas dibujadas por el ídolo, la decisión de acotar la extensión de la historia resulta más que acertada. Si la seguían, el efecto se diluía. ¿De qué trata Hewligan´s Haircut? De la demencia. De qué significa estar totalmente loco. Cada personaje tiene su respuesta a esa pregunta y la más interesante es la que brinda la co-protagonista, Scarlet O’Gasmeter: ¿Sabés por qué creen que estás loco? Porque no sintonizás la misma frecuencia que el resto del mundo. Scarlet descubrió la forma de sacarle provecho a su extraña sintonía: puede entrar y salir a voluntad de mundos enteros que están en una sintonía distinta que el nuestro. O sea que, más allá del interesantísimo debate acerca de qué es la locura, tenemos vibrantes aventuras de Scarlet y Hewligan en los mundos más limados y descontrolados que te puedas imaginar.
Los diálogos, por supuesto, reflejan el mambo mental de los personajes y aparecen todo el tiempo frases graciosísimas y chistes boludos, pero bien hechos. Y no hay mucho más para analizar, realmente. Esta es una obra corta, menor en la carrera de los artistas, una especie de bizarreada de culto para el que quiere tener TODO Milligan, TODO Hewlett, o todos los coqueteos vanguardistas de la 2000 A.D. Como complemento, el tomo trae algunas ilustraciones y una breve historieta de Judge Dredd escrita por Alan Grant y dibujada a cuatro manos por Hewlett y el otro rey del deliro, Brendan McCarthy. Es un guión claramente cómico, pero no va para el lado del disparate lewiscarrollesco de la historia central. Igual está muy, muy bien.
El trabajo de Hewlett en esta saga es consagratorio. Si vos creías que sólo podía dibujar el desierto australiano, esto te va a sorprender. Hewlett se mata en los fondos y retrata ciudades y mundos extremos, la rompe como pocas veces en las expresiones faciales y te hace cagar de risa cuando “homenajea” al cubismo y a Andy Warhol. Como en las primeras historias de Tank Girl, el co-creador de los Gorillaz se zarpa en cuanto a la cantidad de información que mete en cada viñeta, algo que, si el comic fuera más largo, podría saturar, mal. Pero repito, este es sin dudas uno de sus mejores trabajos.
Si sos fan de estos monstruos ingleses, no te pierdas esta demencial montaña rusa de aventuras y emociones. Sí, la deben haber inventado en un estado de alteración mental muy jodido. Pero el resultado garpa, a full.

domingo, 20 de marzo de 2011

20/ 3: QUOTIDIANIA DELIRANTE Vol.2


A rasgos generales, estas 17 historietas no plantean nada radicalmente distinto de lo que ya vimos en el tomo anterior. Pero tal vez por efecto de acumulación, de leer estas después de haber leído las anteriores, me da la sensación de que pegan más fuerte. La palabra “Delirante” en el título es casi un engaña-pichanga. Sí, hay situaciones descabelladas e inverosímiles. Pero hasta ahí nomás. Esto no es una demencia tipo… Rogan Gosh de Milligan y McCarthy. Estas son historietas perfectamente pensadas para lograr un efecto, para transmitir un mensaje, para implantar en el lector ciertas ideas que atormentan a Miguelanxo Prado y que el genio gallego quiere compartir. No sólo con los intelectuales, o por la gente habitualmente preocupada por los problemas de la sociedad, sino también con el lector menos comprometido, que no le pide a la historieta mucho más que unos minutos de esparcimiento. A ese lector, Prado lo seduce con su humor, en el cual el delirio es importante, pero lo central es el regusto ácido.
Como vimos en el tomo anterior, Quotidianía Delirante es una luz de alerta que se enciende. Es un tipo que logra bajarse un segundo del vértigo descerebrado del consumo, el progreso y el éxito para pensar qué medios se justifican y cuáles no para alcanzar esos fines. Prado se da cuenta (como Arturo Pérez-Reverte, por ejemplo) que la España de su tiempo (fines de los ´80 y principios de los ´90) está cambiando demasiado rápido y en una dirección demasiado pelotuda. La salvajada del vale-todo se expande para todos lados, incluso para adentro, y Miguelanxo la retrata con mano maestra en ámbitos tan distintos como la familia, la pareja, el trabajo, el medio ambiente y las relaciones internacionales. En todas partes, alguien se excede brutalmente y alguien acepta estos excesos como si fuesen lo más normal del mundo, como si no existiese ninguna chance de ponerle límites (y mucho menos de revertir) a esa ola que arrasa con la honestidad, la solidaridad, la libertad e incluso la lógica más básica.
Si a esta bajada de línea, punzante y demoledora, le sumamos las situaciones bizarras y los diálogos siempre efectivos, el resultado son historietas cortas (3 o 4 páginas) con un poder impresionante. Esto es –como South Park- material que debería enseñarse en las escuelas, para que los chicos entiendan desde la infancia a dónde vamos a ir a parar si no se frena la ola. Y además para que descubran una forma distinta de hacer historieta, porque hoy todos le ponen infinitas fichas a las novelas gráficas de infinitas páginas, y Prado demostró con creces que en cuatro páginas también podés armar una trama, desarrollarla y cerrarla de modo brillante.
Todo esto, sin hablar del dibujo del prócer gallego que en este tomo trabaja siempre en un mismo registro, sin esos fastuosos experimentos con el color que vimos en el tomo anterior, pero totalmente afianzado en un estilo que es perfecto para la sátira costumbrista y socio-política. Identificado en sus años mozos con la ciencia-ficción, ya un poquito más grande Prado se reveló como uno de los más agudos observadores del aquí y ahora. El ojo infalible del autor capta detalles mínimos como la ropa, los autos, los peinados y hasta las tetas infladas con silicona, y los plasma en la página con sutileza y con fuerza expresiva.
Esto es comic fundamental, amigo viñetófilo. Está escrito hace 20 años, pero se lee como si se escribiera hoy. Y está dibujado como la hiper-concha de Dios por uno de los grandes genios del Noveno Arte, que hasta cuando se propone cagarse de risa un rato, termina por dar cátedras memorables.

