el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 15 de abril de 2010

15/ 04: JULIUS KNIPL, REAL ESTATE PHOTOGRAPHER: THE BEAUTY SUPPLY DISTRICT


A Ben Katchor lo había oído nombrar un par de veces en el Comics Journal, pero nunca había visto una historieta suya hasta que un día, desde una mesa de saldos, me tiró onda Cheap Novelties, el primer libro protagonizado por Julius Knipl, el fotógrafo inmobiliario. Y fue amor a primera vista. Fue abrir el libro y jurarle fidelidad eterna a Katchor y a su entrañable personaje. Así fue como, ni bien pude, me pedí este libro de Julius Knipl, que es el que hoy me toca reseñar, convencido de que era el segundo, pero en realidad hay uno más en el medio.
Las historietas de Julius aparecieron semanalmente en el Forward y otros periódicos alternativos yankis desde 1988 y se publicaron también en Japón y Francia. Cada página narra una “historia”, o algo así. En general, al principio la fórmula era Julius con su cámara y su trípode, recorriendo un viejo barrio de una especie de New York surreal. Cada edificio que fotografiaba y cada cuadra que recorría le traían recuerdos de otras épocas, mucho más prósperas, en las que esos barrios hoy venidos a menos eran el corazón de una ciudad cuyo comercio latía a full. Las anécdotas de Knipl eran sencillas, sutiles, con un tinte de nostalgia casi dolinesca y algún tinte absurdo, o de fina ironía acerca de la mentalidad consumista de las clases medias urbanas. No hay, en rigor de verdad, una historia con principio, desarrollo y final, sino pequeñas anécdotas, observaciones y reflexiones, tan minimalistas como acertadas.
Algo pasó en el libro que no tengo, porque en el tercero la fórmula se ve muy distinta. Julius no aparece nunca con su cámara (apenas lo vemos una vez en su departamento revelando fotos) y además de los negocios, sus paseos lo llevan mucho por plazas, teatros, museos y restaurantes. Muchas de las “historias” le son narradas a Knipl por otros personajes, con lo cual su rol se empequeñece tanto, que en varias planchas ni lo vemos. El tono también muta, de esa nostalgia medio en joda que uno asocia con los textos de Alejandro Dolina hacia una especie de festival del “tiremos fruta”. Katchor se va de mambo (bien) acumulando ideas absurdas, muchas de las cuales están apenas esbozadas: un tour guiado al local desocupado más viejo de los EEUU, el Museo de Arte Inmanente, un negocio que vende aspirinas importadas, guantes de box y decoraciones para tortas de bodas, una empresa que localiza y vende billetes de los años ´60, el Santo Patrono de los que cruzan mal la calle… y así. Miles de conceptos limados (pero no del todo improbables en los tiempos limados que corren) desfilan frente a los ojos de Julius Knipl, para quien nada de esto es demasiado raro, sino que por el contrario, lo vive con total naturalidad. Hay humor (obvio, así es muy fácil), hay ironías y sutilezas, pero tanta acumulación de bizarreadas se hace un poco densa.
Al igual que el primer libro, este termina con una historieta extensa, que es la que da título al volúmen y que Katchor crea especialmente para esta edición. Acá, después de 80 páginas casi sin contar historias, el autor cuenta unas 250, todas entrelazadas entre sí. Cada tipo que menciona a otro, cuenta la historia de ese, ese a su vez cuenta la historia de otro, que por ahí está en una universidad estudiando la obra de tal tipo, que se nos explica en detalle, y a su vez ese personaje recuerda a otro, del que también se nos cuenta la historia, y así todo se va por las ramas, obviamente de modo intencional, hasta volver a la “realidad” de Julius y sus amigos.
No hablé nada del dibujo de Katchor, pero alcanza con decir que es magistral. Su manejo de los grises (logrados con aguadas) es perfecto y la forma en que tuerce las perspectivas (y hasta las letras de los globos) es alucinante. Con esos ángulos fumados y su asombroso poder de observación, Katchor puede tomar un paisaje urbano gris y mediocre y darle no sólo vida, sino incluso magia. Estamos frente a un autor atípico, que labura para un público muy amplio y de paladar muy sofisticado. Un genio indiscutible, pero cuya obra no tiene muchos puntos de contacto con lo que los comiqueros estamos acostumbrados a leer. A ver quién se le anima…

3 comentarios:

Berliac dijo...

Katchor es lo más. Martín le regaló el libro aquél del judío a Calvi en agradecimiento por el prólogo que le dedicó a Rachas. Es verdad que es medio sofisticado, muy raro, los textos sobre todo. Y el dibujo no se parece a nada. Un genio Katchor.

Preva dijo...

Genial el blog Andres!!, para mi ya es un habito dezasnarme por estos lares.

Andres Accorsi dijo...

Gracias, mi estimado. Siga dibujando así y trate de mejorar la puntería en el Gran DT, que en el Clausura nos lo estamos empomando de dorapa ;)
La novela gráfica de Katchor (Un Judío en New York, si no me equivoco) es una deuda que tengo conmigo mismo y que algún día saldaré.