sábado, 19 de marzo de 2011

19/ 03: CRONICA LIMADA


Ufff. Día extenuante en Lima Comics. La verdad que la convención está increíble, con mucho para hacer, muchos autores y muy buena respuesta de los fans.
Pero, todo el día (literalmente, TODO el día) laburando en un stand, te deja de cama. Por suerte se vendió tan bien, que para mañana casi no queda mercadería…
Vamos a lo importante, que son los artistas: Estamos compartiendo convención con el maestro Horacio Altuna, el genio Eduardo Risso, el capo Ariel Olivetti, el fenómeno Gustavo Sala, Martín Canale (el escultor argentino que trabaja para Sideshow), Nico Di Mattía (increíble ilustrador y director de La Murciélaga), los gemelos fantásticos Gabriel Ba y Fabio Moon (de Brasil), el ilustrador y colorista José Villarrubia (de España), el coordinador de miles de series grossas de Vertigo, Will Dennis (de EEUU) y por supuesto, editores, colegas y fans de Perú, Colombia, Venezula y Uruguay. ¿No me olvido de nadie? Creo que no.
Hoy, lo más bizarro fue que no apareció ninguno de los tres historietistas peruanos de los que soy fan. Y otro dato impactante: cómo se los empoman a los fans peruanos los comerciantes que traen merca de Argentina, España o EEUU. Si alguna vez te quejaste por los precios en las comiquerías argentas, andá y pediles perdón, porque al lado de las peruanas, las nuestras son entidades benéficas. Otra cosa: hoy, poco cosplay. Bastante grupete, fanzine y revista sobre manga, pero poco cosplay. Bien. Y otra más: acá un diario masivo publica todos los días (creo) comic-books tanto de Marvel como de DC! Y los le medio mundo, no sólo los comiqueros. Vas por la calle y en las avenidas grossas ves afiches con Thor, Wolverine o Batman, pero esos afiches gigantescos, los que se ven en Buenos Aires cuando lanza alguna movida Clarín. Los precios de estos comics son sumamente accesibles y hacen que la cantidad de fans se multiplique exponencialmente. Muy notable, de verdad.
El centro de convenciones donde se realiza el evento es un lujo. Todo está organizado, funciona y aparece cuando tiene que aparecer. Evidentemente, acá no se improvisa, sino que se nota en todo momento el esfuerzo por brindarle un gran show a la gente que paga su entrada.
Y bueno, queda por delante una larguísima jornada más. Hoy me tocó presentar el libro del blog (con la complicidad de Gustavo Sala) y mañana me toca integrar el panel que presentará la revista Etnica, la antología de historieta latinoamericana que se edita en Venezuela y en la que tengo el honor de aportar artículos. Me voy a cenar y a dormir cansadísimo, pero muy contento!

viernes, 18 de marzo de 2011

18/ 03: ULTIMATE FANTASTIC FOUR Vol.3


Hace… nada, me tocó leer un comic de Warren Ellis en el que los malos eran los Fantastic Four. Ahora el mismo Ellis me cuenta una historia en la que los Fantastic Four son los buenos. ¿Qué es esta panquequeada? ¿Estamos todos locos?
Un poco sí. Y un poco la respuesta pasa por el poder icónico de estos personajes, a los que un mismo autor puede interpretar de modos diferentes. Pero yo propongo una tercera variante: ¿Quién dijo que los FF del Universo Ultimate son héroes? Por lo menos en esta saga, no lo son. Son científicos bancados por el gobierno que viajan a una dimensión adyacente para explorarla en beneficio propio. No es una gesta heroica, no viajan para impedir que la Zona Negativa explote, o invada a nuestro mundo, ni para liberar a otros seres prisioneros de Annihilus (perdón, Nihil). De hecho, Reed le chorea al villano un rayo mortífero y se lo entrega al General Ross para que el ejército yanki lo investigue y lo replique… Y no estamos hablando de una vacuna contra el cáncer, sino de un arma más peligrosa que el PRO. O sea que entre aquellos FF pasados de rosca que hacían de malos en Planetary y estos Fantasteen Four del Universo Ultimate hay diferencias, pero tampoco tan tajantes.
Como todas las sagas de UFF, esta va lento, porque se toma el laburo de explicar TODO de forma racional y creíble. Lo que en los comics de Lee y Kirby era maravilloso, bizarro y espectacular, acá es lógico, coherente y no por eso menos espectacular. Ellis usa las extensas explicaciones no sólo para dotar a la historia de un contexto más “realista”, sino también para estirar. El argumento de esta saga no resiste ni en pedo las más de 130 páginas que dura, y el guionista encuentra la forma de que toda la perorata científica se haga llevadera y funcione –como los diálogos graciosos y los chistes- para llenar páginas de modo llevadero, aunque no dinámico. Para que te des una idea, el tomo se lama N-Zone y se trata, ni más ni menos, de la primera incursión de Reed y los suyos en la Zona Negativa. Pero llegan a la zona recién en la página 44! Todo lo anterior es el chamuyo previo, el foreplay. Y el resultado es una historia sólida, llena de detalles interesantísimos y muy bien pensados, pero larga al pedo y casi sin machaca. De hecho, piñas-lo-que-se-dice-piñas hay apenas dos o tres, en el quinto episodio de la saga.
Pero está bueno, porque los personajes están bien desarrollados y el laburo de Ellis de aggiornar y des-bizarrear las historias clásicas está muy bien logrado. El Annihilus de este universo no tiene ni en pedo la onda del clásico, y no mete ni un décimo del miedo que metía el que dibujaba en Rey Kirby. Pero en el planteo de Ellis, el conflicto con el villano no es lo importante. Ni siquiera se calienta en dejarlo vivo para que cobre venganza más adelante. Nihil es simplemente un obstáculo que impide que los FF completen su exploración de la Zona-N, y aún así la historia garpa.
Lo que va para atrás como cangrejo con diarrea es el dibujo de Adam Kubert. Si querés, le echamos la culpa al hecho de que tiene cuatro entintadores distintos. Pero la posta es que, visualmente, esto es del Nacional B, ya sea comparado con Planetary, o con el tomo anterior de UFF, el que dibujó Stuart Immonen. Adam gastó sus últimos cartuchos en aquellos alucinantes numeritos de Hulk con Peter David, y después, pobre pibe, se convirtió en un clon choto de sí mismo. Tiene algunas secuencias lindas, y varias viñetas fuertes, bien pensadas, pero también algunas que parecen obra de un amateur. La página 9 del tercer episodio es de esas donde decís “¿Y este delincuente cobra cientos de dólares por página? Yo dibujo mejor!”. Adam abusa bastante de las páginas de cuatro cuadros, y –cómo no- de la doble splash-page. También hay que reconocerle que se fuma unas cuantas páginas de muchos cuadros y que lo suyo es, decididamente, la machaca, que acá casi no hay.
Si no te molestan los dibujantes del montón que se creen muy grossos, si tolerás una onda tirando a pochoclera y un argumento para 48 páginas desarrollado en más de 130, acá te esperan buenos personajes, buenos diálogos y la extraña y grata sensación de que todo está pasando por primera vez, de que es la primera vez que los humanos con superpoderes se ven las caras con un ser de otro universo, en vez de la número 534.615. Y encima esta vez, es todo 100% creíble.

jueves, 17 de marzo de 2011

17/ 03: NOCTURNO Vol.2


Tarde o temprano tenía que suceder: conseguí el segundo tomo de Nocturno, lo leí y me enteré cómo catzo termina esa alucinante historieta de Tony Sandoval cuya primera mitad me partiera el cráneo a mediados del año pasado.
Y una vez más, el genio mexicano me sorprendió: Yo esperaba una especie de The Crow, un regreso del finado Seck, decidido a trozar en cachitos muy chiquitos a los responsables de su muerte y de la de su amigo Rojo. Pero no: sin esquivar las escenas de sangre y machaca fuera de control, Sandoval pega otro volantazo y hace que el regreso de Seck se enfoque más en su frustrado romance con Karen que en la venganza sanguinolienta contra los villanos del primer tomo. ¿Cómo hace Seck para volver de la muerte? ¿Quién o qué es Nocturno, el espíritu que lo poseyó y lo convirtió en un justiciero implacable? Todo, absolutamente todo está explicado en estas páginas, y todo avanza hacia un gran final, donde el ídolo le escapa a la grandilocuencia, aunque no a la intensidad. El final se parece mucho al de una clásica historia de amor, pero esta tiene la pasión de las epopeyas y el power del heavy metal.
A diferencia del primer tomo, acá Sandoval se concentra más en Seck y un poco menos en los secundarios. Que los hay, y tienen mucha chapa. Pero lo grosso es el desarrollo del protagonista, su diálogo interior con fantasmas propios y ajenos, el cambio, la madurez que experimenta tras cinco años lejos de la gente, de la música y del amor. Seck empieza y termina igual, tocando la viola en una banda heavy. Pero no es el mismo pibe, la historia que nos narra Sandoval lo modifica por completo.
Como suele suceder cuando aparecen autores del calibre de Tony Sandoval, el dibujo termina por opacar al guión. Y si bien el guión de Nocturno es excelente, lo que hace esta bestia en la faceta artística está muy por encima de la excelencia, e incluso de la comprensión humana. Lápiz, tinta, tramas mecánicas, acuarelas, pasteles, lápices y tintas de colores… Sandoval echa mano a todo y con todo se luce y brilla a ful. Para cada secuencia elige una técnica: El mundo del más allá está dibujado a lápiz negro sobre fondo gris; el relato de Deon tiene tintas e ilustraciones a todo color; los diálogos entre Seck y Nocturno están realizados en lápiz negro, pero sobre fondo blanco y con toques de lápiz rojo; la lucha interna de Karen es a color, pero aplicado sobre el lápiz, sin contornos, en una onda Jill Thompson impresionista; y así cada instancia y locación de la trama adquiere su propia identidad gráfica, por supuesto unificadas por el inconfundible estilo de Sandoval. Un estilo al que todavía se le notan por momentos los coqueteos con Teddy Kristiansen y Miguelanxo Prado, y cositas de Juan Bobillo y Dave McKean, pero que le sobra al mexicano para ser perfectamente reconocible y además para contar como él quiere todas y cada una de las escenas de la novela.
En Nocturno no ves ni por un segundo al tipo que lucha consigo mismo, se esfuerza, se desloma para que lo que quiere plasmar en la página le salga bien. Por el contrario, parece todo hecho de taquito por un artista que tiene un dominio molecular del guión, de las bases del dibujo, de la narrativa y de una decena de técnicas y materiales. Cada puesta en página es una delicia, cada composición una cátedra, cada efecto o recurso narrativo un acierto.
No te quiero aburrir con un bombardeo de elogios y babas para Tony Sandoval. El tipo es un genio, así, corta. Nunca me pasó de mostrarle sus dibujos a alguien que no lo conociera y que se quedara inerte, indiferente, o mucho menos que me diga “no me gusta”. Lo ves y te hacés fan a muerte, así es como funciona. No pasa muy seguido y cuando pasa, suele pasar con autores que casi nunca pelan guiones que no pasen vergüenza al lado de los dibujos. Con esta saga (y con El Cadáver y el Sofá) Sandoval demostró que es mucho más que un dibujante de irresistible atractivo visual. Es un narrador nato, capaz de poner su impresionante talento para el dibujo al servicio de historias que te involucran, te emocionan, te cagan a trompadas y te llegan al corazón.
Esto está editado en castellano por La Cúpula y son libros que salen un billete importante. Pero bueno, pagar barato por algo de esta calidad ya sería una obscenidad…

miércoles, 16 de marzo de 2011

16/ 03: SHOWCASE PRESENTS THE HAUNTED TANK Vol.2


Bob Kanigher, uno de los coordinadores y guionistas más prolíficos de la historia del comic yanki, era un tipo de mierda, despótico, cruel, malo de verdad. Por eso uno, cuando lee su obra, hace fuerza para que no le guste, porque no está bueno aplaudir a un tipo que, antes que guionista, era persona y de las malas. Pero claro, te pelan un Enemy Ace y lo tenés que aplaudir igual, aunque te dé bronca, porque es un comic impresionante, muy basado en la magia dibujística del imbatible Joe Kubert, pero no por eso menos notable, o menos representativo del Estilo Kanigher.
El Estilo Kanigher es algo que hoy resulta alienígena: el tipo creaba una fórmula para cada serie y la repetía siempre, en todas las historietas, mes tras mes. Todo se basaba en el plot, nunca en el desarrollo de los personajes, ni mucho menos en los diálogos. En las historias de guerra, los malos (casi siempre nazis) rara vez tenían nombre, cara o voz y por supuesto, era casi imposible que sobrevivieran para buscar vengarse de los buenos. El status quo de las series de Kanigher era virtualmente inalterable, lo cual hace muy dura la lectura de 37 episodios al hilo, como propone este Showcase. La fórmula del Haunted Tank era así: Jeb Stuart comanda una pequeña tanqueta yanki que combate a los nazis en Europa y el norte de Africa, casi siempre en inferioridad de condiciones. En todos los episodios, Stuart habla durante tres o cuatro viñetas con el espíritu de un valiente general de la Guerra de Secesión, que se llama igual que él y que siempre le tira algún dato medio ambiguo (un chimento enigmático, dirían en Intrusos) que después tendrá que ver con la resolución de la trama del episodio. Y eso, tan sencillito, duró décadas.
A las órdenes de Jeb Stuart viajan en la tanqueta otros tres soldados a los que Kanigher jamás les otorga un mínimo protagonismo. Están ahí para ejecutar las órdenes de Jeb. El protagonista es simplemente perfecto: honesto, osado, inteligente, piadoso, un capo. Y es el único que, en un flashback, parece tener algo así como una personalidad humana y creíble. Lógicamente, las mejores historias no son las que nos muestran cómo el Haunted Tank hace crosta a miles de nazis más malos e inoperantes que el gobierno de De la Rúa, sino aquellas poquísimas historias (tal vez 6 ó 7 de las 37) en las que Kanigher se va un poquito del esquema para presentar a algún personaje nuevo (que rara vez sobrevive), centrarse en el general fantasma, o en algún hecho del pasado de Jeb.
El episodio más loco es el del n°150 de G.I. Combat, donde el tanque se destruye, así, de una. Imaginate el kilombo que armaría un guionista de hoy si lo habilitan a escribir la destrucción del aparato que da nombre a la serie… Bueno, Kanigher hace lo contrario. La juega casi de cayetano y para el final del episodio, Jeb y su equipo tienen un tanque nuevo, más pulenta, armado con cachos de tanques destruídos. Por supuesto, el general fantasma los seguirá acompañando.
Lo más jodido e imposible de reivindicar que tiene este tomo son las historias en las que Kanigher reitera la fórmula clásica y encima dibuja Irv Novick, en un estilo que no es el suyo sino un triste intento por clonar a Joe Kubert. Catastrófico. También hay aportes menores de Mike Sekowsky, tres insulsos episodios de Ross Andru y sobre el final, tres de Sam Glanzman, un tipo con cero virtuosismo, pero bien salvaje, bien expresivo, crudo, zarpado. Y lo que hace que este Showcase tenga razón de ser es que 24 de las 37 historietas están dibujadas por el monstruo sacrosanto, genio entre los genios, Russ Heath. Uno de los más maravillosos dibujantes de estilo clásico que dio el comic, un tipo que reunía (o reúne, aunque hoy tiene más de 80 años y está retirado) lo mejor de John Severin y Wally Wood, al que han choreado hasta el hartazgo miles de dibujantes posteriores, como Paul Gulacy o Jim Starlin. Recién en los últimos episodios del tomo (los de 1972), Heath se tira un poquito a chanta. En todos los demás, el maestro pone todo, pero todo-todo. Y encima en blanco y negro se disfruta mucho más cada mancha, cada pincelada, cada pase mágico del plumín de este dibujante que llegó a su pico en los ´60 y ´70 y después se volcó a la publicidad y la animación.
Si te bancás ver cómo los heroicos soldados yankis sobreviven sin despeinarse a 100 millones de ordalías imposibles a bordo de una tanqueta embrujada, este Showcase te premia con muchas de las mejores páginas en la ilustre carrera de Russ Heath. Si no te gusta cómo escribe Kanigher, te esperan 550 páginas de sangre, sudor y lágrimas. Pero por Heath me aguanto eso y mucho más.

martes, 15 de marzo de 2011

15/ 03: EL MONSTRUO COLOR DE ROSA


Qué bestia que soy, ma-mita… Hace mil años, cuando me tocó comentar New National Kid, decía que ese libro reunía las primeras historietas cortas de Suehiro Maruo, el Genio Maldito del Manga. Pero no, esos trabajos de fines de los ´80 y principios de los ´90 no son los más viejos. En este libro hay 13 historietas, todas de 1981 y 1982, o sea que la leyenda –por ahora- empieza acá.
Como en New National Kid, vemos a un Maruo primerizo, al que le falta mucho camino por recorrer para alcanzar el nivel de sus obras posteriores. Acá a Maruo no sólo le falta un poquito de cocción para lograr la madurez de su estilo visual, sino que está más acotado, más limitado a la hora de pensar las historias. Se ve claro su inobjetable amor por la atrocidad: la sangre, las mutilaciones, las violaciones, las perversiones, el asco, un vale todo frenético, perturbador y en un punto revulsivo. Pero le falta esa otra pata, la del vuelo poético, la de los climas oníricos, surreales, la pata más bizarra y a la vez más finoli de la Fórmula Maruo. La del Doctor Caligari y la de La Niña de las Camelias son las más elegantes, las que combinan referencias culturales con un atmósfera freak y ominosa. Las dos tienen sus escenitas de garche, pero no son lo más importante. El Joven Z y Belleza Natural son dos historietas claramente porno, pero conservan cierta poesía, hay una ilógica argumental que llama la atención y cautiva casi tanto como el intercambio de fluídos.
El resto, es el festival de sexo e inmundicias más escabroso que vas a leer en tu vida. ¿En Orc Stain había tipos a los que les cortaban el gronch? Acá los gronch vuelan por el aire página por medio, todos penetran a todos con cualquier elemento imaginable (el muñón de un chico al que le mutilaron media pierna, por ejemplo) y los tajos (y la sangre) se llevan buena parte del protagonismo. Dentro de esto, no sé cómo, Maruo se las ingenia para meter buenas historias, coherentes además de truculentas y shockeantes. Las Costumbres del Criado, por ejemplo, ofrece un argumento redondo e impredecible, que sería la envidia de cualquier película porno, donde los conceptos “redondo”, “impredecible” e incuso “argumento” se ven menos que los preservativos.
En este libro está una de las historietas más salvajes de Suehiro Maruo. Me la contaron en forma oral muchos años antes de leerla y me pareció tan increíble que la quiero contar yo también. Una madre no quiere a su bebito recién nacido, por ende lo arroja a un retrete para que muera en las cloacas. Pero el bebé no muere, sino que crece en ese inmundo ecosistema formado por agua podrida, caca y pis. Día a día recibe con alegría los soretes y los meos de la gente que pasa por el retrete y ya adolescente, cada vez que mira hacia arriba y ve un culito que lo excita, sale a la superficie, secuestra a la chica que está haciendo fuerza en el retrete, la hunde en la cloaca y la somete sexualmente entre las heces y la podredumbre. Su última víctima es su madre, una prostituta ya vieja, a la que le chupa una teta entre la mierda, en busca de la leche que no recibió de bebé. Eso existe, posta. Se llama Kawayanosuke el Virgen y son 20 páginas dibujadas como los dioses. Vos sabrás si tenés el estómago y el aguante mental para leer algo así.
Suehiro Maruo, el genio autodidacta que no se parece a ningún otro mangaka, es casi un género en sí mismo. Se lo denomina “ero-guro”, por erótico y grotesco, pero eso no da cuenta de la elegancia y la sofisticación de su dibujo. Si nunca leíste a Maruo (y al igual que pasaba con New National Kid), no te recomiendo empezar por El Monstruo Color de Rosa. Esto es para el que ya está totalmente entregado al perverso juego que propone el autor y ya se banca cualquier cosa. Para empezar, vuelvo a recomendar que arranques con La Sonrisa del Vampiro, o con La Isla Panorama, o con Lunatic Lovers, si lo tuyo son las historias cortas. Y estas historias guardalas para cuando ya hayas emprendido el camino sin retorno hacia las obsecenas profundidades de ese dios de la depravación llamado Suehiro Maruo.

lunes, 14 de marzo de 2011

14/ 03: ORC STAIN Vol.1


Después de cruzármelo en unas cuantas antologías de Image, finalmente me pude meter de lleno en una obra larga y ambiciosa, escrita, dibujada, entintada, coloreada y rotulada por el inconmensurable James Stokoe.
El dibujo de Stokoe es extrañísimo. Me juego a definirlo como una mezcla lisérgica entre Silvio Cadelo, Philippe Druillet y Jamie Hewlett. La narrativa, en cambio, tiene más que ver con el indie americano, aunque ahí también se cuela algo de Hewlett. Y como guionista, Stokoe muestra con bastante transparencia su fanatismo por los escribas británicos de la 2000 A.D., obviamente con Pat Mills a la cabeza. Un cóctel raro, pero que se puede explicar: Stokoe es canadiense, más precisamente de Vancouver, una zona en la que co-existen las tradiciones comiqueras franco-belgas y anglosajonas. Sumémosle el dato de que vivió varios años en Seattle, y ahí cierra también lo del indie yanki.
Lo cierto es que no existen otros dibujantes en el mundo que dibujen como Stokoe. Sus criaturas, edificios y cavernas son absolutamente inimitables: nadie en su sano juicio puede siquiera plantearse dibujar todos los detalles microscópicos que mete Stokoe en esas viñetas pensadas para dejarte sin habla durante varios días. Las ilustraciones de doble página impresas en las retiraciones del libro son… indescriptibles. Creo que ni Druillet llega a ese nivel de enfermedad por los detalles. Y lo más lindo: Stokoe inventa todo. En Orc Stain no hay nada (pero nada, eh?) que exista en la realidad. Todo está 100% imaginado por el autor, como en esas historietas extravagantes y geniales de Alcatena y Mazzitelli.
La historia es sencilla, está pensada para que no pienses, para que te dejes atrapar rápida y fácilmente por este accidentado recorrido por el mundo de los orcos y te diviertas con los peligros que corre el protagonista, un orco que perdió un ojo y al que apodan –lógicamente- el Tuerto. El Tuerto va de acá para allá: lo estafan, lo chorean, lo envenenan, lo revolean, lo encarcelan, no sale de una y ya se mete en otra. Pero hay algo más: el Tuerto parece ser la clave para encontrar algo muy grosso: un órgano de un dios que quedó oculto en la tierra de los orcos. Como Pat Mills en Slaine, Stokoe mete mucha acción y unos cuantos momentos desopilantes para darle onda y dinámica a algo que, en otras manos menos habilidosas, podría tornarse aburrido simplemente por la cantidad de data que el lector necesita para entender cómo funciona este mundo al filo del delirio.
Los orcos son una raza intrínsecamente jodida, que no conoce la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. No existen los códigos, ni los escrúpulos, ni la solidaridad. El capo que logra quedar al frente de una tribu 10 años, es el equivalente a toda una dinastía en nuestra realidad. Y lo más heavy: la moneda de cambio son los gronch. ¿Lo qué? ¿Los gronchos? No, los gronch, que es como le dicen los orcos a la querida pija, poronga, garcha, verga, chota, cíclope rojo, gato muerto, etc. Todos están esperando que alguno se distraiga para amputarle el coñemu al de al lado, porque el que más gronch se cuelga del cinto, más chapa tiene. Incluso la moneda con la que los orcos compran y venden se hace cortando en fetas los gronch mutilados y bañándolos en algo parecido al oro, en un proceso que Stokoe explica minuciosamente en las páginas finales del libro. Eso más que de Pat Mills ya es digno de Jodorowsky muy pasado de peyote.
El primer tomo de Orc Stain promete muchísimo. Además de al Tuerto, Stokoe desarrolla con categoría a dos personajes más, pero también a animales, piedras, monstruos, lugares y hasta objetos; si te parecía que el Capitán América hacía demasiadas cosas con un escudo, esperá a ver lo que hace el Tuerto con un martillo. En este mundo todo es así, zarpado, extremo y absolutamente hipnótico. Ponelo ya a Stokoe en la lista de los indispensables. Me juego el gronch a que te va a cebar.

domingo, 13 de marzo de 2011

13/ 03: LA DANZA DE LOS CONDENADOS


Mucho se ha hablado recientemente de cómo los contenidos que se generan para los blogs suelen potenciarse y de algún modo “legitimarse” cuando se recopilan en libros. Bueno, no siempre. La Danza de los Condenados es probablemente la mejor historieta en la gigantesca trayectoria de Federico Baert, prócer de la autoedición y pionero en la movida de su San Nicolás natal. Para este trabajo contó con la asistencia del increíble Marcos Vergara en los fondos y del gran Caio Di Lorenzo en los colores y el resultado fue una historieta totalmente adictiva, un hito dentro del blog Historietas Reales.
Toda esa magia, a la hora de trasladarse al libro, se diluye una vez que das vuelta la excelente portada. Adentro te espera una publicación mal encuadernada, mal compaginada (una página está dos veces!) y sobre todo, mal impresa. El paso de color a blanco y negro estropeó el trabajo de Di Lorenzo, y lo convirtió en un empaste molesto a la vista. Obviamente con la complicidad de una imprenta absolutamente deficitaria, incapaz de reproducir ya no los grises, sino los negros. Posta, no hay UNA línea ni UNA mancha negra que se vean negras. Todo es gris y todo se empasta con los grises que están donde deberían estar los colores. O sea que el libro es poco menos que una afrenta, una falta de respeto contra la obra de Federico Baert, totalmente inmerecida. Hasta ahora, ninguna publicación ni de Loco Rabia ni de Llanto de Mudo (los dos sellos que co-produjeron esta edición) había tenido estos problemas. Esta tiene más problemas que Libia, Egipto y Japón sumados.
Por suerte lo que hay adentro de este libro mal editado es un comic que está excelente. Baert está afianzado en su estilo de dibujo, afilado para pescar y plasmar detalles del lenguaje corporal y facial de los personajes, con un manejo brillante de los tiempos del relato, un gran criterio para elegir dónde cortar cada escena y muchos recursos para que las páginas que sólo muestran gente conversando no se hagan aburridas. El argumento, enrolado en el costumbrismo semi-autobiográfico (el protagonista es Baert, pero los que lo conocemos sabemos que su vida no se parece mucho a la del personaje), nos pasea por un montón de secuencias desopilantes y totalmente impredecibles, atravesadas por más de un hilo conductor, cosa que no es fácil de lograr y menos cuando pretendés que al final cierren todas las puntas que abrís, cosa que Baert efectivamente hace.
Pero lo mejor, lo que hace totalmente hipnótica la lectura de la historieta, son los personajes. Baert se reserva para sí mismo los diálogos más ingeniosos, retruques venenosos y frases memorables. Pero la abuela se morfa la historia cada vez que aparece. Y Underpilleta amenaza con ser el verdadero protagonista en casi todas las secuencias en las que entra en escena. Vera, Mendoza, los okupetes… todos suman delirio, ternura, mala leche o las tres cosas juntas a una trama que va para adelante a fuerza de giros caprichosos y a la vez sumamente coherentes. De pronto, la vida gris y sedentaria de un simple profesor de dibujo parece una montaña rusa de emociones, salpicada de sexo, drogas, alcohol, locura, venganza y redención. Y como está todo planteado en son de joda, se hace doblemente irresistible.
La Danza de los Condenados no da tregua y no tiene paz. Si nunca leíste a Federico Baert, vas a descubrir a un autor muy personal y muy completo, que acá suma a su habitual repertorio una muy bienvenida cuota de incorrección política, pero que sabe hacer de todo. Lamentablemente, la versión que vas a querer atesorar por siempre en tu biblioteca es la que sólo existe online. La versión en papel tuvo buenas intenciones (el prólogo de Javier Hildebrandt, por ejemplo) pero no se la bancó, ni ahí.

sábado, 12 de marzo de 2011

12/ 03: PRIMERAS PRESENTACIONES DEL LIBRO


El libro que recopila la primera mitad de las reseñas publicadas durante 2010 en este blog ya está casi listo para salir a la venta. Seguramente eso sucederá a lo largo de la semana que se inicia este lunes. Por supuesto, vamos a presentar el libro en varias ciudades de Latinoamérica, siempre en eventos o charlas abiertas al público. El cronograma es largo y ambicioso, pero ya podemos anunciar varias fechas confirmadísimas.
La primera presentación, paradójicamente, se hace antes de que salga el libro. Esto es mañana, domingo 13 de Marzo, en el evento Dibujantes, que se realiza en Maipú 306, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A las 20 hs. voy a estar al frente de una charla acerca del libro, el blog y el backstage de ambos. Estaría bueno que se acerquen muchos lectores del blog, así la remamos mejor sin el libro a mano. La entrada es libre y gratuita.
Ya con el libro editado, la primera escala es Lima Comics, en la capital de la hermana República de Perú. Ahí voy a estar los días 19 y 20 de este mes, en el María Angola, un hermoso centro de convenciones del barrio de Miraflores. No sé si tendré una charla formal, pero voy a estar yo y va a estar el libro, así que en el mejor de los casos, improvisaremos la charla en el stand donde van a estar a la venta esa y muchas otras publicaciones de autores argentinos. Si vivís en Lima, ya sabés que la convención va a contar con invitados del nivel de Eduardo Risso, Gustavo Sala, Ariel Olivetti, José Villarubia, Rodolfo Santullo y muchos más, así que seguro nos vemos allá.
La siguiente presentación confirmada es en Lobos, provincia de Buenos Aires. Allí se realizará un nuevo Encuentro Nacional del Humor y la Historieta, que recuperará la tradición de los tres míticos encuentros realizados entre 1979 y 1981. 30 años después, del 8 al 10 de Abril de este año, Lobos vuelve a ser capital de la historieta argentina y 365 Comics por Año va a estar ahí, con una presentación (en la que probablemente intervengan también Lucas Varela y Quique Alcatena) el sábado 9 a las 17:30. La lista de autores grossos que ya confirmaron su visita a Lobos es infinita, así que mi consejo para los fans de la historieta nacional es asistir a como dé lugar. Yo nunca pude ir a los encuentros de la etapa clásica, porque era muy chico, pero me acuerdo que en Hortensia, Humor, Skorpio y otras revistas publicaban fotos de todos los dibujantes pasándola bomba en Lobos y yo me quería abrir las venas con la portada de un anuario de El Tony...
Apenas una semana después, el sábado 16 de Abril, el vértigo nos lleva a la maravillosa Córdoba, hogar de la editorial Llanto de Mudo, que es la que publica el libro. El evento constará de presentaciones de varios títulos de la editorial, o sea que compartiremos mesa con Sala, Luciano Saracino, Brian Jánchez, Diego Cortés, Nico Sánchez Brondo, Fernando “el León” González, Juan Ferreyra y muchos más. Esto arranca a las 16:30 en el Centro Cultural España Córdoba, que queda en Entre Ríos 40, obviamente en la ciudad de Córdoba.
Y hay más. Se vienen la Feria del Libro, Montevideo Comics, Crack Bang Boom… un montón de eventos en los que 365 Comics por Año va a estar presente y donde vamos a poder conversar acerca del blog y del libro que escribí sin querer. A medida que se vayan confirmando, vamos a pasar en limpio la información.
La semana que viene, entonces, antes de viajar a Lima, un primer listado de los puntos de venta donde se va a poder adquirir el libro, si preferís comprarlo en librerías y no en alguno de los eventos donde nos vamos a encontrar. Lo importante es que lo compres, no?

viernes, 11 de marzo de 2011

11/ 03: CRISIS ON INFINITE EARTHS


De esta saga se podría escribir un libro entero, no? 365 Días de Artículos sobre Crisis… En parte por lo que pasa en estas 350 páginas y en parte por cómo repercutieron, para atrás y para adelante, en la historia del Universo DC, y del comic de superhéroes en general. Pero bueno, veremos hasta dónde llegamos en 4000 caracteres…
Qué grossa dupla la de Marv Wolfman y George Pérez. Cómo se nota que entre ellos hay cariño, onda, casi telepatía. Hoy, ninguno de los dos está en su mejor momento artístico, pero si hacen algo juntos, seguro vibra de la onda que le ponen.
Otro maestro, Jerry Ordway. Es impresionante cómo después de varios números a los tumbos, con Dick Giordano y sus esbirros tratando sin éxito de hacerle justicia a los lápices de Pérez, cae Ordway y la majestad del dibujo se potencia al infinito.
Ovación también para Bob Greenberger, coordinador del proyecto cuando salió originalmente, en 1985. Esta serie no sólo generaba kilombo a nivel editorial: era un kilombo en sí misma. Y sin un coordinador que remara para sacarla adelante, corríamos serios riesgos de que no condujera a nada.
Obvio que DC en buena mediad desaprovechó el hiper-impacto que generó esta serie. ¿Te imaginás si al mes siguiente hubiesen reiniciado todas las revistas desde el n°1, todas ya ambientadas en la continuidad post-Crisis? Habríamos visto una nueva Golden Age, mínimo. Pero no. Crisis, como artefacto de continuidad, no podía arreglar todo por sí sóla y dependió de otros autores y otros coordinadores, menos comprometidos con el cambio que proponía Wolfman. Así es como DC tardó AÑOS en reacomodar su línea editorial a los “revolucionarios” sucesos de Crisis.
Pero leer Crisis sólo como artefacto de continuidad es trampa. La onda es leerla como historieta, a ver qué pasa, a ver si se banca los 26 años transcurridos. Y la respuesta es “casi”. El argumento está MUY bien pensado. Los orígenes de los Monitores, Pariah, Lyla, Alexander Luthor, la explicación de la anti-materia, todo está muy bueno. El guión, no tanto. En un montón de escenas pasan cosas que giran en torno a estos personajes y los héroes y villanos del DCU están ahí, boyando, medio de adorno, porque no tienen la más puta idea de qué hacer ni cómo. Excepto en la lucha final, cuando el Anti-Monitor se lleva la Tierra al universo de anti-materia, los héroes no tienen chapa, no hacen nada decisivo. Van, siguen instrucciones, tiran alguna piña, pelean al pedo contra una horda de villanos retobados (en ese infausto noveno episodio que ya no tenía razón de ser en 1985 y menos ahora) y cada tanto mechan algún diálogo ingenioso, o un acto heroico y noble. Pero como la trama es atractiva y hay muchas escenas fuertes, y a la hinchada le encanta el hiper-team-up de todos los personajes juntos, el trámite se hace llevadero.
Y hago un hincapié en lo de las escenas fuertes. Mientras muchos apuestan a la gradilocuencia, Wolfman apostó a la emotividad. Los momentos más power de Crisis son escenas donde gobierna la emoción, lo humano por sobre lo sobrehumano. Tal vez por eso Wolfman le da tan poca bola a cómo se vive la Crisis en los otros planetas (no aparece New Genesis, sin ir más lejos): al tipo le interesa mostrar el cataclismo del multiverso como un drama -ante todo- humano. Lo mejor es que lo logra.
Lo de Pérez, ciclópeo. No sé si alguien alguna vez dibujó tanto en un comic como Pérez en Crisis. Y más allá de lo cuantitativo, lo más notable es la calidad, que acá sobra. Los quiero ver a los pecho frío de ahora dibujar todas esas páginas con 15 cuadritos y 40 ó 50 personajes (algunos de ellos absolutamente ignotos) en cada cuadrito.
Después de Crisis, vinieron chotocientas mil saguitas llenas de crossovers que amagaron con cambiar “para siempre” al Universo DC y a todos los demás. Ninguna se le arrima siquiera a Crisis, ni en ambición, ni en resultados.
Ah, y lo más lindo de todo: no aparece ni en una sóla viñeta el pelotudo de Hal Jordan, hoy figurita archirrepetida y ultra-sobre-explotada en el DCU.

jueves, 10 de marzo de 2011

10/ 03: FAERIC GANGS


Y bueno, todo gran autor tiene derecho a una obra menor dentro de su bibliografía. Faeric Gangs pierde en intensidad contra las historias cortas de Al Mejor Postor, en desarrollo de personajes contra Pulp Heroes y en ambición épica contra Los Reyes Elfos. Y todo eso sin ser una mala historieta, ni mucho menos.
Acá todo pasa por el formato. Víctor Santos sabe que tiene sólo 46 páginas para presentar a los personajes, desarrollarlos, plantear un conflicto y resolverlo. Eso condiciona todo. El resultado es un comic que no pierde un segundo, que pone quinta y acelera a fondo, porque tiene que cumplir con todos esos requisitos en un espacio muy acotado. Y además cumple con creces la cuota de escenas de machaca, que ante todo se trata de una historieta de acción y gangsters al estilo del cine de Hong-Kong, con artes marciales, chumbos y katanas ensangrentadas. O sea que tenés garantizadas 46 páginas al palo, sin tregua y sin piedad.
¿Qué resigna Santos para cumplir con estos lineamientos? Básicamente desarrollo de personajes. Trabaja fuerte sobre la protagonista y un secundario importante, y el resto (al igual que los villanos) están apenas esbozados. Los malos son malos porque sí, y como son mafiosos, todos quieren eliminar a cualquiera que ponga en riesgo su hegemonía sobre los negocios turbios de la ciudad. Listo. O casi, porque también hay una muy buena explicación de por qué muchos de estos gangsters son demonios, sátiros, hechiceros o hadas. Y sí, el ídolo vincula de un modo sutil pero efectivo a estas familias mafiosas del Siglo XXI con su gloriosa epopeya medieval.
Lo otro medio bajonero es que Santos compra el formato de álbum francés (46 páginas) pero no compra la narrativa francesa. O sea, no nos inflige 35 páginas de 10 ó 12 viñetas. Entonces, además de pocas páginas, la historia tiene pocas viñetas. Y como hay mucho para presentar y explicar, nos terminamos morfando páginas como la 12 y la 13, donde el dibujo apenas saca la nariz para respirar entre un tsunami de textos que amenazan con copar el 100% del comic. Por supuesto hay muchas páginas muy bien balanceadas entre texto e imagen, pero se nota mucho que en algunas secuencias el valenciano tuvo que meter más información de la que quedaba lindo a la vista.
Otra “francesada” que experimenta Santos en este libro es el color, que no es un espanto ni mucho menos, pero que cualquiera que haya leído una obra suya sabe que no es necesario en lo más mínimo. Con el correr de los años, Santos ascendió al Olimpo del Claroscuro y a mí (creo que a muchos) me gusta verlo en blanco y negro, a todo o nada. Si hacen falta grisados o tramas, me queda clarísimo que Santos las va a poner como los dioses. Y si alguien cree que para que esto impacte y emocione hace falta color, bueno, no entendió de qué se trata y para dónde va el talento de este monstruo del Noveno Arte…
Pero lo relevante es que, debajo de esos colores y esos efectos de Photoshop, están el dibujo y la narrativa de siempre; o en realidad, del Santos pre-Darwyn Cooke, el que abrevaba (y se hacía cargo) en Bruce Timm, Matt Wagner, Frank Miller y Mike Mignola. Y Santos no lo nombra, pero yo sumo a Paul Grist a la lista. Por supuesto, tanta viñeta widescreen obliga a agregar toooda otra lista paralela, pero de cineastas, cosa que no estoy capacitado para hacer porque cada día (en parte gracias a este blog) consumo menos cine.
Pensada para entretener un rato, para presentar a un nuevo personaje que en una de esas un día vuelve, o simplemente para tener una obra 100% ajustada a las exigencias del mercado francés (que, se sabe, paga mucho mejor que el español), Víctor Santos le robó un ratito de 2003 a sus sagas más importantes para ofrecernos esta aventura trepidante y violenta a la que definió como “una cruza entre Hellboy y Sin City”. Y no está mal.